Eso, a menos que haya otros motivos mucho más allá de los sanitarios, pues en los tiempos que corren ya estamos hartos de saber que el poder se vale sin descanso de engaños, de silencios cómplices, de maniobras y de argucias, unos gobiernos más que otros pero todos, y de ahí vienen las sospechas para quienes permanecemos despiertos…
“Porque, según la OMS, cerca del 50% de los infectados pasa la enfermedad con síntomas leves y sin necesidad de tratamiento; cerca del 20% padece síntomas graves y solo un 2% fallece. Por lo que contagiarse no es mortal en un 98% de los casos (ni en un 50% ni siquiera temible). Por lo tanto, lo más probable es que un ciudadano no se contagie, pero si se contagia lo más probable (en un 98% de probabilidades) es que se acabe curando. Y si contagia a alguien, esta persona tiene el 98% de probabilidades de curarse. Y así con el 98% de la gente a la que pueda contagiar. Por lo tanto, el 98% de la población no tiene nada que temer. Y además, al contagiarse la población se va inmunizando y con ello el mal pierde virulencia. Lo que hay que evitar es que ese 98% contagie al 2% restante”. (Nacho Dueñas)
Por consiguiente, parece diamantino que la solución está en aislar a ese 2%, es decir, a la población de los mayores exclusivamente, tengan estos o no patologías. Con estos cálculos, en Holanda, por ejemplo, salen libremente de sus casas los ancianos y los demás están confinados. Con estos datos y con este mismo cálculo, lo que debiera hacer España, ya que no se hace en Holanda, contagiada también por el aturdimiento, es confinar exclusivamente a los ancianos…
Pero está visto que la estulticia y la incompetencia, ambas fruto de la histeria, del miedo y de la propia psicosis que ataca a los poderes públicos, a los médicos y a los expertos cuyo exceso de celo a menudo causa más estragos que soluciones, España está condenada de la manera más absurda y necia a hundirse en la miseria. Porque tampoco parecen darse cuenta todos los responsables que también corre peligro severo parte de su población no anciana, de contraer enfermedades nerviosas y mentales por tan largo confinamiento, un confinamiento equivalente al encarcelamiento sin causa ni motivos para su redención pues nada media para redimirse y la redención es lo que justifica la condena…
Jaime Richart, Antropólogo jurista