La casi totalidad de comentarios y opiniones a partir de la revuelta de los chalecos amarillos van dirigidos contra Macron, señalando que ha fracasado como presidente de la República Francesa. Lo cual, es una verdad a medias, pues no es solo el fracaso de Macron, sino de los partidos políticos, del sistema de participación política, […]
La casi totalidad de comentarios y opiniones a partir de la revuelta de los chalecos amarillos van dirigidos contra Macron, señalando que ha fracasado como presidente de la República Francesa. Lo cual, es una verdad a medias, pues no es solo el fracaso de Macron, sino de los partidos políticos, del sistema de participación política, de la democracia, del capitalismo, de la civilización, etc. Es una cadena de fracasos desde Macron hasta el origen y la base de todo ello, pasando por el pueblo francés que eligió a Macron.
Simplemente el sistema no funciona, y no se trata de que aparezca un iluminado para salvar a los casi 70 millones de franceses. Cómo se puede poner la responsabilidad y la esperanza en un solo individuo. Cómo es posible que todos dependamos de la buena o mala decisión de una sola persona. Se supone que con la revolución de 1789 se terminó con la monarquía o el gobierno de un solo personaje; pero no, seguimos en lo mismo, y en que ahora -el denominado presidente de la república- sigue de igual manera tomando las decisiones por y para todos.
La democracia es otro mito, la que se basa en la representación y en la que el pueblo pasa las decisiones y responsabilidades a un puñado de personas. La democracia-de-un-dia se transforma en el democratismo de 5 años hasta las próximas elecciones. Los partidos políticos no representan ni contienen a la sociedad civil, son grupos electorales que se han apoderado de la política, son los únicos que pueden intervenir en las decisiones políticas, mientras la sociedad civil organizada no tiene ninguna participación directa. Lo que significa que vivimos en una dictadura de los partidos políticos, como las únicas entidades calificadas para la toma de las grandes decisiones nacionales.
Los ricos cada vez más ricos, gracias a este sistema piramidal de funcionamiento económico y financiero, que tiende cada vez más a estirarse hacia arriba y ensancharse hacia abajo. La ley de la competencia es la lucha de clases, pero al pueblo le hacen creer que es el mercado el que decide el desarrollo, el crecimiento y el progreso. La libertad de empresa y de comercio, es para que el pueblo trabaje más duro y sea pagado menos, así el producto final sea más barato y el gran empresario pueda vender más y él pueda subir más en la pirámide. Para los que están debajo de la cima, su existencia se desenvuelve en 8 horas de trabajo por casi toda una vida (y sin contar con los estudios) para terminar su vida sobreviviendo, mientras unos pocos acaparan todo lo producido por la sociedad. Es decir, la civilización ha fracasado, todo el conjunto creado, el que se asienta y se construye en las mismas raíces que dan origen y funcionamiento a cada una de sus partes o instituciones.
Necesitamos una trans-civilización, que reconstruya todo, y no se puede postergar 6 meses como dice el Primer Ministro Philips, ni 3 años hasta que se acabe este gobierno, es ahora, o si no seguiremos en el mismo gatopardo por 230 años más de «libertad, igualdad y fraternidad», haciendo cambios de maquillaje para que al final no cambie nada. Se necesitan cambios estructurales y raizales. Hay que fundar una nueva nación, y ello es, haciendo todo lo contrario al actual sistema, a todo lo que hemos señalado anteriormente. Al establecer las causas constitutivas se están determinando las reacciones a tomar.
Obviamente, a la derecha y a la izquierda no les conviene perder sus feudos, por lo que los chalecos amarillos deben rebasarlos y plantear una asamblea constituyente para desmontar a todas las instituciones que sostienen a este piramidalismo. Se necesita una revolución que no solo desmonte a los reyes y los reemplace por otras formas de monarquismo, sino la creación de un poder comunal, donde el pueblo organizado por sectores de vivienda, deciden su propio destino. Necesitamos un estado, en donde los alcaldes de cada pequeño sector de vivienda, recoge mediante asambleas populares las decisiones fundamentales o trascendentes que son necesarias, y que hoy con el sistema digital es muy fácil y rápido. Para ello, en cada región debe haber una asamblea o cámara, pero no de diputados sino de alcaldes de pueblos y de ciudades. Buscando agrupar a la población en las mas pequeñas jurisdicciones posibles, para lograr la mayor participación de la población, y así cada uno se responsabilice en el destino de su vida.
Necesitamos una economía que anteponga el interés social por el individuo. Tiene que primar la economía cooperativa, asociativa, comunal, grupal; sobre la individual, la privada, y la estatal. Es decir, todo lo contrario, a lo que se hace actualmente en que se principaliza al individuo sobre la sociedad. Esto no tiene nada que ver con el comunismo, pues eso es estatismo, en donde sigue la monarquía en manos del secretario del partido comunista, como en Cuba o en China. Ni capitalismo ni socialismo-comunismo, sino una mutualidad basada en el equilibrio y armonía como modelo de sociedad y de vida. No estamos hablando de igualitarismo (izquierda) ni jerarquismo (derecha), sino de equidad entre los seres humanos y de ellos con la naturaleza.
Entonces, no se trata de que mejoren los partidos políticos, la democracia, el Estado, etc., sino de cambiar las instituciones y todo el funcionamiento social por otras diferentes, no es el problema de los individuos per se sino de todo el sistema. No hay más tiempo, la hora del planeta está detrás de nosotros. No podemos dejar pasar esta oportunidad. El pueblo está despertando y tiene que ir hasta el fondo sino nuevamente será atrapado por la ola, la que le arrastrará nuevamente en sus aguas turbulentas.
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