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El «cambio»

Fuentes: Rebelión

Para esta campaña electoral una de las palabras que más se repite es «cambio». Existen aquellos candidatos que se empapelan la boca con esta palabra, como si trataran de hipnotizar a las personas para convencerlas de que es necesario tirar del timón y salvarnos de una desgracia que no termina por aparecer. Existen otras que […]

Para esta campaña electoral una de las palabras que más se repite es «cambio». Existen aquellos candidatos que se empapelan la boca con esta palabra, como si trataran de hipnotizar a las personas para convencerlas de que es necesario tirar del timón y salvarnos de una desgracia que no termina por aparecer. Existen otras que incluso pretenden convencer de que su propuesta de cambio es mejor propuesta que la de otros, que es un cambio positivo. Pero igual que el resto, para que su idea cale en la calle tienen primero que pintar una realidad casi apocalíptica, un desastre social que lo sufrimos a lo largo y ancho de nuestro país. Quizás no terminan por darse cuenta que es difícil discutir con la vida real, y que de alguna manera, alguien ya se les adelantó y les robó la idea.

Porque es verdad que Ecuador necesita cambiar, en eso no se podría estar más de acuerdo. Y para ser más específico, necesita seguir cambiando. Por el contrario a lo que la oposición pregona, todavía falta mucho camino por recorrer para la transformación de nuestro país. Para lograr un país más plural, equitativo y solidario. Los cambios estructurales necesarios para esto no se los puede medir en periodos de gobierno. Y aquí ha sido fundamental el apoyo de un proyecto político que avizore ese horizonte común y que genere el impulso suficiente como para empezar y que lo avanzado no pueda ser barrido por la desidia de las élites que esperan el momento para volver a poner el Estado solo a su servicio.

Hay que ser conscientes de que todo proyecto político se agota, se desgasta en el día a día de gobernar. Es natural. Entonces habrá quienes piensen que 10 años en el gobierno fueron suficiente para solucionar las miserias que nos dejó el neoliberalismo en casi 30 años. No solo físicas sino en nuestras mentalidades también. Que ya sobra con lo logrado, pensarán tal vez. Que es tiempo de devolverles el poder a quienes hicieron que un gobierno de nueva izquierda no solo sea posible, sino necesario.

Se le podrá acusar de todo a este proyecto político, que apareció cuando menos nos los esperábamos. Pero ningún otro redujo la pobreza, la extrema pobreza y la desigualdad de la manera que se lo hizo estos diez años. Ningún otro dignificó los servicios públicos, especialmente, la educación y la salud. A nadie, que raro, se le ocurrió pensar en clave nacional y no solo por regiones o ciudades, como si fuésemos un simple rompecabezas. Se les pasó por alto cobrar más impuestos a los que más tienen. Ninguno procuró hacernos caer en cuenta que haber nacido en la mitad del mundo significaba sacar pecho en lugar de bajar la cabeza.

Pensarían que trabajar por la unidad de Nuestra América era perder el tiempo. Seguramente, habrá quienes piensen que todo esto poco. No importa. La historia no hace caso del cinismo. Mientras exista una desigualdad sangrante en nuestro país, la necesidad de cambio y de transformación va a ser siempre necesaria. No importa que color, número, o el movimiento que sea el que lo pregone. Esto es accesorio, solo son herramientas para el lograr el objetivo. Cualquiera que se presente con propuestas para cambiar estructuras de poder, estructuras económicas, y estructuras mentales por el bien de las mayorías sociales, pues ahí se centrará nuestra apuesta.

Así que no. Que los bancos regresen al gobierno para manejar el Estado como si fuese una empresa, no es el cambio que producirá lo anterior. Que las oligarquías egoístas y miopes vuelvan a gobernar, no es el cambio que nos acercará a este horizonte de mayor equidad. Quizás la herramienta con la que contamos hoy no es la mejor, ni la ideal, pero es la que más posibilidades tiene para seguir avanzando de a poco hacia esa sociedad que imaginamos. No dejemos que nos roben la brújula, aún queda mucho por recorrer.

Renato Villavicencio Garzón, es ecuatoriano, máster en Análisis Político por la Universidad Complutense de Madrid (2016) y máster en Globalización y Desarrollo por el Instituto Hegoa de la Universidad del País Vasco (2009).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.