«El aumento de la longevidad es un riesgo financiero para la economía mundial. Hay que hacer algo ya». Christine Lagarde Creo que cuando la señora Lagarde habla de longevidad omite algo importante. Parece que ella cree que viejos son los demás y no se incluye, aunque sea demasiado evidente como para ignorarlo y debiera alertarla […]
«El aumento de la longevidad es un riesgo financiero para la economía mundial. Hay que hacer algo ya». Christine Lagarde
Creo que cuando la señora Lagarde habla de longevidad omite algo importante. Parece que ella cree que viejos son los demás y no se incluye, aunque sea demasiado evidente como para ignorarlo y debiera alertarla sobre sus propias afirmaciones. Y es cierto que hay que hacer algo ya. Pero lo más grave es que todas sus declaraciones y las de la institución que representa se refieren pura y exclusivamente al aspecto económico y si bien este enfoque se ha enseñoreado de la vida sin casi admitir los demás resulta perentorio que comencemos a poner de relieve los olvidados valores que ella y otros como ella ignoran pero que son el verdadero fundamento de la vida: el amor, la felicidad, el cultivo de la mente, del cuerpo y del espíritu, la amistad, la solidaridad, los sueños y todos aquellos aspectos que carecen de valor económico pero que son en la mayoría de los casos las razones por los que vale la pena vivir.
Y no solamente valen la pena, sino que no pueden ser reemplazados por el sintético lema de las dos G que pareciera querérsenos imponer: «Ganar y Gastar» y sobre el que según los gurúes de la hiper globalización son el único objetivo que habría que perseguir. Sin embargo, esa longevidad, que tanto preocupa a la señora Lagarde, es afortunadamente el resultado de los esfuerzos de toda la humanidad por mejorar la salud, el bienestar y las condiciones de vida de los habitantes del planeta a través de los siglos. Es gracias al esfuerzo de muchos científicos, investigadores y hasta bienintencionados políticos que se han logrado incrementar, en gran parte de la sociedad, las perspectivas de vida que tanto parecen preocuparla.
Pero existen otros aspectos que tampoco inquietan a los gerentes de la economía mundial: las nuevas posibilidades que ofrecen a un potencial futuro bienestar de la humanidad las nuevas tecnologías y con ellas la de reducir las horas de trabajo «per cápita» con el objeto de que los seres humanos puedan recuperar el disfrute de otros aspectos, largamente postergados y relacionados con la propia existencia y las de los demás.
Es decir, si el trabajo humano se va a reducir y ya lo estamos percibiendo especialmente con la incorporación de la informática y la robótica, habría que preguntarse a quién o a quienes van a favorecer esos avances: ¿al empresariado o a los trabajadores? Siendo como son el producto del esfuerzo intelectual de muchos seres humanos, lo razonable sería que también beneficiasen a muchos seres humanos y en consecuencia ¿por qué no reducir, por ejemplo, a seis las horas de trabajo favoreciendo así la recuperación de más tiempo para la vida familiar para compartir más horas con los hijos, con los cónyuges, para destinarlas también al propio disfrute del deporte, de la música, de las artesanías, de la lectura? En síntesis, a beneficiar a los seres humanos a quienes se nos ha venido inculcando que el trabajo es casi el único e insoslayable objetivo que justifica la existencia. No he encontrado hasta ahora muchas ni siquiera pocas propuestas en tal sentido y creo que es hora de que nos detengamos a pensarlas, fundamentalmente en beneficio de las futuras generaciones que ya están siendo encorsetadas en ese limitado e inhumano principio.
En cuanto a la prolongación de la vida, en buena hora se esté concretando el sueño de muchas generaciones, de las aspiraciones a que han contribuido sin la menor duda la ciencia y las condiciones que esta ha podido generar y en tal caso y manteniendo la idea de reducir el tiempo de trabajo, me parece que no sería desacertado ampliar un poco más los límites etarios para poder sostener sin demasiado sacrificio para la población activa, los años solventados por la previsión social.
En lugar de lamentar la prolongación de la senectud a partir de una visión estrictamente economicista y lo que es peor tendiente a una cada vez mayor concentración de la riqueza dediquémonos a rescatar los aspectos positivos que los seres humanos somos capaces de desarrollar pero que nos cuesta tanto impulsar y sobre todo compartir.
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