Le llamaron el periodismo gonzo. Mucho lo emparentaron con el nuevo periodismo que Tom Wolfe y Terry Southern estaban inoculando en el mundo algo monótono de los medios de comunicación de su época. Los popes de la prensa se alarmaban al ver a estos periodistas inmiscuirse en el relato de los hechos. El sagrado icono […]
Le llamaron el periodismo gonzo. Mucho lo emparentaron con el nuevo periodismo que Tom Wolfe y Terry Southern estaban inoculando en el mundo algo monótono de los medios de comunicación de su época. Los popes de la prensa se alarmaban al ver a estos periodistas inmiscuirse en el relato de los hechos. El sagrado icono del periodismo objetivo saltaba hecho pedazos. «Me gusta meterme de lleno en el ajo de lo que estoy escribiendo. Estar implicado personalmente tanto como sea posible», afirmó Hunter.
Hunter S. Thompson, con su gorra de béisbol, gafas oscuras Rayban y su boquilla de plástico a lo Mandrake, va directo al mueble bar. Se emborracha con Wild Turkey hasta que comienzan a borrarse los bordes de la realidad periodística. Monta una orgía en el Hyatt Regency de Las Vegas, junto con su abogado el Dr. Gonzo, y se toma un par de tripis hasta perder la noción de espacio, tiempo y lugar.
«El periodismo objetivo es una de las razones por las que se ha dejado que la política de EEUU se haya hecho tan corrupta», solía decir Thompson. Nunca intentó aparentar lo que no era cuando escribía. Eso sí, sobre el terreno, tenía que mostrarse menos explícito. De otra manera, todas las comisarías del país habrían tenido su foto bajo el cartel de «Se busca».
Thompson era radical, caótico y sinvergüenza. Odiaba a Nixon, se mofaba de la ley y el orden, se presentó a las elecciones de sheriff en un pueblo (perdió) y consumió la mayor parte de las drogas que pueden elaborarse en un laboratorio y algunas otras sustancias menos artificiales.
«He sido un delincuente juvenil, el típico que calzaba wambas blancas, camiseta de la Universidad de Oxford y tejanos. Me dedicaba a robar pequeñas cosas, sobre todo licor, que era por lo que nos pagaban más». Inquirido con posterioridad sobre sus condenas contesta: «Sé más de las cárceles que la mayoría de los convictos del país. De los 15 a los 18 años mi vida transcurrió repartida entre las rejas y las calles. Fue precisamente en prisión donde me inicié con la heroína».
Después de una agitada vida como reportero freelance en diarios norteamericanos en el Caribe y en Suramérica, colaboró con «Esquire», «Harper´s Bazaar» y el prestigioso Magazine del «New York Times», y de 1969 a 1974 fue redactor jefe de la revista «Rolling Stone». Su inmenso prestigio como reportero se había forjado con una extensa crónica, luego convertida en novela, sobre los Ángeles del Infierno, publicada en 1966 en «Harper´s Magazine».
Fue en «Rolling Stone» donde el periodismo «gonzo» tomó carta de naturaleza. En 1977, Paul Scalon editó una recopilación de artículos de colaboradores de la revista con el título de «The Rolling Stone Style». El de Thompson, «Terror y horror en el Super Bowl», tiene la misma matriz de su archifamosa novela «Miedo y asco en Las Vegas», publicada en 1971 y llevada al cine en 1998 por Terry Gilliam, con Johnny Depp y Benicio Del Toro. El protagonista, alter ego de Hunter S., acude a Las Vegas a cubrir una reunión de policías antidrogas acompañado de su abogado, el Dr. Gonzo, y un maletín repleto de drogas alucinógenas: LSD, mezcalina, cocaína… «Lejos de mí la idea de recomendar al lector drogas, alcohol, violencia y demencia. Pero debo confesar que, sin todo esto, yo no sería nada».
Hunter S. Thompsom se suicidó el pasado domingo 20 de febrero de un disparo en la cocina de su casa de Colorado. Hacía meses que Thompson había manifestado su deseo de quitarse la vida, e incluso había dado instrucciones verbales sobre el destino de su cuerpo y el de sus pertenencias y trabajos inéditos