Desde la edad de piedra ha existido el conflicto humano. La posesión de un trozo de mamut para la alimentación colectiva, el derecho a habitar una cueva mejor protegida, el celo por dominar el valle de quienes vivían en la montaña y viceversa, han sido motivos para la pugna y la beligerancia. Con la organización […]
Desde la edad de piedra ha existido el conflicto humano. La posesión de un trozo de mamut para la alimentación colectiva, el derecho a habitar una cueva mejor protegida, el celo por dominar el valle de quienes vivían en la montaña y viceversa, han sido motivos para la pugna y la beligerancia. Con la organización social la guerra adquirió una dimensión mayor y se fueron perfeccionando los mecanismos destructivos. A la vez surgió una técnica del enfrentamiento y con ella los teóricos fueron conformando reglas y procedimientos.
Uno de los más destacados doctrinarios de la guerra es el chino Sun Tzu, autor del más antiguo tratado de guerra que se conoce. En torno al año 500, antes de nuestra era, este general sirvió a uno de los siete estados entonces existentes en el territorio que hoy se conoce como China. Era el tiempo en que existieron Confucio y Buda, cuando Pericles gobernó en Atenas, el lapso de Heráclito y Pitágoras, cuando se veía el teatro de Eurípides, Esquilo y Aristófanes y Platón guiaba el pensamiento de la época.
Sun Tzu escribió «El arte de la guerra» como una guía para comandantes sobre táctica y estrategia. El libro subraya la importancia de la información sobre las fuerzas e intenciones del enemigo, la disposición de sus fuerzas y el despliegue que haga de las mismas, las distintas maniobras posibles para el enfrentamiento. También enfatiza la estrecha relación entre la política y la actividad militar. Se decía que Mao Tse-tung era un estudioso de las tácticas de Sun Tzu y que utilizó muchas de sus enseñanzas en la Gran Marcha y en sus combates con los nacionalistas de Chiang Kai-shek.
Sun Tzu estimaba que la suprema habilidad consistía en destruir al enemigo sin entablar combate. De ahí que consideraba indispensable la creación de fraudes y falsas apariencias para confundir al oponente. También recomendaba la rápida adaptación a las condiciones del adversario, la veloz concentración contra los puntos más débiles y la flexibilidad en las maniobras.
Sun Tzu consideraba de primordial importancia para el éxito que el pueblo estuviese en armonía con sus dirigentes. Y afirmaba que la victoria podía conseguirse con la impostura. «Si eres capaz, finge incapacidad. Cuando estés cerca aparenta que estás lejos; cuando estés lejos, que estás cerca. Cuando el enemigo se concentra, prepárate; donde es fuerte, evítalo. Aparenta inferioridad y alienta la arrogancia de tu adversario. Cuando esté unido, divídelo. Ataca cuando no esté preparado; avanza resueltamente cuando no te espere. Mantenlo en tensión y así desgástalo. La esencial en la guerra es la victoria, no las operaciones prolongadas. Si eres numéricamente inferior, retírate. El que mantenga más unidad en sus fuerzas será el victorioso. Conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo.» Son algunas de las máximas que recomendaba el astuto general.
Sun Tzu no ha sido el único teórico de la guerra.
El prusiano Karl von Klausewitz escribió un tratado «De la guerra» que es el texto principal de la estrategia moderna. Klausewitz había estudiado filosofía y era adepto de las ideas de Kant. Estudió las guerras napoleónicas para derivar conceptos aplicables al conflicto armado. Su influencia fue importante en la guerra franco prusiana de 1870. Para algunos sus escritos constituyen el texto fundamental de pericia militar. Hizo mucho énfasis en disponer de superioridad en el punto más sensible del combate, en la capacidad de adoptar decisiones rápidas y en la consideración de los factores matemáticos y topográficos al proyectar la táctica. Es famosa su frase: «La guerra es la continuación de la política por otros medios».
Antoine Jomini fue otro general que aprendió el arte de la guerra como oficial del Estado Mayor de Napoleón. Fue menos filosófico que Klausewitz y se preocupó más por los aspectos prácticos: la intendencia, el abastecimiento, las campañas prolongadas y la ocupación del territorio conquistado. Puso énfasis en la planificación anticipada y cuidadosa de las operaciones. Escribió un «Sumario del arte de la guerra», en 1838, que fue un manual imprescindible para el ejército francés, de la misma manera que Klausewitz lo había sido para el alemán. Las ideas de Jomini fueron muy influyentes en los generales que se enfrentaron en la Guerra Civil de Estados Unidos.
De una u otra forma el arte de la guerra, los métodos para destruirse mutuamente, constituyen un aspecto atroz de la prehistoria humana que será olvidado cuando las sociedades logren formas de organización superior que excluyan la necesidad de aniquilarse, de exterminar, destruir, asesinar a seres humanos como una manera de prevalecer políticamente y consolidar el poder sobre un estado.
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