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El discurso aplastante y «Podemos»

Fuentes: Rebelión

El discurso aplastante es el adoctrinamiento que estamos sufriendo día a día a través de los medios de comunicación, a favor de los vencedores. Ese discurso incluye desde detalles evidentes hasta otros que pueden pasar desapercibidos o casi. Por eso la obligación de todo ciudadano es bucear en libros, en sitios web, consultar con unos […]

El discurso aplastante es el adoctrinamiento que estamos sufriendo día a día a través de los medios de comunicación, a favor de los vencedores. Ese discurso incluye desde detalles evidentes hasta otros que pueden pasar desapercibidos o casi. Por eso la obligación de todo ciudadano es bucear en libros, en sitios web, consultar con unos y otros, escuchar a todos y quedarse después con su verdad pero nunca conformarse con lo primero que le den. Y este es el gran problema que tenemos y que tiene la gente más consciente: que la mayoría no desea ni estudiar ni complicarse la vida siendo humana, demasiado humana. He ahí la causa por la que Podemos fracasará a pesar de toda la ilusión con la que está actuando y he ahí por qué no saldrán adelante las experiencias de izquierda en América Latina (las revoluciones serán devoradas por sus hijos) ni salieron adelante otras experiencias. Eso no significa que toda esta dinámica sea inútil, no, es totalmente necesaria porque si hay personas a las que están aplastando se debe actuar contra el tirano. Hemos dejado hacer al humano y no nos ha traído la mano invisible que lo ordena todo a favor de la colectividad sino la garra que aprisiona y mata.

Cuando afirmo aspectos que contiene el párrafo anterior me rechazan y es lógico: estoy arrebatando yo también ilusiones, como hace el discurso aplastante, y las ilusiones son necesarias para vivir. Claro que sí, pero no las falsas ilusiones sin base empírica ni científica. No, todos no somos iguales, no se puede vivir en asamblearismo continuo porque todos no somos iguales y Pablo Iglesias va de falsa modestia por la vida, él sabe que no es igual a los demás pero se define ante Ana Pastor (la Anita de Rafael Correa) como un humilde portavoz de Podemos. Ahora bien, si Pablo Iglesias por desgracia sufriera un accidente y falleciera, ¿qué sería de Podemos si ahora, con él vivo, se están observando los primeros síntomas de otro aspecto del ser humano, la vanidad, el yoísmo? ¿Cómo puede un profesor de ciencias políticas cometer los errores de fondo que está cometiendo este colega?

Sí, es lógico que rechacen mi discurso porque lo más cómodo es echarle la culpa al otro para no salir del sueño tan hermoso que uno mismo se monta con el fin de vivir en el deseo, no en la realidad. ¿Qué salida ofrezco? Uno, asumir el problema e investigarlo; dos, trazar una meta discursiva e ir a por ella. Y eso no se hace en asambleas, se hace delegando, ¿o es que vamos a inventar ahora el mundo? El igualitarismo es la gran trampa por donde se cuelan los aprovechados y los listos, incluso los que van a calmar sus frustraciones personales y su egolatría. Todos nacemos de una hembra -aunque ya es posible fabricarnos en un laboratorio- en eso somos iguales aunque no todos nazcamos de la misma forma. Pero luego llegan las diferencias, no hay seres inferiores ni superiores, hay seres distintos unos a otros a los que se juzga por lo que hacen y no por lo que dicen. Y eso es izquierda también: se llama, a cada uno según su trabajo, su esfuerzo, su capacidad. Se diferencia de la derecha en que no se tira a nadie a la basura ni se habla de Coeficiente Intelectual pero eso no quiere decir que todos seamos iguales, una doctrina muy hermosa pero que acaba por enterrar el esfuerzo de cada uno. Por ese motivo se puede apuntar tanta gente a ser cristiano: ya puedes ser todo lo malvado que quieras en la vida que eres igual al resto, basta con una confesión o un acto de constricción en el último momento -si no hay sacerdote a mano- y puedes ir al cielo. Resultado práctico en la vida real: no hay esfuerzo, no hay responsabilidad, adapto la doctrina a mis tendencias acomodaticias y pícaras, puedo corromperme porque al final no hay problemas para alcanzar la Gloria celestial.

Mi discurso es aplastante también, como el que debo escuchar y ver cada día, incluyendo el de Podemos. Todos venden algo, en este caso, igualdad. Si yo fuera joven seguramente estaría trabajando a favor de Podemos, ahora lo veo con una gran simpatía, como una esperanza porque yo también me niego a dejar de creer del todo en el ser humano, necesito creer en él porque me he educado sobre la base de dos grandes utopías: la cristiana y la marxista y no soy capaz de superarlas porque no tengo capacidad para ello. Soy demasiado sensible y acaso débil.

Pero mi discurso es aplastante porque el que tengo enfrente, el del mercado, es totalitario, alienante y desinformador. Para empezar, han celebrado por todo lo alto el desembarco de Normandía como el origen del fin del nazismo y eso es falso. El origen del fin del nazismo lo colocó Stalin, a los vencedores se les fue de las manos Hitler y creían que su «loco» iba a terminar con los bolcheviques pero sería una victoria pírrica, lo dejaría tan herido que ellos con un simple empujón terminarían con su reinado de terror. Sin embargo, el plan no salió del todo así, los bolcheviques vencieron y ya venían para abajo, acaso podrían llegar hasta España y quitar de en medio a otro de sus monigotes, Franco (la República pidió ayuda a las democráticas Inglaterra y Francia y ambos países prefirieron a Franco antes que arriesgarse a una victoria de Stalin a través de la República y el Partido Comunista de España) por tanto, había que desembarcar con carácter de urgencia y bolcheviques y aliados se toparon en Alemania.

A partir de ahí, de esa victoria, se asienta el discurso aplastante que es mucho más aplastante con el derrumbe de la URSS. Entonces ellos lo tienen claro porque el neoliberalismo se venía forjando desde el siglo XIX pero los alternativos entran en una crisis de la que intentan salir. Podemos es un ejemplo significativo de un hecho positivo en la Historia: decirles a los partidos del sistema que se han podrido, empezando por los que se llaman a sí mismos de izquierdas. Pero de ahí a que sea una alternativa seria va un trecho. Por lo pronto, el discurso aplastante le ha hecho ver quién manda aquí: ¿queréis un referéndum para que los españoles elijan entre monarquía o república?, pues no hay referéndum y además os coloco dos reyes: uno, el rey real, y el otro, el rey honorífico, ¿qué pasa?, ¿pasa algo, Podemos? Y los debates internos de Podemos ya se amplían hasta la extenuación y se presentan como divisiones internas, empezando por medios que van de «progresistas» como la Ser o La Sexta pero que, sobre todo, velan por el voto PSOE que se ha ido a Podemos y por el que pueda irse.

Es el principio del fin, me mojo como me mojé con el 15-M celebrando su estallido pero a la vez lamentando que quisieran estar en política y no estar en política, que «quemaran» a la gente con las asambleas a todas horas para terminar actuando como católicos de la teología de la liberación sin la clarividencia de este movimiento latinoamericano. En el fondo de todo esto hay un elemento espiritual y místico flotando pero eso no es suficiente para llevar a cabo la revolución por evolución. Y hay prejuicios, falta de estudio y vergüenzas a aceptar el pasado y a saber de dónde se viene y hacia dónde se va.

Podemos es una transición tal vez hacia ninguna parte aunque siempre algo queda, como en el caso latinoamericano, una situación que celebro enormemente y por eso acudo a colaborar con la Venezuela revolucionaria cuando me reclama. Ahora espero que «el pueblo» también esté a la altura de las circunstancias porque ya está bien de mitificarlo y tratarlo como a un cliente comercial, hay que exigirle que asuma sus responsabilidades, empezando, claro está, por nosotros mismos. A mí me toca escribir y llamar la atención sobre esto, ir de aguafiestas -y no de Hessel con su pureza y sus buenas intenciones- porque cuando uno llega a determinada situación biológica tiene que administrar el precioso tiempo de lo más hermoso que se tiene que es la vida (Hessel lo hizo a su manera) y entonces no se está ya para crónicas de muertes anunciadas. Ahora bien, si lo prefieren ustedes me callo y me limito a ser un funcionario gris del Estado, que pasen las nuevas generaciones, a fin de cuentas hasta al rey le ha dado por dejar su sitio a una cara más joven. Puedo dejar este tipo de artículos y expresarme sólo en libros porque yo he venido a este mundo a hacer mi trabajo.

Los viejos -excepto Mújica- ya no servimos para nada salvo para votar y arrimar la pensión para que el niño no se vaya de revolución y se quede en casa calentito, como ha estado siempre, ajeno a todo y así le ha ido, en lugar de meterse en las venas abiertas de la Historia y seguir nuestra labor y superarla, se ha dedicado a marear la perdiz bajo el discurso aplastante made in USA, o, en el mejor de los casos, de Giddens, de Vattimo de Bobbio, de Trotsky o de Zapatero y ahora se nos ha hecho de Podemos y se desahoga en las redes sociales. Menos da una piedra. Claro que él no tiene la culpa, la tenemos nosotros, los mayores, los viejos, que lo hemos dejado solo tal vez porque pensamos que todo estaba logrado o que habíamos cumplido nuestro papel y nos tocaba descansar. Ahora acaso nos rechace por aquello y esté buscándose la vida como puede, como puedan y ese es uno de los significados de Podemos. ¡Cuánto me gustaría que pudiéramos!

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.