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El bicentenario de Marx

Fuentes: Rebelión

«Los Marxistas no creemos que la empresa de crear un nuevo social, superior al orden capitalista, incuba a una amorfa masa de parias y de oprimidos guiada por evangélicos predicadores del bien.. La energía revolucionaria del socialismo no se alimenta de compasión ni de envidia. En la lucha de clases, donde residen todos los elementos […]

«Los Marxistas no creemos que la empresa de crear un nuevo social, superior al orden capitalista, incuba a una amorfa masa de parias y de oprimidos guiada por evangélicos predicadores del bien.. La energía revolucionaria del socialismo no se alimenta de compasión ni de envidia. En la lucha de clases, donde residen todos los elementos de lo sublime y lo heroico de su ascensión, el proletariado debe elevarse a una moral de productores, muy distante y muy distinta de la moral de esclavos, de que oficiosamente se empeñan sus gratuitos profesores de , horrorizados de su materialismo.»

José Carlos Mariátegui. «Defensa del Marxismo». Pags. 72-73 Biblioteca Amauta. Lima.

 

El año pasado el mundo recordó el Centenario de la Revolución Socialista de Octubre, El 2018, se recordará, en todo los países, el Bi Centenario del nacimiento de Carlos Marx.

Nacido en Tréveris, a las orillas del rio Mosela en la antigua zona de la Renania, el 5 de mayo de 1818, Marx fue ciertamente un hombre universal: Mas allá de títulos formales de orden académico -que los tuvo- fue un pensador, filósofo, economista, abogado, historiador, periodista escritor, político y, sobre todo, un revolucionario en la mayor extensión de la palabra. Se le considera por eso, una de las figuras estelares de la humanidad, razón por la cual su nombre, y su obra, perduran en la historia.

Al evocarse hoy la fecha que se aproxima, bien podemos recordar también lo que dijera el introductor del pensamiento socialista en nuestra patria, José Carlos Mariátegui: «Marx está vivo en la lucha que, por la realización del socialismo libran en el mundo innumerables muchedumbres, animadas por su doctrina». Porque eso es así, también en nuestro país en el mes de mayo -y en el transcurso de todo el 2018- se desarrollarán eventos de primer nivel destinados a honrar la memoria de esta magna figura.

Más allá de las transitorias derrotas de los pueblos y aún de los sinsabores de la historia, millones de hombre y mujeres en todos los países de la tierra, enarbolan hoy las ideas básicas del pensamiento marxista y dan forma y contenido a sus luchas, seguros de encontrar un imbatible camino que conducirá a los pueblos al Socialismo. Actúan con la absoluta convicción que el Socialismo, tal como fue básicamente pergeñado por Marx, será la sociedad del futuro.

Se han registrado, sin embargo, muchos intentos por devaluar la figura de Marx. Ha habido quienes han pretendido considerarlo «un pensador más» de aquellos años en los que el sistema de dominación capitalista se afirmara en el mundo. Lo han comparado entonces con Owen, Fourier, Lassalle, David Ricardo, el propio Hegel, o aún Mijhail Bakunin, el célebre ideólogo del anarquismo ruso; pero han fracasado en el intento de menoscabar su autoridad, y su prestigio. Porque hoy, valorando los aportes de cada quien, nadie «toma partido» por las ideas de ellos, como si lo hace por las del autor de «El Capital».

En el esfuerzo por menoscabar la importancia del pensamiento de Marx han habido quienes han pretendido «teorizar» con el pensamiento de Marx pretendiendo descubrir incluso contradicciones entre «el joven» Marx y el Marx mayor, procurando «descubrir» algunos atisbos, que alimentaran sospechas de error en la rigurosidad de su pensamiento, o contradicción en el mismo. Vano esfuerzo, sin duda, porque el mensaje del fundador del socialismo científico responde a una sola concepción: aquella que alimenta la idea de una sociedad basada en la eliminación de la explotación capitalista y el trabajo asalariado.

Cabe entonces aludir a algunas etapas de la historia que le permitieron a Marx diseñar los elementos básicos de su concepción ideo-política y recoger los elementos esenciales del proceso que le tocó vivir, y que dieron sustento a su pensamiento y a su acción.

LOS COMIENZOS

Franz Mehring, quizá el más calificado de sus biógrafos, nos remite a los escritos juveniles de Marx citando lo que constituye casi un clásico: el texto referido a «las consideraciones de un joven antes de elegir cerrara». El, nos revela la concepción materialista de la historia que subyace desde un inicio, y que se proyectará ininterrumpidamente y sin dobleces a lo largo de toda su vida. Ya en ese entonces se distinguía por su riqueza de ideas y por su buena distribución sistemática; elementos ambos esenciales para la formulación de sus más complejas teorías económicas y sociales.

También a «sus comienzos» corresponde su vínculo con Yenny de Westfalia, convertido en matrimonio solo en 1843. Ella, una mujer excepcional, se mantuvo al lado de su esposo desde 1835 hasta la muerte de éste, ocurrida en marzo de 1883; Y, además, su matrícula en la Universidad de Berlín, en 1836, cuando Carlos Marx «amaba su soleada tierra natal, y la capital de Prusia. Le repelía todos los días de su vida».

Esta etapa de la vida de Marx, en realidad se prolonga hasta los primeros años de la década de los 40, cuando Marx se une a Bruno Bauer y los jóvenes hegelianos a los que considera portadores del pensamiento más progresista de la época; y recibe la investidura de Doctor, que se la otorga la Universidad de Jena, en 1841, gracias al análisis que hace de las concepciones filosóficas de Demócrito y Epicuro.

Este fue un breve periodo en el que Marx dedicó su esfuerzo al trabajo periodística. Coincidió, sin embargo, con la etapa en la que su ágil pluma se deslizó por el campo de la polémica a través de las páginas de «La Gaceta del Rin», publicada en Colonia a partir de 1842. Dos años más tarde, y ya en el caluroso verano de 1844, tomaría contacto con Federico Engels en Paris.

Fueron estos, verdaderos años de búsqueda en los más variados sentidos. La tarea era definir el pensamiento en términos filosóficos, pero también políticos, diseñar el esquema social de la época; y, al mismo tiempo, perfilar el cuadro de las acciones fundamentales, aquellas que debían esbozarse a través de la prensa y las publicaciones de entonces, en un escenario particularmente convulso, cuando las revoluciones republicanas de 1830 y 1848 se empeñaban en restablecer las conquistas de la Revolución Francesa de 1789, desconocidas por la fuerza restauradora de la monarquía que retomara la ofensiva luego del Congreso de Viena, de 1815.

La insurrección de los Tejedores de Silesia, en 1844, su heroísmo y sus luchas, no sólo fueron aliciente para Carlos Marx sino también para el poeta Heine, que compuso versos, y hasta un himno que hizo historia. Abordando esa lucha, fue que Marx expuso una idea clave para su pensamiento: «Sin Revolución, no podrá realizarse el Socialismo»

UNA AMISTAD IMPERECEDERA

La relación establecida a partir de aquellos años entre Marx y Engels, se tornó emblemática. En verdad, por esas curiosidades de la historia, ambos personajes habían venido perfilando estudios similares, y partiendo de distintas experiencias, habían llegado a las similares conclusiones. Ya en ese entonces, Federico Engels había iniciado lo que sería un enjundioso estudio referido a la situación de la clase obrera en Inglaterra, que culminaría solo en 1845 con el propósito de unir al proletariado con la idea del socialismo emergente.

Prácticamente desde un inicio, Marx y Engels encontraron una base común en los más variados escenarios de análisis. Coincidieron en el estudio riguroso de la sociedad capitalista y la desenmascararon, mostrando sus limitaciones y perfidias; subrayaron el papel de la clase obrera como fuerza esencial para transformar la sociedad; y pusieron desde un inicio las bases de la sociedad socialista diseñando el papel y las tareas de los comunistas en la lucha por forjarla Y avanzaron más allá hasta diseñar los alcances de una nueva visión del mundo y de la vida.

De esa relación surgió la idea común de vincularse a las organizaciones existentes en la Europa de entonces, y en particular en Francia; donde bullían las ideas revolucionarias de la época. Por eso, tomaron contacto con la Liga de los Justicieros una pequeña estructura casi de orden conspirativo, que había nacido al calor de los combates de clase que arreciaban entonces.

Los dirigentes de esta Liga -Karl Schappers, Heinrich Bauer, Joseph Moll, entre otros- tuvieron la idea de invitar a Marx y Engels a sumarse a ese movimiento, pedido que fue aceptado apenas con dos condiciones: que la Liga trocara su nombre, y dejara de llamarse «Liga de los Justicieros», para denominarse más bien «Liga de los Comunistas»; y que renunciara a su consigna central -«todos los hombres son hermanos»- para asumir otra, de la peruano / francesa Flora Tristán: «Proletarios del mundo, uníos!».

Ambos planteamientos fueron aceptados, razón por la que en 1847, en el II Congreso de la Liga de los Comunistas celebrado en Londres, les fue encomendada a Marx y Engels la misión de elaborar un Programa Político que sirviera para presentar al mundo la idea de los comunistas. Surgió, de eso modo el hoy célebre «Manifiesto del Partido Comunista», publicado Por primera vez en febrero de 1848.

Los elementos básicos del Manifiesto Comunista son hoy suficientemente conocidos, de modo que no es indispensable reseñarlos. Hay que subrayar sin embargo algunas ideas esenciales, como aquella que la historia escrita vivida por la humanidad, no es otra que la lucha de clases. «La moderna sociedad burguesa que se alza sobre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido los antagonismos de clase. Lo que ha hecho, ha sido crear nuevas clases, nuevas condiciones de opresión, nuevas modalidades de lucha, que han venido a sustituir a las antiguas».

Resulta asombroso constatar como en l848 estas grandes figuras del pensamiento socialista lograron mirar el porvenir con tan prodigiosa percepción. Como si hubiesen tomado una nave especial, y volado al futuro; volvieron para contar a sus contemporáneos, lo que nosotros veríamos ya en nuestro tiempo: el fenómeno llamado de la «Globalización».

«La necesidad de encontrar mercados espolea a la burguesía de una punta a otra del planeta. Por todas partes anida, en todas partes construye la burguesía, por doquier establece relaciones. La burguesía, al explotar el mercado mundial da a la producción y al consumo de todos los países, un sello cosmopolita. Entre los lamentos de los reaccionarios, destruye los cimientos nacionales de la industria. Las viejas industrias nacionales se vienen a tierra, arrolladas por otras nuevas, cuya instauración es vital para todas las naciones civilizadas».

Se describe, así una realidad que nosotros vivimos, la del mercado mundial, las grandes corporaciones, el sistema financiero, la exportación de capitales, la internacionalización del comercio, la sobre explotación de los trabajadores gracias la constante migración, la pérdida de la capacidad adquisitiva de los salarios, la migración de la mano de obra no calificada y muchos otros fenómenos que afloran hoy en su mayor dimensión.

Las dos grandes conflagraciones mundiales -las Guerras Inter-Imperialistas de 1914 y 1939- están marcadas por este signo de la expansión del capital, la lucha por las materias primas y el dominio de los mercados; y no ha traído al mundo sino hambre, miseria, sangre y destrucción. La sociedad capitalista ha generado sus propios factores de destrucción, y ha creado las bases para que los pueblos enarbolen con más fuerza el ideal socialista.

En el Manifiesto Comunista, Marx y Engels demostraron que la propiedad privada sobre los medios de producción constituía una inagotable fuente de explotación que sólo podría ser superada a partir de una transformación radical de la sociedad en la que asomaran dos elementos claves: la propiedad social de los medios de producción, y la clase obrera en la conducción de un Estado de nuevo tipo.

AL decir de Rodney Arismendi, destacado comunista uruguayo y Secretario General del PCU en los años 70 del siglo pasado, «con Marx y Engels, el socialismo pasó de Utopía, a Ciencia». 

TENSIONES SOCIALES DE LA EPOCA

En ese lapso, sobre todo entre 1830 y 1871, arreciaron las luchas sociales en el viejo continente. La insurrección polaca de 1830, la insurrección de Sicilia del mismo año, las Revoluciones burguesas de 1830 y 1848, las acciones campesinas en Alemania, y las grandes luchas obreras en Inglaterra, Alemania, Francia y otros países.

La respuesta a estas acciones de combate de los trabajadores fue siempre la represión. Ese fue el signo de los Procesos de Colonia entre 1849 y 1852, mediante los cuales se buscó destruir y aniquilar a las organizaciones obreras en lucha. Estas, a su vez en 1864, coronaron sus esfuerzos unitarios y dieron nacimiento a la Asociación Internacional de los Trabajadores -la Primera Internacional, como se le conoce-

Esta organización, de inmenso valor histórico, sólo pudo ser quebrada, por el feroz y directo ataque de la clase dominante, y por la actividad corrosiva y disolvente del bakuninismo en acción, ofensiva que fue desplegada en la víspera de la Guerra Franco-Prusiana de 1870 y el surgimiento y caída de la Comuna de París. El primer gobierno de obreros y campesinos de la historia humana.

En todo este periodo Marx y Engels lucharon de manera resuelta y directa, afrontando inmensas penurias y dificultades. Fueron expulsados sucesivamente de Bélgica, Francia, y Alemania, debiendo radicarse en Londres, fuera del territorio continental europeo. Con ejemplar coraje, ambos mantuvieron muy en alto el ideal socialista, y no se arredraron ante ninguna batalla. Federico Engels, incluso, participó en acciones armadas en Alemania, luchando por los derechos de las poblaciones agrarias y urbanas.

Obras tan importantes como «La lucha de clases en Francia de 1841 a 1850», «El 18 Brumario de Luis Bonaparte», o «Las guerras campesinas en Alemania» dieron sustento a la teoría revolucionaria de Marx, e insistieron en la idea de la Revolución Proletaria como única posibilidad de forjamiento de una sociedad nueva, más justa y más humana.

La burguesía en el Poder se valió de todos los recursos para quebrar la resistencia de los pueblos y acallar la voz creciente y vigorosa de los comunistas. En el extremo, recurrieron a las guerras de conquista, como lo harían más tarde, en el siglo XX. Ese fue el sentido de la Guerra Franco Prusiana de 1870 que, sin embargo tuvo la virtud de desenmascarar a la gran burguesía francesa que -mostrando su profundo odio de clase- prefirió capitular ante las camarillas guerreristas germanas antes de entregar el Poder a los trabajadores franceses.

En contrapartida, Marx tuvo el merito histórico de descubrir en el Proletariado, la fuerza capaz de cambiar el rumbo de la sociedad de nuestro tiempo. Y ese descubrimiento, no fue el resultado de una especulación doctrinaria, sino la consecuencia natural de su análisis de la realidad concreta.

EL CAPITAL, LA OBRA CUMBRE DE MARX

El 1 de enero de 1866 Carlos Marx comenzó la redacción final de la que sería su obra monumental: «El Capital». Fue a partir de esa fecha el proceso de consolidación teórica de materiales dispersos a partir de los cuales había desarrollado sus concepciones económicas fundamentales.

Ya desde 1851 Marx trabajaba en el tema que sin embargo, no podía continuar agobiado como estaba por la acumulación de tareas de todo orden, sumadas a las condiciones materiales más adversas para la actividad revolucionaria y hasta para la subsistencia. También para la producción de esta obra, la contribución de Federico Engels, seria excepcionalmente importante.

El Primer tomo de El Capital -el único que pudo ver impreso el propio Marx- recoge el estudio de termas cardinales: la mercancía, el dinero, la acumulación del capital, el papel del trabajo, la plusvalía y otros elementos esenciales orientados a desentrañar la naturaleza misma de la sociedad capitalista. El segundo y el tercer tomo fueron el resultado del abajo esforzado de Federico Engels quien recogió materiales preparados por Marx. y pudo desarrollar y sustentar su teoría.

Cuando estuvo en condiciones de dar a conocer el tomo 1 de El Capital, Carlos Marx no tuvo disimular su orgullo: «después de tantos, y tan largos dolores para parirla; le alegraba, naturalmente, poder lamer y pulir la criatura».

Esa criatura -como El Manifiesto Comunista- ha pasado a la historia como una obra de excepcional importancia y trascendencia. Su lectura, no es fácil. No sólo requiere conocimientos especializados de economía, sino también una clara capacidad de abstracción y análisis. Pero ciertamente está escrita de manera sencilla, polémica e incluso irónica. Marx aprovecha sus elevados conocimientos, para burlarse de sus detractores con un muy fino humor.

Lo que debe subrayarse es que esta obra coincidió en el tiempo con los más importantes congresos de la I Internacional, cuando el hombre de Tréveris se enfrentaba duramente a sus críticos que -como Bakunin- lo acusaban de querer convertir a los obreros en «doctrinarios» porque pretendía que dominaran los temas de la cultura y el saber humano.

Como lo asegura José Moral, « El Capital» es una de las obras más conocidas en la historia del pensamiento moderno, y yo diría que además es una de las menos leídas. Es una de las obras sobre las que casi todo el mundo habla y de las que casi nadie ha leído. Si tuviésemos que hacer un porcentaje de la gente que ha leído «El Capital» , entre los economistas, los tratadistas y los propios intelectuales marxistas -obviamente sería imposible-, pero yo creo que no llegaríamos al 1 por 100.

MARX EN NUESTRO TIEMPO

En nuestro tiempo no solo las ideas básicas de Carlos Marx conservan plena vigencia, su también su obra completa y su vida entera. Y es que no se le ve como un teórico abstracto, ni como un pensador dedicado a filosofar en torno al futuro de la humanidad Se le percibe como un combatiente de primera fila que entregó todo por la causa de los pueblos.

Intelectuales del nivel de Henri Barbusse o Antonio Gramsci; personalidades de valor de Alberto Einstein o Federico Joliot-Curie; líderes sociales de renombre, como José Carlos Mariáteui o Luis Carlos Prestes; y figuras de nuestro tiempo, tan valiosas como Fidel Castro Ruz; vieron en C arlos Marx ni solo el estudioso de la realidad social, sino también mentor del pensamiento renovador de nuestra historia. Y siguieron con ahínco sus reflexiones y enseñanzas.

Nadie en su sano juicio podría suponer que la caída de la Unión Soviética, o la derrota del socialismo en los países de Europa del este, implica el fin de la teoría de Marx, ni el fracaso de sus previsiones o pronósticos. Bastaría leer sus escritos para comprobar que conservan vigencia plena y reflejan la mayor actualidad.

Lo escrito por Marx, pareciera referirse a los momentos que vive hoy la humanidad. Y es que se trata de un adelantado de nuestro tiempo, de alguien que viajó al futuro y retornó para contarnos lo que habría de suceder. Fue, sin duda, un verdadero sabio.

Es bueno recordar entonces algo de lo que dijera Federico Engels el 17 de marzo de 1883, con motivo de los funerales de este gran hombre de la historia: « El 14 de marzo, a las tres menos cuarto de la tarde, dejó de pensar el más grande pensador de nuestros días. Apenas le dejamos dos minutos solo, y cuando volvimos, le encontramos dormido suavemente en su sillón, pero para siempre. Es de todo punto imposible calcular lo que el proletariado militante de Europa y América y la ciencia histórica han perdido con este hombre. Harto pronto se dejará sentir el vacío que ha abierto la muerte de esta figura gigantesca.»

Por eso recordar su aporte a la vida humana al cumplirse los 200 años de su nacimiento, constituye un deber esencial , sobre todo para quienes se sienten, de una u otra manera, ligados a la lucha por la transformación de la sociedad.

Acabar con el hambre, la miseria, la explotación y la guerra; no sólo que constituye un deber de los revolucionarios de nuestro tiempo. También es una posibilidad real si se abre paso a una sociedad en la que impere la propiedad social sobre los grandes medios de producción, y el Poder sea detentado por los trabajadores de la ciudad y el campo.

Tomar en sus manos las riendas del Poder en cada país constituye el deber esencial de los pueblos. Solo así, será posible construir un mundo mejor.

Gustavo Espinoza M. Colectivo de dirección de Nuestra Bandera.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.