En este artículo el autor reflexiona sobre el horizonte de superación del neoliberalismo en Brasil de la mano de los gobiernos de Lula.
A Lula todavía le quedan 3 años más como presidente en este mandato. Si se presenta a la reelección, podría tener aun otros 7 años como presidente de Brasil. Sería un período histórico muy especial por la duración y fortaleza del liderazgo de Lula. Sería un período del que el país podría salir profundamente cambiado, con cambios estructurales y, en la medida de lo posible, irreversibles. Sería un hito histórico que definiría un futuro distinto para Brasil.
Este gobierno de Lula es parte del proceso de superación del neoliberalismo, tras el período neoliberal y autoritario de Bolsonaro. El modelo económico actual ya es diferente. La prioridad ya no es el ajuste fiscal, sino la implementación de diferentes y variadas formas de políticas sociales. Ya no se trata del Estado mínimo sino, por el contrario, del fortalecimiento de la capacidad de intervención del Estado. Ya no se trata de implementar acuerdos de libre comercio con EE.UU. sino de desarrollar políticas de integración regional e intercambios Sur-Sur en el mundo.
El Brasil de Lula encaja perfectamente en este proceso de salida del neoliberalismo; sin embargo, el modelo neoliberal todavía sigue siendo predominante en Brasil. El eje de la economía sigue siendo el capital especulativo. Porque la atracción del capital hacia la especulación se debe a la tasa de interés superior a la tasa de ganancia, es decir: la que proviene de la inversión en el mercado de valores y no de las inversiones productivas.
Sin embargo, el Brasil de Lula da pasos hacia la superación del neoliberalismo: el país recibe una gran cantidad de inversión extranjera para su industria y amplía su mercado interno de consumo, así como su fuerza laboral. Al mismo tiempo, fortalece su estructura productiva, su dinámica de comercialización y el financiamiento de inversiones.
No se puede decir que las estructuras neoliberales ya hayan sido superadas, pero hay una dinámica económica que avanza en esa dirección. Un período histórico como el actual podría ser una línea de demarcación en la historia del país si consigue una economía básicamente productiva, que debilite los mecanismos especulativos.
Esta fue la situación que tuvo Brasil desde principios de siglo –que coincidieron con los gobiernos del PT– hasta el golpe de impeachment contra Dilma Rousseff, que impuso un modelo económico neoliberal. El regreso de Lula a la presidencia del país permite retomar el modelo antineoliberal.
Pero esta recuperación se produce en condiciones diferentes a las de los gobiernos anteriores del PT. En primer lugar, el gobierno no tiene mayoría en el Congreso, por lo que hay que negociar para que sus proyectos sean aprobados por la Cámara y el Senado. Esta negociación no solo implica a menudo cambios en estos proyectos, sino que también puede incluir el nombramiento de políticos de centro e incluso de centro derecha en el gobierno.
Por otro lado, el legado recibido por Lula en su tercer gobierno incluye un presidente del Banco Central de derecha y neoliberal que preserva una tasa de interés estratosférica, lo que desacelera el ritmo de recuperación del crecimiento económico. Una situación que se mantendrá a lo largo del segundo año del mandato presidencial; es decir, todavía queda un año de coexistencia de posturas económicas antineoliberales y neoliberales.
La alianza con fuerzas de centro y centroderecha se mantendrá hasta las próximas elecciones, es decir, al menos tres años más. En estas condiciones, el gobierno de Lula continuará, hasta una posible reelección, lo que proyectará un gobierno en condiciones diferentes. Tendremos el Brasil de Lula por mucho tiempo.
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