Mario Hernandez.- Han pasado montones de cosas en estos 2 meses en los que no nos hemos comunicado. ¿Por dónde podemos empezar? Ricardo Antunes.- Hay muchas dificultades, podríamos empezar a hablar de la crisis profunda que se abrió entre Bolsonaro y su partido, la escisión dentro del núcleo del bolsonarismo. La segunda cuestión es el […]
Mario Hernandez.- ¿Por dónde querés comenzar?
Por suerte para nosotros, las oposiciones de izquierda, la incapacidad política de Bolsonaro y su núcleo duro crea entre ellos una situación completa de guerra entre grupos que disputan el poder. Esto por un lado es preocupante porque es un gobierno que no tiene el más mínimo equilibrio político. Por otro lado es mejor que si fuera un gobierno de extrema derecha ordenado y organizado, como el de Orban en Hungría o en otros países donde la extrema derecha es más dura porque es calificada. Aquí es muy dura pero es completamente descalificada, lo que crea una situación favorable para las oposiciones.
Nadie puede decir hoy, diciembre de 2019, si Bolsonaro va a terminar o no su gobierno. Es una incógnita. Este trimestre tuvo un pequeñito crecimiento pero está cerca del 1% lo que para una economía del tamaño de la brasileña es un cuadro próximo a la recesión. Es más, este pequeño crecimiento que se presentó en este trimestre, no es garantía de que en enero, febrero y marzo no vuelva a entrar en decrecimiento, porque como todos sabemos este período más próximo de las fiestas siempre se da un pequeño crecimiento en el consumo, pero que luego en los primeros meses del año suele desacelerarse.
Entonces esta es la situación brasileña, un descontrol político completo, una crisis que no para de crecer, una política de destrucción completa de todos los derechos sociales y una parálisis de todos los movimientos sociales de la izquierda, que también es muy preocupante.
Mario Hernandez.- ¿Cómo impacta en este contexto la libertad de Lula?
Ricardo Antunes.- Es una cuestión compleja, tiene muchos impactos, primero en el núcleo del PT y su entorno impacta positivamente, en el sentido que su principal líder regresó y con eso el PT gana su conducción que siente personalizada en la figura de Lula. Por otro lado, en el otro extremo, en la derecha hay otro riesgo de polarización, porque los medios, la prensa, internet dicen que hay una polarización en Brasil entre la figura política de Bolsonaro y la de Lula. En tercer lugar, en las izquierdas, más allá del PT, a la izquierda del PT el cuadro es contradictorio.
Por supuesto que la liberación de Lula significa que un proceso jurídico fue dirigido completamente por una orientación política y la constatación de este hecho hace que la libertad de Lula sea justa, jurídica y políticamente hablando. Es justa porque no hay elementos objetivos que puedan probar una corrupción comandada por Lula. Yo ya lo dije muchas veces en varios medios de América Latina que no hay dudas de que hubo corrupción en el PT, pero una cosa es corrupción de los sectores dominantes del PT, otra cosa distinta es incriminar directamente a Lula por un crimen que no tiene elementos comprobatorios y efectivos.
Pero esto trae una cuarta consecuencia que es el retorno del Lulismo que en mi opinión, Lula es el mesías de la izquierda, así como Bolsonaro es el mesías de la extrema derecha. Me refiero al mesías como una figura carismática que es una especie de un dios real. Yo soy profundamente crítico del Lulismo, uno de los puntos críticos del PT es que no existe una oposición fuerte y firme a este comando, a este liderazgo político casi mesiánico de Lula. Y una parte de la izquierda de la izquierda, como sectores del PSOL, al que estoy afiliado pero digo esto con mucha libertad, hay sectores de la izquierda del PT en esta política brasileña que depende de la persona de Lula.
Para mí, el momento debería ser otro. Las izquierdas brasileñas sociales, políticas y sindicales deberían comprender que este ciclo político del PT y Lula en torno de la conciliación está cerrado. Brasil hoy es un país inconciliable. Y Lula es incapaz de entender eso, él todavía cree, a pesar de haber estado más de un año en la cárcel, que es posible volver a hacer lo mismo y reconciliar el país. No es capaz de comprender políticamente que hay una fractura profunda que divide los dos Brasil, el de las clases dominantes, ricas, señoriales, esclavistas con un pasado esclavócrata y que quieren la penuria y la súper explotación de la clase trabajadora. Y el otro Brasil de los trabajadores y las trabajadoras, de los movimientos sociales, de los negros, de las mujeres, las periferias, los indígenas, los estudiantes, los movimientos de la liberación sexual, etc. Y Lula no comprende que entre uno y otro no hay conciliación posible. Lula desde el impeachment de Dilma jamás hizo autocrítica alguna apuntando errores de su gobierno y de su liderazgo de tipo carismático.
La quinta y última consecuencia, para aquellos sectores más próximos a los sectores populares, los más empobrecidas, miserabilizados, sectores sin ninguna perspectiva de vida, la disputa estará siempre entre un mesías, entre Lula y Bolsonaro.
Estas son las consecuencias de la justa liberación de Lula de la cárcel. Esto es incuestionable, no había pruebas para encarcelarlo. Pero su retorno a la vida política tiene consecuencias muy diferentes, tanto positivas como negativas y puede significar la parálisis de importantes sectores de la izquierda brasileña que en los últimos años solo tuvieron la bandera de la liberación de Lula.
El último punto es que Lula tiene muchos otros procesos, y hay un sector del sistema judicial que es ultra conservador y próximo a la extrema derecha, que continúa firme con el propósito de mantener la culpabilidad de Lula. Un cuadro bastante complejo para comprender el lugar de Lula en 2020.