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Entrevista al sociólogo peruano Guillermo Rochabrún

«El Capital es una obra indispensable para entender el mundo en que vivimos»

Fuentes: Rebelión [Imagen: El sociólogo peruano Guillermo Rochabrún. Créditos: Espai Marx]

Guillermo Rochabrún (Lima, 1946) acaba de publicar, a través de “La Oveja Roja”, su libro El Capital de Marx: afirmación y replanteamiento. Rochabrún ha sido Profesor de Teoría Sociológica en la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú hasta su jubilación. Como tantas otras figuras intelectuales de su generación, marcada por los procesos y acontecimientos de la década del 60, descubrió a Marx durante sus estudios universitarios. A partir de ese momento, y exceptuando su breve paso por la revista Sociedad y Política, dirigida por Aníbal Quijano, la trayectoria de Rochabrún ha sido, y sigue siendo, la de un profesor universitario que siente como su tarea principal la formación intelectual de sus estudiantes, centrada en el rigor el razonamiento y el respeto a las evidencias. Sin adhesiones partidarias fue desarrollando una comprensión de Marx teniendo frente a él tolerancia cero, lo cual se manifiesta en la “ortodoxa heterodoxia” manifiesta en su libro. Cercano a interpretaciones tales como la «crítica del valor» o la «nueva lectura de Marx», como estas, identifica y discute los grandes problemas que definen su pensamiento, pero siguiendo un camino propio.


POR QUÉ ESCRIBIR ESTE LIBRO

Salvador López Arnal.- ¿Por qué otro libro sobre El Capital? ¿No son muchos ya los ensayos publicados?

Guillermo Rochabrún.- Efectivamente, son muchos: innumerables. Y con toda seguridad seguirán apareciendo. No soy un buen conocedor de esa literatura, escrito en gran medida en lenguajes que desconozco, pero hasta donde he llegado a manejar el tema, desde mi primera lectura de El Capital (hace unas cinco décadas) me hice preguntas y me planteé perplejidades que hasta el momento no he visto en ninguna otra parte, y para las que creo haber encontrado respuestas originales. Por supuesto, estaré muy agradecido si, mediante los lectores que espero conseguir con la edición española, ello me fuese desmentido, haciéndome conocer fuentes que yo desconocía.

Salvador López Arnal.- El subtítulo de su libro dice: “afirmación y replanteamiento”: ¿qué es lo que afirma, y en qué consiste el replanteamiento?

Guillermo Rochabrún.- La afirmación, expuesta en la primera parte del libro, se refiere a que, visto en su conjunto, El Capital, y en particular el tomo I, que es el tratado en mi libro, es una obra que sigue siendo indispensable para entender el mundo en que vivimos, ya transcurrido más de siglo y medio después de su aparición. Consta de una exposición que busca ayudar en su lectura, siguiendo su mismo orden, mostrando su coherencia y llamando la atención sobre aspectos del texto que no he visto en otros lugares.


«El Capital, y en particular el tomo I, que es el tratado en mi libro, es una obra que sigue siendo indispensable para entender el mundo en que vivimos, ya transcurrido más de siglo y medio después de su aparición»


El replanteamiento, desarrollado en la segunda parte, consiste fundamentalmente, en ubicar lagunas, puntos ciegos, inconsistencias, en aspectos importantes en la obra de Marx. Para citar un ejemplo, entre los más sencillos, la relación entre el trabajo complejo y el valor. O para referirme a puntos más centrales, rescatar una noción como las condiciones generales de la producción, y desarrollar el lugar que debería tener en la acumulación capitalista, además del consumo personal de los capitalistas. Finalmente, sostener que la reproducción es un momento diferente, tanto de la circulación como de la producción misma de plusvalor. Es un momento en el cual el análisis se desplaza del capital en su conjunto a la interdependencia entre los capitales, haciendo brotar de este modo una totalidad orgánicamente articulada. Ello hace que, en lugar de la repetición de ciclos aislados del capital pasemos a la continuidad de la producción en su conjunto. Además, muestra que se retoma el valor de uso –lo cual no fue necesario en el análisis de la producción–, recuperando así la integridad de la forma mercancía y sus contradicciones.

Hago todo esto atando cabos que Marx dejó sueltos, lo cual me lleva a modificar la más importante conclusión del tomo I: la ley general de la acumulación capitalista. Esta modificación –y esto puede sorprender– permite hacer coincidir (¡casi como un guante!) la historia transcurrida por el capitalismo de los países centrales con la dinámica de acumulación del capital, en lugar de las divergencias que tanto se han invocado buscando refutar al “Marx profeta” e invalidar su obra.

Mi trabajo no busca “adecuar” El Capital a la actualidad –como jugando a ser un estratega militar después de la batalla–, sino a atar sus cabos sueltos, replanteándolo inclusive para la misma época de Marx. Es decir, comprenderla mejor de lo que él lo pudo hacer en su momento.

Salvador López Arnal.- En su libro se lee, textualmente: “Una de las tesis principales de este libro sostiene que la reproducción es un ámbito a ser diferenciado de la circulación y la producción capitalista, tanto por los fenómenos propios que comprende, como también metodológica e incluso epistemológicamente” (p. 489). ¿Por qué da tanta importancia a la reproducción? ¿No ha sido así en otras aproximaciones al clásico marxiano?

Guillermo Rochabrún.- Creo que mi enfoque difiere de todos ellos –al menos, de los que conozco–, e inclusive de Marx mismo. Por ejemplo, mucho se habla en los últimos tiempos de la reproducción social, tema que sin duda es sumamente importante, y que como tal no quedó tematizado por Marx. Pero mi argumento está situado en algo muy diferente: la reproducción del capital. Por otra parte, la reproducción ha sido entendida mayormente como “repetición” de algo ya expuesto –la producción–, mientras que mi enfoque permite descubrir un nuevo nivel de la realidad, que no puede ser captado desde la producción, y menos aún desde la circulación. Ahora bien, este nuevo momento acompaña, se superpone a los anteriores, sin eliminarlos ni mucho menos, sino articulándose con ellos.

Quiero mencionar además la inversión, o trastrocamiento que Marx muestra de diversas proposiciones que aparentemente habían quedado en forma definitiva en alguno de los momentos previos. Lo repito: a mi conocimiento, nadie ha destacado antes este aspecto, ni sus implicancias analíticas y epistemológicas.

Y si vamos a la sección III del tomo II de El Capital, destinado a la reproducción del capital, ahí los esquemas de reproducción, si bien incluyen el consumo personal de los capitalistas –omitido en el tomo I–, están limitados a los valores, sin considerar los valores de uso, y no pueden incluir los consumos que la clase capitalista hace de formas de producción no capitalistas, que continúan dentro de él. Por ejemplo, el servicio doméstico asalariado. En cambio, esto es algo que Marx sí consideró en el tomo I, incluso empíricamente, mediante datos censales que examino en mi libro. Ahora bien, el consumo personal de los capitalistas y las condiciones generales de la producción elevan los ingresos de la clase obrera, así como reducen el volumen del ejército industrial de reserva. Todo esto lleva a conclusiones muy distintas de la “ley general de la acumulación capitalista”.


SOBRE ALGUNOS ASPECTOS DE EL CAPITAL

Salvador López Arnal.- En el libro la dialéctica aparece con mucha frecuencia: ¿qué está entendiendo por ello? ¿Es diferente y/o superior al pensamiento analítico, y alternativo a la lógica formal? En este acudir a la dialéctica, ¿es Hegel imprescindible para comprender y manejar El Capital?

Guillermo Rochabrún.- Voy a empezar por la última parte. Es muchísimo lo que se ha escrito, y seguramente se continuará escribiendo sobre la relación de Marx con el pensamiento de Hegel. Quizá ahí se pongan en juego algunos aspectos del manejo que Marx hizo de la dialéctica, pero a mi modo de ver debemos considerar dos hechos evidentes: en primer lugar, Hegel puede ser el maestro indiscutido de la “lógica dialéctica”, pero no escribió El Capital ni nada parecido. Y, en segundo término, el razonamiento de El Capital no es una “aplicación” mecánica de la Ciencia de la Lógica. Agregaré algo al respecto más adelante, pero paso ahora a otros temas aludidos en la pregunta.

Para mí es dialéctico todo aquello que va más allá de los principios básicos de la lógica formal. En modo alguno los niega, pero el razonamiento dialéctico encuentra sus límites e intenta superarlos. Y en Marx ello se hace sobre la base de fenómenos evidentes, y evidentes para cualquiera.

Por ejemplo, la compra-venta de fuerza de trabajo se presenta como una transacción libre entre sujetos autónomos donde cada uno recibe según lo que entrega, estableciéndose así una relación de igualdad. Sin embargo, mientras que el capital se acumula y crece, sin que el capitalista tenga que trabajar, el trabajador contratado debe trabajar una y otra vez, para seguir viviendo. Hay pues, una realidad subyacente detrás de la relación de compra-venta que explica esta desigualdad, donde aparentemente debiera haber igualdad. Es y no es; o al mismo tiempo es ello y algo más. Esto no puede ser entendido desde el principio de identidad.

A mi modo de ver, lo que encontramos en Marx sin necesidad de Hegel, es el develamiento de una realidad múltiple, donde lo que es en un plano, es “negado” en el siguiente, sin que lo primero desaparezca. En mi libro destaco varios de estos momentos, siendo quizá el más sorprendente el trastrocamiento que se produce en la reproducción de proposiciones que en la circulación y en la producción aparecían como definitivamente establecidas. Así, es en la reproducción que Marx muestra, desplazándose a la totalidad de la producción capitalista, que es el mismo trabajador el que se paga su salario: ¡una mercancía que no la paga el comprador, sino el vendedor! No podemos menos que preguntarnos ¿qué clase de compra-venta es esta? Y, sin embargo…el mundo (capitalista) sigue andando.

Para terminar con el tema de Hegel, lo que me parece importante para quien ve en El Capital un libro científico, que como tal debe servir para continuar investigando, es preguntarse si hay en Marx razonamientos en los que aparezcan huellas hegelianas, y si ellos quedan forzados para adecuarse a Hegel. Cuando no haya este forzamiento la presencia hegeliana puede ser cierta, pero poco relevante para Marx. Puede que sea más relevante para Hegel. En cambio, será relevante para Marx cuando la presencia de Hegel sea responsable de alguna distorsión. A mi modo de ver –y así lo digo en mi libro–, encuentro dos casos, que por cierto no son nada marginales: la centralidad del proletariado –“sujeto de la historia”- y la “ley general de la acumulación capitalista”. Y es por ese razonamiento forzado que yo los impugno.

Salvador López Arnal.- ¿El Capital es un libro científico? ¿Por qué? ¿No tienen lugar en él la filosofía y la política, empezando por la filosofía marxista de la historia, o “materialismo histórico”?

Guillermo Rochabrún.- A mi modo de ver sí es un libro científico, porque se apoya en evidencias. Pero su visión del “mundo real” incluye no solamente lo que es, visto estáticamente, sino también sus posibilidades, sus virtualidades, sus tensiones, los restos de su pasado que continúan acechando. Ahora bien, ninguna ciencia deja de estar en contacto-diálogo-tensión con temas filosóficos de distinto orden, y lo mismo acontece con El Capital. No puede ser de otra manera, siendo una obra que plantea tantas peculiaridades en el campo epistemológico, en el terreno moral –cuando menos, la “doble moral” del sistema–, y en la ontología social, por citar tres campos fundamentales.

Además, Marx lo consideraba “…el más mortífero misil jamás lanzado a la cabeza de burgueses y terratenientes…” (carta a Johann Becker, del 17 de abril de 1867); vale decir, todo ese esfuerzo era parte de un proyecto eminentemente político. Pero esa meta en modo alguno lo llevó a simplificar ni distorsionar sus argumentos. De ahí su rechazo a afirmaciones como que “la propiedad es un robo”. O al explicar que el plusvalor “pertenece al capitalista”, porque es el resultado de cosas que el capitalista ha comprado –incluyendo las horas de trabajo del obrero. Su impugnación al capitalismo va por otro lado.

En cuanto a su relación con la “filosofía de la historia”, a mi modo de ver, y en el de estudiosos que han podido examinar a fondo sus manuscritos, a lo largo de su vida intelectual Marx experimentó una transición incompleta. Empezó asumiendo una filosofía hegeliana de LA Historia, incluyendo su atribuida universalidad y su supuesta culminación en algún momento futuro, para ir desplazándose gradualmente hacia el estudio y la comprensión de historias singulares. Este giro ocurre, tanto porque su labor en periódicos como el New York Daily Tribune lo obligaba a informarse de procesos y acontecimientos en multiplicidad de países y en diversos continentes, en su presente y en sus pasados, como por la conciencia teórica que va logrando de que, en medio de todas esas historias, el capitalismo no era una norma, o un caso más -como aparece en el celebérrimo “Prefacio” de 1859-, sino una rotunda excepción: una formación que se expandía sin límites por todo el planeta, entrecruzándose con todas las otras historias, tendiendo a absorberlas, pero en formas harto diversas, que ya no llegó a estudiar en forma sistemática. Ahora bien, esa transición fue incompleta, porque no abandonó la noción de que a lo largo de la historia del capitalismo había un progreso, que facilitaría el tránsito hacia una etapa superior. Tampoco dudó del papel que la clase obrera tendría en ese proceso.

La concepción materialista de la historia quedó solamente como un esbozo escrito hacia el inicio de este viaje intelectual, entre 1846-1847, plasmado en un cúmulo de hojas escritas con Engels, y que sucesivos editores han armado en diverso orden al editarse como “primer capítulo” de La Ideología Alemana. Este esbozo debería ser el embrión de una teoría social general, o una “ontología social”, como la intentó el último Lukács. Es de lamentar que Marx no tuviera la oportunidad de retomarlo acompañando a su desarrollo intelectual. Apenas si algunas ideas fragmentarias pueden extraerse de sus últimos borradores, como los Cuadernos etnológicos.

Salvador López Arnal.- ¿Sigue siendo defendible hoy la teoría del valor de Marx? ¿Y la tesis de la caída tendencial de la tasa de ganancia?

Guillermo Rochabrún.- Esta es, hasta el momento, la pregunta más compleja. En cuanto a lo primero, mi respuesta es inequívocamente afirmativa, pero ello requiere decir por qué y qué entender por esa teoría. Haciendo algunas preguntas incómodas: ¿qué es el valor?, ¿cuándo las cosas “valen”? ¿Qué significa “valer”? Tratando de ser sintético sin ser simplista, pensemos en los ejemplos que da Marx en el “fetichismo de la mercancía” (sección 4 del capítulo I del tomo I de El Capital). Ahí Marx compara los productos del trabajo de Robinson Crusoe, del siervo de un señor feudal, de una familia campesina, y de un grupo de “productores libremente asociados”. Los tres últimos entregan recíprocamente sus productos (el siervo lo hace a cambio de la tierra, una identidad territorial y “protección”). Claro está, Robinson no puede intercambiar consigo mismo; pero en los cuatro casos los sujetos no son “extraños” entre sí; no son gente anónima, que podría ser otra, sino que existen lazos personales. Ahora bien: en ninguno de estos casos los bienes intercambiados o distribuidos cobran valor; es decir, no asumen la forma, la condición de mercancía.

¿Cuándo entonces es que estamos ante valores, y por tanto ante mercancías? Cuando el intercambio ocurre entre sujetos que son autónomos entre sí; es decir, que ninguno tiene hacia el otro una relación personal, y donde en consecuencia la transacción se hace exclusivamente para el bienestar de cada quien. Son sujetos privados, y en consecuencia el trabajo que han realizado es trabajo privado –una de las categorías semi-ocultas de El Capital que en mi libro he procurado poner en primer plano. Dicho sea de paso, por esta razón el “trabajo doméstico” -aquellas tareas que se realizan en familia y para la familia- por importante que sea, no produce valor: los integrantes de una familia no intercambian mercancías ente sí.

Esta noción de valor fue ampliamente tratada por Marx en Grundrisse (tomo I, pp. 179-186. Siglo XXI), y condensada en unos cuantos renglones en El Capital (tomo I, penúltimo párrafo de la sección II). A ello hay que agregar su aspecto cuantitativo: el tiempo de trabajo socialmente necesario, pero aquí me detengo para no transcribir mi libro entero. Regreso entonces a la pregunta original: todas estas circunstancias siguen existiendo, tal cual, en el capitalismo de hoy. En consecuencia, esa teoría del valor sigue siendo plenamente pertinente.

Ahora bien, entre estos planteamientos básicos, y una explicación de los precios en la sociedad propiamente capitalista, media todo un conjunto de categorías, establecidas solamente de manera muy imperfecta por Marx en el tomo III. Aquí es fundamental entender que entra en juego no solamente el tiempo de trabajo agregado a la mercancía, sino el trabajo pasado (en los medios de producción), y el trabajo futuro (en los créditos recibidos). Esto lo trato someramente en el primer capítulo de la segunda parte.

En cuanto a la caída tendencial de la tasa de ganancia, sin duda es una tendencia general, pero: 1) No debe entenderse como un inmenso tobogán en permanente descenso, sino más bien como una “montaña rusa”; es decir, como un movimiento cíclico, donde luego de cada crisis el restablecimiento de la acumulación de capital, bajo nuevas fuerzas productivas, la restituye, ¿y por qué no podría hacerlo a un nivel superior al previo? Esto no impedirá que luego se manifieste nuevamente la tendencia al descenso, pero en la medida en que este movimiento cíclico continúe, no se puede pensar en que el capitalismo desaparecerá por “muerte natural”. 2) La “ley” enfrenta movimientos que la contrarrestan (capítulo XIV del tomo III). 3) Así también asume una tasa general de ganancia, lo cual es solo una tendencia, mientras que en el capitalismo lo normal es la desigualdad de las ganancias entre los capitales. 4) No es claro su papel en la explicación de las crisis.

Salvador López Arnal.- ¿Por qué no ha tratado los tomos II y III de la obra? ¿El Capital es de autoría de Marx, o también en alguna medida también de Engels?

Guillermo Rochabrún.- La razón más inmediata es que tengo poco que decir sobre los otros tomos, pero ello a su vez se debe a que son muy diferentes al tomo I en su forma de desarrollo. No parten de categorías simples que luego se vayan desarrollando en forma inmanente. Retomando los términos de una pregunta anterior: mientras que el tomo I es “dialéctico”, los otros tomos los encuentro “analíticos”. Y responden a un cambio en el plan que Marx se trazó para la obra en su conjunto, cambio que no ha encontrado una explicación convincente.

El plan original no solamente comprendía 6 o 7 tomos, sino que los últimos estaban dedicados a fenómenos empíricos clave del capitalismo: el mercado mundial, el comercio internacional, Estado, migraciones. Como “crítica de la Economía Política” dicho plan correspondía mucho más ajustadamente a temas tratados por Smith (ej. la teoría de las ventajas comparativas en el comercio internacional) y Ricardo (la tributación). En contraste, el plan definitivo quedó mucho más encerrado en temas teóricos, dejando de lado fenómenos que son los que la teoría económica convencional ha “rescatado” como pilares fundamentales de su armazón.

En cuanto a la autoría de los tomos II y III, modo alguno puede colocarse a Engels como su co-autor. Engels fue el encomiable editor de un amasijo de manuscritos que daban cuenta de las dificultades que Marx fue encontrando y que en muchos casos no pudo resolver. Si uno compara el volumen de los escritos de la crítica de la Economía Política que Marx dio a la imprenta, con el volumen de sus borradores, la diferencia es abrumadora. Nada más falso que la idea de un Marx omnipotente de cuya cabeza no brotaba sino la verdad; la realidad es todo lo contrario, más afín a la de un enano que se ha propuesto realizar la tarea de un gigante. Esos tomos deben ser tomados como lo que son: borradores de una teoría que, con toda probabilidad, nunca iba a quedar completa, aunque solamente fuese porque el capitalismo seguía transformándose. Y Marx –cual “agujero negro” – absorbía cuanto caía bajo su fuerza de gravedad, tratando de asimilarlo todo.

Salvador López Arnal.- Sostiene usted que “la ciencia solo puede ser subversiva”. ¿Qué significa que una ciencia sea subversiva? ¿El Capital es subversivo? ¿No lo leían también los capitalistas rusos en la época de Lenin, antes de la revolución del 17?


Guillermo Rochabrún.- Entiendo el término como aquello que busca socavar un orden establecido desde sus fundamentos últimos. Eso es ser “radical”: ir a la raíz. El Capital pone al descubierto tales fundamentos, muestra sus inconsistencias, inclusive morales. Así, el productor directo, sujeto libre y propietario, que compite e intercambia con los otros productores en igualdad de condiciones, termina siendo todo lo contrario: apenas un insumo más, un “costo de producción”, que como todo costo debe ser reducido a su mínima expresión. Ese productor directo, termina pagando con su trabajo lo que él mismo ha vendido, para apenas recuperar lo que vendió…para volver a venderlo al día siguiente. ¿Y todo eso en nombre de qué?: de un supuesto “orden natural”. ¡Cómo no va a ser una obra subversiva!

Ahora bien, ¿quiénes y de qué manera lo han leído? Quizá mucho más los intelectuales y los burgueses que los obreros, si bien éstos han dispuesto de resúmenes y formas más didácticas. Y ahí está Gramsci calificando a la revolución de octubre como una revolución “contra El Capital”, en tanto que éste era más leído por la burguesía que por los trabajadores, pues en él la burguesía encontraba una justificación de su existencia y desarrollo en un país que, siguiendo una evolución universal, primero debía desarrollar “su” capitalismo. ¿Tenían razón esos burgueses? Los efectos de una obra están dados, más que por su texto, por las interpretaciones que recibe. Yo, intelectual, he dado mi propia interpretación.


EL CAPITAL Y LA HISTORIA POSTERIOR

Salvador López Arnal.- Me hago eco de otras inquietudes. El fracaso de las revoluciones socialistas (pienso en la URSS y en los países de Europa del Este, por ejemplo), ¿toca en alguna medida la corrección, el acierto, las tesis, las conjeturas de El Capital?

Guillermo Rochabrún.- Estas preguntas son muy típicas de quienes no tienen la menor información precisa de que trata El Capital, y por extensión, qué dijo (o escribió) y no dijo Marx, y por lo mismo deben ser respondidas de la mejor manera posible.

El Capital, incluyendo los borradores que Engels no publicó, no dice una palabra sobre la construcción del socialismo. Eso puede afirmarse de prácticamente todos los escritos de Marx. Las únicas excepciones relevantes serían, a mi conocimiento, solamente dos: las medidas inmediatas que tomaría un gobierno comunista, mencionadas en el Manifiesto de 1848, y las “Glosas marginales al programa de Gotha” de 1875. En otras palabras: si buscamos el socialismo tendremos que construirlo con nuestros propios recursos, sin Marx y en las condiciones política y militarmente más adversas.


«Si buscamos el socialismo tendremos que construirlo con nuestros propios recursos, sin Marx y en las condiciones política y militarmente más adversas»


Ateniéndonos a lo que dice y no dice, El Capital puede exculparse de dichos fracasos. Pero lo que implícitamente podemos absorber de esta obra, es un horizonte meramente anti-capitalista, con todas las limitaciones de los “anti”, debido a las cuales la mera “negación” de algo termina reproduciéndolo bajo una forma bizarra. El “socialismo” soviético quizá solamente fue un “capitalismo reprimido”. Aquí hago eco del planteamiento de los filósofos húngaros Heller y Féher: de comprenderlo como una “represión de las necesidades”.

Un intento de apoyarse en El Capital para construir el comunismo fue el debate sobre la ley del valor en los años iniciales de la revolución bolchevique. De él hubo un pálido reflejo en el caso cubano, con la diferencia que ahí ningún guerrillero conocía nada de la obra de Marx. Por lo que hemos visto sobre el valor, tanto rusos como cubanos debieron haberse propuesto cómo desarrollar relaciones sociales en las que las gentes no fuesen extraños los unos a los otros. Temas para los cuales pensadores como Isaac Rubin y Evgeny Pashukanis hubiesen podido aportar algo. Pero la precaria situación de los bolcheviques y sus pugnas internas los silenciaron, terminando en su desaparición física.

Salvador López Arnal.- ¿Qué piensa de diversas impugnaciones recientes a Marx en razón de que su pensamiento sería “eurocéntrico”?

Guillermo Rochabrún.- Ahí una primera cuestión es definir el término “eurocentrismo”, el cual está sujeto a múltiples confusiones. Aníbal Quijano, uno de los autores que más, y más centralmente lo ha manejado, fue haciendo varias aclaraciones, necesarias debido a que el término se presta a ser entendido de manera literal, como si fuese una posición “antieuropea”. Pero en cuanto a Marx, debemos volver a su evolución intelectual. Como ya lo señalé, Marx en sus inicios está adscrito a la filosofía hegeliana de la historia, así como a la Ilustración y el pensamiento moderno en general. En todo ello Europa es sinónimo de civilización y progreso; es “la medida de todas las cosas”. Según vimos, ello fue cambiando, aunque incompletamente. Pero en este desplazamiento surgió un principio, que Karl Korsch consagró en su libro sobre Marx: el principio de especificidad histórica. Esto es un corolario de la singularidad y excepcionalidad del capitalismo: cada realidad debía ser estudiada y comprendida en sus propios términos; claro está, sin excluir sus relaciones con otras historias. Ahora bien, este principio por sí mismo no nos “vacuna” contra todo provincialismo, cualquiera sea su origen, pero al menos es una brújula que ayuda a seguir un norte. En conclusión: Marx no podía escapar completamente del eurocentrismo, como quiera que éste se entienda, pero lo más sólido de su pensamiento nos proporciona los mejores medios para salir de él.


«Marx no podía escapar completamente del eurocentrismo, como quiera que éste se entienda, pero lo más sólido de su pensamiento nos proporciona los mejores medios para salir de él»


Salvador López Arnal.- Dedica usted su libro a Aníbal Quijano, pero en su última etapa Quijano se distancia de Marx. ¿Qué ha significado Quijano para usted?

Guillermo Rochabrún.- Qué tanto Quijano se distanció de Marx, en qué aspectos y debido a qué, es algo que no ha quedado claro ni suficientemente explícito. A mi entender, hasta el final su comprensión del capitalismo siguió siendo la misma de Marx. De hecho, no buscó ni formuló otra. Y en cuanto a sus “horizontes utópicos” (en el buen sentido del término), no encuentro nada que sea incompatible con Marx. Por otra parte, habría que escudriñar “de cuál Marx” es que tomó distancias. Ya desde los inicios de su planteamiento sobre la colonialidad del poder (al menos desde el año 2000, si no antes) había roto con todo economicismo –lo cual es totalmente válido dentro del Marx de El Capital, como trato de mostrarlo en mi libro– al proponer varios ejes, irreductibles entre sí, para definir las formas de existencia social: el sexo, el trabajo, la autoridad, la subjetividad y la naturaleza. Ninguno de ellos era necesariamente dominante. Así también, Quijano diferenció al pensamiento de Marx, y muy en particular en El Capital de todas las versiones del “materialismo histórico” constituidas después de él[1].

Ahora bien, desde sus primeros escritos, a mediados de la década de 1960, Quijano mostró una preocupación absorbente por dar cuenta de lo concreto de la experiencia histórica peruana y latinoamericana, buscando contrarrestar y proponer alternativas a cualquier teoría que fuese ajena a dicha realidad; a ello contribuyó decisivamente su formación como historiador y como sociólogo. Es desde fines de esa década hasta mediados de los años 80, que abraza al Marx de la revolución socialista y proletaria, dándole total centralidad a la clase obrera industrial y sus luchas. Pero al final de este período tiene la conciencia de que ese horizonte se ha ido desvaneciendo (“…hemos sido derrotados…” dirá en varias oportunidades); cree percibir que la historia tiene otros rumbos, y es entonces que decide “reinventarse»[2]. No es entonces extraño que en ese proceso haya tomado muchas distancias frente a todo el abanico de “marxismos”, como también ante innumerables ideas y frases presentes en Marx. Lo que es menos claro es que su nuevo horizonte implicara romper con los que la propia evolución de Marx empezaba a abrir.

¿Qué ha significado Quijano para mí? De mi experiencia intelectual y sobre todo personal con Quijano -y entre muchas cosas más-, creo haber absorbido la convicción de que es fundamental dar cuenta de todos los aspectos, de todas las evidencias que la realidad nos presenta; que la teoría es (o debe ser, siempre) la reflexión acerca de una práctica buscando hacerla inteligible. Que no es un esquema que uno “aplica” a la realidad, sino que es el modo de vertebrar lo que conocemos de ella. No es un “marco teórico” dentro del cual deben caber “los datos”, sino que es la concatenación de éstos, sometidos –claro está– a una reflexión crítica. Por lo tanto, la teoría “va por dentro”, de manera prácticamente invisible.

Tendría muchas cosas más para decir, pero creo que esto aquí es suficiente. Por todas ellas repito las frases con la que terminé unas líneas que escribí el mismo día de su fallecimiento: “Esta es la deuda impagable que tengo con Aníbal Quijano. Es el tipo de deudas con las que uno puede vivir y morir feliz»[3].


Notas

[1] Véase “Colonialidad del poder y clasificación social” (2000) Publicado numerosas veces, puede descargarse aquí.

[2] Guillermo Rochabrún: “La reinvención de Aníbal Quijano”. Hueso Húmero No. 64. Lima, 2015.

[3] https://revistaideele.com/ideele/content/mi-deuda-impagable-con-an%C3%ADbal-quijano

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.