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El cura Jean Meslier: ateo, materialista, comunista y revolucionario del siglo XVIII

Fuentes: Rebelión

Traducido por Luis Martínez Andrade

Jean Meslier (1664-1729), cura de ciudad y fundador del ateísmo revolucionario es un personaje que asombra ya que durante su época -el siglo XVIII- fue, al mismo tiempo, detonante y singular pero entonado por la Ilustración. No hay lugar a dudas que dentro de la historia universal de las ideas este pensador, todavía desconocido hoy, renovó y reformuló el pensamiento filosófico y político.

Aunque se sabe que este autor, de diversas formas presenta un pensamiento construido, coherente y completo del mundo físico y del mundo social, del fundamento de la naturaleza material y del destino del género humano, existe un aspecto asombroso y que incluso dentro de las obras especializadas como aquellas destinadas «al gran público» no se ha admitido y se ignora. Es este pensador de excepción que en mi reciente libro quise sacar de la sombra [2] .

¡Una bomba filosófica!

Jean Meslier nos legó al menos tres copias minuciosamente redactadas de una voluminosa obra Mémoire de ses pensées et sentiments. Una Mémoire, también copiada que tomará caminos aleatorios debido a la difusión clandestina de ideas radicales en el siglo de las Luces. Allí, el desarrolla su concepción del mundo y de la vida: una filosofía completa y terminada de la naturaleza y de la sociedad humana en ruptura con las ideas de su tiempo que confeccionaban los ropajes del pensamiento medieval o la vestimenta más atractiva del cartesianismo, «la nueva filosofía» de su época.

Meslier se aventura, solo y sin acompañantes en esta gran empresa pues denuncia, a la vez, las causas y razones de la tiranía de los poderosos y la impostura religiosa. Dicha misión que él se asigna, la lleva hasta sus últimas consecuencias ya que él se sentía con el deber de concretizarla. Así, este obscuro cura de una pequeña ciudad en las Ardenas francesas se convierte en un teórico asombroso del ateísmo revolucionario, transgrede los las fronteras de su tierra feudal así como los límites del Acien Régime. Y, en cierto sentido, las de nuestro tiempo.

Meslier ocupa un lugar único en la historia de las ideas. Él es ante todo el primer pensador en conjugar en una sola visión de mundo y de la vida, el ateísmo, el materialismo, el igualitarismo comunista y el pensamiento revolucionario. Si bien existieron revolucionarios, comunistas, materialista y ateos antes que él, Meslier es el primero en reunir, combinar y articular las cuatro posiciones.

De allí que él ocupa un lugar excepcional dentro de la historia del materialismo y del ateísmo por un lado, y dentro del pensamiento revolucionario y de la crítica social, por el otro. Al respecto, este pensador que por lo general es considerado marginalmente representa un momento capital en la historia del pensamiento filosófico y político.

Meslier es el primer teórico sistemático del ateísmo que se lanza al ataque tanto completo como radical contra la religión y contra la creencia en Dios, el primer ateo en sacar el ateísmo de su cultura elitista y en reivindicarlo como pensamiento liberador de las masas populares, el primer ateo comunista y, asimismo, el primer comunista ateo conocido en la historia universal del pensamiento ¡Pues es el primer filósofo en querer «transformar el mundo»!

También es el primer materialista sistemático y consecuente desde la Antigüedad, el primero en desarrollar completamente el punto de vista que la materia no es creada, así como el tiempo, el concibe al movimiento como indisoluble de la materia, pues «la materia contiene su movimiento» como él mismo lo indica. Es el primer pensador en concebir la naturaleza de manera dinámica: piensa la «dialéctica histórica» de la necesidad y de la libertad, es decir, que el mundo se explica por sí mismo pero que, no obstante, hay que actuar para transformarlo.

Preconizando el igualitarismo comunista, él es el primero en querer fundar una sociedad sin clases vía la acción revolucionaria concebida ésta como acción popular de masas pues a diferencia de otros autores de su tiempo que la contemplan a través de la imaginación utópica, Meslier no describe las formas políticas de la sociedad que preconiza sino que la inventa para realizarla en un proyecto, un programa revolucionario.

Asimismo, es el primer critico social en considerar la religión como el producto y la prueba de la opresión y de la explotación social, ejemplificada en la propiedad privada como causa de la desigualdad y de la dominación, en reconocer que toda la riqueza proviene del trabajo y en deducir que la teoría de la huelga general como arma revolucionaria. El primero en proponer la idea de la dictadura de los oprimidos (pues reivindica abiertamente «oprimir a todos los opresores») y a pronunciarse por la transformación de la guerra de las naciones en guerra de clases.

Por otra parte, Meslier es el único de su tiempo en hacer un llamado al «tiranicidio», es decir, a la eliminación del rey en una época donde la monarquía es aún respetada por los críticos burgueses e incluso por el pueblo. Meslier es uno de los pocos en rechazar formalmente la magia negra, en un siglo donde incluso los más librepensadores -incluyendo a Holbach- se vuelcan a la astrología y al ocultismo. Además, él es autor, sin precedentes, que se desencadena sin miramientos contra el personaje de Jesucristo (tratando lo de «loco» o de un «hombre de nada», un «insensato», un «fanático», un «un miserable e infeliz desvergonzado»).

Precursor del feminismo, Meslier se pronuncia contra la indisolubilidad del matrimonio y de sus consecuencias nefastas para los esposos, tanto para hombres y mujeres como para los niños pero también de manera general para los pobres. Sin ser libertino, el defiende la unión libre y se indigna de que la Iglesia condene «esa dulce y violenta inclinación de la naturaleza» que ella toma «como vicioso y como criminal, tanto en hombres como mujeres, la inclinación que es tan natural y les viene del fondo y de lo más íntimo de su naturaleza».

¡Es evidente que estamos antes ideas innovadoras y explosivas! Porque el pensamiento acede de nuevo a un solo movimiento y a la conjunción de esos cuatro dominios que son: la negación de Dios, la materia, el comunismo y la revolución, se necesitara esperar a Marx y a Engels, es decir, esperar más de un siglo de transformaciones profundas de la sociedad dentro de las que se encuentran la Revolución Francesa y la Revolución Industrial, el triunfo de la burguesía y la constitución de un proletariado industrial. Esta «distancia histórica» muestra en gran medida la anticipación que Jean Meslier tenía en relación a su época.

La profundidad de su pensamiento está ligada a la globalidad de su horizonte en cada uno de los cuatro dominios. Meslier supera en radicalidad y en consecuencias a todos los teóricos que abordaron separadamente dichos dominios así como al conjunto de pensadores de las luces y utopistas que durante el siglo XVIII y que posteriormente las abordaran.

Una inspiración más del mundo rural que del espacio intelectual

Insistiendo sobre el público campesino al que Meslier destinó su obra así como en la combinación de su ateísmo y de su comunismo agrario-revolucionario. En el siglo XVIII, no existe ningún ateo que se dirija a las masas esclavizadas, al contrario pues todos elaboran sus criticas subversivas de la religión en un marco libertino, esto es, aristocrático y burgués que excluye sino es que desdeña abiertamente todo el mundo laboral y pobre de las ciudades y del campo. Jean Meslier es singular aún entre los demás autores clandestino de la literatura subversiva del siglo XVIII.

Su originalidad y radicalidad se debe, efectivamente, de su experiencia práctica y de la condición campesina del Ancien Régime en la cual él esta inmiscuido y que ningún otro pensador de su tiempo tomo en consideración por no decir que le era desconocida.

En efecto, su reflexión sobre la vida y el mundo está fundada sobre sus lecturas, sobre todo las de Montaigne a quien admira y está marcada por su trayectoria a través del cartesianismo, pensamiento nuevo de su época. Un pensamiento racional pero aun religioso que él criticara y superara las contradicciones, luchando frente a frente contra los discípulos cristianos de Descartes, nos referimos a Fénelon y a Malebranche. Así por ejemplo, Meslier se opondrá a la distinción cartesiana entre la «substancia extendida» (la res extensa) y la «sustancia pensante» (la res cogitans) con la finalidad de demostrar la materialidad del pensamiento y de los sentimientos. Para Meslier, estos no son más que «las modificaciones de la materia».

Meslier se opone también con virulencia a la famosa teoría cartesiana de los «animales-máquinas» aquellas de un mundo animal que será incapaz de tener sensaciones, lenguaje, sentimientos y conciencia. Si Meslier considera a los simpatizantes de Descartes como «los más aptos para ser filósofos», no se priva de tratarlos como «locos» sobre esta cuestión y les contrapone fervientemente la experiencia campesina donde los hombres como los animales son tanto unos como otros manifestación de la materia organizada y, por tanto, son seres sensibles y pensantes.

Por ello, allí donde Descartes elevó al hombre al rango de creación particular de Dios y denigró a los animales, por su parte, Meslier los valoró para denigrar a Dios a modo de creación particular de los hombres.

En efecto, Meslier expresa en toda su profundidad filosófica dicha concepción de la vida y del mundo que se ha formado en el campesinado confrontado a la coacción de la naturaleza y del servilismo feudal. Él expresa, se podríamos decir, la irrupción de un pueblo campesino que blande su miseria al interior de los salones emperifollados de su tiempo y donde se propaga un pensamiento filosófico moderno y, por supuesto, refinado.

Aquí radica también, me parece, la razón por la que Meslier ha sido ocultado tanto tiempo en la historia de las ideas francesas del siglo XVIII pues él representa de manera casi brutal pues remata con la incorporación del materialismo ateo y el de la acción revolucionaria de las masas haciendo valer abiertamente sus derechos en el seno mismo de un pensamiento que, por costumbre, las elites se reservan para solo para ellas. Y ello que es inhabitual puede parecer sacrílego… Quizá, incluso en nuestros días.

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[1] El autor de este texto, Serge Deruette es doctor en Ciencias Politícas de la Universidad Libre de Bruselas. Imparte cátedra en historia de las ideas políticas y filosfía política en UMONS y en FUCaM, a su vez, en la Haute Ecole Francisco Ferrer. Es autor de un libro sobre Jean Meslier publicado en 2008 donde el autor analiza la obra y la fuerza del pensamiento de Meslier.
 [2] Serge Deruette, Lire Jean Meslier, curé et athée révolutionnaire. Introduction au mesliérisme et extraits de son œuvre , prólogo de Roland Desné, Bruxelles, Aden, 2008, 404 p.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.