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El 35º aniversario del 3 de marzo y la revolución árabe

Fuentes: Rebelión

El próximo 3 de marzo se cumple el 35 aniversario de la huelga general de 1976 en la que fueron asesinados por la policía franquista 5 trabajadores que acudían a la Asamblea general en la Iglesia de San Francisco convocada por las Comisiones Representativas de las más de 30 empresas en lucha. La represión lejos […]

El próximo 3 de marzo se cumple el 35 aniversario de la huelga general de 1976 en la que fueron asesinados por la policía franquista 5 trabajadores que acudían a la Asamblea general en la Iglesia de San Francisco convocada por las Comisiones Representativas de las más de 30 empresas en lucha. La represión lejos de amilanar al movimiento lo impulsó hacia arriba. La oleada huelguística,se extendió a lo largo y ancho de todo el Estado poniendo fin a 40 años de dictadura. Los efectos de la crisis económica mundial de 1973-74 no impidieron que a través de la lucha la clase trabajadora consiguiésemos importantes mejoras en nuestras condiciones de vida que ahora se están desmantelando una a una.

Treinta y cinco años después vivimos una de las dos mayores recesiones del capitalismo en toda su historia. La burguesía ha lanzado una ofensiva de recortes en todos los países del mundo aprovechándose de la crisis. La oleada de movilizaciones en Europa: Grecia, Francia, Irlanda, Portugal… no ha parado, pero la respuesta más extraordinaria que demuestra la auténtica correlación de fuerzas favorable a la clase trabajadora es la lucha revolucionaria en Túnez y Egipto que han acabado con las dictaduras de Ben Ali y Moubarak.

La revolución en Egipto y Túnez es una revolución proletaria. La clase trabajadora a través de su irrupción masiva con una cascada de huelgas ha sido decisiva para la caída de ambos dictadores. La burguesía está tratando de volver a la situación anterior a través del llamamiento a la unidad nacional buscando el apoyo de las débiles fuerzas de la oposición. Las masas no quieren que nadie les robe su revolución y están creando Comités, luchando por mejoras salariales y en sus condiciones de vida y expulsando a los directivos corruptos de las empresas.

El sábado 12 de febrero, 4.000 obreros de los almacenes del este del Delta (Ismailiya, Mansoura, Suez, Port Said) se declararon en huelga por un aumento del 70% de sus salarios, «humanizar» sus medios de transportes, reducir las sanciones, ajustar todos los salarios a los del CDI (Contrato de Duración Indeterminada), y la salida del director financiero. 1.200 empleados de la azucarera de EL Fayoum empiezan su segundo día de huelga para elevar sus salarios, reintegrar a los despedidos, incluida la sindicalista Ashraf Abd EL Yunis que defendió sus derechos, y juzgar a los cuadros directivos que desviaron el dinero de la empresa, cuyo presidente (80 años) acumuló más de 30 millones, burlándose de su nivel de vida en comparación al de sus empleados. Después de haber rechazado un aumento de 11%, los 10.000 empleados de Correos prosiguen su huelga para aumentar sus salarios al nivel de sus compañeros de las telecomunicaciones y elevar los salarios de los títulos en formación permanente al nivel de los contratos del CDI, y despedir a los consultores venidos del ejército con salarios exorbitantes. Los millares de asalariados de la petroquímica y el Ministerio de la Agricultura, continúan las huelgas y las ocupaciones para obtener el reembolso de las diferencias salariales con los CDD (Contrato de Duración Determinada) a partir del primer contrato de trabajo. 9.000 empleados de la fábrica de aluminio de Naga Hamadi amenazan con la huelga si el gerente ejecutivo no es suspendido y juzgado por haber desviado fondos de la empresa hacia su fortuna personal. – 1.500 empleados del hospital público de Kafr EL Zayat han levantado la ocupación (11 de febrero), después de haber obtenido la dimisión. Se podría aportar una lista interminable a estas luchas de las que se ha hecho eco la inspectora de trabajo Fatma Ramadan.

El nivel de organización y disciplina de las masas se demuestra por la utilización de métodos típicamente proletarios como la huelga, las manifestaciones masivas y la ocupación de fábricas. Los casos de bandalismo y asaltos a comercios en el caso de Túnez o al museo egipcio han sido obra de provocadores gubernamentales para justificar la represión y presentarse como salvadores frente al caos. Igualmente frente a quienes quieren que veamos la mano negra del fundamentalismo, las movilizaciones en Irán y Palestina que han sido reprimidas duramente por los fundamentalistas islámicos han dejado a las claras que se trata de una revolución obrera, de las masas pobres contra el puñado de ricos, magnates y explotadores donde también participan sectores de las clases medias empobrecidas.

La subida de los precios de los productos básicos, del arroz, el maiz, el trigo, el pan, el transporte como consecuencia de la especulación que llevan a cabo lo que eufemísticamente se llama «los mercados», junto a la represión y la falta de libertades ha desatado la revolución, pero esta revolución no ha salido de la nada, ha habido previamente una serie de luchas en el curso de las dos últimas décadas, donde se han formado activistas obreros y juveniles, sindicalistas de izquierdas de la base de la UGTT en el caso de Túnez y militantes de izquierdas. Frente a quienes creen que todo es espontáneo hay que recordar qué ocurrió en Vitoria-Gasteiz en los años previos a la gran huelga general del 3 de marzo donde trabajaban los Comités Obreros del trabajo para la extensión de las organizaciones socialistas y más tarde la Coordinadora Obrera de Vitoria compuesta por distintas organizaciones obreras que estuvieron trabajando intensamente unificando las plataformas reivindicativas, explicando la necesidad de generalizar las luchas, trabajando intensamente por la unidad en la acción, por las asambleas decisorias y por la elección de órganos del auténtico poder obrero como las Comisiones Representativas elegidas directamente por las asambleas de cada fábrica. También en Túnez y Egipto las masas se dotan de organización a través de Comités que intentan extenderse y coordinarse para poder atender las necesidades sociales, exigir un juicio popular a todos los responsables de la represión. Incautar las propiedades de los dictadores y quienes les han apoyado, exigir que la democracia entre en los cuarteles y comisarías, democratizar la economía mediante la nacionalización de la banca, las propiedades de las multinacionales y los principales recursos del país para planificarla en beneficio de la gran mayoría de la sociedad.

Sin organización es imposible dirigir la lucha y menos la sociedad. La clase trabajadora sin organización es carne de explotación y eso lo comprenden las masas árabes. En Túnez hay una revolución interna en el seno de la UGTT donde la base está exigiendo la convocatoria de Congresos extraordinarios para expulsar a la dirección colaboracionista. En Egipto los trabajadores están acabando con el sindicalismo vertical formando sindicatos independientes y combativos. Sobre estas bases la revolución se está extendiendo como un reguero de pólvora al resto del mundo árabe y está impactando en la conciencia de millones de trabajadores en todo el mundo.

La fuerza del movimiento se enfrenta a las maniobras de la burguesía y el imperialismo para intentar descarrilarlo y encauzarlo a las vías de la democracia burguesa. El ejército está intentando que las masas vuelvan a sus casas y lugares de trabajo y a la normalidad, a la misma normalidad que los trabajadores árabes no pueden soportar ya más. La lucha de las masas árabes solo puede lograr satisfacción mediante un cambio profundo del sistema hacia el socialismo.