Con el argumento de que la «educación» es el gran remedio para (casi) todos los males sociales e individuales, se la usa como una de las más «respetables» trincheras ideológicas burguesas aparentemente irrefutable por su, no menos aparente, «filantropía». En realidad es un arumento hipócrita, insustentable e ilusionista. Sin apología alguna por la ignorancia, recordemos […]
Con el argumento de que la «educación» es el gran remedio para (casi) todos los males sociales e individuales, se la usa como una de las más «respetables» trincheras ideológicas burguesas aparentemente irrefutable por su, no menos aparente, «filantropía». En realidad es un arumento hipócrita, insustentable e ilusionista. Sin apología alguna por la ignorancia, recordemos que las revoluciones son impulsadas por la fuerza inmensa de la clase trabajadora que, a pesar de sufrir los estragos del capitalismo, en su trabajo, en su salud, en su vivienda, en su riqueza natural, en su conciencia, en su cultura y su estado de ánimo… cada día cobra mayor conciencia de lucha. Eso no es por estar «bien educados» sino por, entre otras razones, la clase trabajadora impulsa su conciencia y se educa, con sus fuerzas propias, para afianzarse en la batalla por emanciparse.
A la «educación» que la burguesía imparte, junto a sus miserias y falacias, se la baña con saliva limosnera. Nunca faltan los demagogos dispuestos a teñir con gestos de dádiva grandilocuente lo que en realidad debe ser el cumplimiento de una obligación y un derecho, social e histórico, conquistado por los pueblos. Los que se creen dueños del «saber», metidos a mercaderes del conocimiento, van por el mundo dictando cátedra sobre su «bondad», extraterrestre, expresada en «dar educación al pueblo». Y pasar factura, desde luego. Y repiten, con ignorancia impúdica, que la «educación» lo arreglará todo. Hablan, claro, de su «educación» que es su gran negocio.
La maquinaria «educativa» financiada por la burguesía, en todos sus niveles y extensiones, (y con excepciones honrosas) es una maquinaria de guerra ideológica empeñada en sistematizar, en las aulas, los modos y los medios para amaestrar personas, para inocular la ideología de la clase dominante disfrazada con «prestigio científico» y para hacer tragar a los pueblos la «dignidad culterana» de las más vergonzosas teorías pseudocientíficas, y los más bochornosos exorcismos al capitalismo. Diariamente un ejército de «educadores» serviles infesta los espacios «académicos» (públicos o privados) para hacer creer a los «estudiantes», gracias a un salario mayormente mediocre, que el «saber», autorizado por las oligarquías y sus instituciones, es la verdad revelada que los conducirá a un futuro de «bienestar» a cambio de entregar su cerebro con docilidad y servilismo. Espejismos del cuentapropismo académico parasitario y decadente. Y lo avalan con títulos de pre-grado, grado, post-grado… el fetichismo de los títulos académicos.
Ese modelito de falacias y extorsiones «educativas», ¡institucionales!, ha tendido trampas «lógicas» a diestra y siniestra para garantizar la sobrevivencia de un monstruo burocrático costoso, anacrónico, anti-democrático, autoritario y discriminador basado en reproducir en las aulas les relaciones obrero- patronales. Todo revestido con palabrería «científica» para hacer creer que es «conocimiento» cierto, ese magma de ignorancia, limitaciones y petulancia que desparraman diariamente millones de «educadores» cómplices de la farsa. Eso, claro, con la bendición de los jefes que no son menos serviles, ni menos cómplices, ni menos ignorantes que sus súbditos «cultos». Aunque «administren» o «gerencien» bien.
No hay atenuantes, la historia de la educación burguesa, que por momentos fue exitosa sólo para la clase dominante, ha sido un fracaso horrísono que al proletariado sólo trajo penurias, gastos inmensos, estigmas, maltrato, marginación e inutilidad pasmosa. Una educación emancipadora está todavía por venir cuando sepamos des-mitificar y modificar el estado actual de esa «Educación» burguesa que no ha resuelto, ni resolverá, los verdaderos problemas de fondo. Los «grandes avances» burgueses, en ciencia y tecnología, se traducen mayoritariamente en penurias y explotación para los pueblos. Eso no lo tapan las migajas «educativas» de las demagogias.
Está en crisis la Educación originada por los aparatos burgueses para la dominación ideológica, como expresión de la Crisis de Dirección Revolucionaria que aqueja a la humanidad. Tal «crisis», ya añeja, en el sentido de crisis rumbo y en el sentido de crisis de dirigentes, debe ser objeto supremo de la Educación Revolucionaria que bien debe servir como motor organizador que refresque y expanda la conciencia de la humanidad y libere los millones de categorías y conocimientos que le han sido vedados o secuestrados por obra y gracia de la ideología, y los intereses, de la clase dominante.
Algunos luchamos por una Revolución Educativa internacionalista, que sea producto de la gran Revolución Socialista impulsada por los trabajadores de todo el mundo. Algunos luchamos, e inventamos salidas, desde trincheras diversas. Quisiéramos la ciencia emancipada y al servicio de la humanidad y no la ciencia mercachifle que se adueñó de los centros de estudio para domesticar cerebros y ganancias. Quisiéramos terminar con los latifundios académicos y el besamanos doctoral. Quisiéramos vida democrática plena en las aulas, quisiéramos cultivo colectivo del conocimiento, quisiéramos docentes, estudiantes y científicos hermanados, hombro a hombro, con las luchas de los pueblos, especialmente en la lucha contra la ignorancia y la miseria intelectual. Quisiéramos educación y ciencia en plena Batalla de las Ideas, quisiéramos alegría y moral de lucha en el descubrimiento del saber, quisiéramos la ética socialista como epistemología de las ciencias y la pedagogía emancipadora sin las aberraciones «didácticas» que la niegan. Quisiéramos un programa educativo mundial no subordinado al interés de la usura, ni al negocio de élites, ni a la idolatría burguesa… «Necesitamos otra educación para otra sociedad y otra sociedad para otra educación» KM. No es mucho pedir.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.