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Entrevista al pintor Jon Juanma

«El capitalismo es una negación de nuestra realidad social colectiva»

Fuentes: Rebelión

La actual crisis económica mundial ha puesto en duda el sostenimiento del sistema capitalista. Ante esta situación son numerosas las voces que se alzan para promover un cambio. Jon Juanma (Jon E. Illescas Martínez) es licenciado en Bellas Artes por la Universidad Miguel Hernández de Elche. Este pintor revolucionario compagina la creación artística plástica, con […]

La actual crisis económica mundial ha puesto en duda el sostenimiento del sistema capitalista. Ante esta situación son numerosas las voces que se alzan para promover un cambio. Jon Juanma (Jon E. Illescas Martínez) es licenciado en Bellas Artes por la Universidad Miguel Hernández de Elche. Este pintor revolucionario compagina la creación artística plástica, con la labor de analista político y teórico socialista. Ha publicado numerosas colaboraciones periodísticas en medios digitales, donde expresa su inconformismo ante la actual organización política, social y cultural de los países capitalistas. Un artista comprometido, que intenta trasmitir a través su pincel el amor y la fe en el ser humano. Se le atribuye la creación del » Sociorreproduccionismo Prepictórico», un sistema de distribución socialista y acceso a la pintura para todas las clases sociales y rentas. En la actualidad trabaja como investigador en la Universidad de Alicante sobre las industrias culturales capitalistas en el sistema mundial.  

 Pregunta . ¿Considera, tal y como algunos pensadores sociales contemporáneos afirman que el capitalismo se aproxima a su fin?

Respuesta . El capitalismo viene mutando desde que comenzó su andadura hace ya varios siglos, necesita hacerlo para adaptarse a la realidad siempre cambiante, a la correlación de fuerzas con las clases antagónicas y los colectivos o sujetos que conscientemente quieren finiquitarlo o reformarlo en un sentido socializante. También lo hace con cada nuevo estadio tecnológico. Pero, si estos autores se refieren a un cambio de un sistema de clases como el capitalismo hacia un sistema de corte más igualitario, donde el excedente sea gestionado democráticamente por el conjunto de los trabajadores, ese cambio deseable está por ver, y dependerá exclusivamente, de la fuerzas de los sujetos que quieran finiquitarlo a la par que la unidad y simpatía que su proyecto pueda generar en las clases populares. Algo parecido vienen apuntando acertadamente, en mi opinión, autores como Immanuel Wallerstein.

P. ¿Por qué la crisis actual debe ser vista como la expresión de la fase terminal del capitalismo y no como otra crisis cíclica más dentro del sistema, como opinan algunos?

R. Como estudiaba el profesor Giovanni Arrighi, las crisis del capitalismo por supuesto son cíclicas y consustanciales a este sistema destructivo «per se» desde sus primeras crisis ya en su fase comercial, como por ejemplo aconteció durante el siglo XVII en los Países Bajos con la especulación en torno a la compra de bulbos de tulipanes o la más reciente y conocida por todos del «Crack del 29» que produjo una recesión en el sistema mundial de prácticamente una década de duración en el pasado siglo. En el capitalismo se intercalan fases de expansión de la demanda (casi siempre por intervención del estado) que a su vez fomentan la producción y producen sustanciales ganancias que se concentran en la cima de la pirámide social y decrecen proporcionalmente según nos vayamos deslizando a su base. Pero, cuando los mercados se saturan al no tener posibilidad de seguir comprando, porque los consumidores no tienen dinero o necesidad de comprar al ritmo que la clase capitalista desea o requiere para mantener o aumentar año tras año sus beneficios, entonces se produce: destrucción de empleo, cierres de fábricas, ayudas a los empresarios, etc. Es parte del caos intrínseco de la producción capitalista: su déficit de planificación y la lógica del beneficio privado versus el beneficio colectivo. El capitalismo es una negación de nuestra realidad social colectiva. Nunca el ser humano ha sido más dependiente del trabajo de sus semejantes para tener satisfechas sus necesidades básicas como en la actualidad, en cambio el principio que ordena toda nuestra economía contradice esta realidad empírica fundamentándose en el supremo interés privado de una minoría. La novedad de esta crisis es que se produce en una época de capitalismo neoliberal, caracterizada por el dominio del capital financiero sobre el productivo. Un dominio tal que se ha transformado en divorcio. Los mercados de pura especulación personificados en las principales bolsas de valores de todo el mundo mueven aproximadamente 100 veces más dinero que el que el conjunto del comercio real de bienes y servicios. Y esta cifra fue aumentando durante toda la década de los noventa y la primera del presente siglo gracias a las desregulaciones estatales que lo fueron permitiendo. El régimen capitalista tiene un problema ya avizorado por Marx en el siglo XIX y es la llamada «tendencia decreciente de la tasa de ganancia». Resumiendo a grosso modo podríamos decir, que ésta viene a decirnos que la ganancia de cada mercancía que el capitalista vende (desde un tornillo hasta un automóvil), en la medida en que tenga que comprar capital constante (máquinas, tecnología, etc.) para producirlas y ese monto vaya creciendo en relación a lo que viene invirtiendo en mano de obra (trabajadores) el beneficio extraído por la venta de cada producto será crecientemente inferior, porque a las máquinas no se las puede explotar por encima de sus posibilidades. Las máquinas tienen una vida útil que ya va incluida en el precio que pagó el capitalista de nuestra fábrica imaginaria al capitalista que se la vendió, al igual que el gasto de mantenimiento. Tampoco puede reproducirse entre ellas más o menos según las necesidades del capitalismo. Esto sí ocurre con la mano de obra, los trabajadores, que pueden reproducirse más o menos y sobre todo, se les puede explotar alargando la jornada laboral o disminuyendo el sueldo por debajo de la media que se le esté pagando a un obrero en similar puesto de trabajo. En definitiva, lo que ocurre es que es el trabajo humano, que es el creador auténtico de toda riqueza, si vas suprimiéndolo te vas quedando sin riqueza. Si al final todo fueran máquinas no habría obreros-consumidores a los que vender sus productos. Pero, volviendo a tu pregunta anterior, esto no significa el fin de la sociedad de clases, se podría volver a una especia de sociedad esclavista altamente tecnificada en la que ya no fuera el capital el eje de la producción y el enriquecimiento sino simplemente la extracción de excedente pura y dura por métodos nada amigables. Que ese escenario no se transforme en realidad depende del trabajo colectivo de todos en pro de un proyecto que pongan las necesidades humanes como eje de la economía y no el interés de una élite privilegiada como ocurre ahora.

P. ¿Hay sectores que piensan que el capitalismo y el socialismo se necesitan mutuamente o por el contrario son incompatibles?   

R . Si el socialismo lo entendemos como lo entendió el movimiento obrero en su lucha ascendente por derechos sociales en el siglo XVIII, XIX y XX, o incluso como lo entendieron antes los llamados socialistas utópicos tales como Thomas Moore o Müntzer en el sentido de un sistema liberador de la explotación del hombre por el hombre, te respondería que no, y así es como lo entiendo yo. En cambio si me hablas del llamado «socialismo de Estado» o del «keneysianismo» te diré que eso es más capitalismo, más o menos malo, pero no socialismo. Por otra parte una falacia del pensamiento único neoliberal, ya en declive, fue la de vendernos que el neoliberalismo era menos intervención del Estado en la economía. Esto fue una mentira absoluta porque todos los gobiernos neoliberales, como fue el caso del clásico ejemplo de Reagan, intervinieron incluso más en los mercados que otros llamados «socialdemócratas» o «keneysianos». La diferencia fue que se sirvieron del Estado para aumentar los intereses de la élite y de las clases altas en contra de las rentas del trabajo como apuntan, entre otros, David Harvey o Vicenç Navarro. Para lo que sí eran neoliberales de manual estos gobiernos era para que los países dependientes, los empobrecidos, siguieran una no intervención ortodoxa en su economía para que ellos (los gobiernos de los enriquecidos) pudieran hacer y deshacer a su antojo con la connivencia inestimable de las clases altas de los países empobrecidos. El capitalismo siempre necesitó al Estado, pero uno que fuera amigo, cómplice, facilitador, que permitió al los capitalistas acaparar y al capitalismo desarrollarse, haciéndose cada vez más poderoso y omnipotente, penetrando en más y más espacios de la vida social, por definición justo lo contrario: colectiva.

P. ¿El socialismo no sería viable sin una base capitalista?

R. Este debate es ya clásico y se ha vertido mucha tinta desde las filas marxistas, desde el propio Marx a Engels que así lo creían, o Lenin y Trotsky que pensaron en industrializar desde el Estado y que éste fuera el «padre capitalista» bajo la supervisión de los trabajadores más concienciados agrupados en el Partido Comunista. Pero ya sabemos que pasó después y cómo acabó todo. Una parte importante de la élite dirigente soviética llegado el momento, entendió que le era más lucrativo explotar a los trabajadores bajo un marco capitalista que bajo el marco de propiedad teóricamente colectiva que imperaba en la URSS por aquellos años 80 del siglo pasado. Se quitaron la careta y siguieron controlando un Estado capitalista, que continuaba extrayendo plusvalía de sus obreros, pero desde el fin de la URSS sin las molestias de una legislación socializante o un proyecto «teórico» de vía al comunismo que obligaba a no hacer según qué cosas delante del público y a repartir más la producción colectiva. El debacle del nivel de vida de los trabajadores orientales en los países llamados «socialistas» después de la restauración capitalista que sufrieron es algo harto sabido y estudiado al igual que el aumento de las mafias en estos países y su paulatina integración en la economía-mundo gracias a la libre circulación de capitales. Esto es algo que está estudiado incluso, en los informes de la propia INTERPOL. La conexión/imbricación entre el capital mafioso y el legal se hizo cada vez más íntima gracias a la desregulación de flujos de capital y ha estado detrás de muchos hechos aparentemente inexplicables de la política mundial.

P. ¿Cree qué el capitalismo podrá transitar hacia la consolidación de un esquema más solidario, a través de la llamada responsabilidad social empresarial por la que algunos sectores abogan, ya que piensan que el capitalismo es la única opción que tiene un mundo tan competitivo y globalizado?   

R . Esto sería un chiste de mal gusto, sino fuera por lo que nos bombardean con esa propaganda y cómo ese pensamiento infantiloide se ha ido arraigando incluso en la Academia.

Es como si les dijeran a los esclavos en el Imperio Romano que la esclavitud iba a cambiar porque los patricios esclavistas convertidos al cristianismo juraran ante la Biblia que iban a ser «responsables», «buenos», con ellos. ¿Muy «responsables», pero sin quitarles las cadenas no? Ni los patricios querían tanto a los esclavos, ni la élite capitalista nos quiere tanto a los trabajadores como para reducir voluntariamente sus ganancias para que nosotros, que les importamos absolutamente nada, vivamos mejor. Por otra parte, tendrían que ser todos los capitalistas los que se apuntaran con igual énfasis a este espíritu New Age, porque con que uno de ellos no quisiera y no aplicara esa «responsabilidad social», éste obtendría más beneficios e iría haciéndose con el mercado en detrimento de los otros empresarios «responsables». Por tanto esos llamados «morales» a la responsabilidad empresarial son simplemente, puro cuento. Y los cuentos como sabemos se los cuentan a los niños para que se vayan a dormir.

P. La empresa capitalista necesita tener compradores, y, si no genera condiciones para que haya compradores también muere… Pero ante la situación actual… ¿Qué se impone?, ¿Capitalismo solidario o Socialismo del siglo XXI?

R. Será resultado de la correlación de fuerzas y la lucha política y social que mantengan (si la mantienen y allí donde se dé) agentes sociales con intereses encontrados. Como te he dicho anteriormente, puede no ser ninguna de las dos. Por ahora, por ejemplo, los gobiernos occidentales de Europa alternan un socialismo para los muy ricos, salvando bancos y favoreciendo fusiones de empresas de solvencia dudosa, con un neoliberalismo para los trabajadores (prolongación de la jornada laboral, prolongación de la edad de jubilación, mayores facilidades para el despido, etc). Algunos gobiernos de Latinoamérica, en cambio, están planteando la necesidad de superar el capitalismo por un socialismo democrático como es el caso del boliviano, venezolano y ecuatoriano, por citar algunos.

P. ¿Qué es el Socialismo del siglo XXI?

R. La teoría la desarrolló el economista Heinz Dieterich y hace referencia a un sistema de progresiva substitución de la sociedad basada en el valor de cambio (capitalismo) por la basada en el valor de uso. Para ello establece la aparición de dos sistemas contables, uno basado en la tasación capitalista y otro basado en la tasación socialista que se establecería atendiendo al tiempo utilizado para desarrollar un determinado bien o servicio. Pero más comúnmente el término se refiere a la necesidad de superar el capitalismo en términos socialistas sin hacer referencia a los sistemas socialistas de partido único del siglo XX con toda su ristra de errores y publicidad negativa que tienen en las masas de todo el mundo (gracias también a la inestimable «publicidad» que les hicieron las agencias de información capitalista una vez derribados o auto-inmolados esos sistemas) En definitiva, es una nueva etiqueta para replantear al mundo, que huye de otra clásica con un pasado cargado de pecados (algunos ciertos y otros exagerados o inventados) desde diferentes perspectivas transformadoras con un objetivo común: poner la economía y la política del sistema al servicio de las necesidades de las mayorías, que hoy como ayer siguen siendo: alimento, techo, democracia y libertad.

P. ¿Qué opina de los que piensan que el sistema capitalista no desaparecerá porque no existe alternativa alguna para remplazarlo?

Sí existen alternativas, desgraciadamente a nivel global, la hegemonía hoy por hoy es claramente capitalista. Es ahora que recientemente los movimientos populares y otros agentes sociales como algunos partidos de izquierda están apostando claramente por el socialismo. Queda mucho camino por recorrer para intentar derrocar el sistema capitalista mundial. Falta sembrar conciencias, afinar los proyectos de cambio y profundizar las sinergias internacionales.

P. ¿Cuál es la alternativa?

R. Hoy como ayer sigue siendo el socialismo la única posible, desde la perspectiva de la democracia y la justicia social, desde la perspectiva del ser humano, de la colectividad. Desde la de los poderosos podría ser un capitalismo con nuevas reglas de juego. Posiblemente de características más autoritarias que las actuales acercándonos a un cierto neofascismo (ya latente en nuestra sociedad), incluso pudiendo desembocar, como apuntaba antes, en una sociedad neoesclavista fundamentada en un control exhaustivo de las comunicaciones, una casi nula libertad de pensamiento por medio del control de las industrias culturales y las academias y un trabajo no retribuido o paulatinamente substituido por mano de obra directamente esclava sin subsidios sociales y sin contrato de por medio.

P . Algunos políticos e ideólogos afirman que l a izquierda se ha muerto y que no ha sido capaz de elevarse sobre el caos para ofrecerse siquiera como posibilidad ¿Qué opinas sobre estas afirmaciones?

R . Que si bien el estado actual de la izquierda, en el conjunto del sistema mundial, es bastante deplorable comparado con otros tiempos, también es cierto que viene remontando desde la orgía neoliberal y cada vez, lo hará con más fuerza. Prueba de ello es el llamado «Compromiso de Caracas» firmado a finales del pasado año por diversos partidos de izquierda de todos los continentes para la formación y el debate en la creación de la V Internacional. Una internacional, que a diferencia de la II donde se encuentra actualmente el PSOE junto con otros partidos social-liberales del mundo, tendría como objetivo la substitución del sistema capitalista por el socialista y no su mera reforma. En Oriente la lucha de clases siga bien viva pero casi no se nos informa de ello en los medios de (des)información masiva. En Nepal o la India, por ejemplo, existen partidos comunistas fuertes que han llegado al gobierno democráticamente (como en Partido Comunista de Nepal Maoísta que gobernó hace poco) y grupos comunistas revolucionarios como los naxalitas (maoístas), que controlan varias zonas de no menos de una decena de estados en el segundo país más poblado de la Tierra y que según el primer ministro indio representaban el primer problema del país. O sea que los defensores del fin de la historia, si es que todavía queda alguno, están de mala suerte. La lucha de clases seguirá viva de uno u otro modo mientras las clases existan. A veces será velada, otras más o menos marginal y en algunos momentos se torna/tornará en enfrentamientos directos y visibles, en insurrecciones que pueden o no desembocar en revoluciones.

P. ¿Qué opinas de las alternativas políticas que actualmente tiene España?

R. Que el PSOE como se ha visto, no es ninguna alternativa, simplemente representa el brazo más amable de esa coalición perenne y no confesa que forma en todas las elecciones con los populares: el llamado PPSOE. Dentro de la coalición tácita, el PSOE ejerce el papel de poli bueno, y el PP el poli malo (de cara a los sectores populares con conciencia de serlo), pero los dos trabajan para el mismo patrón (en nuestro ejemplo «la comisaría» y en el mundo real la élite capitalista de los países centrales). Cuando hablo del PSOE o el PP me refiero a sus élites dirigentes, por supuesto, no a sus bases. Izquierda Unida, por su parte, se encuentra estancada por sus propias divisiones internas, la incapacidad de gran parte de su dirigencia de salirse de los esquemas clásicos de la política y de lo políticamente correcto junto a la dificultad de establecer un proyecto unitario ante los múltiples reinos de taifas en que se divide esta federación. También, por supuesto, por una ley electoral que la infrarrepresenta en el Congreso y el Senado, consenso del PPSOE y clave de la Restauración Monárquica posfranquista. Creo que IU debería acometer una auténtica refundación o una implosión definitiva que liberase lo aprovechable de esta formación y permitiese su unión con otros sectores de la izquierda actualmente atomizados, que de verdad apuestan por el socialismo como eje del cambio social. A su vez, debería ser más transparente y democrática en su funcionamiento e implicarse de un modo radicalmente distinto con los movimientos sociales y los sectores populares, para poder ilusionarlos y hacerlos confiar en un proyecto que actualmente se haya continuamente hospedado en la UVI, asistido como colchón disidente de seguridad por el propio sistema con el que supuestamente se debería enfrentar. IU es un proyecto marchito y decadente, que si no sabe adaptarse a las nuevas realidades sociales, si no sabe superar las dificultades y estar del lado de los explotados, será arrastrado por la Historia. Lamentablemente, en este país la mayor parte de las gentes honestas de izquierdas están en el PSOE, en IU, en grupúsculos políticos autoproclamados «revolucionarios» o en su casa. Y sin duda, desde casa poco vamos a cambiar la sociedad. También existen algunos que desengañados de los grupos políticos (no sin razones) se hallan en diferentes ONG (Oxfam o cualquier otra de tipo reformista-caritativa) u organizaciones ciudadanas de ecologistas (tipo Greenpeace o Ecologistas en Acción) o por la democratización de la economía y el sistema financiero (como ATTAC). El proyecto de IU, que nació hace casi 25 años ante la necesidad de coaligar a la izquierda fuera del PSOE ante el rechazo de gran parte de la población a la entrada de España en la OTAN, sigue siendo necesario y pese a sus numerosos defectos, se llame IU o se llame de otra forma, ese proyecto es el único posible, haciendo las necesarias y profundas transformaciones democráticas y organizativas. Otra clave sería una unión de la formación federal con los partidos revolucionarios del País Vasco y Cataluña que apuestan por la independencia, pero también por el Socialismo. Llegar a acuerdos tácticos con ellos, desde el respeto por la diferencia, y luchar juntos contra los enemigos compartidos, desde la democracia, el movimiento obrero y el activismo cultural. Muy importante es que la izquierda rompa con los sindicatos amaestrados, o los haga implosionar haciendo entrismo, barriendo a sus dirigentes moderados, cuando no directamente corruptos.

P. ¿Cree que algún día se revertirá la actual situación del bipartidismo español?

R. Puede ser, pero podría ocurrir que entrara un tercer partido, llamado «centrista» que actuara de visagra entre los clásicos y no cuestionase el sistema. Podría ser UPD o como acaba de suceder en las elecciones inglesas, los liberales. O sea gente con grandes sumas de dinero detrás.

P. ¿Qué deberá ocurrir para que la sociedad se movilice?

R. Que tenga una organización o unas organizaciones competentes que lo permitan. Quejarse en el bar o con los compañeros de trabajo no provoca cambios, a no ser que pasemos al siguiente paso de la organización. Dispersos, por pequeñitos, no somos nada. Nuestra única posibilidad es unirnos y es por eso que debemos organizarnos. Pero de un modo inteligente y productivo, incluso diría alegre, para no cansar a los activistas en constantes movilizaciones sin un objetivo definido y con un programa bien interiorizado. Es necesaria la democratización de los sindicatos y la revocabilidad permanente de los dirigentes por las bases en cualquier momento, y no como en la democracia burguesa, cada cierto número de años.

P. ¿De qué forma el arte y los artistas pueden contribuir a un cambio en el sistema?

R. Como el resto de los seres humanos: organizándose y «mojándose».

P. ¿Cuál cree que debe ser el papel que los artistas tienen que adoptar?

R. Bajo mi perspectiva humanista y favorable al socialismo democrático: el de ser valientes y ponerse del lado de los oprimidos.

P. Tus obras se alimentan de realismo, expresionismo y surrealismo, ¿Por qué la elección concreta de estos tres movimientos artísticos?

R . Hay más, pero esos tres están en mi obra porque primero de todo, son figurativos, y yo defiendo un arte figurativo, que al pueblo le transmita un mensaje. El expresionismo y surrealismo los utilizo para emocionar con el lenguaje propio de las artes plásticas. De nada sirve una obra de arte «política» o «social» que diga mucho y no transmita nada, porque para eso sería más fácil escribir un panfleto político al uso.

P. Con motivo de tu última exposición «Arte Popular», donde mostrabas lo más destacado de tu producción artística, dio a conocer el » Sociorreproduccionismo « , un sistema de distribución socialista y acceso a la pintura para todas las clases sociales y rentas ¿Cómo surgió la idea?

R. Surgió de la necesidad de liberar el arte de las manos de los únicos que podían pagarlo: las clases acomodadas. Me jodía pensar que ese arte con una filosofía tan igualitaria y rebelde que estaba creando sólo pudiera ser poseído por personas acomodadas. Esta contradicción me asqueaba, restaba credibilidad y fuerza a la obra. Surgió por tanto del deseo rebelde de acercar ese arte al pueblo del que me siento parte y al que me dirijo en mis obras. También de la necesidad que sentía, que dentro de estas personas, las diferentes capacidades adquisitivas se redujeran al máximo a la hora de acceder a una de mis obras. Intenté crear un sistema lo más socialista posible, dentro de un mundo descaradamente capitalista.

P. ¿Algún nuevo proyecto?

R. Siempre ando dándole vueltas a la cabeza, pero actualmente me encuentro totalmente centrado en mi trabajo de investigador en la universidad sobre las industrias culturales capitalistas, en el marco del sistema mundial. A la par, intento seguir desarrollando mis obras plásticas y compartiendo mi pensamiento en escritos hechos públicos gracias al apoyo de personas que valoran mi trabajo, a las que quiero transmitirles mi más sincero agradecimiento.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.