Pero entonces, ¿qué hacemos, les dejamos pasar? ¡Eso sería un caos! A desalambrar, cantábamos años atrás, a desalambrar, que la tierra es nuestra es tuya y de aquel, de Pedro, María, de Juan y José… Cuando terminan los ecos de los acordes de aquella canción de Víctor Jara; años, décadas después, cuando a su verdugo […]
Pero entonces, ¿qué hacemos, les dejamos pasar? ¡Eso sería un caos!
A desalambrar, cantábamos años atrás, a desalambrar, que la tierra es nuestra es tuya y de aquel, de Pedro, María, de Juan y José… Cuando terminan los ecos de los acordes de aquella canción de Víctor Jara; años, décadas después, cuando a su verdugo Pinochet, octogenario clínicamente cínico no le faltan cómplices entre bancos y empresas que desconocen fronteras, las alambradas siguen estando ahí, y crecen y aumentan. Alambradas, muros y vallas que impiden pasar a los seres humanos a través de una tierra que tiene un mismo color y su cielo la misma nube diez metros más allá. Aunque la historia (la de los descendientes del homo sapiens) la haya bautizado con otro nombre, otro color en los mapas, otras leyes y le ponga propiedad: mía sí, tuya no.
…pero sería un caos
La alambrada de la canción chilena se refería a los latifundios que años después siguen dificultando hasta la exasperación la vida a la gente latinoamericana. Y animaba a Pedro, a María, a Juan, a las chilenas y chilenos campesinos pobres a ocupar las tierras y a hacerlas producir, y a cambiar las leyes del mercado para espantar el hambre y acercar los sueños. Aunque fuera tímidamente.
Pero hay otras alambradas que, irónicamente ahora llaman concertinas como instrumentos musicales malditos que sangran oídos y pieles y que le impiden a Juan, a María, a Mohammed, y a Sily y a Djaga, y a Amina atravesar esos diez metros; esos miserables diez metros después de miles de kilómetros de frío, sed, persecuciones, privaciones, sacrificio…
…pero sería un caos
Se ha escrito y se ha hablado mucho estas semanas del drama subsahariano. Pero ante tanto dolor e indignación, hay evidencias tan transparentes que quizá cuesten ver; que son tan nítidas que hay dar un paso atrás para observarlas con la claridad precisa.
Declaración Universal de los Derechos Humanos. Punto 13.1 «Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado.» Ese Derecho universalmente reconocido en 1948 es pisoteado, ninguneado, baleado, aporreado, machacado por, en este caso el ejecutivo español. Para ello se echa mano a una guardia civil que cumpliendo con su deber beneméritamente represivo ofrece, mientras se micciona sobre Derechos y demás zarandajas, palizas, disparos y patadas contra unos seres humanos por el hecho de serlo, y porque dejarles pasar, así sin más… sería un caos.
Curiosamente, en ocasiones, cuando más claras y obvias son las cosas, más dificultades se encuentra para hablar de ellas. España, anestesiada de su propia historia impide a sangre y fuego, con leyes de extranjería y violencia que un puñado de personas crucen una línea, una miserable línea vigilada por beneméritos land rovers y aguerridos legionarios. No hace muchos años atrás, a los abuelos y abuelas de estos emigrantes se les obligó a viajar por más de trescientos años con grilletes y cadenas inundando de pigmentación oscura todo el planeta. A la esclavitud le siguió las colonias y este inmenso robo continuó con una descolonización que dejó al continente sin que se reconociera a sí mismo, con nuevas lenguas, leyes, fronteras, costumbres y una economía absolutamente dependiente de las metrópolis. Se estranguló tanto, se empobreció tanto sus sociedades que cuando el sistema necesitó consumidores constató que no podía contar con la población de África. Ya no interesaban para nada. Hubiera sobrado enteramente el continente cuna del ser humano si no llega a ser por sus riquezas naturales y por nuestro teléfono móvil, que necesita cadmio, berilio y otros minerales que existen en la República Centroafricana. ¿Por qué la población nigeriana es más pobre cuanto más petróleo encuentran las transnacionales en ese país?
…pero sería un caos
Más evidencias. Médicos Sin Fronteras viene constatando con pruebas irrefutables que la famosa Declaración Universal de los Derechos Humanos es un chiste de humor negro a ambos lados de las vallas y sus concertinas. Amnistía Internacional habla en su informe de las «serias irregularidades» en el proceso de devolución a Marruecos de 73 personas detenidas en territorio español, ya que en ningún momento contaron con ningún abogado, y además se les engañó diciéndoles que se les enviaba a la península. La devolución se aseguró gracias a las tres llamadas que hizo el rey Juan Carlos a su amigo y también rey Mohammed VI. Evitaremos añadir adjetivos a este hecho. Sólo una pregunta. Esta participación real en la vulneración de un número no pequeño de Derechos Humanos con su consiguiente complicidad en la caravana de la muerte ¿evitó qué caos al reino español y la Unión Europea?
El único Estado que ha acogido, alimentado y cuidado a estos hombres y mujeres abandonados en el desierto para que tuvieran una de las muertes más terribles, ha sido el más pobre, el más digno, y al mismo tiempo, el único que oficialmente no existe, la República Árabe Saharahui Democrática. Los hermanos del Frente Polisario se convirtieron en todo un ejemplo para el reino de España y tanta traición.
Y así las cosas, qué, ¿abrir la verja? ¿quitar la valla? ¿dejar que entren? ¿no sería un caos? nos preguntan personas de buena fe, que ellos sí y no Zapatero se desgarran por dentro ante imágenes tan conmovedoras. Nos preguntan por la solución global, la definitiva a quienes en estos días luchamos contra tantos siglos de injusticias.
Sabemos que la solución no es mantener y levantar vallas con concertinas ni muros con ejércitos. La solución no es aprobar leyes de extranjería que pretendan parar la lluvia con decretos que criminalicen a las personas del sur que intentan poner en práctica la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La solución no es publicitar a bombo y platillo Planes Marshalls y poses humanitarias de ayuda al desarrollo que además de ser mentira (recuerden el 0,7 o lo que es peor, la venta de armas gestionadas a través de Cooperación Española), nacerían fracasadas si se plantearan enfrentándolas al derecho de emigrar. La solución no son Campos Internamiento ni en Ceuta ni en el aeropuerto de Amsterdam. La solución no es exigir al reino marroquí y a su gendarmería que impida como ellos lo saben hacer que la frontera se llene de desarrapados para que nuestra sacrosanta democracia se ensucie lo menos posible de una antiestética represión.
La solución, señoras y señores es cambiar las cosas. La solución a largo plazo es cambiar las reglas de juego. La solución es dejar que los pueblos del sur se autogestionen con democracia política y económica de forma directa. La solución comenzará a ser cuando desaparezcan esos ladrones transoceánicos que son las multinacionales que quitan y ponen dictadores según sus intereses; cuando la estrategia de la «seguridad nacional» del poderoso de la metrópoli dé paso a una política propia para cubrir las necesidades básicas de la población. La solución comenzaría a ser con el reparto real, con políticas de ayuda al desarrollo efectivas e independientes de intereses puntuales. La solución… amigos, está lejos, pero está en la dirección opuesta a la que apunta el dedo de estos gobiernos y esta globalización.
¿Y mientras tanto? Hasta que eso no ocurra, evidentemente y sin duda, a desalambrar, a tirar la valla, que entren todas las personas que quieran entrar. ¿Quién es quién para decir a otro semejante tú no pases de esta raya?
…pero sería un caos.
Un caos es que los Objetivos del Milenio que los gobernantes se comprometieron a alcanzar para el año 2015 sean ya inalcanzables. Un caos es que para ese año vayan a morir 45 millones de niños y niñas. Caos es que el mundo gaste diez veces más en armas que en ayuda. Caos es que las 500 personas más ricas del planeta acumulen más que 416 millones de pobres. Caos es que haya mil millones de analfabetos, que 300 millones de niños sobrevivan en condiciones de esclavitud, o que 500 millones de mujeres se encuentren en condiciones de extrema pobreza. Caos es que sólo los más fuertes puedan intentar subir al norte a por alguna de las migajas. Esto es el caos. Que incluso ya estos números nos resulten fríos y nos aterre que consigan venir unos pocos esquivando hambre, alambradas, balas y racismo a comer lo que nos sobra.
Abrir las fronteras, tirar las vallas es la mejor forma de comenzar a luchar contra el caos; contra este inmenso caos.
Carlos Ordóñez Ferrer es miembro de SOS Racismo