Estamos en vísperas de 2015: sólo 9 años nos separan, y el panorama que se presenta es muy inquietante. De manera evidente, las condiciones de vida de una parte significativa de las poblaciones se degradan, tanto en Europa occidental como en otros partes del mundo. Esta degradación afecta a los ingresos, al empleo, al acceso […]
Estamos en vísperas de 2015: sólo 9 años nos separan, y el panorama que se presenta es muy inquietante.
De manera evidente, las condiciones de vida de una parte significativa de las poblaciones se degradan, tanto en Europa occidental como en otros partes del mundo. Esta degradación afecta a los ingresos, al empleo, al acceso a la cultura. Afecta también a la aplicación de los derechos fundamentales de las personas sea como individuos, sea como colectividades. La degradación es también manifiesta en los equilibrios ecológicos, en las relaciones entre los Estados y los pueblos, con un recurso a la agresión militar por parte de las grandes potencias, comenzando por los Estados Unidos. Pero no están solos, tienen por ejemplo sus aliados en Europa, una alianza en la que varios países participaron -o participan activamente- en la agresión contra Irak, Afganistán y estarán dispuestos a intervenir también en Irán. Pienso también en el terrorismo de Estado ejercido por el Estado de Israel contra los pueblos palestinos y libaneses. Sin olvidar la intervención de Rusia contra el pueblo checheno.
Fenómenos de barbarie se manifiestan diariamente ante nuestros ojos.
En Europa occidental, lo que me impacta particularmente, es la negación de justicia a los que buscan asilo. En el momento en el que les estoy hablando, un movimiento importante tiene lugar en Bélgica por la regularización de los sin papeles. Una treintena de iglesias católicas y lugares públicos han sido ocupados en todo el país por los sin papeles de los que una parte utiliza la huelga de hambre como medio de combate. Hay allí una denegación de justicia absolutamente elemental.
Otra forma de barbarie es la que consiste, en el discurso de los dirigentes políticos, incluidos los de izquierda, en banalizar la idea según la cual no se puede acoger toda la miseria del mundo y que perfectamente se pueden reenviar de manera colectiva a las personas a las que no se les otorga el derecho de asilo. Esta forma de barbarie deja a los solicitantes de asilo en las fronteras de la Unión Europea. Es lo que han conocido las personas muertas a balazos mientras intentaban atravesar las barreras de la Unión Europea en los enclaves españoles en Marruecos. Pienso en los miles de personas que pierden la vida tratando de atravesar el estrecho de Gibraltar o de alcanzar las islas Canarias. Ese fenómeno no es exclusivo de Europa. Sabemos lo que sucede en la frontera sur de los Estados Unidos al sur del Río Grande.
De acá al 2015, si no se invierte el curso de esa política no veo cómo esas formas de degradación y esa negación de justicia podrían ser resueltas.
El 2015 corresponde a la fecha límite de la declaración del Milenio adoptada en 2000 por la asamblea extraordinaria de la ONU. No solamente no se cumplirán los objetivos de reducción de la pobreza y de la mejora de acceso a la educación sino que, en muchas partes del mundo, las condiciones de existencia serán además degradadas. Esta constatación es absolutamente inquietante y, en consecuencia, hay que preguntarse si existen fuerzas suficientemente poderosas como para contrarrestar la tendencia histórica en curso.
Esta tendencia remonta a más de treinta años, lo que representa una generación humana. El golpe de Estado militar de Pinochet en Chile, en 1973, sirvió de laboratorio para la implantación de políticas neoliberales que se generalizaron progresivamente en Europa occidental -con Margaret Thatcher en 1979 -y en América del Norte- durante la presidencia de Ronald Reagan de 1981 a 1989.
El advenimiento de fuerzas históricas de oposición
¿Existen fuerzas históricas capaces de contrarrestar este dominio progresivo del neoliberalismo? La respuesta es sí. Si otros ven el origen en 1999 con la batalla de Seattle, yo personalmente, lo sitúo en 1994, año en el que tres eventos han tenido lugar :
1 – El 1º de enero de 1994 hizo eclosión la rebelión zapatista en Chiapas. Allí se manifestó un actor que había luchado desde hace siglos contra el ocupante español. Ese pueblo indígena (los Mayas) proclamó reivindicaciones fundamentales. En un lenguaje universal, se dirigió al conjunto del planeta a través especialmente de la voz del subcomandante Marcos. Fenómeno que supera sobremanera su persona y sus características personales. Se transformó en la expresión de un movimiento más profundo ya que los indígenas de Chiapas no estaban solos en el combate: los indígenas de Ecuador se reunieron sobre todo en el seno de la Confederación de Naciones Indígenas de Ecuador (la CONAIE). Y, en 2005, en Bolivia, Evo Morales fue elegido y se transformó en el primer presidente indígena en el poder en América Latina.
El año 1994 marca pues la explosión de la lucha de un pueblo nativo – y minoritario en México – que denuncia un tratado de comercio y declara la guerra al gobierno mexicano. Pero «pacíficamente»: «nos sublevamos, tomamos las armas pero deseamos no servirnos de ellas«. No es la última experiencia de guerrilla del siglo 20 sino más bien la primera experiencia de un nuevo tipo de guerrilla del siglo 21.
2 – Fue también en 1994 que tuvo lugar el 50º aniversario de la fundación del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI). El evento fue conmemorado por un enorme encuentro de protesta en Madrid. Esa manifestación ha inspirado más tarde a los franceses que, en la movilización contra el G-7 en Lyón en 1996, pusieron en marcha los colectivos » Las otras voces del planeta » [1].
La iniciativa española reunía a las ONG, a los movimientos como » la plataforma 0,7 % » en la que los jóvenes luchaban para que su país destinase el 0,7 % del PIB a la ayuda pública para el desarrollo, y también a los sindicatos, a los movimientos feministas, a los movimientos ecologistas. Ya en ocasión de esa contra-cumbre, se aliaban toda una serie de movimientos que, más tarde iban a reencontrarse en Seattle en 1999, luego en Porto Alegre en 2001, etc.
3 – Tercer momento fuerte de 1994: la explosión de la crisis » Tequila » de nuevamente en México. Es necesario recordar que en 1993-1994, nos hablaban del milagro asiático, del milagro mexicano, del milagro checo para los países del Este. Nos hablaban de los países emergentes y de sus grandes éxitos. La crisis » Tequila » va a sacudir a toda la América Latina. Es el comienzo de una serie de crisis financieras que van a sacudir sucesivamente al Asia del Sudeste, luego a Rusia, Brasil, Argentina, Turquía, etc.
Para mí, el año 1994 es entonces un punto de inflexión en términos de la manifestación de nuevas formas de resistencia, de nuevas alianzas y de la crisis del modelo neoliberal.
Podríamos tomar otras fechas : 1989 marca la gran movilización en Francia en ocasión del bicentenario de la Revolución Francesa y la oposición a la reunión del G-7 convocada ese mismo año en la Bastilla; fue también el lanzamiento de la campaña » Basta Ya » -a la base del nacimiento del CADTM. Sin olvidarnos por cierto de 1999 con Seattle…
Nuevas resistencias un poco en todos lados
En el curso de los años ’90, después de un primer período conducido por los Pinochet, Thatcher y Reagan, aparecen nuevas formas de resistencia en distintos puntos del planeta. Gracias a diferentes actores que se expresan entonces, se comienza a llenar el vacío dejado por la crisis del movimiento obrero tradicional.
Comenzando su desarrollo en el siglo XIX, luego consolidándose poco a poco, el movimiento obrero domina la escena de las luchas de emancipación durante gran parte del siglo XX en Europa. Las luchas de la Resistencia durante la Segunda Guerra mundial y la Liberación, las conquistas que siguieron y la victoria contra el nazismo y el fascismo fueron ampliamente conducidas por este movimiento obrero que tuvo fuertes bastiones en la clase obrera industrial. Gravemente deteriorado por la ofensiva neoliberal de los años 1970-1980, este movimiento obrero entra en crisis.
Vemos entonces surgir en los años ’90 actores que habíamos olvidado ya que habían quedado marginados. Y es a escala planetaria que van a imponerse los movimientos campesinos : la creación de » Vía Campesina » en 1992, la figura emblemática de José Bové a partir de Seattle. Yo soy de la generación del Mayo de 68. En ese momento, ¿quién hubiera imaginado que los campesinos iban a ocupar un puesto de avanzada del nuevo combate altermundialista? Tiene lugar, en 1971, la lucha en la meseta de Larzac en Francia [2], ya con José Bové, la creación del Movimiento de los Sin Tierra en 1984 en Brasil, un enorme movimiento campesino en la India y en diferentes lugares del planeta.
Este movimiento se transformó en un actor extremadamente importante para la resistencia a la ofensiva neoliberal y a la mercantilización del mundo, a las patentes sobre lo viviente. Colocó especialmente en primer lugar las reivindicaciones relativas a los bienes comunes: el agua, la tierra, las semillas… Esas reivindicaciones o esos valores no son nuevos en sí pero lo son en la manera de presentarlas porque, clásicamente, las conquistas de la Liberación, el fortalecimiento de los servicios públicos, no presentaban la cuestión de los bienes comunes como un objetivo de alcanzar.
En la posguerra de la Segunda Guerra Mundial se mejoró el acceso a ciertos bienes comunes. Con la ofensiva neoliberal, los bienes comunes quedaron en un estado calamitoso y hoy se percibe la necesidad de defenderlos o de recobrar su dominio.
Podría hablar de los movimientos indígenas ya que los vemos retomando la ofensiva. En Bolivia, por ejemplo, desde los años ’40 a los ’60, la vanguardia del pueblo boliviano, son los mineros de carbón y sus sindicatos. Cerradas las minas de carbón en los años ’80, son los indígenas, especialmente los cultivadores de coca, los que constituyen un movimiento a la vez campesino e indígena. Hemos visto a los mineros de carbón retirados o habiendo perdido su empleo, apoyar y juntarse al movimiento campesino e indígena: una nueva alianza había nacido.
Podríamos también hablar del movimiento feminista relanzado con la Marcha Mundial de las Mujeres el año 2000; de los diferentes movimientos de jóvenes que no habíamos conocido con tal magnitud al comienzo de los años ’90. Pero no olvido sin embargo a los asalariados . Las contraofensivas, que he situado en 1994, se prolongaron, a escala de Europa occidental, por la gran movilización social del otoño de 1995 en Francia. Allí, los asalariados se movilizaron y se desembarazaron del primer ministro de derecha, Alain Juppé, lo que, en su dinámica, llevó a su sucesor el primer ministro socialista Lionel Jospin a retirar a Francia de las negociaciones sobre el Acuerdo Multilateral sobre Inversiones (AMI) haciendo así capotar un hito importante de la ofensiva neoliberal.
Integran también las nuevas fuerzas los que llamaré » nuevos proletarios » o los nuevos excluidos, los sin voz. La rebelión en los suburbios en Francia en noviembre de 2005 (que ha tenido una ligera extensión en Bélgica y en Alemania) es la rebelión de los nuevos proletarios. No se trata tanto de explotados en fábricas en el contexto industrial, aunque alguna parte de ellos lo sean. Los jóvenes de los suburbios que se levantaron en el otoño de 2005 son proletarios en el verdadero sentido de la palabra: no son propietarios de sus medios de producción, y deben buscar dónde alquilar sus brazos y sus cerebros para vivir y sostener a sus familias.
Un desafío: la integración con los rebeldes
Los jóvenes de los suburbios son para mí una especie de nuevo proletariado que busca y encuentra las vías para expresarse con los modos de acción adecuados. Podemos lamentar la forma que esta revuelta ha tomado, pero es un desafío fundamental para los movimientos de ciudadanos organizados, para los movimientos sindicales, de integrarse en este tipo de rebelión. Sé que no es fácil pero, en el marco fragmentado en el que vivimos, si esta integración no se hace, no veo cómo los actores que se oponen a la ofensiva neoliberal podrán vencer.
Sé que no es fácil pero, en el entorno fragmentado en el que vivimos, si esta integración no se hace, no veo cómo los actores que se oponen a la ofensiva neoliberal podrían realmente vencer. En los países de Europa occidental o de América del Norte, los que tienen la suerte de tener un empleo o una jubilación garantizados y la energía para combatir porque tienen todavía buena salud (las personas que llegaban a la edad de jubilarse hace 40 o 50 años no tenían las mismas posibilidades) deben impulsar una nueva alianza social . Si nosotros, asalariados de 20 a 60 años y jubilados en los sectores organizados, no encontramos el medio de realizar juntos la integración con los sin voz, con los nuevos proletarios, en un poderoso movimiento de protesta de crítica fundamental de la sociedad, entonces, veo difícilmente cómo, en los países más industrializados, podremos esperar un cambio radical. En efecto, todo cambio ha siempre dependido grandemente de la generación joven, la que se encuentra en los colegios, en las universidades, la que está desocupada o ya trabajando. La juventud se expresó en Francia en el marco del movimiento contra el CPE (contrato de primer empleo) de la primavera de 2006, pero también se expresa en los suburbios.
El proceso del Foro Social Mundial: un hito
Del lado internacional, la nueva alianza que emerge se expresa en parte por el proceso del Foro Social Mundial que tiene nuevas características en relación con procesos encontrados en los períodos anteriores de la historia. Así, no existe un centro geográfico que dicta a los otros su ritmo. Las grandes conmociones revolucionarias de los siglos 18 y 19 fueron fundamentalmente obra de los pueblos de Europa y las Américas: las revoluciones de fines del siglo 18 en Francia y en los Estados Unidos, las conmociones revolucionarias en el curso del siglo 19, especialmente cuando Marx escribió » un fantasma recorre Europa: el comunismo «, en la primavera de 1848 y que se desarrolla una verdadera dinámica revolucionaria europea. En el siglo 20, las revoluciones sacudieron tanto a los países centrales (Alemania (1918-1923), España (1936-1939)) como a países considerados periféricos (Rusia en 1905 y en 1917, México (1910), China (1949), Cuba (1959), Argelia (1962), Nicaragua (1979), etc.). La ofensiva neoliberal y la restauración del capitalismo en el ex bloque soviético y en China han congelado la perspectiva revolucionaria.
Pero los focos de resistencia al neoliberalismo y al capitalismo no habían desaparecido. A partir de los años ’90 emergió un movimiento de resistencia que consiguió internacionalizarse. El Foro Social Mundial es un hito en la constitución de un vasto movimiento de resistencia internacional que se encuentra en plena evolución. Este movimiento es heterogéneo y no tiene un epicentro. Todas sus componentes de la resistencia multiforme no son reconocidas necesariamente en el Foro Social Mundial. Su funcionamiento en red sin verdadera estructura de comando, tiende a generalizarse.
El FSM no tiene nada de milagroso
Dicho esto, el Foro Social Mundial no debe analizarse solo en sus aspectos innovadores y positivos, ya que tiene limitaciones evidentes. Para comenzar, como se indicó más arriba, no representa al conjunto de todos los movimientos de resistencia global. Dos ejemplos: los zapatistas de México no forman parte del Foro, las luchas de resistencia de China no tienen contacto con el FSM. Además, la noción de estrategia alternativa no está sino en sus comienzos y el viejo debate entre reformistas y revolucionarios no ha sido cerrado. ¿Hay que romper con el sistema o solo acondicionarlo y retomar los mecanismos de regulación haciendo un capitalismo más civilizado? Este debate está siempre bien presente y seguramente va a retomar vigor. Puede ocasionar una división en el movimiento. Actualmente, el movimiento es la expresión de una alianza entre revolucionarios y reformistas sobre una plataforma mínima. Esta plataforma incluye reivindicaciones de base que van desde la tasa Tobin a la anulación de la deuda del tercer mundo, la lucha contra los paraísos fiscales… Pero si existe acuerdo por luchar juntos por esas reivindicaciones ¿cómo lograr los objetivos más fundamentales? Este otro mundo posible que estamos deseando y que querríamos que aparezca para que las nuevas generaciones puedan realmente vivir (no simplemente soñar o proclamar el deseo) ¿qué es realmente? Los debates estratégicos deben llevarse a cabo sobre ese tema. Es necesario a la vez debatir sobre la alternativa y los medios de alcanzarla. No podemos economizar en esa acción.
¿De dónde puede provenir el cambio?
Pienso que las fuerzas que actúan hacia el cambio, esos movimientos de resistencia se expresan en todos los sectores geográficos del planeta, incluso en un país que está, por el momento, al margen del proceso de los Foros Sociales: la China. Ese país está conociendo luchas sociales extremadamente importantes. Ellas recuerdan los finales del siglo 19 y los comienzos del siglo 20. Frente a un capitalismo a la ofensiva emergen formas de resistencia obreras o ciudadanas que evocan lo que hemos conocido hace 70, 80 años o más. Si se me pregunta de dónde puede provenir el cambio, yo diría que puede venir de cualquier lugar del planeta.
Venezuela y Bolivia: actores de cambio
Pero si se habla de cambio de tipo revolucionario, lo veo venir más bien del Sur que del Norte. Lo que hoy es lo más innovador y podría acercarnos a grandes cambios, es la experiencia venezolana y boliviana.
Por supuesto, es necesario no idealizar. Es necesario mantener un espíritu crítico. Esas dos experiencias no se reducen al rol de Hugo Chávez y de Evo Morales, aunque ambas figuras sean importantes. Esas figuras juegan hasta ahora un papel positivo en el proceso y son la expresión de movimientos poderosos que están en curso en sus países. Pero Evo Morales no estaría allí sin las grandes movilizaciones de Cochabamba de abril de 2000 contra la privatización del agua y el movimiento aún más importante de octubre de 2003 contra la privatización del gas natural. Chávez no habría accedido a la presidencia en 1998 si no hubiese existido el gran motín anti FMI de 1989 y la poderosa resistencia de los venezolanos.
Estos dos países dan el ejemplo porque, en ellos, el movimiento ha encontrado una expresión en el gobierno. Los dos gobiernos retomaron la iniciativa desde el punto de vista de los bienes comunes. Bolivia retomó el control sobre el gas y el agua, Venezuela reaseguró el control público sobre la producción petrolera y ha puesto los ingresos provenientes del petróleo al servicio de un nuevo proyecto social en el marco de una redistribución a nivel regional. Venezuela firmó acuerdos con países no exportadores de petróleo de la región y les vende el petróleo a un precio inferior al del mercado mundial. Además, Cuba, que tiene 20.000 médicos trabajando voluntariamente en Venezuela para dar atención sanitaria gratuita a la población, ha desarrollado con ese país y con Bolivia relaciones de cooperación tremendamente interesantes. Se trata de una cierta forma de trueque entre países dotados de capacidades diferentes, de historias diferentes y de modelos políticos diferentes. Esta experiencia actual resulta verdaderamente interesante. La referencia a la lucha de Tupac Amaru o de Simón Bolívar [3] muestra la voluntad de relacionar la experiencia actual con las experiencias revolucionarias anteriores, enraizándola en la realidad Latinoamericana.
Invertir el curso de la historia
¿De dónde pueden provenir entonces las fuerzas capaces de invertir el curso de los treinta últimos años? Las experiencias ejemplares como las de Venezuela y Bolivia van a combinarse con las movilizaciones en América del Norte, en Europa occidental y en Japón, de esta conjunción de fuerzas del viejo mundo con las del nuevo puede producirse una verdadera inversión del curso de la historia. Dicho esto, igual nada podemos garantizar. De donde la importancia para cada uno de nosotros de tomar su parte en la acción ciudadana.
Hacia el socialismo del siglo XXI
No necesito creer en el hundimiento del capitalismo o en la victoria de un proyecto revolucionario para actuar en el día a día y resistir a la negación de la justicia. En la historia no hay nada de ineluctable. Por ejemplo, el capitalismo no se derrumbará por si mismo. No estoy seguro, a mi edad, de vivir una nueva gran experiencia revolucionaria pero pienso no obstante que es razonable imaginar que vamos a volver a partir hacia una forma de experiencia del tipo socialista. Esa idea no es en absoluto unánime en el movimiento, en el Foro Social Mundial…, pero yo soy de aquellos que consideran que es necesario reinventar el socialismo en el siglo XXI.
Mas allá de las experiencias traumatizantes del siglo XX, más allá de la figura horrible del estalinismo o de lo que ocurrió en China o en Camboya con Pol Pot, es necesario retomar el proyecto socialista emancipador del siglo 19 y los valores revolucionarios del siglo 18. Es necesario tener en cuenta los nuevos aportes de múltiples actores y las nuevas reivindicaciones y reinsertar todo ello en la realidad del siglo 21. El socialismo del siglo 21, es la unión libre de los productores, es la igualdad hombre/mujer, es un proyecto internacional, una federación de países y de regiones en el cuadro de grandes unidades continentales y en el respeto por los textos fundamentales, de los pactos internacionales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, el Pacto sobre los derechos sociales, económicos y culturales de 1966, una serie de instrumentos para la definición de los derechos en el marco internacional y universal en el que habían sido escritos y adquiridos en ocasión de las revoluciones precedentes. La consecución de esos derechos fundamentales no podrá hacerse sin la puesta en práctica creativa de un nuevo modelo de socialismo en el siglo 21. Pero no puedo garantizar que ocurrirá en el plazo de mi vida. Por ese lado no soy particularmente optimista. Pero el siglo 21 tiene aún nueve decenios a vivir…
La Deuda con horizonte del 2015.
En la lógica actual, el ciclo infernal del endeudamiento, es un refuerzo del mecanismo de subordinación de los países del Sur de acá al 2015. No estamos absolutamente para una vía de resolución suave del problema. Estamos en una coyuntura totalmente especial en la que, objetivamente, los países endeudados podrían liberarse del yugo de la deuda porque las reservas en divisas que han acumulado, jamás han sido tan importantes. Si los países endeudados crearan un fondo, si colocasen en común sus reservas en divisas, podrían abstenerse de los acreedores del Norte y de nuevos préstamos. El problema es que en su mayoría, los gobiernos del Sur no tienen la voluntad de implantar un modelo alternativo de financiamiento ya que implicaría una repartición diferente de la riqueza. Romper la dependencia financiera con relación al Norte, financiar proyectos de desarrollo en el Sur por otra repartición de la riqueza agregando a nivel internacional las tasas globales que proporcionarían ingresos, objetivamente, es posible. Pero, por parte de los gobiernos del Sur, no se percibe la voluntad de hacerlo. Excepto Venezuela, Bolivia, un poco en Argentina y, de manera muy muy tímida, en Brasil: estos países de América latina reflexionan juntos sobre la constitución de un banco del Sud y de un fondo monetario del Sur. El debate está empeñado y las reuniones se efectúan, incluyendo reuniones con los bancos centrales de esos países. Esa es una evolución positiva pero, fundamentalmente, pienso que la solución va a venir de una voluntad, de una presión de la calle sobre un cierto número de gobiernos casi dispuestos a repudiar el pago de su deuda externa.
Pienso que, en los años venideros, vamos a ser testigos de una tensión muy fuerte en relación al tema de la deuda externa, de la solvencia de una serie de país y que esto va a provocar fuertes reacciones populares en los países del Sur en términos de exigencias de no pago de la deuda. Lo hemos visto una primera vez en diciembre de 2001, cuando Argentina suspendió el pago de su deuda con respecto a la mayoría de sus acreedores privados, y luego los cuatro años siguientes. Pienso que la experiencia argentina va a reproducirse dentro de dos o tres años.
Eric Toussaint , presidente del CADTM (Comité para la Abolicion de la Deuda del Tercer Mundo) Bélgica, autor de La Bolsa o la vida. Las finanzas contra los pueblos, CLACSO, Buenos Aires, 2004. Coautor con Damien Millet de 50 Preguntas /50 Respuestas sobre la deuda, el FMI y el Banco Mundial, Icaria- Intermon/Oxfam, Barcelona 2004 (varias ediciones adicionales en Ecuador -Editorial Aby-Yala-, Argentina -Ediciones Luxemburg-, Venezuela -Ministerio de Educación superior-, Cuba -Editorial del Oriente-); coautor con Damien Millet de Los Tsunamis de la deuda, Icaria- Intermon/Oxfam, Barcelona 2006; coautor con Arnaud Zacharie de Salir de la Crisis. Deuda y Ajuste. CADTM – Paz con dignidad, Madrid, 2002. Más información: www.cadtm.org
El presente texto estará editado en francés por ATTAC 04 Francia en el libro colectivo «Voces rebeldes» («Voix rebelles»).
Notas:
[1] Lo que inspiró al Comité para la anulación de la deuda del tercer mundo (CADTM) el nombre de su revista trimestral » Otras Voces del Planeta «. www.cadtm.org
[2] En octubre de 1971, el gobierno francés, bajo la dirección del ministro de Defensa, Miguel Debré, decide la ampliación del campo militar del Larzac creado en 1902. Los agricultores – rápidamente reunidos con millares de militantes llegados de todos lados – se oponen a este proyecto de extensión que expropiaría más de una centena de explotaciones. Este proyecto es finalmente anulado en 1981 por el nuevo presidente de la República, François Mitterrand, después de diez años de luchas no violentas.
[3] Simon Bolívar (1783-1830) fue el primero en intentar la unificación de los países de América Latina a fin de hacer una sola y única nación. Después de largas luchas, consiguió liberar a Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia de la dominación española. Siendo considerado como un verdadero héroe, su nombre ha sido utilizado para designar muchos lugares geográficos en toda América Latina.
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Traducido por Guillermo Parodi (Paraguay)