El próximo domingo diecisiete millones de venezolanas y venezolanos decidirán en las urnas a los futuros gobernadores de estados y más de 300 alcaldes, incluidos los de la capital, Caracas, entre otros cargos. Estas elecciones son un punto de inflexión para el proceso encabezado por Hugo Chávez desde hace casi una década. Lo que está […]
El próximo domingo diecisiete millones de venezolanas y venezolanos decidirán en las urnas a los futuros gobernadores de estados y más de 300 alcaldes, incluidos los de la capital, Caracas, entre otros cargos. Estas elecciones son un punto de inflexión para el proceso encabezado por Hugo Chávez desde hace casi una década. Lo que está en juego es mucho más que el mapa electoral del país.
Pocas veces el proceso de construcción de lo que el presidente Chávez llama el «socialismo del siglo XXI» tuvo una parada tan determinante como la que se vive por estas horas en Venezuela, cuando se cierran las campañas electorales hacia el «23N»: las elecciones que deberán decidir 24 gobernadores de estados, 327 alcaldes y una multitud de legisladores y consejeros comunales.
Las encuestas más serias coinciden en presentar ganador al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en la mayoría del mapa electoral, aunque prevalecen dudas en algunos estados. Sin embargo, qué gobernador gana qué estado o cuál pierde es sólo un aspecto que se definirá el domingo. Hay otros. El primero, es saber sí el oficialismo se recuperará de la derrota del año pasado.
Repasemos. En diciembre de 2007, el NO a la reforma constitucional impulsada por el presidente Hugo Chávez se impuso por muy ajustado margen a nivel nacional, y más holgadamente en 8 estados considerados claves en el esquema electoral venezolano. Esa derrota inédita (Chávez jamás había perdido ningún tipo de elección desde que ganó las presidenciales de 1998) tuvo una razón central: 3 millones de ciudadanos que avalaron al presidente en la reelección de 2006 no concurrieron a las urnas al año siguiente. ¿Volverán ahora? Varios factores indican que sí.
Por un lado, el mismo presidente Chávez se puso al frente de la campaña electoral del PSUV, en su calidad de titular del partido y líder de lo que él mismo y muchos en Venezuela, en América Latina y el mundo gustan llamar «Revolución Bolivariana». Diferencia central con la campaña de 2007, cuando la convocatoria a las urnas fue tibia. Los gobernadores chavistas hicieron pobres esfuerzos, cuando los hicieron, y el embrionario PSUV no estaba en condiciones de caminar solo, sin maquinara electoral. La del Movimiento Quinta República, la primigenia estructura partidaria del bolivarianismo estaba paralizada desde el reférendum confirmatorio de 2004.
Esta campaña fue bien distinta. Ahora fue el mismo Chávez quien se montó no sólo en las tarimas sino también tras la estructura de base en la lucha por convencer a los chavistas en el regreso masivo a las urnas: los «patrulleros» del padrón electoral de cada centro de votación en todo el país. Los desvelados pudieron ver por el canal estatal algunas de estas últimas noches al presidente y los referentes principales del PSUV llamando a «patrulleros» a la una de la mañana, para conocer el avance del trabajo de contactar, convencer y garantizar la presencia ante las máquinas de votación el próximo domingo de todos los adherentes del PSUV y de los indecisos sin bandería. Se puso así en marcha una maquinaria de convocatoria popular con el presidente Chávez como principal impulsor.
«Los patrulleros deben estar bien entrenados, esa es la garantía de la victoria, es la batalla práctica. Debemos convencer a los que están dudando y buscarlos estén donde estén, para garantizar ese voto que nos ayudará en la victoria», dijo Chávez en un acto en el estado Barinas.
Así, es mucho lo que está en juego. Si esta estructura falla y no logra su objetivo de mantener «rojo rojito» la mayor parte del territorio nacional, será leído -interesadamente y no- como una derrota casi personal del presidente.
Justo antes que por disposición del Consejo Nacional Electoral de Venezuela quedara suspendida la difusión de encuestas electoral, varios medios estatales difundieron una encuesta de la estadounidense North American Opinion Research, que da como ganador a los candidatos del PSUV en 21 de los 24 estados de Venezuela. El respetado periodista local Eleazar Díaz Rangel en su columna del domingo pasado en el diario Ultimas Noticias coincidió en general con estos datos, citando otras fuentes.
Por otro lado, tampoco cambiaría el mapa en la capital, Caracas, donde el nuevo alcalde mayor sería el candidato de PSUV, Aristóbulo Istúriz. También se impondría el candidato del oficialismo en el municipio Sucre, una de las zonas populares de los aledaños a Caracas, central para el triunfo tanto en la capital como el estado Miranda, que seguiría en manos de Diosdado Cabello.
Los resultados favorables a Chávez en Caracas servirán también para aplacar el incipiente intento de algunos dirigentes estudiantiles de oposición reciclados en candidatos capitalinos antichavistas.
En suma, aunque tras el recuento de votos del 23N el oficialismo no obtenga la misma cantidad de estados que en las elecciones del 2004 (aquella vez fueron 22 sobre 24) tampoco la oposición capitalizará en el terreno la derrota del referéndum del 2007. Por el contrario, todo indica que lo que viene será la ratificación del liderazgo de Hugo Chávez, que perdura más allá de los vaivenes, las campañas de prensa, las dificultades y los errores propios del proceso político más auscultado, vilipendiado y ensalzado desde la revolución cubana para acá.