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El debate ético entre Michel Foucault y Pierre Hadot (con alguna nota política incorporada)

Fuentes: Rebelión

La ética, entendida como arte de vida, y la política, que es la forma de gobierno de la sociedad, son necesarios y complementarios. Pero ocupan espacios diferenciados que hay que mantener. Voy a hablar en este artículo de ética y no de política, aunque sin perder la perspectiva de la segunda. Lo voy hacer refiriéndome […]

La ética, entendida como arte de vida, y la política, que es la forma de gobierno de la sociedad, son necesarios y complementarios. Pero ocupan espacios diferenciados que hay que mantener. Voy a hablar en este artículo de ética y no de política, aunque sin perder la perspectiva de la segunda. Lo voy hacer refiriéndome a dos filósofos franceses, Michel Foucault y Pierre Hadot. Nacieron respectivamente los años 1926 y 1922 y se conocieron al final de sus vidas, antes de la prematura muerte del primero.

Pierre Hadot es un filósofo francés planteó una lectura muy sugerente de la filosofía antigua como una forma de vida, como una ética. Michael Foucault se interesó al final de la vida por la filosofía como arte de vida y se inspiró en los mismos textos, aunque desde una perspectiva muy diferente.

La muerte prematura de Foucault malogró un debate que podía haber sido muy fructífero entre él mismo y Pierre Hadot.. Mientras las referencias de Foucault a Hadot son puntuales y académicas, Pierre Hadot formula tras la muerte del anterior una crítica respetuosa pero clara a la lectura del anterior sobre la filosofía antigua. Las vidas de Pierre Hadot y de Michel Foucault, a pesar de ser de la misma generación y de un origen social relativamente similar ( familias conservadoras de la pequeña o mediana burguesía) radicalmente diferentes. Hadot tiene un carácter estable y una vida relativamente convencional mientras que Foucault tiene una personalidad difícil y tortuosa y una vida bastante inestable, moviéndose siempre en los límites de la transgresión. Pero en la madurez Foucault parece buscar la serenidad que Hadot, por su parte, ya parecía haber encontrado.

Su formación filosófica es, por otra parte, radicalmente diferente. Casi podríamos decir que Hadot se forma en las tradiciones que Foucault odia ( la escolástica primero, la fenomenología y el existencialismo después). A Foucault tampoco le interesa inicialmente la filosofía antigua, que desde siempre apasiona a Hadot. La filosofía de Hadot tiene una continuidad y en ella encuentra su coherencia, mientras que Foucault es buscada trabajosamente la coherencia desde la discontinuidad las crisis y la rupturas.

El método filosófico de Hadot y Foucault es muy diferente. El de Pierre Hadot es un método filológico riguroso, de ir a las fuentes, de mantener la fidelidad al autor para entender lo que quiso decir a través del texto. Critica el que se quiera interpretar libremente a los textos, como si fueran independientes del autor, y también que se sea poco riguroso. Foucault defiende la lectura del texto que Hadot criticaba y él mismo reconozca sus limitaciones filológicas. Sin embargo Hadot siempre respetó a Foucault, seguramente porque entrevió en él una genialidad que permitía considerarle una excepción.

Michel Foucault plantea lo que él llama «el cuidado de sí», que también denomina una estética de la existencia. Se trata de un trabajo interno que nos transforma para permitirnos acceder a una manera de ser serena, a un autodominio que nos permite una búsqueda singular del placer. Este trabajo consiste en una serie de ejercicios : la escritura sobre sí para autoobservarse, la eliminación de la preocupación por el futuro para vivir el presente ; la meditación sobre el pasado reviviendo los recuerdos placenteros. Se trata de desarrollar el propio poder para ser libre, para no estar esclavizado ni a uno mismo ni a los otros. Cómo hacían los antiguos, dice Foucault, hay que ser ecléctico y utilizar en cada momento lo que nos interesa más de cada escuela.

Hadot considera que Foucault se equivoca en varias cosas cuando recoge lo que dicen los antiguos. Considera, par decirlo con más precisión, que lo hace para eliminar algo que era fundamental para ellos, pero que los modernos en cambio queremos negar. Se trata de adquirir una perspectiva universal, tanto desde el punto de vista de identificarse con el Cosmos como del de hacerlo con el conjunto de la Humanidad. Pero para ello hay que olvidarse de uno mismo, para ir más allá del propio yo. En caso contrario caemos, como considera que Foucault, en una especie de dandismo que no deja de ser un culto narcisista a la propia imagen.

Foucault piensa que es la influencia del cristianismo la que considera que la preocupación por el propio yo es algo egoísta y que da a esta palabra un sentido absolutamente negativo. Desde este punto de vista la crítica de Hadot sería para Foucault la expresión de un prejuicio que vendría dado por su formación cristiana. Lo mismo ocurre con su rechazo del placer como objetivo.

Se plantean aquí varias cuestiones pero me parece que la fundamental es que detrás de cada planteamiento hay una perspectiva antropológica radicalmente diferente. Hadot es un espiritualista y Foucault es un materialista y, como dice Wilhelm Scmidt, la felicidad va ligada al sentido. Pero el que habla de felicidad es Hadot, no Foucault, que habla del placer. La felicidad dice Hadot sólo la encontramos en el presente pero es un presente que nos trasciende, es un estremecimiento sagrado, Hadot habla de sentimientos religiosos, en el sentido de estar ligado con un Todo y és a él al que aspira la filosofía como forma de vida Hadot y la propia lectura que hace de Nietzsche es mística. El trabajo interno es entonces un ejercicio espiritual para transformarse saliendo del propio yo. Incluso la perspectiva universal que defiende a otro nivel, que sería la identificación con la comunidad humana, es una planteamiento humanista de base cristiana.

Foucault siguela línea abierta por Marx, Freud y Nietzsche. Lo único que hay es un mundo físico, material del que los humanos formamos parte de una manera extraña. Para Marx es la capacidad de transformar esta realidad material de manera creativa la que nos hace humanos. Para Freud los humanos nos separamos de la naturaleza al incorporarnos al mundo de la cultura, de la civilización y esto nos convierte en animales permanente insatisfechos y es la creatividad de la sublimación la que nos da la mejor salida. Para Nietzsche es la apuesta trágica por la vida de unos animales no acabados lo que nos singulariza y la única salida afirmativa es la creación de los propios valores. El polémico y sugerente filósofo esloveno Slavoj Žižek nos dice que la diferencia entre idealismo religioso y materialismo es que en el primero la verdad está ligada a un sentido trascendente y en el segundo no. Foucault busca la relación entre el sujeto y la verdad pero sabiendo que ambos son producciones sociales y que ninguna tiene sentido. Hadot busca en cambio la verdad en el sentido del ser. En el tema del arte de vivir podemos decir lo mismo, la diferencia entre el espiritualismo y el materialismo pasa por el vínculo entre el vivir humano y el sentido. Para el espiritualista Hadot hay un sentido y la felicidad pasa por descubrirlo a través de esta renuncia a lo individual, al yo. Para Foucault no hay sentido trascendente, no porque todo sea material, sino porque lo espiritual es una producción de lo material. La espiritualidad es entonces esta autocreación de la propia vida que solo puede nacer de la propia singularidad, una transformación de sí mismo. Es un ejercicio espiritual porque nos transforma internamente en alguien diferente de aquel que el Otro, que los otros han producido. Porque nos permite ser lo que somos, como diría Kierkegaard, desarrollando lo más propio, lo más singular. Pero no el sentido de buscarnos a nosotros mismos, nuestra autenticidad. No hay nada que buscar, lo que hay que hacer es crear, inventar, construir. Foucault reivindica aquí el aforismo aparecido en La gaya ciencia de Nietzsche en el que dice que uno debería crear su vida dándole un estilo a través de una práctica constante y el trabajo cotidiano . Foucault, por otra parte, siempre ha criticado el humanismo y la propia idea de felicidad .

Hay tres elementos importantes en este «cuidado de sí» que significa el arte de vivir. En primer lugar se trata de trabajar para hacer salir esta singularidad, para encontrar una libertad interna. Pero Foucault no ocupa el lugar del Otro que da consejos de como actuar, cada cual debe elaborar su ética a partir de los materiales biográficos y bibliográficos de que dispone. A estos ejercicios no los llama espirituales pero utiliza un termino poco atractivo, que es curiosamente el que Nietzsche rechaza más ( aunque con ciertas paradojas) : ascetismo. Otra cosa es que cuando Foucault habla de este «cuidado de sí» de los antiguos sea necesario un otro, un amigo que nos diga la verdad. En este sentido no habría aquí el peligro narcisista que parece advertir Hadot. El segundo aspecto importante del arte de vivir es el autogobierno, el dominio de sí a través del dominio de las pasiones. Finalmente hay un tercer aspecto que es la búsqueda del placer, término que marca una diferencia clara entre los materialistas que lo reivindican y los espiritualistas que, como Hadot, lo rechazan. Para Foucault hay que olvidarse de nuestra obsesión por el deseo para volver a centrarse, como los antiguos, en una buena manera de entender el placer.

Lo que propone Foucault es hacer de nuestra vida una obra de arte pero esto no hay que entenderlo en un sentido esteticista, narcisista. Pienso que es una propuesta este trabajo de hacer de la propia vida esta construcción singular a través de la cual regulamos nuestra manera de vivir de manera placentera y de esta manera le damos un valor que no va ligado a un sentido que no existe. La escritura sería aquí la manera como cada cual se explica así mismo toda esta construcción de la propia vida, esta manera de gobernarse a sí mismo. Hay por lo tanto una dimensión práctica y una dimensión narrativa. Es el mensaje algo desesperado de Foucault que recoge la propuesta de Nietzsche de creación de los propios valores, es decir, de la propia vida. Sin los presupuestos espiritualistas de Hadot no hay otra salida al nihilismo que este trabajo de autocreación. Otra cuestión es que esta dimensión ética necesite de un complemento político si no queremos caer en una propuesta individualista narcisista que puede ser capitalizada muy bien por el neoliberalismo. El ideal emancipatorio de Foucault plantea que no puede ser nunca un ejercicio de dominación sobre el otro y siempre implica el cuidado de los demás.

Pierre Hadot no tuvo una vida politizada . Estuvo vinculado un tiempo al CFDT, una alternativa ambigua de sindicalismo cristiano autogestionario. Su espiritualismo le condujo a la defensa de un humanismo cristiano que no se tradujo ni en un compromiso político. La vida de Foucault sí estuvo, en cambio, muy politizada. Militó poco tiempo en el Partido Comunista Francés por era demasiado crítico como para aceptar su dogmatismo y sus estructuras burocráticas. Tras el Mayo francés simpatizó con los jóvenes maoístas que surgieron de este movimiento pero tampoco se dejó fascinar por la ilusiones sectarias. Intentó facilitar que hablaran aquellos a los que nadie escuchaba : los presos, los locos… Se le criticó mucho por su entusiasmo por la revolución iraní pero nos olvidamos que fue un movimiento popular liberación como el que hoy tenemos en Túnez ( donde Foucault apoyó los movimientos democráticos cuando trabajó allí como profesor universitario) o en Egipto. Otra cosa es como acabó pero las expectativas en aquellos momentos estaban abiertas.

Lo cierto es implicó en muchas luchas concretas por la libertad, siempre resistiendo contra formas de dominio opresivas. En los últimos años defendió radicalmente los derechos humanos, pero no entendidos como un ideal sino como la concreción de una emancipación frente a algo insoportable. Un antiguo debate con Chomsky iba en esta línea, ya que el primero reivindicaba los derechos humanos en nombre de la naturaleza humana y la justicia. Foucault siempre desconfió de estos términos. Por una parte el humanismo cristiano había sido la ideología del liberalismo como forma de gestión del capitalismo. Por otra hasta Stalin se había declarado un humanista. Era para él un término vacío que podía servir para justificar cualquier cosa y del que más valía desprenderse. Respecto a la justicia le parecía también un término ideológico que ocultaba lo que realmente era la política, que siempre eran relaciones de poder.

En todo caso su propuesta ética, como preocupación por la vida individual, como respeto de la singularidad, me parece necesaria para la buena vida que evidentemente lo ha de ser de todos y necesita por tanto una dimensión política. Foucault, por otra parte, siempre lo afirmó. Me parece que sigue siendo la buena caja de herramientas que siempre quiso ser para la lucha por la libertad, en el sentido más noble del término. La emancipación pasa por las conquista de las libertades públicas pero también de las individuales, vale la pena no olvidarlo.

 

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.