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El BID a los 50: No es momento de festejos, sino de transformaciones

Fuentes: ALAI AMLATINA

En unos pocos días tendrá lugar una nueva asamblea del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). No será un encuentro más, ya que esta institución se apresta a cumplir cincuenta años. El evento tendrá lugar en Medellín (Colombia), del 27 al 31 de marzo, y contará con la presencia de ministros de economía y presidentes de […]

En unos pocos días tendrá lugar una nueva asamblea del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). No será un encuentro más, ya que esta institución se apresta a cumplir cincuenta años. El evento tendrá lugar en Medellín (Colombia), del 27 al 31 de marzo, y contará con la presencia de ministros de economía y presidentes de bancos centrales, provenientes de sus 48 países miembros. Además se celebrará la 24° Reunión de la Corporación Interamericana de Inversiones, el órgano paralelo del BID dedicado a apoyar pequeñas y medianas empresas, así como el encuentro regular del Fondo Multilateral de Inversiones, orientado a las microempresas. Por si fuera poco, en ese encuentro se formalizará el ingreso de China como nuevo miembro no prestatario.

El BID, concebido a partir de una iniciativa de la Organización de Estados Américas, a lo largo de este medio siglo de existencia ha sufrido importantes modificaciones. Si bien fue lanzado como un banco regional de las Américas, su composición se diversificó y ahora engloba a muchos países europeos y otras naciones industrializadas. Durante mucho tiempo sus préstamos y apoyos estaban restringidos a los emprendimientos gubernamentales, hasta que bajo la ola de cambios neoliberales siguió los pasos del Banco Mundial, y comenzó a financiar directamente al sector privado. Bajo ese mismo influjo pasó de apoyar proyectos acotados, como carreteras o edificios, a involucrarse con reformas sectoriales, inmiscuyéndose en las políticas nacionales en áreas claves como salud, educación o ambiente. Finalmente, bajo su paraguas se mantiene una intrincada red de consultores y empresas consultoras, muchas de ellas provenientes de los países industrializados que se convertían en miembros del banco.

Incluso desde un punto de vista convencional, el BID en muchas ocasiones quedó restringido a un papel secundario de apoyo a las medidas emprendidas por el Banco Mundial. También ha sido opacado por organizaciones como CEPAL en un rol de usina de informaciones y análisis técnicos. Algunas de sus propuestas conceptuales fueron tan fundamentalistas que hasta los gobiernos de turno decidieron sepultarlas. Eso ocurrió, por ejemplo, a fines de los años noventa, cuando sus economistas resucitaron el determinismo geográfico del desarrollo latinoamericano, postulando un inevitable atraso para los países tropicales ricos en recursos naturales (1).

Es así que a lo largo de estas cinco décadas, el banco ha estado detrás de muchos emprendimientos polémicos, contribuyó a sostener las reformas de mercado en muchos países, y su efectividad es motivo de disputa. Un significativo conjunto de organizaciones sociales de las Américas, frente a este aniversario, sostienen que «buena parte de los proyectos impulsados por el BID han sido ampliamente cuestionados por sus consecuencias sociales, políticas, económicas y ambientales», debido a factores como el modelo de desarrollo propuesto, deficientes procesos de evaluación de los costos y beneficios de sus proyectos, ambiguas medidas de salvaguardia y amortiguación, y limitada transparencia. Por estas razones, esas organizaciones han lanzado la campaña «BID: 50 años financiando la desigualdad», donde se alerta sobre el pasado del banco y se promueve una reflexión sobre alternativas futuras.

En los últimos años el BID quedó en un plano secundario como uno de los prestamistas más importantes del continente. La bonanza económica generada por la expansión exportadora latinoamericana desencadenó que otras instituciones financieras regionales como la Corporación Andina de Fomento o el Banco Nacional de Desarrollo (BNDES) de Brasil, cobraran un papel más relevante. Incluso se avanzó en crear un Banco del Sur exclusivamente sudamericano, con lo cual se evitarían los problemas del BID, donde Estados Unidos y otras naciones industrializadas tienen un peso decisivo.

Pero la crisis económica global ha hecho que varios países retornaran a Washington, negociando nuevos proyectos tanto con el BID como el Banco Mundial, e incluso volviendo a iniciar conversaciones con el FMI. Los problemas de acceso al crédito internacional y la dura caída de las exportaciones latinoamericanas ha hecho que muchos esperen conseguir en esas ventanillas fondos frescos para oxigenar las economías nacionales. Será necesario observar con detenimiento ese proceso, ya que el BID también enfrenta sus dificultades económicas, con pérdidas estimadas en casi dos mil millones de dólares, que estarían originadas en manejos desafortunados de sus portafolios de inversión.

A pesar de ello, su presidente, el colombiano Luís Alberto Moreno, afirma que en 2009 se podrían aprobar préstamos que alcanzarían una cifra total récord de US$ 18 mil millones (dos tercios se obtendrían del capital ordinario y hasta 6 mil millones de dólares de un fondo para emergencias). Las fuentes para nutrir esos fondos y la forma en otorgar esos préstamos se discutirán en la asamblea de Colombia.

Las urgencias de la actual crisis no pueden hacernos olvidar que justamente esta situación global indica que se requiere otro tipo de instituciones de asistencia financiera. Esto es especialmente cierto en América Latina, tanto debido a hechos como los intentos de varios gobiernos en ganar autonomía frente a las instituciones financieras afincadas en Washington, como a la creciente convicción de la fragilidad de una estrategia de desarrollo basada esencialmente en exportar recursos naturales.

Una respuesta indudablemente inadecuada sería que el BID promoviera, y los gobiernos aceptaran, servirse de la actual crisis económica como excusa para mantener las mismas estrategias y los mismos tipos de proyectos. La postura debe ser la contraria: la actual situación global deja en claro que es necesario otro estilo de desarrollo, y éstos requieren otros mecanismos para evaluar, otorgar y monitorear la asistencia financiera al desarrollo. Los cambios en algunos países también operan en ese sentido. Por ejemplo, sería inaceptable que el banco repitiera la misma apuesta a la perspectiva empresarial enfocada en el capital y la competitividad, mientras las nuevas constituciones de Ecuador y Bolivia ponen en primer lugar el «buen vivir». Bajo estas nuevas ideas es necesario un nuevo banco.

Por lo tanto, los cambios sustanciales en el banco deben comenzar por repensar sus metas y áreas de acción prioritarias. Actualmente el BID persiste en las viejas recetas del crecimiento económico como motor del desarrollo, obsesionado con la competitividad, y donde los aspectos sociales y ambientales serían efectos secundarios que se dejan en manos de los gobiernos para ser eventualmente compensados o amortiguados. Hasta ahora, un número sustantivo de sus proyectos ha operado en sentido contrario debido a sus altos impactos sociales y ambientales, y por su baja performance en generar desarrollo genuino. Ejemplo de ello ha sido el involucramiento del banco con proyectos de infraestructura para la exportación como carreteras y puentes en zonas de gran fragilidad ecológica o de alto impacto social.

Además de esos cambios de orientación política, el banco requiere transformaciones en aspectos instrumentales. Por ejemplo, sus herramientas de evaluación socio-ambiental son insuficientes, a veces inadecuadas y hasta anticuadas. Son indispensables mecanismos de abordaje multidisciplinarios, que puedan tomar en serio la diversidad cultural y ecológica del continente, y se desenvuelvan en forma continua de manera de permitir rectificaciones y reorientaciones de cualquier proyecto.

La cita en Medellín es una buena oportunidad para repensar las necesidades latinoamericanas y la forma en que una institución financiera como el BID puede contribuir a solucionarlas. Las organizaciones ciudadanas estarán allí presentes para recuperar la historia del banco y promover nuevas alternativas. Pero esta responsabilidad de cambio recae especialmente tanto en los directivos del BID como de los propios gobiernos del continente. Por esas razones, esta asamblea no puede quedar convertida en un simple festejo de cumpleaños sino que es necesario avanzar hacia a un nuevo banco para un nuevo tiempo.

– Eduardo Gudynas es analista de información en CLAES D3E (Montevideo).

Nota:
(1) La Fatalidad tropical del subdesarrollo en América Latina, por E. Gudynas. ALAI, 28 marzo 2000.