Revisado para Rebelión por Caty R.
Además de utilizarse en el leguaje de todos los días, la palabra «robusto» se ha incorporado al cálculo estadístico y al diseño de productos con una acepción que es la que nos interesa para este artículo. Es ésta: que todo funcione correctamente aunque existan factores de distorsión.
Existe una propensión equivocada a centrar todo análisis de una propuesta sólo en las personas y no en las instituciones, que serán las que perduren. Dicha propuesta, como cualquier acuerdo internacional, requerirá necesariamente la aprobación del Congreso. Con el desaforado ataque a Chávez en los medios dominantes muchos ciudadanos desinformados descartan de plano el ALBA sin ni siquiera analizarlo.
Al estudiar los fundamentos del ALBA me pasó algo extraño, se me desbarató todo el andamiaje económico que me habían enseñado y descubrí que la mayor parte de la economía que se enseña es un disparate. Comprendí lo obvio, que una unión es para beneficiarse mutuamente y no para competir entre los que desean unirse y que gane el más fuerte. Eso no llevará a la unión sino a la enemistad. Ganar-ganar siempre es una alternativa perdurable y más inteligente que competir por resultados, la mayoría de las veces previsibles. Me refiero, claro, a las acciones realizadas de buena fe, no con engaños como por ejemplo diciendo quiero una unión cuando lo que quiero es dominio.
En realidad no debemos ser ingenuos, al ALBA no pueden entrar facinerosos que deseen implantar algún tipo de neocolonialismo, pero como veremos, la robustez puede hacer que el propio ALBA se defienda de ellos.
¿Y cómo beneficiarse mutuamente? Mediante acuerdos de complementación, mediante la concertación en el comercio internacional. Los países planifican y acuerdan sobre el intercambio internacional. Se benefician mediante la solidaridad, aunque sea condicional o consista en «ayudo para que me ayuden cuando llegue el caso».
Bien, eso en el terreno económico. Pero, ¿por qué no en el social y cultural?
Superando la paranoia de la guerra fría y respetando la libre determinación de los pueblos, a un país no debe afectarle que otro de la Unión tenga una base política distinta. Visité la URSS en plena Guerra Fría y verifiqué que los soviéticos no pinchaban los ojos de los niños como, con toda seriedad, me habían enseñado mis colonizados maestros.
Debo ser sincero, me apasiona la propuesta del socialismo del siglo XXI, pero soy un intelectual honesto y me siento en condiciones de demostrar -sin ser tendencioso- que, incluso los que aman el neoliberalismo, pueden ver sus países beneficiados con el ALBA. Nunca se debería descartar a priori una salida que puede ser la bendición para esta América Latina, tan castigada desde la llegada de los conquistadores en 1492, e incluso para el resto del mundo mal llamado civilizado.
Trasncribo a continuación la definición del ALBA, extraída del sitio oficial, y veremos qué deberíamos retocar para hacerlo robusto.
«El ALBA se basa en la creación de mecanismos para implantar ventajas cooperativas entre las naciones que permitan compensar las asimetrías existentes entre los países del hemisferio. El ALBA es una propuesta para construir consensos que reconsideren los acuerdos de integración con el fin de alcanzar un desarrollo endógeno nacional y regional que erradique la pobreza, corrija las desigualdades sociales y asegure una creciente calidad de vida para los pueblos» [1].
¿Qué puede molestar a un neoliberal? Si eliminamos la idea de dominio, las palabras «compensar las asimetrías existentes (…) para que puedan darse ventajas cooperativas» no deberían tener ningún efecto negativo. Es claro, apunta al ganar-ganar, estrategia de las uniones que perduran. Lo único que deberíamos eliminar para que a nadie le moleste es simplemente «corrija las desigualdades sociales». Ustedes lo saben bien, hay gente que dice que las desigualdades son el motor del desarrollo, que nadie debería regalar nada a nadie. Incluso en su obra «La ética protestante y el espíritu del capitalismo«, Max Weber vincula la eficacia capitalista con la doctrina calvinista de la predestinación y a la consiguiente interpretación del éxito económico como garantía de la gracia divina. De todas maneras ese deseo de competir, de derrotar al otro, el ALBA lo neutraliza ya que en el ALBA no se compite, se usa la concertación; si no me gusta digo no y se acabó el problema. No plantea competencia entre empresas sino acuerdos entre países, que cada uno aceptará sólo si le conviene. Una distancia abismal con «la competencia», en la que si me quedo quieto me devoran.
En resumen, son pocas las palabras que deberíamos eliminar para que el ALBA sea un proyecto robusto y que en última instancia sea valorado como una aportación de América Latina al resto del mundo.
Nota
[1] Portal ALBA: http://www.alternativabolivariana.org/modules.php?name=Content&pa=showpage&pid=1
Guillermo F. Parodi es escritor, profesor universitario, miembro del Observatorio Internacional de la Deuda y de los colectivos de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala (www.tlaxcala.es), la red de traductores por la diversidad lingüística. Este trabajo se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor y la fuente.
Caty R. esmiembro de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala.