Los 20 años de la caída del muro de Berlín han sido un buen pretexto para que la derecha repita hasta la saciedad lo de la «victoria» del capitalismo sobre el socialismo, debido a la superioridad del primero y a la intrínseca barbarie del segundo. Representativa de esta euforia resulta la siguiente opinión: «Recordaremos el […]
Los 20 años de la caída del muro de Berlín han sido un buen pretexto para que la derecha repita hasta la saciedad lo de la «victoria» del capitalismo sobre el socialismo, debido a la superioridad del primero y a la intrínseca barbarie del segundo. Representativa de esta euforia resulta la siguiente opinión:
«Recordaremos el 9 de noviembre de 1989 como el año en que terminó la Guerra Fría, el capitalismo venció al comunismo por su mayor eficiencia económica, pero principalmente por su superioridad moral basada en la libertad de las personas» (Ramón Parellada, Siglo XXI, 12/11/2009).
Como contrapuntos a esta euforia, bien vale la pena recordar algunas cuestiones. En primer lugar, que «ganó» un sistema que mantiene en el hambre y la miseria a millones de personas y que destruye aceleradamente al planeta tierra. Es decir, vale la pena pensar que esta victoria del capitalismo (porque así ha sido pregonada desde muchos espacios) sobre el socialismo, ha sido la victoria del capital sobre el trabajo: una derrota para la vida de la humanidad y la de la naturaleza.1 Para establecer algunos contrapuntos a esta «victoria», conviene traer del recuerdo, entre muchos otros, dos memorias que resultan necesarias.
Esta cacareada «superioridad moral» del capitalismo es la misma que ha producido incontables crímenes y violaciones a derechos humanos para instalar o superar los obstáculos a la acumulación de capital así como a los intentos liberadores populares, por ejemplo, a través de dictaduras militar-empresariales como las existentes durante varias décadas en Latinoamérica. Un hecho que también se conmemora en estos días, ayuda a ver hasta donde llega esa «superioridad moral». En noviembre de 1989, en el contexto de la ofensiva Hasta el tope que lanzó el FMLN, la desesperación del gobierno salvadoreño, apoyado por el gobierno estadounidense, le lleva al recurso de la realización de múltiples crímenes, en los que se incluyen el bombardeo indiscriminado a los barrios pobres de la ciudad de San Salvador. El 15 de ese mes, una unidad élite del ejército salvadoreño entra en horas de la noche a la universidad Simeón Cañas y asesina fríamente a los jesuitas Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes, Juan Ramón Moreno, Amando López y Joaquín López y López, así como a Elba Ramos y su hija Celina. Al respecto, de la Corte indica lo siguiente:
«El crimen de la UCA simboliza a la perfección el destino de las incontables víctimas que la historia viene cobrándose desde el principio de la humanidad, «relato de pasión» que, como ya afirmó Walter Benjamin, hace de la memoria un deber indeclinable, antes que una tarea caprichosa y trivial» (2001: 19).2
Esta es una acción directa de la «superioridad moral» de un gobierno de derecha y fiel seguidor de las doctrinas capitalistas. Pero si ese es un ejemplo directo de las acciones de un gobierno identificado con un sistema, también hay otros ejemplos de las cosas que el capitalismo no puede producir.
Conocido es que el «triángulo norte» de Centroamérica es una de las regiones más violentas del mundo. El Salvador, Honduras y Guatemala tienen tasas de homicidios que sólo son superadas por el área sudafricana. Crimen organizado, narcotráfico y «maras» son problemas muy serios en estos países. Nicaragua en cambio, con una situación de pobreza aún mayor y con una historia compartida de guerra y conflicto, mantiene niveles comparativamente mucho menores de delincuencia y homicidio. Una de las explicaciones a esta situación distinta es la herencia del sandinismo que debe ser también revalorada.3 El PNUD, en un informe reciente, reconoce que entre las importantes diferencias que se encuentran para la delincuencia entre ese triángulo norte y Nicaragua se encuentra «la secuela positiva de la Revolución Sandinista en la creación de redes sociales» (2009: 113) y que también «conllevó una intensa movilización popular», razones ambas que «acendraron el sentido de solidaridad, a tiempo que medidas como la alfabetización o la reforma» (2009: 176)4, procesos que no se han creado en los tres países señalados de tanta delincuencia y asesinatos. Valores como la solidaridad son valores humanos universales y universalizables. Una univesalización que contuviera dichos valores originaría un mundo mejor y más humano. Y son valores que se producen de manera sostenida en la experiencia sandinista y cuyos efectos llegan al día de hoy (a pesar de los muchos errores también cometidos).
Como contrapuntos a la celebración de la caída del muro de Berlín (sin que caigan otros igualmente infames), estos recuerdos pueden servir para no olvidar el lado criminal de la derecha y de las fuerzas conservadoras que se oponen a los proyectos populares de liberación. Gobiernos y fuerzas conservadoras representantes de ese «superior sistema moral» que es el capitalismo.
BIBLIOGRAFÍA
De la Corte, L. (2001) Memoria de un compromiso. La psicología social de Ignacio Martín-Baró . Bilbao, Editorial Desclée De Brower, S.A.
PNUD (2009) Abrir espacios para la seguridad ciudadana y el desarrollo humano. Informe sobre Desarrollo Humano para América Central. Colombia, D’vinni, S.A.
Notas:
1 También valdría la pena valorar el socialismo real como una posibilidad desperdiciada para hacer del mundo otro mundo. Para hacer del mundo una verdadera patria humana que todavía no se produce.
2 En el caso de los jesuitas, una condición especial es que también se cortan proyectos de pensamiento importantes, como una «psicología de la liberación» en la que estaba trabajando Ignacio Martín-Baró.
3 Ese sandinismo que tan bellamente ha sido descrito por la pluma de Ernesto Cardenal y que condensó también las aspiraciones sociohistóricas de liberación de millones de personas en aquellos años.
4 Coloco esta referencia porque no resulta sospechosa de «comunista».
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.