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El cuento de la lechera

Fuentes: Rebelión

El cuento es antiguo. Iba la alegre lechera con su cántaro lleno al hombro, bailando de contento mientras hacía cuenta de todo lo que compraría con el producto de la leche que vendería en el mercado. De pronto tropezó, se vino al suelo, se rompió el cántaro y se derramó el precioso líquido. A la […]

El cuento es antiguo. Iba la alegre lechera con su cántaro lleno al hombro, bailando de contento mientras hacía cuenta de todo lo que compraría con el producto de la leche que vendería en el mercado. De pronto tropezó, se vino al suelo, se rompió el cántaro y se derramó el precioso líquido. A la lechera solo le quedó lamentarse y derramar lágrimas sobre sus cuentas ilusas.

En la vida real, el cuento de la lechera se repite con frecuencia y su final siempre es triste. En política, trae resultados desastrosos, pues luego del alegre bailoteo y las gratas ilusiones, vienen los descalabros y, aunque no siempre, los arrepentimientos. En las elecciones de febrero del 2014, Alianza País vivió su propio cuento de la lechera. Algunos dirigentes (¿se puede decir también ‘dirigentas’?) se pusieron a cantar sus sueños en el pedregoso camino electoral, seguros de que al final les esperaba un triunfo rotundo.

El día de las elecciones, por la noche, se toparon con el cántaro roto, pues la cosecha más bien fue de estruendosas derrotas. El presidente y líder de Alianza País, Rafael Correa Delgado, echó sal en la herida al reconocer que los reveses obedecieron en buena medida al sectarismo político que rodeó el importante evento electoral, y a la fantasiosa versión de que se contaba con miles de CDR cuando no pasaban de modestos centenares.

Entonces surgieron desde las bases del movimiento claras voces contra esos males, exigiendo que se combatiera el sectarismo en las filas del movimiento, que se aplicara un mayor realismo a los planes y se emprendiera una exigente formación política de la militancia. De todo eso, algo se ha hecho, pero falta mucho, especialmente si se ve con claridad el Chimborazo político que hay que subir a pie para ganar las elecciones presidenciales y parlamentarias del 2017.

De allí que debamos tomar con pinzas las optimistas versiones de las dirigencias nacionales y provinciales en relación con el fortalecimiento de Alianza País, como aquellas de que hoy se cuenta con más un millón doscientos mil carnetizados, que en el Guayas hay más de 600 comités y que se han realizado centenares de ‘conferencias ideológicas’ con mucho éxito. De corresponder estas versiones totalmente a la realidad, significaría que en las bases hay un trabajo firme y disciplinado, que las derrotas no han hecho mella alguna, que no existen militantes y simpatizantes descontentos y alejados, etc., etc.

Si todo esto fuera cierto, las movilizaciones convocadas con uno u otro motivo serían multitudinarias dondequiera, no habría necesidad de trasladar manifestantes de una provincia a otra ni requerir la presencia de servidores públicos que concurren , muchos de ellos, de mala gana. En todo caso, es útil que recordemos las críticas hechas en febrero del 14 por Rafael Correa, y actualizadas , en cierta forma, por Lenin Moreno en la carta abierta dirigida a Doris Soliz, Secretaria Ejecutiva del Movimiento Alianza País, el 30 de marzo de este año, que en parte se pregunta: «¿Qué nos ha alejado de algunas organizaciones de mujeres? ¿Qué nos ha alejado de algunos sectores del movimiento indígena? ¿ Qué nos ha alejado de algunos sectores de organizaciones ecologistas?» Y así, por ese orden, con la juventud y otros sectores, dice Lenin Moreno, mientras reclama el necesario empleo de la autocrítica y «una verdadera cruzada de formación política».

Escuchar las voces de los dos líderes de Alianza País, escuchar el clamor de las bases, los simpatizantes y el pueblo mismo, son demandas imperativas de la historia. Lo demás es volver al cuento de la lechera.

Blog del autor: http://galarzajaime.blogspot.com
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.