Alberto Acosta Espinosa (twitter: @AlbertoAcostaE ), economista, académico, político, y activista social ecuatoriano, es una de las personas más representativas de la nueva izquierda latinoamericana. Participó activamente en la Revolución Ciudadana y en la fundación del Movimiento Alianza País, llegando a ser ministro de Energía y Minas en el gobierno de Rafael Correa y posteriormente […]
Alberto Acosta Espinosa (twitter: @AlbertoAcostaE ), economista, académico, político, y activista social ecuatoriano, es una de las personas más representativas de la nueva izquierda latinoamericana. Participó activamente en la Revolución Ciudadana y en la fundación del Movimiento Alianza País, llegando a ser ministro de Energía y Minas en el gobierno de Rafael Correa y posteriormente Presidente de la Asamblea Constituyente de Ecuador. Tras dimitir de su cargo por sus discrepancias con la deriva del proceso, Alberto Acosta ha sido una de las principales figuras de la oposición a las políticas neoextractivistas en su país y en América latina en su conjunto. Es, además, uno de los principales teóricos del Buen Vivir y firme defensor de replantear el pensamiento de las izquierdas y un nuevo horizonte emancipatorio desde la confluencia de corrientes diversas y la participación activa de los movimientos sociales. En 2013 fue candidato a la presidencia de la república en representación de la Unidad Plurinacional de las Izquierdas.
Koldo Unceta: En tu último libro, escrito junto a Ulrich Brand, planteas la necesidad de buscar propuestas que permitan salir del laberinto capitalista. Por tanto, nos gustaría empezar por ahí ¿Cómo ves al sistema capitalista actual, tras la evolución sufrida por el mismo en las últimas décadas? ¿Estamos más cerca o más lejos de poder superarlo?
Alberto Acosta: El patriarcado capitalista, en tanto civilización dominante, vive una crisis múltiple, generalizada, multifacética, interrelacionada y sistémica. El capitalismo evoluciona cual zombie infectado por una suerte de «virus mutante». Lo que si debemos señalar es que nunca afloraron a la vez tantos problemas como ahora, en donde lo económico y social se combina con graves problemas políticos, éticos, energéticos, alimentarios, culturales y una crisis ambiental inocultable… Vivimos incluso una crisis de sentido histórico en cuanto a las grandes soluciones se refiere. Estas, al parecer, ya no están más presentes.
Tal lectura hace pensar que nos encontramos frente a una crisis civilizatoria. Sin embargo, es difícil anticipar si el capitalismo está ad portas de su colapso. Incluso, quizás ya inició dicho colapso pero no tenemos suficiente conciencia de eso. Además, cabe recordar que la transición hacia otra civilización será larga y compleja, durante la cual el capitalismo puede presentar graves recaídas -con tintes hasta fascistas y con brutales brotes de terrorismo- que no pueden marginarse sin una acción política que profundice la democracia en todos los ámbitos.
K.U.: La cuestión de las transiciones, que ocupa un lugar importante en los debates sobre alternativas al desarrollo capitalista, remite a la necesidad de concretar las salidas y adaptarlas a cada situación específica, a cada realidad. Ahora bien ¿Cómo conjugar las alternativas y luchas locales con la existencia de una globalidad fáctica, que requiere también una acción y unas propuestas de alcance universal?
A.A.: Esta cuestión es crucial. Las luchas desde ámbitos comunitarios son y serán las mayores portadoras de grandes transformaciones. Esos espacios de resistencia se convierten, cada vez más, en constructores de otras formas de convivencia mucho más armoniosa y equilibrada. De todas formas, no se puede marginar otros espacios estratégicos de acción: los niveles estatal, regional e internacional. El gran reto es combinar los pensamientos, acciones y luchas desde lo local y comunitario con las disputas en estos otros niveles de acción, reconociendo el potencial de unos y otros, así como sus limitaciones.
Un punto medular aquí será saber desde que bases se construyen las acciones alternativas teniendo en mente la visión utópica de futuro, que nos sirva de meta referencial para las transiciones. Cómo dar respuestas de corto plazo sin perder la visión de largo plazo, algo así como conducir un coche con luces bajas y simultáneamente con luces altas. Y por cierto, habrá que identificar quienes son los compañeros tácticos de lucha con los que podemos transitar una parte del camino, de los compañeros estratégicos con los cuales se comparten los mismos objetivos de largo plazo. Todo esto sin marginar nunca los diversos niveles de acción estratégica.
K.U.: En línea con lo anterior, las críticas del postdesarrollo han cuestionado los referentes universales por considerarlos propios de una propuesta occidental y colonial, que no tenía en cuenta otras realidades y/o cosmovisiones. ¿Cuáles podrían ser en estos momentos unos referentes universales que permitieran una convergencia de las distintas luchas locales y sirvieran para avanzar en una globalización alternativa?
A.A.: Difícil dar una respuesta general a una pregunta tan profunda y compleja. Tal vez algunos ejemplos concretos permitan aterrizar la reflexión.
Quizá entre las piedras angulares de una propuesta que enfrente el capitalismo a nivel global esté el combate a una de sus facetas más perversa: la especulación financiera. Tal combate podría librarse construyendo un Código Financiero Internacional (o códigos regionales inicialmente), el cual norme y exija el control de los flujos financieros internacionales, combatiendo así a la especulación y al uso de las finanzas internacionales -sobre todo endeudamiento externo- como herramientas de dominación económica y política inclusive.
Uno de los capítulos medulares del Código debería tratar sobre la legalidad y la legitimidad de las finanzas. Urge separar las deudas adquiridas legal y, sobre todo, legítimamente -que merecen ser pagadas- de aquellas deudas que pueden y deben impugnarse desde la doctrina de las deudas odiosas, usurarias y corruptas. También es hora de procesar la deuda ecológica e incluso la deuda histórica, donde los países empobrecidos son los acreedores.
Asimismo, urge crear un Tribunal Internacional de Arbitraje de Deuda Soberana, siguiendo -por ejemplo- los términos que propusimos con Oscar Ugarteche. Un paso mínimo para que tal Tribunal funcione es la inmediata disolución del Club de París como marco de negociación. Este Club carece de base jurídica y debe dejar de ser un espacio de decisión sobre acuerdos de reestructuración de deudas, en donde los acreedores imponen condiciones a los deudores. Además, se debe dejar sin guaridas a los especuladores desapareciendo los paraísos fiscales, al tiempo que se los asfixia con impuestos sobre las transacciones financieras internacionales (en línea con la tasa Tobin).
También es necesaria la creación de un Banco Central Mundial -totalmente distinto al Banco Mundial- que pueda emitir una moneda o una canasta de monedas globales. Esto no implica reconstruir el sistema de Bretton Woods. Es más, el Banco Mundial y el FMI, tal como los conocemos tendrían que dejar de existir.
K.U.: ¿Y en el campo de los problemas ecológicos globales?
A.A.: En el campo ecológico global los temas son por igual candentes. Si bien la voracidad capitalista ha creado cambios climáticos inocultables, el capitalismo busca ampliar espacios de maniobra mercantilizando cada vez más la Naturaleza. Los mercados de carbono y de servicios ambientales están entre las más «innovadoras» formas para sostener la acumulación del capital. La conservación de los bosques termina en el terreno de los negocios mientras se mercantiliza y privatiza el aire y el clima. Así vemos que a la víbora capitalista no le importa continuar devorándose su propia cola, arriesgando su propia existencia y de la Humanidad misma. El único fin es acumular capital que, en definitiva, implica acumular poder.
Como respuesta a esta crisis emergen los Derechos de la Naturaleza. Más temprano que tarde tendremos una Declaración Universal de los Derechos de la Naturaleza y un tribunal internacional que castigue los crímenes en contra de la Madre Tierra y sus defensores tal como si fueran crímenes contra la Humanidad (pues, de hecho, lo son); esta inciativa ya se formuló en la Cumbre de los Pueblos en Bolivia, en el año 2010. Incluso ya existe una acción potente desde la sociedad civil de todos los continentes: el Tribunal Ético Permanente de los Derechos de la Naturaleza, en el que tengo el honor de participar en calidad de juez, incluso fui presidente de una de sus sesiones.
K.U.: En relación con esto ¿Cómo ves la salud de las propuestas y movimientos altermundistas? ¿Ves espacios de trabajo y de coordinación contrahegemónicos que respondan a las necesidades del momento? ¿Cómo ves el Foro Social Mundial más de una década después de su puesta en marcha en Porto Alegre?
A.A.: La convergencia de esas acciones de resistencia y de construcción de propuestas de cambio configuran los caminos. Nos urge tejer local, nacional, regional e internacionalmente las luchas de resistencia, tanto como la construcción de alternativas. Esa tarea debe repensarse permanentemente, siempre evitando el mal de la burocratización y partidización. Y eso me parece que está matando al Foro Social Mundial, que devino en aplaudidor de los gobiernos «progresistas» de América Latina; gobiernos que, al transformarse en caudillescos y modernizadores del capitalismo, perdieron el rumbo y su potencial transformador.
Hoy hay nuevos procesos en ciernes. Por ejemplo, quienes cuestionan el crecimiento económico cada vez se acercan más a los críticos del extractivismo. Ahí tenemos dos vertientes que buscan soluciones y que merecen ser tomadas en cuenta. Pero el grueso de las acciones en marcha en todas partes del planeta gira alrededor de las resistencias a las destrucciones sociales y ecológicas que genera el sistema. Es interesante constatar, a modo de ejemplo, las luchas de resistencia de diversos grupos de la sociedad civil a los extractivismos en todas partes del planeta, inclusive en los países considerados equivocadamente como desarrollados, caso de Alemania contra la minería de lignito o carbón vegetal, o contra el fracking o fractura hidráulica en Europa y los Estados Unidos.
Otro caso notable, presente desde hace ya varias décadas en diversas partes del mundo, es el relativo a las diversas acciones que se despliegan desde la sociedad civil para enfrentar la deuda externa. Esta experiencia ameritaría una reflexión mucho más profunda. Aquí hay una tensión permanente entre quienes se oponen terminante a dicha deuda en tanto expresión del capitalismo, sistema que habría que derribar, con quienes, sin llegar a negar ese objetivo de largo plazo, se mueven con mucha habilidad entre los intersticios del poder para conseguir algunos cambios que contribuyan a mejorar las condiciones de vida de las poblaciones afectadas. Sin duda, el riesgo de caminar al filo de la navaja es grande, pues muchas veces se termina contribuyendo con propuestas funcionales al poder y al mismo sistema capitalista.
K.U: Una de las grandes cuestiones de las que te has venido ocupando es la de la controversia entre Desarrollo Alternativo y Alternativas al Desarrollo. En ocasiones, sin embargo, la línea que separa ambos planteamientos es bastante fina, especialmente cuando hablamos de la práctica social. ¿Cómo ves esta cuestión?
A.A.: Para identificar esa delgada línea nada mejor que recordar los elementos característicos del desarrollo: su pretensión de mandato global; su vocación de síntesis en los logros conseguidos a través de maximizar permanentemente los resultados; sus profundas raíces antropocéntricas y patriarcales; entre otros puntos.
La crítica, empero, debe superar estos predicados o características básicas. Debe desarmar la visión del progreso como fundamento del devenir histórico de la Humanidad. Así, la crítica de esta representación no se enfoca en formular «desarrollos alternativos», sino en construir alternativas a la idea misma de desarrollo, es decir, en última instancia, alternativas al llamado progreso.
Del mandato global del desarrollo requerimos transitar a visiones plurales, sin pretensiones hegemónicas. De la maximización insostenible -por múltiples razones- caminemos a un mundo donde la religión del crecimiento económico sea derrumbada. Por igual debemos desmontar el patriarcado, el racismo y el antropocentrismo. Estas acciones explican en gran medida lo que implica construir una alternativa al desarrollo.
K.U.: Hablemos un poco del Buen Vivir, tema al que has dedicado gran parte de tu trabajo político, social y académico. ¿Cómo valoras la aportación de esta propuesta a los debates sobre las alternativas al desarrollo y/o al capitalismo? ¿Cómo valoras los casi 15 años transcurridos desde que esta idea comenzó a alcanzar difusión más allá del mundo indígena andino? ¿Cuál es la salud actual de las propuestas sobre el BV?
A.A.: Al buscar alternativas al neoliberalismo nos dimos de narices con el Buen Vivir. Nos topamos con ideas, valores, experiencias y muchas prácticas existentes hace tiempo en muchas comunidades indígenas. Una realidad en nuestros países, pero marginada por la conquista y la colonización que aún perduran. Y de su estudio comprendimos -al menos ese es mi caso- que no se trataba de simples alternativas económicas al neoliberalismo, sino que el Buen Vivir planteaba posibilidades alternativas más potentes y profundas.
En los saberes del mundo indígena no existe una idea análoga al «desarrollo». No hay una concepción lineal de la vida que establezca un estado anterior y posterior, que siempre sería mejor en base a una creciente disponibilidades de bienes. No asoma esa dicotomía de subdesarrollo y desarrollo, como plantea la modernidad occidental. Tampoco existen conceptos como «riqueza» y «pobreza» determinados por la acumulación y la carencia de bienes materiales. Es más, el ser humano es visto como un actor más en la Naturaleza, y no como su dominador.
Esas lecturas encontraron espacios importantes en las constituciones de Ecuador y Bolivia. Sin embargo, no son definiciones indiscutibles, ni mucho menos. Su posición en esas constituciones está jalonada por varias contradicciones. No obstante, su constitucionalización, que no asegura su cristalización, fue un potente aliciente para su difusión. Cada vez hay más interés en el Buen Vivir o en el Vivir Bien, en un debate con creciente interés fuera de estos dos países, como lo demuestra esta entrevista.
K.U.: Tu relación con el gobierno de Ecuador y con Rafael Correa, desde tu dimisión como Presidente de la Asamblea Constituyente hasta hoy, ha estado jalonada por una cadena de desencuentros bien conocidos. ¿Cómo valoras la trayectoria global del gobierno de Alianza País? ¿Ha servido para impulsar la idea del Buen Vivir?
A.A.: Para decirlo en pocas palabras, el gobierno de Rafael Correa sintetiza una década desperdiciada. Correa fue el presidente que más tiempo estuvo continuadamente en funciones en toda la historia republicana ecuatoriana, tuvo los mayores ingresos económicos, concentró -como ningún otro- el poder estatal en todas sus funciones, coincidió con una época en donde varias administraciones regionales tuvieron el mismo signo ideológico: el «progresismo», y que, además, tuvo a su mano una guía para grandes transformaciones: la Constitución de Montecristi, que visibilizó como potentes conceptos horizonte al Buen Vivir, a los Derechos de la Naturaleza, al agua como un derecho humano fundamental… A pesar de tener todas esas mareas a favor para propiciar cambios profundos, Correa se limitó a intentar modernizar el capitalismo.
Para lograr tal modernización, Correa vampirizó el concepto de Buen Vivir y lo transformó en un dispositivo de poder y una herramienta de propaganda oficial al servicio de sus apetencias de concentrar poder, disciplinar, y hasta adormecer a la sociedad. Una verdadera aberración.
K.U.: En lo que respecta específicamente a los Derechos de la Naturaleza -oficialmente reconocidos en la Constitución- y a las políticas extractivistas del gobierno ¿Qué balance cabe hacer?
A.A.: Los Derechos de la Naturaleza se proyectan con fuerza fuera del Ecuador. Su aprobación constitucional, un hito civilizatorio, potenció procesos existentes desde antes en varias regiones del planeta. Paradójicamente casa adentro los Derechos de la Naturaleza se redujeron a «supuestos derechos», como afirmó Correa al admitir, en agosto del 2013, que le quedó grande la Iniciativa Yasuní-ITT (surgida desde la sociedad civil mucho antes de su gobierno, dicho sea de paso). Tal era una propuesta revolucionaria acorde a los Derechos de la Naturaleza, acorde al Buen Vivir, con una clara y potente estrategia post-extractivista.
K.U.: Continuando con este tema, nos gustaría conocer tu valoración sobre lo que en América Latina llamáis gobiernos «progresistas» (Ecuador, Bolivia, Venezuela, etc.), y que aquí en Europa suelen verse como gobiernos «de izquierda» por algunos sectores y de «corte populista» por otros.
A.A.: Eduardo Gudynas diferenció categóricamente a los gobiernos «progresistas» de los gobiernos neoliberales y de lo que podrían ser gobiernos de izquierda, que actualmente no existen en América.
¿Son gobiernos de izquierda aquellos que consolidan regímenes caudillescos y autoritarios, que ahondan más y más las modalidades de acumulación primario exportadoras al profundizar y ampliar los extractivismos, que despliegan prácticas conservadoras en cuanto a libertades sexuales, que consolidan el patriarcado y la colonialidad, que limitan y debilitan a los movimientos sociales, que ponen cortapisas a la libertad de expresión…? No, definitivamente no.
Los gobiernos «progresistas» no son de izquierda. Es más, para colmo, con muchas de sus acciones han terminado retornando al redil del neoliberalismo. El gobierno de Correa es un ejemplo claro: basta anotar que suscribió un TLC con la Unión Europea, que en definitiva fue la adhesión al TLC suscrito por los gobiernos neoliberales de Perú, Colombia y de la propia Unión Europea.
K.U.: Otro asunto: ¿Puede hablarse de un análisis «latinoamericano» sobre la llegada de Trump a la Casa Blanca y sus consecuencias? ¿Qué repercusiones específicas puede tener para América Latina?
A.A.: Hay múltiples impactos. Destacaría la política migratoria de Trump. Una posición, con acciones violatorias de los Derechos Humanos, que afecta a muchas familias latinoamericanas afincadas a los dos lados del rio Grande…
El negacionismo climático de Trump, un personaje perdido en su iluso mundo de los negocios a ultranza e incapaz de leer la compleja y cada vez más crítica realidad ambiental del planeta, pasará factura a América Latina. Para empezar muchas acciones en marcha destinadas a frenar la barbarie del capitaloceno se verán debilitadas inclusive por el mal ejemplo que emana desde Washington. Al mismo tiempo que las empresas extractivistas darán rienda suelta a su voracidad alentadas por los discursos y las disposiciones del régimen estadounidense.
Quizás Trump, en medio de su aparentemente confusa gestión, hasta llegue a alentar salidas políticas violentas y dictatoriales a los problemas de «su patio trasero». Su política en contra del gobierno venezolano parece ir en esa dirección. Si bien cabe rechazar enérgicamente cualquier agresión imperial contra Venezuela, es realmente triste ver cómo el deterioro del «progresismo» en el caso venezolano podría dar los justificativos perfectos para la injerencia norteamericana, bajo la típica farsa de «restaurar la democracia y la libertad».
K.U.: Hace dos años las Naciones Unidas proclamaron solemnemente la Agenda 2030 y los ODS. En ellos se reconocía claramente la inviabilidad del actual modelo de producción y consumo y, sin embargo, no parece haberse dado ningún paso hacia adelante ¿Qué valoración haces de los ODS y de la Agenda 2030? ¿Tienen alguna utilidad?
A.A.: Los ODS están impregnados de un pecado original: la idea del desarrollo, que en realidad es un fantasma. Hace rato debimos desencantarnos de esa alocada carrera detrás del desarrollo. Si bien hay cada vez más gente demanda un cambio radical de rumbo en el mundo, esta no es aún la tendencia mayoritaria. Menos aún en Naciones Unidas.
Un punto clave: Naciones Unidad es lo que es, una amalgama en donde predominan los intereses de los más poderosos y en donde el todo no puede superar a sus partes. Me explico, no es posible superar estructuralmente los problemas del capitalismo mundial desde el seno de las actuales Naciones Unidas. Allí la mayoría de gobiernos de los países representados defienden privilegios de los grupos de poder, mientras buscan a como de lugar el progreso y el desarrollo. Es aclara porque solo se llega a tibios acuerdos como aquellos conseguidos en la Cumbre de Cambio Climático en París, a fines de 2015, que para colmo ya no son respaldados por el gobierno de Trump.
De todas maneras, abrir la discusión sobre los ODS podría profundizar la crítica al sistema y podría ser una oportunidad para reinventar las propias Naciones Unidas.
K.U.: Una última cuestión. Como buen conocedor de Europa que eres. ¿Cómo ves Europa desde A. Latina? ¿Crees que hay aún alguna esperanza de que la UE desempeñe algún papel positivo en este momento en la búsqueda de alternativas a la crisis sistémica en la que vivimos, o por el contrario constituye un obstáculo para ello?
A.A.: Es cierto que viajo con frecuencia a Europa y que recorro algunos países europeos discutiendo las posibles alternativas, algunas de ellas esbozadas anteriormente. Pero de allí a decir que conozco Europa hay mucho trecho. En realidad hay muchas Europas. Como bien anota el gran sociólogo José María Tortosa, Europa presenta muchas caras, por ejemplo, cuando se leen las diversas aproximaciones al tema de la migración.
Lo que si me atrevería a plantear es que Europa ya no es el continente de las luces. Quedan perdidos en los pliegues de su historia el nacimiento y difusión de muchas ideas-horizonte, como liberalismo o socialismo, que emergieron desde Europa o que se expandieron a través del viejo continente sacudiendo al mundo. Ese tiempo ya pasó. Es más, a ratos me parece que en Europa se ha perdido incluso la capacidad de aprender de su propia historia. Basta ver su incapacidad para enfrentar definitivamente los problemas de endeudamiento externo de los países del sur del continente, cuando en 1953 ofrecieron una salida completa a la Alemania que venía de desatar dos grandes guerras en el continente y en el mundo.
A pesar de esos cuestionamientos encuentro cada vez más acciones desde las comunidades y localidades europeas que tendrán una fuerte resonancia futura si se sintonizan con otras luchas de resistencia y de construcción muy vivas y activas a lo largo y ancho del planeta.