Al difuminarse las ideologías, el diseño en las ideas fijas y las ideas móviles, abarrotaron los mercados con las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en el Internet con las redes sociales, sustituyendo a los vetustos e inveterados aparatos ideológicos de Estado, desde el 1984 Orwell-iano hasta el Vigilar y Castigar Foucault-iano, llegando […]
Al difuminarse las ideologías, el diseño en las ideas fijas y las ideas móviles, abarrotaron los mercados con las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en el Internet con las redes sociales, sustituyendo a los vetustos e inveterados aparatos ideológicos de Estado, desde el 1984 Orwell-iano hasta el Vigilar y Castigar Foucault-iano, llegando y encontrándonos En el enjambre Chul Han-iano, nada, nadie y alguien nos levantamos y estiramos nuestros cuellos para alcanzar a ver lo que se nos está viniendo encima, desde la vuelta de la esquina, con una velocidad arroyante y arrolladora, generándose un caos de confusiones, contradicciones y falsas afirmaciones porque la meritira verdad, la verdad se ha performatizado y/o fantasmatizado como la pos(t)verdad de nada, nadie y alguien.
Si el planeta está degradándose, hay que tomar las medidas necesarias, es lo más cercano a una verdad-a una mentira, por aquello de ver para creer en dos mil años de pensamientos, palabras, actos y hechos humanos, llegándose a otras alternativas de Fe y Creencia: las fuentes de la simulación y del simulacro con la simulación de los meteorólogos y el simulacro de la gente.
La Fe como simulación. La Creencia como simulacro. La fe, la creencia, y, la justicia, a ciegas. Los de la vista gorda, somos nosotros.
La verdad relacionada con la realidad, por sospechosa, está conectada a la virtualidad de la realidad virtual; la pos(t)verdad con la «(t)» intermedia, intermediaria e intermediática con la televisión y la tecnología telecomunicacionales que, ni para a dónde serse y hacerse a un lado, a un lugar y a un sitio en el enjambre multihumano, sin tuercas ni tornillos con lo plástico y lo plastinado.
Si fondea Jean Baudrillard en lo que ahora escribo-redacto, la vida está en otra parte, existencialmente, aquí, con el mundo arriba, el cielo en medio y la tierra abajo, penetrándola y gozándola Henry Miller en los trópicos de Cáncer y Capricornio, detestándola y obligándola al suicido E.M. Cioran, cuando los verdugos neomedievales y los sicarios económicos la abusan en demasía, decapitándola por infiel y apóstata, por expoliada y abandonada, apresurándola a los centros comerciales para hartarse de la vaciedad consumista, llenándose los bolsillos y las bolsas de chocolates y baratijas de colores y cargando con teléfonos celulares y pantallas gigantes, porque además el Holocausto no sucedió ni tampoco la guerra del Golfo, es la pura neta de la pos(t)verdad, falsas banderas con exterminios más o menos ponderables pasando el puente de lo occidental a lo oriental, Turquía sin los armenios e Israel intentando con los palestinos, es a lo que hemos llegado o vamos llegando según algunos vengamos de bajada de las Ciudades de la llanura y otros vayan de subida a la Progressiva desolazione urbana, pisando la escarcha del hielo candente o quemándonos con las pantallas planas y de plasma en la combustión humana.
Después de tantas vueltas a la tierra, nada, nadie y alguien están en su lugar, viajando, fija y móvilmente, sin despeinarse y exponerse al jet lag y los husos horarios cuando se va y se viene al turístico eterno retorno, al que siempre se vuelve a la escena del crimen: los muertos regresan a los vivos, los desaparecidos a los aparecidos y los desplazados a los aplazados porque siempre han existido y han dejado de existir desde que en Jericó y en Jenín, la vida dejó de estar en donde estaba para estar en donde sigue estando: en otra parte.
Una vez no sucedido a nada, a nadie y a alguien en la vida está en otra parte, del comunismo al capitalismo y al fundamentalismo, nos damos cuenta, tardía y crepuscularmente, que si Ettore Majorana desapareció en una parte debió aparecer en otra parte y en otra vida aunque siguiera siendo la misma vida, quizás sí o tal vez no, menos pesada y más ligera, libre de todos pero no de sí mismo, suicida o no, él fue el crimen perfecto de lo existencial y lo pasional, a pesar o no, de sí mismo, pero no, de los neutrinos, a quienes vemos ir de unos lugares a otros sitios sin pedirnos permiso y metidos en las mochilas de los inmigrantes sirios, desapareciendo y apareciendo en otras partes, preguntándose los argentinos: ¿dónde está Santiago Maldonado?
Si por acaso el caos-el ocaso es el rostro desenrostrado de quien no es nada, nadie y alguien, a quién ponerle la máscara del terrorismo cuando la localización-la deslocalización está y no está en todas partes, sitios y lugares porque a USA se lo pusieron y se lo implosionaron en The World Trade Center, el mundo de arriba cayó por el cielo de en medio a la tierra de abajo, produciéndose y expandiéndose una quejumbre humana y metálica del tamaño del mundo que todavía dura bajo los escombros, en las calles y sobre los desiertos, viéndose desde lo más cercano a lo lejano, un Caravanserai que viene de Qalaat al-Madid, del norte de Siria, no sabiéndose cuántos vienen en esa multitud de gente-los demás, los nada, los nadie y los alguien, incrustada la arena en los rostros, desenrostrándolos, a cada uno y a todos.
A fuerza de Fe y Creencia, Ensayo y Error, Ciencia y Ver para Creer con la tecnología del ver, escuchar y sentir, aunque, en la edad medieval, no había casi quién escribiera una carta como también no había quién supiera leerla, sucediendo actualmente casi lo mismo con la mayoría de los jóvenes en donde los pongamos a escribir y leer una carta en voz alta, pasando una parvada-una bandada de palomas mensajeras para cagarles las cabezas por analfabetas funcionales y digitales, por sordos, mudos y ciegos multimediáticos y telecomunicacionales no ven más allá de sus narices untadas en las pantallas de sus teléfonos tan fijos y tan móviles que no van a ningún lado, lugar y sitio, a reserva de los servicios de Uber y sus aplicaciones.
El desnudo paradójico humano como «sujeto oscuro» de Alan Badiou se muestra íntimo y público, enchalecado y encintado con explosivos que ha pasado de la intimidación a la radicalización de sí mismo a través de otros que son los mismos con una voz aguardentosa y aniñada como si hubiese tragado agua, aceite, pólvora, clavos, tornillos y tuercas, recubierto de plástico y plastinado, presto y puesto contra todo y todos.
Casi al final: «Así, en conformidad con los deseos de los criminales, ese sujeto oscuro se revelará, a su vez, como capaz de lo peor, y deberá ser reconocido por todos, a la larga, como simétrico de los organizadores del crimen».
Como existimos y estamos en el mundo de arriba, en el cielo de en medio y en la tierra de abajo con la condición humana de civilizados y de seres humanos bárbaros, la condición social en la que estamos involucrados directamente en carne y hueso es que somos partes íntima y pública en el desnudo paradójico humano, a exigencia tiránica de un Estado como sujeto oscuro con los organizadores del crimen en lo que para Foucault es el poder y es el sujeto o sujeción del poder del Estado sobre el sujeto y las variadas y diferentes técnicas rudimentarias, sutiles y especializadas para sujetar-al-sujeto a la condición humana de ser sujeto oscuro alambicado y blindado, manipulado y enajenado, expoliado y explotado en cuanto a su visión y a su condición de exponerse y mostrar que el Estado de Derecho, ha sido volado en pedazos y que las esquirlas están yendo directa e indirectamente al corazón del tiempo y a la memoria del espacio en la humanidad en el desnudo paradójico humano.
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