Alan Woods es hoy uno de los más destacados teóricos del marxismo. Nacido en Gales (Gran Bretaña), 64 años, ha sido catedrático de filología rusa y eslava en las universidades de Sussex (en el Reino Unido), de Sofia (en Bulgaria) y en la Estatal de Moscú (antigua Unión Soviética), además de importante activista político y […]
Alan Woods es hoy uno de los más destacados teóricos del marxismo. Nacido en Gales (Gran Bretaña), 64 años, ha sido catedrático de filología rusa y eslava en las universidades de Sussex (en el Reino Unido), de Sofia (en Bulgaria) y en la Estatal de Moscú (antigua Unión Soviética), además de importante activista político y cuadro intelectual. Se reivindica como marxista trotskista. Fue uno de los fundadores, junto a Ted Grant, de la ‘Corriente Marxista Internacional’ (así llamada desde 2006), nacida como ‘Comité para una Internacional Marxista’ en 1992, uno de los más grandes grupos heredero de las ideas y la lucha de León Trotsky. La Corriente está constituida como un partido mundial de grupos políticos de distintos países que se autodefine como ‘tendencia’ y que actualmente no cree necesario proclamarse como partido revolucionario por sus teorías sobre las organizaciones de masas de la clase obrera. Está presente en alrededor de 30 países y cuenta con más de 5.000 cuadros. Desde el año 2006 Alan Woods es su principal dirigente. Asimismo es el editor de su página electrónica: ‘En defensa del marxismo’, prestigiosa publicación leída por internet en numerosos idiomas. Ha escrito cuantiosos artículos y libros; entre otros, junto a Ted Grant ha publicado ‘Lenin y Trotsky, ¿qué defendieron realmente?’ (1969), ‘Razón y Revolución: filosofía marxista y ciencia moderna’ (1995), ‘Bolchevismo: el camino a la revolución’ (1999), ‘El marxismo y la cuestión nacional’ (2000).
Por medio de su corresponsal Marcelo Colussi, ARGENPRESS dialogó con él. (Entrevista en inglés. Traducción al español: Marcelo Colussi)
Argenpress: ¿Cuáles son las implicaciones para los países de Latinoamérica, en lo inmediato y en el mediano plazo, del Plan Colombia?
Alan Woods: El llamado Plan Colombia es una excusa para la intervención militar de Estados Unidos en América Latina bajo el pretexto de una guerra contra las drogas. En realidad, eso sólo es una fachada de sostén para el régimen reaccionario del presidente Alvaro Uribe en su guerra contra los movimientos insurgentes. Usando esa fachada, Washington ha transformado a Colombia en un campo de batalla alterando el balance militar de fuerzas en toda la región. No me cabe la más mínima duda que esto apunta primariamente contra Venezuela. Sabemos que por varios años los paramilitares colombianos han estado activos dentro del territorio venezolano. ¿Qué hacían allí? Eran armados y entrenados por la CIA quien, como todos sabemos, estuvo involucrada en muchas conspiraciones para derribar gobiernos democráticamente elegidos en Latinoamérica y asesinar líderes que no eran de su agrado. No mucho tiempo atrás, cuando José María Aznar estaba aún en el poder en Madrid, el gobierno colombiano estaba negociando la adquisición de tanques españoles. ¿Qué uso podrían tener tanques de guerra en la lucha contra las guerrillas en la selva? Ningún uso, por cierto. Esas son armas diseñadas para la guerra convencional. ¿Y guerra contra qué país? La pregunta se responde por sí sola. Esto era una amenaza contra Venezuela, aunque nadie lo mencionara. Sin embargo, cuando Venezuela anunció su intención de comprarle armas a Rusia, hubo gritos de indignación desde Washington por los alegados ‘objetivos agresivos’ de Caracas. ¡La insolencia y la hipocresía del imperialismo realmente no conocen límites! Sin embargo, creo que el Plan Colombia está perdiendo energía. Una guerra entre Colombia y Venezuela parece menos probable ahora que un par de años atrás. Si Uribe ordenara una invasión, obtendría una paliza. Los venezolanos lucharían como tigres combatiendo en dos frentes. Y el pueblo de Colombia no se quedaría de brazos cruzados mientras su gobierno perpetra un acto de agresión armada contra Venezuela. Por otro lado, no hay que olvidar al pueblo de Estados Unidos. Ese pueblo ya está harto de la guerra en Irak y no quiere ver a su país comprometido en otra aventura criminal en Sudamérica. El mismo colapso que vive Estados Unidos es el soporte para el Plan Colombia. El público estadounidense está rebelado por las historias de tortura y corrupción y por los probados vínculos entre Uribe y los paramilitares. El Congreso ha detenido la ayuda. Si los demócratas ganan la presidencia, la perspectiva del Plan Colombia no es muy promisoria. Esto es, aún, otra indicación del aumento de la debilidad del imperialismo estadounidense.
Argenpress: El proyecto de integración del ALBA -la Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe- ¿es una alternativa de progreso para los pueblos? ¿En qué sentido lo sería?
Alan Woods: Como una alternativa contra los tratados económicos imperialistas voraces, tal como el Tratado de Libre Comercio, el gobierno de Chávez está proponiendo un mecanismo de integración, ayuda y solidaridad entre los países de Latinoamérica (el ALBA), intercambiando petróleo y otros recursos naturales por alimentos, servicios educativos y prestaciones de salud. Se han dado ya algunos pasos adelante en esto entre Venezuela y Cuba, y ahora también en Bolivia, con resultados positivos. La importancia del ALBA está en que proporciona una visión de lo que sería posible si los colosales recursos de las Américas estuvieran en las manos de los obreros y campesinos. Por ejemplo, la utilización de los recursos petroleros de Venezuela, junto con el avanzado conocimiento médico de Cuba, hizo posible recobrar la vista a decenas de miles de pobres en Latinoamérica. Este ejemplo da una cabal idea en pequeño de las magníficas cosas que sería posible hacer sobre la base de una economía socialista planificada que unificara y movilizara los recursos de la región. De todos modos, la única vía para el uso de los recursos en esta manera, es decir: usados en el interés de las mayorías y no para el acrecentamiento de los beneficios privados de una minoría, es llevar a cabo la expropiación de los capitalistas y terratenientes bajo control obrero y campesino. A no ser que se tome ese camino, el ALBA quedará siendo algo potencial, un experimento limitado y una anécdota histórica cuyos resultados no serán duraderos. Las intenciones son buenas, pero todo ello es sólo el pálido reflejo del enorme potencial que se podría abrir para las masas empobrecidas de Latinoamérica si los recursos y economías de estos países se integrasen y produjeran conjuntamente bajo un plan centralizado y controlado democráticamente. Sería ingenuo pensar, no obstante, que los otros países latinoamericanos, gobernados por agentes directos o indirectos de las burguesías locales o por el imperialismo, estuviesen interesados en tratados de este tipo. La unificación de Latinoamérica sólo puede lograrse por medios revolucionarios. Sólo puede realizarse con la forma de una Federación Socialista.
Argenpress: ¿Qué escenarios podría abrir en Latinoamérica en el mediano plazo el proyecto de MERCOSUR?
Alan Woods: La débil burguesía latinoamericana es incapaz de completar la gran tarea histórica propuesta tiempo atrás por Simón Bolívar: la unificación de América Latina. Los últimos 200 años han demostrado de modo conclusivo que esta tarea necesaria e históricamente progresista es imposible sobre la base del capitalismo. El MERCOSUR no es un paso en la dirección de la unificación de Latinoamérica sino sólo un débil bloque económico creado como unión aduanera, basado en la idea de tarifas externas comunes para los bienes importados de otras áreas por fuera de ese mercado común. Sin embargo, luego de las crisis económicas que infestaron la región hacia fines de 1990, el MERCOSUR también entró en crisis. No obstante la posterior recuperación económica, ninguno de los problemas fundamentales de la región pudo resolverse. Las altas tasas de crecimiento del último período condujeron al aumento de las desigualdades pero no al mejoramiento de los niveles de vida de las masas. Ahora el clima económico está empeorando nuevamente; Estados Unidos ya está en recesión y la economía mundial, en el mejor de los casos, está en estancamiento. Esto traerá serias consecuencias para Latinoamérica y el MERCOSUR. Cuando hay una lucha por los escasos mercados, se intensifican las tensiones entre los capitalistas nacionales, especialmente entre Brasil y Argentina. La burguesía argentina ha perdido terreno en el último período y fue desplazada por la brasileña. Buscó imponer numerosas defensas y tarifas para limitar las importaciones de Brasil hacia su propio país. Todo ello produjo severas tensiones en el MERCOSUR. Bajo estas condiciones, las países-miembros más débiles como Uruguay y Paraguay encontraron que sus intereses eran ignorados, por lo que intentaron abandonar el MERCOSUR conjuntamente para firmar sus propios tratados de libre comercio con Estados Unidos. Las maniobras del imperialismo para fortalecer su dominación en el continente estimularon esta tendencia con el objetivo de debilitar el MERCOSUR buscando su posible desmembramiento. Chávez está intentando entrar en el MERCOSUR como un arma diplomática contra las maniobras del imperialismo estadounidense para aislar internacionalmente a Venezuela. Pero la entrada de Venezuela no ha cambiado las perspectivas del MERCOSUR en los detalles. Si el MERCOSUR se las arregla para sobrevivir, será por los beneficios de las multinacionales que operan a ambos lados de la frontera brasileña y venezolana y porque ello es políticamente útil a la burguesía carioca, que está empleando su posición dominante en esa unión comercial para proyectase como potencia dominante en la región al par que demanda un papel en la diplomacia internacional.
Argenpress: El imperialismo estadounidense parece haber entrado en declive. Pero sin dudas no está derrotado y su presunta caída no será inmediata. De todos modos en estos momentos atraviesa un proceso de recesión quizá único en su historia. ¿Cómo impactará todo eso en su tradicional ‘patio trasero’: Latinoamérica?
Alan Woods: El imperialismo estadounidense aún es un gigante. Su poderío económico y militar no tiene precedente en la historia mundial. En el pasado siempre había tres o cuatro grandes potencias en el mundo, rivalizando por la influencia. Eso imponía ciertos límites a cada una de ellas. Pero desde la caída de la Unión Soviética hay sólo una superpotencia. Cada año Estados Unidos gasta billones de dólares en armas para dominar el mundo. La así llamada ‘doctrina Bush’ da a Estados Unidos el derecho de intervenir en cualquier país sobre la base de lo que su gobierno piensa que constituye una amenaza. Sin embargo, el poder del imperialismo estadounidense no es ilimitado. Vemos eso en Irak y en Afganistán, donde a despecho de su colosal poderío y riqueza, Estados Unidos está empantanado en guerras que no puede vencer. Esto tiene las mayores implicaciones para las perspectivas de la revolución en América Latina, que está ahora en la línea de avanzada de la revolución mundial. En el momento presente no hay en todo el continente un régimen burgués estable. Washington se está alarmando ante esa situación por lo que se esfuerza por contenerla. De todos modos, la combinación de guerra y recesión económica creará nuevos problemas para la clase dirigente estadounidense limitándose su campo para la acción en Latinoamérica. En el pasado resolvía sus problemas con el envío de marines, pero eso es casi imposible el día de hoy. Las fuerzas armadas de Estados Unidos están restringidas a Irak y a Afganistán. Es impensable que puedan involucrarse en otra aventura militar al mismo tiempo. De ahí que la estrategia estadounidense esté obligada a utilizar otros métodos: la diplomacia y la intriga. Pero incluso en eso Bush está limitado por la caída de la popularidad y por un Congreso hostil. En lugar de una intervención militar directa, Estados Unidos está forzado a utilizar la presión diplomática para obligar a los países latinoamericanos a hacer lo que su estrategia desea. Igualmente usa la presión económica sobre ellos para hacerlos firmar tratados de libre comercio bilaterales. Todo esto está provocando numerosas protestas populares en esos países, creando más inquietud política y social en la región.
Argenpress: ¿Es la Revolución Bolivariana, con toda su riqueza petrolera, una alternativa destinada a convertirse en punto de referencia para otros pueblos de América Latina en su lucha por mejores condiciones de vida, por planteos antiimperialistas, e incluso socialistas?
Alan Woods: La revolución venezolana es un importante desarrollo para los socialistas y los marxistas a escala mundial. La revolución ya ha perdurado diez años. Eso es algo sin precedentes. Por todo ese período, las masas trabajadoras, campesinas y semi-proletarias han mostrado un tremendo coraje, espíritu revolucionario y alto nivel de conciencia. Pero la revolución no está terminada. ¿Cuál es el problema central? Que un número de palancas económicas claves continúa en las manos de la oligarquía venezolana. El problema es tanto económico como político. La oligarquía nunca se va a reconciliar con la revolución. Aunque su propiedad no fue fuertemente tocada, aunque aún disfruta de sus riquezas y privilegios, aunque aún continúan en sus manos poderosos medios de comunicación como diarios y canales televisivos que usa para vomitar a diario un torrente de basura, mentiras y calumnias contra el gobierno democráticamente elegido, aún así, a despecho de todo eso, no está satisfecha. Y nunca lo estará, hasta derribar al gobierno y aplastar a las masas bajo su pie. Sólo el movimiento revolucionario de las masas desde abajo evitó que la contrarrevolución pudiera triunfar en el golpe de abril del 2002. Las masas derrotaron a los reaccionarios y a los imperialistas. En este punto hubiera sido simple infligir una derrota definitiva a los reaccionarios, que estaban divididos y desmoralizados. Si el presidente lo hubiese indicado, eso hubiera ocurrido. Pero no tomó la acción necesaria para desarmar a la contrarrevolución, probablemente porque escuchó la advertencia de asesores reformistas ‘pragmáticos’ como Heinz Dieterich, que lo urgió a ser cauto, a no ir demasiado lejos y cosas por el estilo. El problema central es el problema del liderazgo. Hugo Chávez se ha evidenciado como un corajudo luchador contra el imperialismo y la oligarquía. Pero no es un marxista, y los reformistas y burócratas que continuamente se mueven en torno suyo, constituyen los frenos para la revolución. Las masas luchan por el socialismo y desean tomar acciones decisivas contra los contrarrevolucionarios, pero topan contra esa burocracia contrarrevolucionaria que forma una especie de quinta columna que socava la revolución desde dentro. En última instancia, el destino de la revolución venezolana depende de la lucha entre esas dos tendencias, que reflejan en definitiva los intereses antagónicos de clase. Es el deber de los marxistas luchar para defender la revolución venezolana contra el imperialismo y contra la oposición contrarrevolucionaria. ¡No podemos ser neutrales en esta lucha entre revolución y contrarrevolución! Al mismo tiempo debemos apoyar activamente a esas fuerzas en el seno del movimiento bolivariano que están peleando por la democracia de los trabajadores, contra la corrupción y por el control obrero. Participamos activamente en discusiones y debates que clarificarán la naturaleza del socialismo y definirán con precisión las tareas inmediatas de la revolución socialista. Consideramos que la revolución sólo podrá tener éxito si el proletariado se coloca a la cabeza de la nación. Todas las condiciones están madurando en el América Latina para la victoria de la revolución socialista. Un soplo decisivo sería suficiente para comenzar una reacción en cadena que pasaría de un país a otro, desde Tierra del Fuego hasta el Río Grande, y más allá. Los trabajadores y campesinos de Venezuela están bien ubicados para dar ese primer soplo. Pero si ellos dudan y fracasan en su golpe cuando las condiciones están presentes, todo estará perdido. Quienes argumentan que se debe esperar un mejor momento, se equivocan. El tiempo no está de nuestro lado sino en el lado de la contrarrevolución. No es demasiado temprano sino muy, muy tarde. Es imposible mantener a las masas en un permanente estado de ebullición sin indicar una salida. El ejemplo de la revolución francesa es altamente instructivo en este punto. El referéndum de diciembre fue una advertencia de las bases en el sentido que se están cansando de dilaciones interminables, cansadas de discursos vacíos sobre socialismo y revolución en tanto los viejos jefes y burócratas permanecen en sus lugares. Están cansadas de actos multitudinarios interminables, referéndums y campañas para elecciones. Demandan acción, ¡y la demandan ya! Sobre la base de un plan común de producción y de nacionalización de los bancos y monopolios bajo control y administración democráticos de los trabajadores, sería realmente posible unir las fuerzas productivas de todo el continente, y de ese modo movilizar una fuerza productiva colosal. Así, el desempleo y la pobreza serían cosa del pasado. El ejemplo de un Estado democrático de los trabajadores en Venezuela tendría incluso un mayor impacto que la Rusia de 1917. Dada la enorme energía y el impasse del capitalismo por todos lados, los regímenes burgueses en Latinoamérica caerían rápidamente, creando las bases para la Federación Socialista de Latinoamérica y, finalmente, para el socialismo mundial.