La semana pasada hablé acerca de la realidad diglósica de las lenguas oficiales de nuestro país, pues el español sigue siendo la lengua con prestigio y más usada sobre las otras lenguas oficiales de relación intercultural, el kichwa y el shuar. Como veíamos, pese a que en nuestra Constitución se ubica a las tres lenguas […]
La semana pasada hablé acerca de la realidad diglósica de las lenguas oficiales de nuestro país, pues el español sigue siendo la lengua con prestigio y más usada sobre las otras lenguas oficiales de relación intercultural, el kichwa y el shuar. Como veíamos, pese a que en nuestra Constitución se ubica a las tres lenguas en el mismo nivel (de relación intercultural), la realidad es distinta, pues el español es la lengua oficial a secas. Además, la educación se enfoca sobre todo en que el kichwa y el shuar, así como el resto de lenguas ancestrales, se adecúen a políticas y a maneras de ver el mundo centradas en el español, y no al revés o de una manera equilibrada.
Es verdad que el español (o castellano, como se lo llama en la Constitución) es la lengua mayoritaria en nuestro país, la que permite nuestra comunicación cotidiana y la que nos relaciona con el resto del mundo. Sin embargo, es egoísta solo mirar hacia afuera (hacia la posibilidad de comunicarnos con el resto del mundo) e ignorar lo que pasa dentro de nuestro país. Existen comunidades y pueblos que se encuentran aislados y que cuentan con menos posibilidades de ‘desarrollo’ (en el sentido capitalista de la palabra) debido a la imposibilidad de comunicarse con los centros urbanos donde se encuentran los poderes del Estado, y en los que solo se habla español. Para muchos, el poco acceso que tienen a la lengua española (mishushimi, o lengua de los mestizos, en kichwa) y el poco conocimiento que los mestizos tenemos sobre su lengua es una gran muralla, que puede incluso causar muertes.
Seguro muchos se preguntan para qué es necesario aprender kichwa o shuar, o aun una de las lenguas ancestrales de nuestro país, y la razón es simple: para construir un país, para que las relaciones sean igualitarias. El idioma kichwa (o runashimi, como lo llaman los kichwahablantes) es hablado en 13 provincias de nuestro país, es decir en más del 50% de las provincias ecuatorianas. El shuar (cuyo nombre completo es shuarchicham), en cambio, es hablado en la mayor parte de las provincias amazónicas, especialmente en Pastaza, Zamora Chinchipe y Morona Santiago. Pensemos, entonces, que en la mayoría del país se hablan otras lenguas aparte del español, y, por supuesto, existen otras como el wao, el tsa’fiqui, el zápara y muchas más. Si tenemos en cuenta esta realidad, conocer al menos una de las catorce lenguas ancestrales reconocidas en Ecuador es una obligación moral con nuestro país y con nuestros hermanos ecuatorianos.
El hecho de que las lenguas ancestrales pierdan terreno en nuestro país las condena a desaparecer y, aunque en nuestro reducido mundo personal eso no tenga mucha importancia, significa la desaparición y la fragmentación de nuestras raíces, y el desconocimiento de nuestro pasado.