El día 22 de Mayo, santa Rita patrona de los imposibles en el santoral, se hace pública la noticia de que destacados lideres europeos democratacristianos, liberales y socialdemócratas han dirigido una carta al presidente de la República Francesa, Nicolas Sarkozy, que presidirá la Unión a partir de julio, y al presidente de la Comisión Europea, […]
El día 22 de Mayo, santa Rita patrona de los imposibles en el santoral, se hace pública la noticia de que destacados lideres europeos democratacristianos, liberales y socialdemócratas han dirigido una carta al presidente de la República Francesa, Nicolas Sarkozy, que presidirá la Unión a partir de julio, y al presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, para que se constituya un Comité Europeo de Crisis, para «evitar o limitar los riesgos provocados por las crisis financieras», para hacer contrapeso a los mercados financieros [1] . La iniciativa surge del ex primer ministro francés Michel Rocard y su homólogo danés Poul Nyrup Rasmussen contando con las firmas de los ex presidentes de la Comisión Europea Jacques Delors y Jacques Santer, y los ex primeros ministros Helmut Schmidt (Alemania); Lionel Jospin (Francia); Göran Person (Suecia); Massimo d’Alema (Italia) y Pavo Lipponen (Finlandia). También ha mostrado su total apoyo, aunque no firma el documento por presidir el comité de reflexión sobre el futuro de la Unión, el ex presidente del Gobierno español Felipe González.
Con el lema «los mercados financieros no pueden gobernarnos», señalan que el problema está en el modelo actual de gobierno económico y de las empresas basado en una débil reglamentación, con escaso control y una oferta demasiado débil de bienes públicos. Expresan su preocupación por el doble fenómeno que se está produciendo: la desigualdad creciente de los ingresos junto a un aumento continuo del sector financiero. El aumento del capital financiero ha sido tan impresionante en los últimos años que ya representa 15 veces el valor del producto interior bruto (PIB) de todos los países. La crítica por los efectos perversos del poder que han adquirido las instituciones financieras es uno de los asuntos centrales del documento. El mundo de las finanzas, señala, ha acumulado una masa gigantesca de capital ficticio pero que mejora muy poco la condición humana y preservación del medio ambiente. Esta crisis financiera, añade, ha permitido ver más claramente las alarmantes disparidades de renta que no han hecho más que aumentar en las últimas décadas. Todo ello, añade, con la ironía de que los salarios y las primas de los ejecutivos han alcanzado niveles extremadamente elevados, mientras que se estancaba o bajaba la rentabilidad de sus empresas.
Para comprender el significado político de este documento tenemos que comprender el papel del Estado en el actual capitalismo agonizante que hemos dado en llamar globalización, de actualidad no sólo por el mencionado escrito dirigido a Sarkozy sino también por los llamados a regular los mercados financieros internacionales efectuados por George Soros en Davos y estos días con la presentación de su último libro [2] «El nuevo paradigma para los mercados financieros: la crisis crediticia y su significado», y por Warren Buffet recientemente en Madrid, el hombre más rico del mundo en 2008 según la lista Forbes, pero ¿el más poderoso?
Sistema de dominación y Estado
El Estado surge de la sociedad y refleja en cada momento histórico su realidad política y civil. Desde la aparición de la propiedad privada la sociedad ha estado dividida en clases, y esta división supone la creación de un sistema de dominación de una sobre la otra u otras. Los sistemas de dominación han ido variando a lo largo de la historia y los territorios. El primero fue la fuerza bruta, pero ya los antiguos egipcios desarrollaron sistemas más sofisticados basados en las creencias religiosas, es decir, en el miedo y el culto a la muerte para justificar el poder ante los dominados y «estabilizar y cohesionar» una sociedad en conflicto permanente.
El sistema de dominación social es más amplio que el Estado, y este es más que el Parlamento, Gobierno y Jefatura del Estado, sea esta monarquía o república.
El Estado es el instrumento ordenador del sistema en su dimensión política. Pero al surgir de la estructura social periódicamente existen conflictos entre la sociedad y el Estado, que terminan siempre con las oportunas transformaciones de este último como ocurrió en la transición política española, tan alabada por la derecha internacional, donde se transformó el Estado dictatorial del franquismo, que ya no podía seguir cumpliendo su función de ordenador del sistema, por la Monarquía constitucional. Es decir, se cambia algo para seguir igual, para que el sistema de dominación continúe.
El sistema de dominación se basa en dos tipos de mecanismos [3] : aparatos de coerción, violencia institucionalizada, y aparatos de subyugación ideológica, como la educación, la religión, valores y teorías económicas, medios de comunicación, etc. Tanto los primeros como los segundos pueden ser ejercidos desde el Estado como desde la sociedad civil y los dos, denominados actualmente como «poder duro» y «poder blando» o hegemonía son «poder» es decir, mecanismos de coerción y dominación para el mismo fin. En la transición se denominaba «poderes fácticos» a estos mecanismos, concepto que incluía al ejercito, parte del Estado, como a la Iglesia o poderes económicos, pertenecientes a la sociedad civil.
El sistema social capitalista basa su dominación fundamentalmente en el acatamiento del «mercado» como instancia fundamental de asignación de recursos. La primera consecuencia es la mercantilización de todos los aspectos de la vida, incluido el ser humano que también se convierte en mercancía valorable. L a teoría económica neoliberal, el denominado Consenso de Washington, se ha configurado como el principal instrumento vehiculizador de su hegemonía, «poder blando» según Joseph Nye [4] , aquel que es capaz de atraer y hacer actuar porque lleva a la conformidad o a la imitación, en este periodo que denominan «globalización» que arranca con el comienzo de la década de los noventa. La contestación social mundial surgida en las movilizaciones del Foro Social Mundial la última década del siglo XX y comienzo de este S. XXI, deslegitimando la superestructura económica internacional, y la rebelión de los países denominados emergentes contra esta ideología han sido respondida desde el sistema con la «lucha contra el terrorismo internacional» fomentando una política del miedo y fortaleciendo el aspecto «dominador», el poder duro, socavando y atentando contra los derechos humanos y los fundamentos esenciales de la propia democracia.
El protagonismo de las iglesias como instrumento de subyugación ideológica en este periodo también es significativo. Un componente esencial de la revolución burguesa fue su laicismo; el poder feudal y absolutista basaba su dominación ideológica en la religión, el Estado burgués alternativo tenía que neutralizar esta subyugación para imponerse, de ahí el laicismo beligerante de los constituyentes americanos y de la República francesa. También las contradicciones en las que se movieron los constituyentes de Cádiz en 1812, donde un tercio de los mismos representaban a las órdenes religiosas. En estos últimos tiempos la oligarquía internacional, numéricamente insignificante en la humanidad, recupera las religiones como mecanismo de subyugación ideológica para instrumentalizar a sus creyentes, cualquiera que sea su dios, condicionar la vida política y hacer actividad política como ocurre en todos los países islámicos, pero también en el USA de Bush y en España con la iglesia católica de Rouco y Cañizares.
Las instituciones financieras internacionales surgidas tras la Segunda Guerra Mundial como cristalización de la correlación de fuerzas entre las clases y países dominantes de entonces y la actual ONU han cumplido el papel regulador del Estado en la dimensión internacional hasta ahora, respondiendo a la demanda de mayor o total autonomía intrínseca al propio sistema, por lo que carecen de funcionamiento democrático. La quiebra financiera y de legitimidad del FMI, el Banco Mundial y la OMC, acompañada de la deslegitimización de la actual ONU, consecuencia de la rebelión de la mayoría de los pueblos sometidos y del cambio de correlación de fuerzas provocado por el desarrollo de las contradicciones internas del propio sistema capitalista (NTIC, países emergentes, etc.) marcan la actual crisis orgánica del capitalismo, con la confluencia de graves crisis financiera, económica, social, energética, alimentaría, medioambiental, política y de valores.
En la actualidad el capitalismo como sistema mundial sufre a nivel global un conflicto abierto entre la sociedad mundial y sus instrumentos reguladores internacionales que ya no pueden seguir cumpliendo su función. Pero no hay crisis del sistema de dominación sin crisis del Estado, en cuanto que este es el ordenador del sistema en su dimensión política en un momento dado. Pero no toda crisis del Estado es una crisis global del sistema de dominación, como ocurrió en la transición española. El sistema de dominación se autorregula mediante un complejo sistema de mecanismos que superan el marco de la propia estructura estatal, protegiéndose así de sus propias y periódicas crisis estatales.
Las desigualdades y tensiones provocadas por el sistema son tan manifiestas y graves que sus mecanismos de autorregulación no funcionan y han de ser sustituidos por otro. Ni siquiera la función básica represiva sirve ya al mantenimiento del sistema como demuestran las guerras de Afganistán e Irak. La denuncia del daño que causan los especuladores realizada por ellos mismos, Soros y Buffet, resultaría cómica si no fuera por los sufrimientos de millones de personas tras ella. Los líderes europeos que han dirigido el escrito a Sarkozy son conscientes de que la ruptura del sistema ordenador de las relaciones internacionales trae implícito el desorden y el caos general, la disgregación de la sociedad y la posibilidad de desaparición del propio sistema. Reclaman una reforma de estos mecanismos autorreguladores para perpetuarlo. Cambiar algo para poder seguir dominando; crear un Estado mundial sin salir del propio sistema capitalista. Gobernar los mercados financieros para que el conflicto entre estos y la humanidad no suponga la desaparición del propio sistema capitalista.
Dos respuestas desde dentro del sistema
Los intentos de legitimar los actuales organismos como la Comisión sobre el Desarrollo y el Crecimiento, impulsada por el Banco Mundial presidida por los dos premios Nobel de economía Spence y Solow [5] y que por primera vez ha dado participación a representantes de 15 países periféricos, o la sustitución al frente del FMI del conservador Rato por el socialdemócrata y sionista Dominique Strauss-Kahn y el nombramiento como economista jefe del francés Olivier Blanchard, «crítico con el sistema y lector de Marx en el mayo del 68 francés» según nos venden, están abocados al fracaso.
En épocas de crisis el reformismo es el mecanismo de perpetuación del sistema; los políticos reformistas de izquierda son más eficaces, son su defensa más acabada; por lo que podemos observar como los conservadores proponen a estos para presidir los organismos multilaterales que tan sólo hace cuatro años Bush intentaba monopolizar a través de sus halcones. Desde ellos se intenta un proceso de transformación interna controlada en lo posible, pero conscientes de que el resultado final debe ser diferente a lo que hay.
Existen dos respuestas distintas desde dentro del propio sistema, poniendo de manifiesto las tensiones que la profunda crisis provoca entre diferentes sectores de la propia oligarquía del capitalismo agonizante:
1.- El complejo industrial-militar en alianza con el sector petrolero USA y europeo . Representan el sector hegemónico del capitalismo agonizante y responden a su demanda de total autonomía intrínseca al propio sistema. Defienden el mantenimiento del poder a través del petróleo y combustibles fósiles, por lo que hay que controlar los países que disponen de yacimientos a través del aparato militar y se aprestan a repartirse las reservas fósiles de un Polo Norte descongelado. Han creado un ejercito de mercenarios privado, Blakwater, operativo en la guerra de Irak; controlan las principales cadenas de medios audiovisuales y las cúpulas de las religiones, los actuales aparatos de subyugación ideológica y, por último, están trasladando las sedes sociales de las transnacionales a Dubai, país con un millón seiscientos mil habitantes donde se construye una ciudad para la élite internacional desde la que dirigir sus actividades sin rendir cuentas a nada ni a nadie, aislado de los engorrosos Parlamentos democráticos y de la insatisfacción de las poblaciones. Un fortín aislado por el desierto para controlar el mundo enfrentando y haciendo competir entre si a los Estados nacionales por su dinero. Es la opción unilateral, defendida políticamente por los republicanos en EE. UU. y por el sector encabezado por Esperanza Aguirre en el PP español.
2.- El capital financiero internacional . Lo representan Soros, Warren Buffet, Goldman Sachs, lideres de la UE y China. Defienden una propuesta que relegue al petróleo y demás fuentes fósiles y se apoye en la recuperación de la energía nuclear. El objetivo esencial es pervivir recuperando la estabilidad financiera internacional, para lo que hay que impedir la extensión de los conflictos bélicos en zonas productoras de petróleo y construir un Estado regulador del sistema capitalista mundial que posibilite la permanencia del sistema. Para la UE, sin poder político ni militar real, supone la única posibilidad de autonomía con respecto a EE. UU. La situación de China, que merece un análisis aparte, es similar a la europea; el lema de las olimpiadas de Pekín es «Un mundo, un sueño». Políticamente esta representada por el Partido demócrata en USA, los líderes europeos y el Gobierno Chino. Es el proyecto reformista que Rajoy quiere para el PP. Defienden la reforma de los organismos multilaterales y la construcción de un nuevo órgano regulador internacional como condición para la estabilidad. El reformismo perpetúa el sistema de dominación y es su defensa más acabada.
Esta segunda respuesta manifiesta su impotencia con el mismo escrito dirigido a Sarkozy «solicitando la creación de un Comité Europeo de crisis» para limitar los riesgos provocados por las crisis financieras. Un Comité que no dispondrá ni siquiera del control de la política monetaria de la zona euro y que manifiesta asimismo su impotencia con las propias trasnacionales europeas al criticar a los ejecutivos con salarios extremadamente elevados mientras que se estancaba o bajaba la rentabilidad de sus empresas. Eso si, con declaraciones de este tipo se crea la ilusión de que el sistema se puede reformar desde si mismo con tan sólo exigirle que funcione.
El capital financiero internacional no controla los mecanismos de coerción internacional, el poder militar, que se está incluso independizando del control político de la Casa Blanca y del Senado estadounidense si es que alguna vez lo controlaron, ni los mecanismos de subyugación ideológica, las grandes cadenas de medios audiovisuales y las cúpulas de las religiones.
Un Poder mundial completamente autónomo y aislado de presiones políticas y sociales confluyendo con políticos reformistas al frente de los Estados nacionales, organismos plurinacionales como la UE o MERCOSUR, y de las instituciones multilaterales como el FMI, Banco Mundial y OMC. Este es el horizonte que se divisa. Es llamativo que en la serie de televisión «24» de la cadena de Murdoch, de máxima audiencia en EE. UU. en los últimos años, el actor que representa al Presidente es de color. ¿Desde cuando apostaba Murdoch por Barack Obama?
La respuesta de la humanidad
Que vivimos una profunda crisis del sistema social es aceptado ya por todos. Hasta un anuncio de la petrolera Repsol nos «roba» el lema de «otro mundo es posible» para decir que ellos lo van a construir. Que el aspecto básico de esta crisis es el que afecta al sistema financiero y productivo también es aceptado. Pero la crisis es natural e intrínseca al propio sistema capitalista que se perpetúa y renueva en las crisis, si bien en ellas el sistema manifiesta su impulso a la destrucción y, en consecuencia, la exigencia histórica de su superación. Todo planteamiento de salida de la crisis que no se realice en base a una alternativa económica, social y política es en realidad una defensa del propio sistema.
La crisis actual es en realidad una crisis del sistema de dominación que implica una profunda crisis económica. El sistema mundial basado en la importación desde China e India de deflación por los bajos salarios y en el consumo masivo por el endeudamiento en USA y UE ha estallado, poniendo de manifiesto de nuevo una crisis de sobreproducción que no encuentra salida en el mercado. Las ayudas de los Bancos Centrales al sistema financiero han provocado la crisis alimentaría y la subida escandalosa de los productos energéticos. Un sistema que no satisface ni siquiera la posibilidad de sobrevivir necesariamente es cuestionado. Pero para que el actual sistema de dominación deje de serlo la salida a la crisis económica, social y política debe hacerse mediante un nuevo modelo alternativo económico, social y político. Es decir, se necesita otra instancia ordenadora alternativa. La incapacidad de resolver las necesidades de la humanidad por este sistema social requiere suplirlo por otra organización social alternativa, ya que en la historia de la humanidad no hay saltos en el vacío.
Es la falta de visibilidad de esta alternativa lo que lleva a personalidades como Eduardo Galeano o Iñaki Gabilondo, al que desde aquí felicito por el reciente premio recibido por su actividad periodística y agradezco la agudeza de sus comentarios iniciales del noticiario nocturno, al pesimismo.
La respuesta de la humanidad a esta crisis del sistema de dominación del capitalismo agonizante es la construcción de las democracias del S. XXI. La historia moderna de la democracia ha estado íntimamente asociada al desarrollo de la soberanía de los Estados nacionales. El proceso de globalización neoliberal suprime la soberanía ciudadana que pierde centralidad política y capacidad para definir el futuro de la humanidad, mientras que crece la interdependencia global. ¿Cómo puede la democracia sobrevivir a estos cambios, donde el mercado se impone pero la ciudadanía desaparece?
En primer lugar, reconociendo que en un mundo unificado para el capital y las mercancías, los análisis y salidas competitivas de los Estados nacionales y territorios sólo les otorga una ventaja estratégica. La construcción de un Estado democrático mundial para un planeta y una humanidad es un proceso necesario que ha de hacerse sobre el reconocimiento de la diversidad y los procesos de construcción plurinacionales como UNISUR en Latinoamérica, con poderes económicos y militares autónomos que le permitan tener voz propia y defenderse durante la construcción de alternativas reales. La UE actual es una construcción no democrática y dominada por el neoliberalismo. Pero la historia no tiene marcha atrás. Es más factible recuperar el control político del Banco Central e imponer un funcionamiento democrático a las instancias europeas que eliminar la moneda Euro. Una UE democrática con voz propia y fuerza para imponer su autonomía sobre los designios del complejo industrial-militar y petrolero rompe la estrategia diseñada por la oligarquía del sistema. Una UE que pueda aliarse con China y la India para imponer condiciones de actuación y control a las transnacionales y que vaya potenciando un nuevo modelo de sistema productivo con los agentes del sistema alternativo como la economía social. De hecho los provocadores de «izquierda radical» son animados e incluso suplantados por la CIA como en el caso de las Brigadas Rojas italianas para dividir a la izquierda y provocar soluciones conservadoras y dictatoriales, así como se utilizó a Blair, Aznar y los países ex comunistas de la última ampliación para impedir una respuesta unitaria europea a la guerra de Irak.
En segundo lugar, la izquierda necesariamente tiene que tener un proyecto alternativo, diferente al de los reformadores del sistema actual. No podemos estar hablando del mismo proyecto que Rajoy o Sarkozy. No es posible aceptar el mercado sin cuestionarlo. La prioridad es la dignidad del ser humano y no podemos consentir que se sustituya a la ciudadanía por el consumidor, que en definitiva es el proyecto político de los nuevos reformadores neoliberales. Así no es de recibo la posición de Bertrand Delanoë [6] , alcalde de París del PSF, para quién la economía de mercado no es opción ni un debate sino un hecho. La alternativa de la izquierda pasa por hacer visible el carácter histórico del sistema capitalista, su perentoriedad, el agotamiento de sus potencialidades y su impotencia para satisfacer las necesidades de la humanidad. Por exigir y construir alternativas de producción donde el ser humano, su dignidad y necesidades sea la prioridad y razón de ser. Y por construir su correspondiente dimensión política alternativa.
En tercer lugar, construir nuestra propia hegemonía sobre la que se irá conformando el bloque social alternativo, diverso en los diferentes continentes y espacios territoriales del mundo. El Informe de la Comisión sobre el Desarrollo y el crecimiento del Banco Mundial concluye que el crecimiento económico es imprescindible para erradicar la pobreza. Es decir, que sin reproducción ampliada del capital no es posible. La izquierda debe manifestar con claridad y firmeza que un crecimiento ilimitado es inviable. Que la actual Teoría económica corresponde a la economía industrial y que la sociedad del conocimiento donde el factor económico fundamental es el ser humano requiere su propia y nueva Teoría económica que de paso a un sistema productivo con decrecimiento monetario y basado en bienes duraderos.
Como dice Samir Amín [7] , copresidente del Foro Mundial de Alternativas y cofundador del Foro Social Mundial «Dos proyectos para «otro mundo» están actualmente en construcción y, evidentemente, en conflicto, a veces de manera silenciosa, a veces violenta. La globalización liberal, que ya ha fracasado visiblemente será necesariamente superada pero ¿se inclinará a la izquierda o la derecha? Esta es la cuestión decisiva.»
[1] El País. Economía. » Líderes europeos se unen para hacer contrapeso a los mercados financieros» 2 2/05/2008.
[2] www.rebelión.org «Acusa Soros a especuladores por el alza del precio del petróleo» 28/05/2008
[3] Tuya, Carlos. «La función histórica del Estado y la democracia». Akal editor Madrid 1980.
[4] Estefanía, Joaquín «La mano invisible. El gobierno del mundo» Ed. Aguilar Santillana Ediciones Generales S. L. 2006 Pág.32
[5] El País. Negocios. «Ideas para dejar de ser pobre» 25/05/2008
[6] Vidal-Beneyto, José. «El socialismo liberal/4». El País. 31/05/2008
[7] Amín, Samir. «El socialismo del S. XXI» www.altereconomia.org