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El efecto «narcotizante»

Fuentes: Rebelión

Ya lo decía George Orwel: «A través de la degradación cultural la gente se despolitiza, permanece muda». Es decir: El ciudadano no reacciona ante la agresión de un sistema opresor controlado por lo que ahora llamamos «mercados», pero que sigue siendo el sistema capitalista de siempre disfrazado de «neoliberalismo». Durante unos años fuimos inoculados los […]

Ya lo decía George Orwel: «A través de la degradación cultural la gente se despolitiza, permanece muda». Es decir: El ciudadano no reacciona ante la agresión de un sistema opresor controlado por lo que ahora llamamos «mercados», pero que sigue siendo el sistema capitalista de siempre disfrazado de «neoliberalismo». Durante unos años fuimos inoculados los ciudadanos con progresivas dosis de consumismo, bienestar, globalización, Unión Europea y moneda única. Todo, era mentira. La avaricia insaciable de este sistema capitalista y, por que no decirlo, la ingenua colaboración del ciudadano, nos llevan a la «kafkiana» actual situación: Los verdaderos culpables de este desastre, intentan convencernos (a trabajadores, pensionistas, parados y emigrantes) de nuestra culpabilidad por habernos creído las «verdades» que este mismo sistema capitalista nos había «inyectado» para sumergirnos en el «maravilloso» mundo del consumo convulsivo. En la actualidad y ante la sobredosis de usura y egoísmo que les derrumba el sistema, utilizan el bipartidismo político y el sistema financiero para, sin ningún pudor, intentar reactivar el mismo, con distinto nombre: «neoliberalpopulismo». Para ello, utilizan otro sistema «narcotizante» pero buscando resultados absolutamente diferentes: el adormecimiento o idiotez colectiva. Esta situación conlleva la sumisión, la resignación, y el absentismo del perjudicado ante lo injusto.
 
Por eso intentan y seguramente consiguen, utilizando la televisión, adormecer al sufrido ciudadano ante sus problemas cotidianos, con una programación televisiva de, sobre todo, las dos cadenas comerciales que lideran índices de audiencias, Telecinco y Antena 3, que deberían sonrojarnos a todos, como ciudadanos de un país serio como, algunos dicen, es España. Estas dos cadenas con audiencias mayoritarias, se disputan la clientela, no ya solo con los habitúales espectáculos de vergonzosos cotilleos, «grandes hermanos» e indescriptibles culebrones. Ahora se han puesto de moda los concursos a base de gritos exagerados de los presentadores de turno, anunciando premios de cientos de miles de euros mientras la cantidad en juego es elevada. Al bajar la cantidad se utilizan las pesetas para seguir utilizando y gritando la palabra mágica: el millón. Es sorprendente observar el comportamiento de los concursantes, que disfrazados de cualquier cosa y sin aparente sentido del ridículo o vergüenza, se prestan al juego, conscientes de las pocas posibilidades reales de llevarse algún euro. También se utiliza la colaboración del público espectador en el plató, que con sus gritos o aplausos dosificados por el guión, forman parte junto a la exagerada luminosidad del momento, para adornar el giro de una ruleta, la caída de unos fajos con miles de euros hacia un foso transparente, o lo que es más bochornoso, ver caer a los concursantes que no se llevan nada (que son la inmensa mayoría) por una trampilla, con el entusiasmo de un público agradecido por un bocadillo o, simplemente, la satisfacción de salir en la tele. Es triste entretenerte con un espectáculo sin artistas. Ya no hay cómicos en los programas de entretenimiento. Ni cantantes (si no van anunciando su último disco), Ni malabaristas o magos. Hacen programas con ciudadanos prestos a ridiculizarse (casi siempre) solo por salir en la pequeña pantalla y además gratis. Y nosotros, los espectadores que subimos las audiencias, disfrutamos riéndonos de nosotros mismos.
 
Pero es más triste todavía el saber, que, esta programación es la consecuencia de unos estudios sociológicos que demuestran el «efecto «narcotizante»» del ciudadano, que ante situaciones peligrosas e injustas para los verdaderos creadores de riqueza, como las que se están produciendo, podrían poner en peligro el disfraz del «nuevo» sistema capitalista: el «neoliberalpopulismo».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.