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A 50 años de Bandung

El despertar de los débiles

Fuentes: Rebelión

El fin de la Segunda Guerra Mundial marcó la conclusión de los grandes imperios coloniales. La India y Pakistán se liberaron de la tutela británica, Indonesia de los holandeses, Indochina de los franceses, la revolución socialista triunfó en China, en Egipto tuvo éxito la rebelión de los oficiales nacionalistas y antimonárquicos. El movimiento panafricano se […]

El fin de la Segunda Guerra Mundial marcó la conclusión de los grandes imperios coloniales. La India y Pakistán se liberaron de la tutela británica, Indonesia de los holandeses, Indochina de los franceses, la revolución socialista triunfó en China, en Egipto tuvo éxito la rebelión de los oficiales nacionalistas y antimonárquicos. El movimiento panafricano se fortaleció.

El presidente de Indonesia realizó una misión exploratoria para conocer la respuesta potencial a una conferencia de los países afroasiáticos. La respuesta sobrepasó todas las expectativas. En 1955 se convocó en Bandung, Indonesia, una magna conferencia en la que participaron 29 países que recién habían emergido de la sujeción colonialista. Los principales promotores de aquel cónclave fueron Sukarno y Nehru. Más tarde se unieron Tito y Nasser. Los chinos decidieron participar activamente, convencidos de que la propulsión de los nacionalismos crearía una nueva barrera contra el imperialismo estadounidense y el colonialismo europeo.

Las grandes naciones industrializadas tuvieron que reconocer que los débiles podían ser fuertes si lograban unirse. Fue ahí donde surgió la invención del Tercer Mundo, es decir aquél que no optaba ni por el autoritarismo burocrático en el cual había degenerado el modelo soviético de socialismo, ni tampoco elegían el capitalismo empobrecedor y la extensión del poderío de las trasnacionales que esquilmaban a los países de economía agrícola.

Los países subdesarrollados eligieron no comprometerse con ninguno de los bandos en pugna en la recién comenzada Guerra Fría. Pero a la larga el Tercer Mundo se acercó más al campo socialista. La neutralidad que se pretendía demostró poco menos que imposible dentro de las tensiones de aquella época.

Chou En-lai se hallaba en Bandung encarnando el rostro fresco de un socialismo que aún no había divulgado los crímenes de Stalin ni los graves errores económicos y políticos de Mao. Pero había otras figuras que simbolizaban un punto de partida novedoso: el Arzobispo Makarios, de Chipre; Norodom Sihanuk, de Cambodia; Kwame Nkrumah, que sería el primer presidente negro de Africa y uno de los que tenía una clara conciencia ideológica de hacia dónde iba a dar todo aquello. Allí se creó lo que fue llamado «la violencia moral de las naciones».

El escritor negro Richard Wright llamó a los reunidos «la raza humana». Los organismos internacionales prefirieron escamotear la pobreza y las llamaron «las naciones emergentes». Tras alcanzar la soberanía el principal problema del despertar de los nacionalismos fue asumir la modernidad para lo cual necesitaban créditos y tecnología. Nada de ello fue fácil.

La disolución del campo socialista, la ofensiva del neoliberalismo con sus privatizaciones y su congelación del pacto social, propiciaron una supremacía del campo occidental capitalista y los nacionalismos se refugiaron en zonas como los Balcanes o el sudeste asiático promoviendo disturbios étnicos de perfil bajo como el de Kosovo o conflictos como la guerra entre Irak e Irán.

Se produjo una toma de conciencia significativa que impulsó las luchas de liberación nacional. Las nuevas palabras de orden eran independencia, anticolonialismo, coexistencia, antirracismo, autodeterminación, antimperialismo. Surgió la noción de Tercer Mundo considerando al Primer Mundo como el de las naciones altamente industrializadas: Estados Unidos, Japón y Europa que contaban con el 20% de la población y fabricaban el 60% de la riqueza mundial. El Segundo mundo era el de los países socialistas que comprendía a la Unión Soviética, China, el Este de Europa y Mongolia, Corea y Vietnam. Creaban el 30% de la producción mundial y contaban con el 33% de la población. El Tercer Mundo estaba compuesto de los países subdesarrollados de Asia, África y América Latina y disponían con el 47% de la población mundial pero solamente elaboraban el 10% de su producción.

Entre los años sesenta y setenta vientos de cambio soplaron con fuerza en África. Argelia se emancipó después de decenios de esfuerzos políticos y lucha armada. En Nigeria se produjo una enconada guerra civil tras la secesión de Biafra. El enfrentamiento armado en Rhodesia entre el gobierno de la minoría blanca y los movimientos de liberación se desbordó hacia Mozambique y Zambia. La independencia del Congo condujo a graves choques entre facciones rivales. Grupos progresistas dentro de los ejércitos africanos fueron tomando el poder en una serie de golpes de estado exitosos.

Todo este proceso de luchas por la liberación nacional cambió el balance estratégico en África. El Tercer Mundo, Bandung, fueron los heraldos anunciadores de la posibilidad de un mundo mejor.

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