El partido Socialista ofreció en 2004 a los ciudadanos un ambicioso y atractivo programa electoral que, entre otras cosas, proponía convertir a las familias en el eje de las políticas de bienestar. Era una propuesta interesante y, sobre todo, necesaria. Durante los ocho años de gobierno de Aznar había habido mucha retórica sobre la centralidad […]
El partido Socialista ofreció en 2004 a los ciudadanos un ambicioso y atractivo programa electoral que, entre otras cosas, proponía convertir a las familias en el eje de las políticas de bienestar.
Era una propuesta interesante y, sobre todo, necesaria. Durante los ocho años de gobierno de Aznar había habido mucha retórica sobre la centralidad de la familia pero lo cierto fue que, a la hora de la verdad, el bienestar familiar disminuyó si éste se mide en función de la menor cantidad de ayudas o becas recibidas, de las desigualdades de renta que aumentaron, de la dificultad creciente para acceder a la vivienda como consecuencia del aumento de su precio y, en general, por la disminución relativa del gasto público destinado a las familias.
El programa electoral de Zapatero contenía en este campo cuatro líneas de actuación fundamentales: la protección a las personas dependientes, el establecimiento de una red de atención a los niños de 0 a 3 años, la creación de un mercado laboral más favorable para las familias y la adopción de políticas de natalidad y de apoyo económico a las familias que se basarían fundamentalmente en la promoción de condiciones para la igualdad y en la atención a situaciones especiales siempre muy gravosas para ellas.
En los grandes campos de la conciliación y la dependencia el gobierno de Rodríguez Zapatero ha dado pasos muy importantes con leyes que, aunque no dispongan todavía de todos los recursos necesarios, suponen sin embargo un avance de auténtico significado histórico en nuestro país.
Sólo con las leyes de igualdad y de dependencia, Zapatero ha hecho por las familias españolas en tres años mucho más que lo que otros en decenios. Si hay una crítica injusta hacia su gobierno es la que le hacen algunos políticos de derecha y jerarcas católicos verdaderamente malvados e insinceros cuando dicen que ataca a la familia.
Pero hete aquí que en el último debate sobre el estado de la Nación Zapatero se sacó de la manga la propuesta de dar a las familias 2.500 euros por el nacimiento de un hijo, una medida que se aleja de su programa y que va a ser mucho menos eficaz que las que proponía llevar a cabo su partido.
Es cierto que la propuesta de Zapatero tiene dos grandes virtudes: la primera, que supone una inyección de gasto muy grande para las familias, lo que sin duda supone un apoyo financiero importante y que permitirá que nos acerquemos algo a la media europea de gasto en políticas familiares. La segunda, que pone en el centro del debate político a las cuestiones sociales y a la necesidad de dedicar más esfuerzos a la cohesión social que se ha deteriorado en los últimos años a causa del incremento de las desigualdades.
Sin embargo, la medida de ZP es típicamente liberal y, desde el punto de vista de la política social, intrínsecamente ineficaz e injusta. De hecho, es muy significativo que no estuviera en el programa socialista sino en el del Partido Popular.
Es injusta porque lo es el principio de tratar igual a los desiguales en el que se basa. Y es injusta también porque es bastante inefectiva y supone renunciar a un gasto que sería mucho más eficaz en otras actuaciones de la política familiar.
Ni siquiera está demostrado que lo que necesita la economía española sea que aumente la población.
Algunos economistas liberales que defienden la privatización de las pensiones, como los antiguos empleados del BBVA que ahora dirigen la oficina de asesores económicos de Zapatero, se empeñan en hacer creer a la gente que las pensiones públicas no se pondrán mantener porque nuestra sociedad es «demasiado vieja», pero ese no es un argumento que se sostenga.
Como decía acertadamente el programa electoral del Partido Socialista «el derecho y el deseo de los padres de tener hijos no puede estar limitado y bloqueado por las condiciones sociolaborales y socioeconómicas». Por eso es deseable y justo que los gobiernos establezcan condiciones de igualdad incluso en este campo particular del derecho a crear una familia.
Pero el facilitar el deseo de los padres de tener hijos no significa que el incremento de la natalidad sea intrínsecamente bueno o malo desde el punto de vista económico, como se argumenta para justificar la propuesta, y ni siquiera para el futuro de las pensiones. Desde esta perspectiva, lo necesario o conveniente no es que haya más individuos sino más empleos, mejor remunerados y más igualdad en el acceso a las fuentes de adquisición de renta. ¿De qué sirven que nazcan más mujeres, por ejemplo, si no se cambian las condiciones que hacen que en un porcentaje tan elevado no puedan acceder al mercado laboral o que lo hagan en condiciones tan precarias?
También lo decía así el programa electoral del PSOE: «Si en España la tasa de natalidad se ha reducido hasta casi la mitad en los últimos años (del 2,1 en 1980 al 1,2 en 2000) no es sólo porque hayan cambiado las pautas culturales de las parejas, sino porque las dificultades para crear un hogar, comprar o alquilar un piso, trabajar establemente, ganar lo suficiente y tener tiempo para atender a los hijos, resultan insuperables para la mayoría de ellas».
¿Alguien se cree de verdad que eso se resuelve con la medida de Zapatero? ¿No hubiera sido mucho más justo, más efectivo y más avanzado dedicar la enorme cantidad de dinero que supone la propuesta de ZP a crear condiciones que eviten esos problemas?
Lo que propone el presidente ni siquiera va a fomentar que nazcan más niños. Su propuesta es, en todo caso, un «premio» a quien tiene un hijo (como los que había en tiempos de Franco) pero no un verdadero incentivo a la natalidad.
Incluso desde el punto de vista con el que Zapatero ha querido justificar la medida, aumentar la tasa de nacimiento en España, ésta es dinero tirado.
Para aumentarla no se necesitan esos premios sino políticas de conciliación, gasto en infraestructuras educativas, mucha más igualdad de género, empleos estables, erradicación de los valores machistas, promoción de los derechos laborales de las mujeres… ¡justo lo que decía el programa socialista que se ha abandonado para hacer esta propuesta!
Alguien le ha cambiado los papeles a ZP. Con tal de ganar unos votos, se ha transformado la atrayente sinfonía social que ofrecía su programa electoral en una vieja partitura liberal. Los agraciados en la pedrea estarán contentos y se logrará mejorar el registro estadístico del gasto familiar pero a la hora de aliviar los dificultades reales de las familias no se avanzará nada.
Juan Torres López es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga (España). Su web personal
www.juantorreslopez.com