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El año en el que la democracia mutó o empezó a morir

Fuentes: Rebelión

Empezó este 2010 con varias huelgas generales en Grecia. Los recortes presupuestarios que tanto el personaje llamado «Los Mercados», como el mentor de este primer personaje llamado también FMI obligaron a llevar a cabo a varios países europeos tuvieron una calurosa respuesta por parte de los gobernantes de estos países. Aunque algunos lloraran luego frente […]

Empezó este 2010 con varias huelgas generales en Grecia. Los recortes presupuestarios que tanto el personaje llamado «Los Mercados», como el mentor de este primer personaje llamado también FMI obligaron a llevar a cabo a varios países europeos tuvieron una calurosa respuesta por parte de los gobernantes de estos países. Aunque algunos lloraran luego frente al espejo, «Es que hasta ayer era socialdemócrata y mira lo que he tenido que hacer», se consolaría de esta manera el más pintado. Quizá la socialdemocracia era ésto: el más sofisticado caballo de Troya del neoliberalismo.

Así, en Mayo, la culminación de esta conseja macabra llegó a su cenit en España cuando se anunciaron recortes brutales en políticas sociales como medida única e indiscutible, para salir de la crisis de manera fulminante. Se equivocaron en las medidas y en la predicción. Lo veremos. Al tiempo.

Tras Zapatero le siguieron Merkel, Sarkozy, Cameron en Gran Bretaña, tras vencer en las elecciones y ahora EEUU en esa neovictoria republicana catapultada desde el Tea Party. El 7 de mayo en concreto fue a mi entender el día en el que murió la democracia a manos de ese personaje llamado «Los Mercados». Da igual, desde ese momento que un ciudadano de los paises occidentales, léase Europa o Estados Unidos, o Japón, vote al que vote, contravotarán por él los gestores de la economía para ellos mismos, los que pretenden que el mundo se abroche el cinturón para que sus beneficios particulares superen el terremoto financiero que iniciaron ellos en el año 2007 y sigan con su «tren de vida», da igual lo que ocurra con el resto de la humanidad. La muerte de la democracia se fundamenta entre otras cosas en una palabra: «desprecio».

Desprecian la soberanía popular y a cada uno de los «microorganismos» que construyen esa soberanía. Desprecian a los ciudadanos porque no los aprecian, porque los ciudadanos tienen precio pero ese precio hoy está depreciado, es cada vez más inapreciable y de eso se aprovechan. El ciudadano en paro no tiene precio y cualquiera lo compra. Los Mercados, ese nuevo personaje de la Historia, ese sujeto histórico que hoy se revuelve para dar un golpetaqzo sangriento sobre la mesa, se mueven como cerdos en la charca del precio, la subasta del lenguaje y su semiología.

Esta noche, la constatación de que la democracia está herida de muerte tiene sabor norteamericano. En medio de un interregno de huelgas populares realizadas por ciudadanos encadenados a sus desempleos, a sus préstamos, a sus desahucios, a sus hipotecas y a sus cadenas bancarias, en medio de una tierra de nadie en la que uno todavía se sorprende y se anima al saber que sigue existiendo esa llama de rebelión lógica que se le presupone a una ciudadanía consciente, el electorado del imperio norteamericano acaba de sentar las bases de una nueva época oscura que hoy acaba de comenzar.

La memoria del pasado siglo XX nos enseñó que el fascismo se cuece en la olla del descontento. La gestión del descontento es la que condimenta, sazona, y espolvorea las partículas que solidificarán un nuevo autoritarismo incondicional, «natural», naturalizado por la explicación simplista de las causas de la depresión y el fantasma de la inestabilidad. Y es un descontento de raíz económica. El subempleo y el desempleo, la tarjeta de crédito anulada y hasta el carro del supermercado vacío, contienen en su miasma el edulcorante sabor agrio que antecede al fascismo.

Subempleados y desempleados fueron también aquellos ciudadanos que en medio de la crisis de los años 30 del pasado siglo pusieron el descontento de su simplona esperanza en manos de Hitler al que «democráticamente» llevaron al poder. La tendencia norteamericana corre el peligro de extenderse por doquier. Merkel y Sarkozy lo saben. Los ciudadanos europeos y norteamericanos no lo saben o si lo saben no hacen nada porque no está dentro de sus intereses. Sus intereses están de nuevo en conseguir llenar ese carro de la compra, anular la anulación de su tarjeta de crédito y tener un trabajo inestable con el que dar gracias a su dios llamado «Los Mercados».

Pero no seamos tan agoreros. Quizá no es tan negativo que muera nuestra querida democracia gestada en la Revolución americana de 1776 y teorizada por Robespierre en 1789. ¿Qué sobresale por encima de este brumoso y oscuro panorama? las bombas de Grecia, los paquetes bomba de unos iluminados que juntan desesperación con rabia y cuyo destino es predecible.

La rabia y el descontento. Dos inicios de algo. La instrumentalización de estas palabras nos lleva hasta la rabia dal terrorismo o hacia el descontento que precede al fascismo. La izquierda debe moverse. Romper esa dicotomía.

El capitalismo funerario ha engañado una vez más con su probable muerte. Ahora la democracia es la que yace en la caja del muerto y parece que no hay bicho vivo que se atreva ya no solo a defenderla sino a resucitarla. Los que lo hagan y los que lo hagamos tenemos que contar con una respuesta blanca, naturalizada y pegajosa que nos rodeará por todo el cuerpo y alimentada segundo a segundo por el «Coro» mediático de la generalidad de la prensa mundial. Terrorismo o soledad y aceptación o doma. Ese es el dilema al que quieren que entremos. Nuevo Socialismo o Barbarie conocida debería volver a ser el verdadero dilema, el debate justo, razonable, humano.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.