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El coronaimpuesto, ¿rebelión o crash?

Fuentes: De Wereld Morgen

Traducido del neerlandés por Sven Magnus

Nos dirigimos claramente a fuertes tormentas económicas. Hay diferentes caminos posibles, uno más optimista que otro, pero también todo el sistema puede irse por el desagüe. En cualquier caso, habrá que tomar decisiones duras. El coronaimpuesto es una de ellos.

Según el economista jefe del Financial Times esta es “a mayor crisis a la que el mundo se ha enfrentado desde la Segunda Guerra Mundial y el mayor desastre económico desde la depresión de los años 30”. El colapso de los precios del mercado de petróleo revela que la economía mundial está atravesando una profunda recesión y que la recuperación aún no es inminente (1). La demanda de petróleo es un buen indicador de la actividad económica. A nivel mundial esa demanda ha disminuido no menos de un tercio.

El FMI publicó un informe sobre esa tormenta económica. En el caso más optimista prevé que la economía mundial sea este año un 6,3 % menor de lo previsto antes de la llegada del virus. El año que viene habrá un leve crecimiento de nuevo. En ese caso se perderían 3,4 billones de dólares como resultado de esta crisis (2). Esa cifra equivale el PIB de todos los países de América del Sur juntos o a una vez y media el de África. Parece una cantidad enorme, y lo es, pero esta cantidad es sólo una séptima parte o incluso menos del dinero que se estima que está aparcado en los paraísos fiscales.

En caso de que los cierres en algunas partes del mundo se prolonguen más allá de junio y si se producen nuevos cierres en el 2021, el FMI estima que la pérdida para la economía sea casi tres veces mayor (10 % del PIB o 9 billones de dólares). En ese caso menos favorable -pero más realista-, aumentaría el gasto público de los países ricos 10 puntos porcentuales del PIB y la carga de la deuda aumentaría 20 puntos porcentuales (3).

Y todo ello suponiendo que el sistema entero permanezca intacto. El FMI advierte en otro informe: “Esta crisis plantea una amenaza muy grave para la estabilidad del sistema financiero mundial. Desde el estallido de COVID-19 las condiciones financieras se han deteriorado a un ritmo sin precedentes y creado “grietas” en los mercados financieros mundiales”.

La carga total de la deuda del mundo hoy en día ha aumentado a una cantidad récord de 253.000 millones de dólares, lo que supone el 322 % del PIB mundial. Es una bomba de relojería. Pero lo que es aún más preocupante hoy en día son los segmentos de mercado de crédito de riesgo. Son los bonos basura (4), préstamos apalancados (5) y créditos privados personalizados. Después de la crisis de 2008 los bancos centrales inyectaron una enorme cantidad de dinero en los mercados financieros (el llamado “expansión cuantitativa” o QE en inglés). Junto con las extremadamente bajas tasas de interés llevó a una enorme burbuja financiera y a la aparición de muchas compañías y bancos zombies (6) hoy en día.

Según el FMI, el valor de estos préstamos basura ha subido a unos fabulosos 9 billones de dólares. Si esto empieza a caerse y se suma a la pérdida de los otros miles de miles de millones de dólares por el COVID -19, entonces la crisis de 2008 será diminuta en comparación. No por nada el FMI dice: “Esta es una crisis como nunca ha habido antes”.

Así que hay tres caminos posibles: uno optimista (que en realidad ya significa una depresión grave), uno menos optimista y un verdadero crash. En cada uno de esos casos se necesitará una enorme cantidad de dinero para contener la crisis y recuperarnos después.

La pregunta clave entonces es: ¿Dónde hay que ir a buscar ese dinero? ¿Quién pagará la factura? Muchas opciones no hay. O bien será la población trabajadora, lo que llevará a un enorme empobrecimiento, con todas las consecuencias políticas posibles, y profundizara aún más la crisis económica debido a un descenso mayor del poder adquisitivo. O bien se apela a las fortunas escandalosamente enormes.

Rana Foroohar, editora en jefe del Financial Times, plantea la cuestión de forma muy aguda: “Si queremos que el capitalismo y la democracia liberal sobrevivan al Covid-19, no podemos permitirnos repetir lo que hicimos hace años: ‘socializar las pérdidas y privatizar las ganancias’”.

En otras palabras, el COVID-19 ha sacudido completamente la relación de fuerzas. La élite financiera y económica está a la defensiva. Ya no es posible sostener un modelo económico en el que las ganancias tienen mayor importancia que el bienestar y la salud de las personas. Ha llegado el momento de introducir cambios fundamentales en la sociedad a beneficio de las personas que la mantienen a flote durante la coronacrisis.

La introducción de un coronaimpuesto será esencial, pero también sólo el comienzo. Se necesitará mucho más que eso. En cualquier caso, se vienen tiempos emocionantes. ¡Prepárese!

Notas

(1) Los mercados de valores no son un buen indicador en este momento porque están impulsados artificialmente por la gigantesca cantidad de dinero que inyectan los bancos centrales en los mercados de capitales. Es una de las razones por las que las tasas de interés del mercado de bonos son muy bajas, lo que lleva a los especuladores a recurrir al mercado de valores.

(2) En el mejor de los casos, se espera que el crecimiento sea un 2.4 % más alto de lo esperado para el próximo año. Junto con 2020 esto resulta en una pérdida del 3.9 %. Sobre un total de 87 billones de dólares equivale a 3,4 billones.

(3) Por ejemplo, en lugar de un déficit público del 3 % del PIB, esto representará el 13 %. En lugar de una deuda del 100 % del PIB, se convierte en una deuda del 120 % del PIB.

(4) Para obtener dinero (para invertir) una empresa puede emitir acciones, pedir dinero prestado al banco o apelar directamente a los ahorradores emitiendo un bono (un certificado de deuda). Los compradores de ese bono están, en efecto, prestando dinero a esa compañía y reciben intereses a cambio. Un bono basura es un bono arriesgado. El interés es alto, al igual que el riesgo de que el préstamo no pueda pagarse.

(5) Los préstamos apalancados son préstamos a empresas o personas que ya tienen muchas deudas. En cierto modo sacan nuevos préstamos para pagar los anteriores. Los nuevos son una palanca para los viejos al hacer que la carga de la deuda sea cada vez más pesada.

(6) Las compañías zombie son compañías que no disponen de reservas financieras. Al menor percance quiebran.

Fuente: https://www.dewereldmorgen.be/artikel/2020/05/01/coronataks-opstand-of-crash/