Las exportaciones argentinas crecen en forma sostenida. Pero la comercialización se concentra en pocas manos. Entre las primeras empresas que vendieron al mundo, las de capital nacional son minoría.
Los datos del primer semestre confirman la tendencia: aunque las exportaciones argentinas aumentan, quienes venden al exterior no son residentes. Un repaso por el ranking oficial de exportadores demuestra que, con la aseveración de que el paradigma del agronegocio es la salvación nacional, las que más se benefician son empresas extranjeras, las mismas que manejan nuestro comercio exterior.
En un país donde el principal producto de exportación es la soja y sus derivados, la empresa que más exportó en el primer semestre por valor monetario de los embarques fue la estadounidense Carrgil, con 1.727 millones de dólares. Esta compañía es la principal comercializadora mundial de «commodities» alimenticios, y obtuvo este sitial en nuestro país debido a la venta del complejo sojero, cerealero y las colocaciones de carne aviar.
El «Top 10» de las empresas exportadoras del país lo completan Bunge Argentina, con 1.197 millones de dólares, Repsol YPF (903 millones), Minera La Alumbrera (898 millones), LDC (779 millones), Aceitera General Deheza (714 millones), Siderca (618 millones), Nidera (606 millones), Vicentín (592 millones) y Molinos Río de la Plata (583 millones).
Así, entre las diez primeras exportadoras, recién en el sexto puesto aparece una compañía de capitales nacionales, Aceitera General Deheza (AGD), cuyo principal producto es el aceite de soja. Luego se ubica en décimo lugar Molinos Río de la Plata, del grupo Pérez Companc, un grupo económico típico de las naciones latinoamericanas, con participación en distintos negocios, muchos de ellos vinculados al Estado.
Además, este cuadro nos grafica la composición de las exportaciones argentinas, las cuales todavía hoy se encuentran muy atadas a la producción primaria. Se trata de ocho empresas que comercian alimentos y sus derivados (Carril, Bunge, LDC, AGD, Siderca, Nidera, Vicentín y Molinos) y las dos restantes pertenecen al rubro energía (Repsol YPF) y a la extracción de minerales (Minera La Alumbrera).
La soja tiene una presencia destacada en este listado, ya que las ocho compañías mencionadas del rubro alimentos participan de la venta de esa oleaginosa. Luego le sigue en importancia la exportación de petróleo y gas natural (a pesar de que Argentina en dos años va a camino a convertirse en importador neto de ambos hidrocarburos) y de cobre y minerales similares.
Por productos, lo que más exportó el país fue combustibles y aceites, con 6.876 millones de dólares, seguido de residuos de aceites, con 4.659 millones; vehículos terrestres (3.877 millones) y cereales (2.957 millones).
Ese listado es una demostración cabal de las consecuencias del modelo primario-exportador, donde se exportan combustibles sin ninguna restricción y a sabiendas de que en breve se va a tener que importarlos, del mismo modo que se colocan aceites vegetales, un tipo de producción sin demasiado valor agregado. En este contexto hasta sería preferible la venta de biodiésel en lugar del aceite virgen.
Merece una aclaración la venta de vehículos terrestres, básicamente automotores. Se trata de una industria estratégica, de alto valor agregado y con un importante efecto multiplicador, pero este desempeño se refiere sobre todo al comercio entre empresas automotrices. Argentina produce una serie de automóviles y camionetas que son exportadas al Mercado Común del Sur (Mercosur) y al resto de los países de América Latina, pero dentro de un intercambio intraempresas.
Así, del mismo modo que las automotrices se encuentran bien ubicadas entre las exportadoras (aunque ninguna se encuentra entre las diez primeras), como contrapartida, son las principales importadoras.
El «Top 10» de las importadoras está encabezada por Volkswagen, con 594 millones de dólares, seguida por General Motors, con 579 millones, Toyota (488 millones), Ford (463 millones), DaimlerChrysler (399 millones), Peugeot-Citroën (342 millones) Renault (333 millones), Siderar (248 millones) y CTI (247 millones) y el ente que administra el mercado eléctrico mayorista (238 millones).
Se puede apreciar que, del mismo modo que se exportan cantidades importantes de vehículos, se ve más que compensado con las importaciones que realizan las propias empresas. Se trata más de un movimiento interno de las compañías automotrices que de operaciones de comercio exterior.
Estos datos oficiales no hacen otra cosa que demostrar que el comercio exterior argentino, pujante por cierto, se encuentra en manos de empresas que tienen su sede fuera del país y responden a intereses propios, muchas veces alejados de los problemas de la sociedad, que no son otros que los derivados de la falta de desarrollo económico.