Un avance fundamental de la ciencia económica, que se produjo a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, recogiendo aportaciones de Karl Marx y otros autores anteriores, fue el desvelamiento de los rasgos más esenciales de la interacción entre el primer y el tercer mundo. En estos estudios hay que destacar la contribución de André Gunder Frank, el introductor y uno de los principales ideólogos de la teoría de la dependencia, la de mayor potencial explicador sobre cómo las relaciones económicas a escala global generan desigualdad. En este breve artículo trataré de sintetizar la trayectoria de este investigador y presentar un esbozo de su teoría.
André Gunder Frank nació en Berlín en 1929, pero emigró a Suiza con su familia cuando Hitler fue nombrado canciller en 1933, y luego, en 1941, a los Estados Unidos. Allí estudió en la Universidad de Chicago, doctorándose en 1957 con una tesis sobre la economía soviética, dirigida nada menos que por Milton Friedman, quien siempre lo consideró un «radical incorregible». Posteriormente, Frank profesó en universidades de Brasil, México, Canadá y Chile, lugares donde desarrolló una crítica radical del capitalismo.
Tras el golpe contra Allende, a cuyo gobierno asesoró, Frank se estableció en Europa, y prosiguió su carrera académica allí hasta su retiro en 1994. Después regresó a Norteamérica y fue profesor visitante en varias universidades, en una época en que su interés por la economía de los últimos siglos se expandió con incursiones en la historia antigua de la humanidad. André Gunder Frank falleció en Luxemburgo en 2006.
La teoría de la dependencia
Esta teoría trata de explicar el actual subdesarrollo de muchas regiones del mundo a través de un análisis de las interacciones económicas entre las naciones, y llega a la conclusión de que la desigualdad es un factor intrínseco de estas interacciones y que tiende a agravarse con el tiempo. La teoría fue expuesta por Frank en libros como: El desarrollo del subdesarrollo (1966), Capitalismo y subdesarrollo en Latinoamérica (1967) y Latinoamérica: Subdesarrollo o revolución (1969).
Según la nueva perspectiva argumentada en estos textos, el subdesarrollo no sería ya la “condición inicial” de los países que lo sufren, sino un corolario de sus intercambios con los países “desarrollados”. Un buen ejemplo de esto es la India, que a lo largo de los siglos XVIII y XIX experimentó un terrible retroceso económico ligado a su subordinación al capitalismo británico, pero el patrón se repite por todo el planeta. Desarrollo y subdesarrollo resultan ser así dos caras de la misma moneda.
A mediados de los 70, la teoría había adquirido ya gran popularidad, integrándose en los análisis marxistas del capitalismo que se prodigaban. En esta época continúan las aportaciones de Frank a estas ideas, pero otros autores contribuyen también. Es el caso de Immanuel Wallerstein con El sistema-mundo moderno (1974), que entre otras innovaciones propone los términos: “núcleo” y “periferia”, ampliamente usados hoy, para las dos zonas del planeta implicadas, o de Samir Amin con La acumulación a escala mundial, del mismo año, donde analiza la diferencia entre las economías “articuladas” del primer mundo, en las que los diversos sectores encajan y se complementan, y las “desarticuladas” del tercero, incapaces de progresar al estar condicionadas por agentes externos que imponen actividades beneficiosas sólo para ellos y las élites locales.
Otra aportación importante es la de Theotônio dos Santos en La estructura de la dependencia (1970), donde se distinguen tres formas sucesivas de dependencia: la colonial, marcada por un monopolio sobre tierra y trabajo; la financiera-industrial, a partir del siglo XIX, en la que se impone la producción de materiales en bruto para el núcleo capitalista; y la denominada “nueva dependencia”, después de la II Guerra Mundial, con grandes inversiones de algunas corporaciones en el tercer mundo.
Se han propuesto cuatro mecanismos económicos concretos a través de los cuales se eterniza la dependencia: 1) Repatriación de capital, al no invertir las multinacionales en los países en los que se generan sus ganancias; 2) Complicidad de las élites del país subdesarrollado, que se benefician de la relación desigual; 3) Distorsión estructural, en el sentido de lo indicado por Amin; y 4) Vulnerabilidad ante los mercados, controlados desde los países del núcleo para favorecer a sus economías.
Entre los críticos desde la izquierda de la teoría de la dependencia destaca Rolando Astarita, que considera peligrosa la tendencia a obviar o minusvalorar la explotación clásica entre capitalista y trabajador en los diversos países para centrarse en el imperialismo y la geopolítica. Tampoco comparte la tendencia de algunos teóricos de la dependencia a apoyar a gobiernos latinoamericanos supuestamente progresistas, pero que en su opinión no son otra cosa que la izquierda del capital.
De la teoría a la práctica
La teoría de la dependencia arroja luz sobre procesos que eran mal conocidos, pero una vez establecidos los mecanismos que actúan, la cuestión crucial es qué podemos hacer para tratar de revertir la situación. Algunos de los economistas que contribuyeron a la teoría destacaron después por su empeño en traducir los postulados de ésta en medidas concretas en sus países, proponiendo por ejemplo una industrialización que permitiera el aprovechamiento local de los recursos. Sin embargo, las dificultades de estas vías, que se enfrentan a los poderes hegemónicos, hicieron que una buena parte de los teóricos de la dependencia terminaran como activos ideólogos de los movimientos antiglobalización.
Nacida hace medio siglo por el riguroso trabajo de un investigador que había conocido de cerca el liberalismo más ortodoxo, la teoría de la dependencia se desarrolló luego con contribuciones muy variadas y sigue enriqueciéndose hoy mismo. Sin embargo, más allá de su valor científico y académico, la mayor aportación de esta nueva visión sería sin duda si los procesos que pone de manifiesto nos ayudaran a superar el marasmo mental en que nos tiene sumidos la ideología del sistema. En este sentido, la descarnada imagen de un mundo constituido por un núcleo que vampiriza a su periferia puede ser un elemento clave para afinar la conciencia de los que en todas partes, y también dentro de ese núcleo, han declarado una guerra sin concesiones al capitalismo que es la raíz de todo el desastre.
Muchos textos de y sobre André Gunder Frank pueden consultarse libremente en su página personal, lugar de disfrute para los interesados en una economía atenta a desvelar los mecanismos que hacen imposible el desarrollo del ser humano. Preside esta web una frase del fabulista francés La Fontaine, que expone en pocas palabras el gran engaño cuya denuncia perseguía nuestro autor: “Los que manejan el poder se las arreglan siempre para dar a su tiranía el aspecto de justicia”.
Fue mi buen amigo Alfredo Apilánez quien atrajo mi atención hacia la figura de A. G. Frank, y por ello no puedo terminar sin expresarle mi agradecimiento. Él tuvo la amabilidad además de enviarme textos suyos y comentarme algunas incorrecciones que encontró en el manuscrito original de este artículo. A pesar de ello, debo dejar claro que cualquier deficiencia que en él se pueda hallar es de mi exclusiva responsabilidad.
Blog del autor: http://www.jesusaller.com/. En él puede descargarse ya su último poemario: Los libros muertos.
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