Después del 11 de septiembre de 2001 más de tres mil estadounidenses han muerto y alrededor de 20 mil resultaron heridos, una buena parte con mutilaciones, en las dos guerras desatadas por Washington como parte de su declarada cruzada mundial contra el terrorismo. Las víctimas, en su mayoría jóvenes de bajos ingresos atraídos por las […]
Después del 11 de septiembre de 2001 más de tres mil estadounidenses han muerto y alrededor de 20 mil resultaron heridos, una buena parte con mutilaciones, en las dos guerras desatadas por Washington como parte de su declarada cruzada mundial contra el terrorismo.
Las víctimas, en su mayoría jóvenes de bajos ingresos atraídos por las ventajas económicas otorgadas a los soldados en operaciones, siguen creciendo en estos dos conflictos sin perspectivas.
En Irak el nivel de las acciones muestra un relativo estancamiento, donde las partes se desangran lentamente. En Afganistán, el perfil bélico es más bajo, pero el rechazo a los ocupantes muestra signos de incremento y a ritmo de goteo, suma y eleva el número de bajas.
La simple observación y la experiencia sobre este tipo de guerra permiten pronosticar que el panorama actual puede continuar comportándose sin modificaciones sustanciales por tiempo indefinido, y los cambios solo serán apreciables en el número de muertos y heridos, en los dígitos del presupuesto de defensa de Estados Unidos y en la destrucción de recursos y bienes materiales.
Pero esta situación evidentemente adversa para iraquíes, afganos y una cantidad creciente de familias estadounidenses cuyos hijos están o estarán involucrados en ambos conflictos, no presenta la misma perspectiva para algunos cientos de importantes ejecutivos de las grandes trasnacionales petroleras y del Complejo Militar Industrial de Estados Unidos.
Los referidos ejecutivos, cuyos hijos, por regla general, no se enrolan como soldados, han sido altamente beneficiados por la presencia de las tropas de su país en Irak y Afganistán.
‘Ejecutivos de las trasnacionales petroleras ganaron una suerte de lotería con la escalada bélica y de los precios petroleros’, según un informe elaborado por el Instituto para los Estudios Políticos en Washington, y por Unidos por una Economía Justa, con sede en Boston.
El estudio de 60 páginas señala: ‘Los estadounidenses de todo el espectro político deberían escandalizarse de ver como los ejecutivos sacan tajadas de los imprevistos de la guerra.
‘Los 34 principales directores de empresas contratistas de defensa, obtuvieron una ganancia de casi mil millones de dólares desde los atentados que dejaron tres mil muertos en Nueva York y Washington.’
El informe añade que solamente en 2005 los presidentes de las firmas de la industria de defensa cobraron 44 veces más que generales con 20 años de experiencia militar, y 306 veces más que los soldados rasos.
Tal investigación identifica al presidente de United Technologies, George David, como el ejecutivo que obtuvo mayores ganancias en el período señalado, al embolsillarse más de 200 millones de dólares, a pesar de la controversia en que estuvo envuelta esta corporación en relación con la calidad de los helicópteros Black Hawk, aún bajo investigación oficial.
David Lesar, titular de Halliburton, poderosa trasnacional vinculada al vicepresidente Dick Cheney, ganó 26,6 millones el año anterior.
Según los datos revelados, el ingreso de los 15 principales ejecutivos de la industria petrolera norteña tuvo un incremento del 50 por ciento respecto al 2004. Ahora alcanzan un promedio de 32,7 millones de dólares, casi el triple de los 11,6 que obtuvieron en general los ejecutivos de todas las grandes compañías del país.
Los tres ejecutivos mejor pagados en 2005 fueron William Greehey, de Valero Energy, con 95,2 millones de dólares; Ray R. Iraní, de Occidental Petroleum, con 84 millones, y Lee Raymond, presidente saliente de Exxon Mobil, con 69,7 millones.
El propio informe ofrece algunos datos que permiten establecer comparaciones muy reveladoras de los enormes privilegios de los ejecutivos, pues según estos, un obrero promedio de la construcción en una empresa de energía tendría que trabajar cuatro mil 279 años para igualar lo que William Greehey, ya citado, recibió en los 12 meses previos.
Después de tales revelaciones no caben dudas de que los grandes vencedores de las guerras de agresión desatadas contra Irak y Afganistán son los ejecutivos petroleros y de la industria militar, estrechamente vinculados a la Casa Blanca.