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Einstein y su costado político

Fuentes: Gara

Se ha celebrado recientemente en el Kursaal donostiarra un congreso con motivo del cincuentenario de la muerte de Albert Einstein que contó con la presencia de seis premios Nobel. Me importa aquí destacar la faceta política de Einstein como personalidad pública y que, al margen de su indiscutible valer y valor científico y, según lo […]

Se ha celebrado recientemente en el Kursaal donostiarra un congreso con motivo del cincuentenario de la muerte de Albert Einstein que contó con la presencia de seis premios Nobel. Me importa aquí destacar la faceta política de Einstein como personalidad pública y que, al margen de su indiscutible valer y valor científico y, según lo que he leído, no se conoce tanto. Me guiaré y basaré en el texto de Fred Jerome de quien algo reseñé en estas páginas hace unos meses en este año 2OO5 dedicado por la UNESCO a la Física.

Lo primero que me choca es que apenas he leído unas líneas -­salvo esbozos y escorzos y porfías­- sobre el compromiso político y social de este gran hombre cuyo rostro vemos en camisetas ­como al Che­ con el pelo desgreñado y sacando la lengua a un fotógrafo. Yo creía que se hablaría más de su entronque con los problemas de su tiempo. Pero no, ya veo que no. Creí que, después de 50 años, lo «desclasificarían». Poco menos que se sigue presentando a Einstein como un amable profesor permisivamente absorto en su nube, ya que su cerebro se movía en un plano más alto que el común de los mortales sin tiempo para preocuparse y ocuparse del mundo menudo (o menudo mundo). Y, sin embargo, Einstein dijo en varias ocasiones que: «Mi vida está dividida entre las ecuaciones y la política». No, entiéndase, la «política» profesional sino en el sentido aristotélico, es decir, social, de «animal social» que vive en sociedad y le resulta imposible ­y hasta impensable» sustraerse a ella y, además, se implica cuando lo cómodo, para él, efectivamente, hubiera sido pescar apaciblemente y vivir en una nube y responder al típico y tópico estereotipo del sabio nefelibata (que diría Rabelais). Vayamos al grano.

La única parcela de la vida de Einstein que han silenciado sus biógrafos ­aunque no he leído nada de Gerald Holton­ es su actividad política. Fue pacifista, internacionalista, antirracista y socialista (no, comunista no, qué alivio).Y, sobre todo, un activista que comentaba corajudamente los acontecimientos de su época. Pero desde que murió en l955, todo esto de esfumó para quedar de él sólo el icono de sabio (despistado, por supuesto) en las nubes como si fuera Fred McMurray. Todo falso.

Ya en l895 (nació en l879, en Alemania), con l6 años, Einstein renunció a la nacionalidad alemana y se trasladó a Suiza para no hacer el servicio militar obligatorio en los ejércitos del káiser. Se nacionalizó suizo al acabar sus estudios y fue en Suiza donde desarrolló parte de su obra más importante en física teórica sobre electrodinámica de los cuerpos en movimiento y el concepto de «éter», sustancia que entonces se creía que llenaba el espacio. En l905, hace cien años, elaboró su célebre teoría especial de la relatividad.

Einstein volvió a Alemania ­convencido por Max Planck­ donde vivió la I Guerra Mundial que lo convirtió en antimilitarista e internacionalista. Al principio, Einstein atribuía las guerras únicamente a la locura o la maldad humana pero pronto reparó en los factores económicos y políticos.En l92l obtuvo el Premio Nobel que no se lo dieron antes por,sencillamente, ser judío. A comienzos de l932 pidió un boicot económico internacional contra Japón para oponerse a la invasión de Manchuria. No paraba de alentar a la juventud a rechazar el servicio militar. Propuso su particular «solución» llamada del 2% frente a la guerra que consistía en que bastaría en que el 2% de los jóvenes llamados a filas se negara a combatir para que los gobiernos se vieran impotentes: no se atreverían a enviar a tanta gente a la cárcel. Durante su visita en l93l a los Estados Unidos se incorporó al comité Theodor Reiser (un escritor socialista) en defensa de los «chicos de Scottsboro», nueve afroamericanos falsamente acusados de violación y condenados a muerte en Alabama.

Todos estos inocuos escarceos le empezaron a mosquear al FBI y, en especial, a su mandamás J.Edgar Hoover (epígono preferido de Palmer, secretario de Justicia americano,amén de cuáquero, pero también lo era Willian Penn, quien fundara Pennsylvania y era un buen tipo, en, digo, los años 20 y famoso por sus persecuciones tipo Garzón a los anarquistas, rojos y otras raleas, incluidos Sacco y Vanzetti), que empezó a fijarse en el «judío» Einstein y sus charlas y conferencias políticamente incorrectas. También a la administración Roosevelt le molestó que Einstein apoyara a los antifascistas en la guerra civil española. Einstein acusó al gobierno norteamericano de ser «neutral a favor de Franco». Con la subida de Hitler al poder, Einstein repensó su inveterado pacifismo y defendió el uso de la fuerza militar contra él, sobre todo después del bombardeo de Gernika: «Al poder organizado solamente se le puede enfrentar otro poder organizado; por mucho que lo lamente, no hay otra vía», escribió. Urgió, junto con otros científicos, a Roosevelt a desarrollar una bomba nuclear antes de que los alemanes fabricaran la suya. En l940 Einstein se hizo ciudadano estadounidense, aunque nunca renunció a la nacionalidad suiza. Ese año fue apartado del Proyecto Manhatan para construir la bomba que él mismo había propuesto sin que nunca le informaran del por qué. Es seguro que no gustaron sus opiniones izquierdistas. Y eso que Robert Oppenheimer, perteneciente al grupo, tenía una ficha del FBI de 7.000 páginas hablando de su filocomunismo (entonces ser comunista no era tan «exótico» como ahora). Cuando quedó claro a finales de l944 que los nazis no iban a conseguir fabricar una bomba atómica y Washington comenzó a elaborar planes para utilizarla contra Japón, y ya no contra Alemania, varios de los científicos del Proyecto Manhatan protestaron y algunos pensaron en abandonarlo. Por cierto, el último superviviente de dicho proyecto, que tras Hiroshima y Nagasaki se uniera a Einstein en el Comité de Emergencia de Científicos Atómicos por la restricción de las investigaciones sobre nuevas armas, Hans Bethe, nacido en l906 en Estrasburgo, murió el pasado 6 de marzo.

Einstein atribuyó el bombardeo atómico de Japón a la política exterior antisoviética de Truman (Roosevelt murió poco antes). Japón se ha bría rendido al cabo de unos pocos meses aunque no se hubiera producido el ataque nuclear estadounidense pero había que dar un toque de aviso a la URSS para que supiera qué gallo cacareaba más en adelante.

De J. Edgar Hoover, jefe del FBI, diremos que su simpatía por la extrema derecha no se limitaba a los fascistas yanquis (que eran muy pocos). Mantenía lazos cordiales con los nazis alemanes. Envió al jefe ­y colega­ de la Gestapo H. Himmler una invitación personal para acudir en 1937 a la Conferencia Mundial de la policía en Montreal. Una vez que EEUU entró oficialmente en la guerra, Hoover se convirtió repentinamente (aunque por poco tiempo) en un ferviente demócrata. Durante la II Guerra Mundial no se vigiló a Einstein de manera directa. Eso comenzó con la guerra fría. Para el FBI, tan pronto como acabó la IIGM (si no antes), todo lo que significara amistad con «Rusia» era antiamericano. El eje del macartismo (anterior a McCarthy) fue el «programa de lealtad» de Truman decretando el despido de los empleados del gobierno sospechosos de «deslealtad». En el centro del macartismo no estaba el oligofrénico senador de Wisconsin, sino el mórbido Hoover y su FBI. El macartismo, en realidad, debería llamarse, como lo decía Liliam Hellman, trumanismo. George Bush Jr. No ha inventado nada.

Veo por televisión que el anteriormente citado Gerald Holton dice que tal vez no se sepa que Einstein rechazó el ofrecimiento de ser presidente del recién fundado Estado de Israel tras la muerte de su amigo y fundador Chaim Weizmann en l952. Es cierto. Como también lo es que Einstein apoyó la creación de ese Estado artificial y que Einstein era un sionista ­dice Jerome­ cultural. Otros contextos…

Me dejaba en el tintero que Einstein formó parte de la Junta Consultiva del Comité de Custodios de Niños Vascos Refugiados. O su petición pública de clemencia para Julius y Ethel Rosenberg acusados de espiar para los rusos. La imagen de Einstein vagando con su alborotado cabello en un cúmulo-nimbo matemático es un mito. Como que fuera «hechizado» por los comunistas. Hoover sabía que Einstein no era comunista, pero eso no era bastante: había que ser un furibundo anticomunista ergo buen americano. Y por ahí no pasó Einstein. –