Lee unas páginas del ‘Código Da Vinci’ y nota que una sombra se cuela en su vagón. Teme cruzar la mirada con el intruso pero está seguro de que le espía. Si alguna vez le ha pasado algo así, en este artículo encontrará respuestas.
Daniel Paul Schreber, hijo de una acomodada familia sajona, desarrolló una meteórica carrera política, hasta que, hacia 1893, algo empezó a andar mal. Para aligerar el estrés de sus responsabilidades laborales, Paul empezó a frecuentar a un señor con poderes especiales y una larga barba blanca. Las cosas se pusieron complicadas cuando éste manifestó su deseo de convertirle en mujer para fecundarlo y engendrar una nueva raza, luego de una próxima hecatombe universal.
Todo esto fue apuntado en Memorias de un enfermo de nervios (1903) su autobiografía, publicada por una editorial especializada en espiritismo. Tiempo después, un psiquiatra austríaco dictaminó que el complot místico de Schreber y su travestimiento a manos de Dios no era más que un mecanismo de represión del deseo homosexual. Y así devino Freud mediante el caso más famoso de psicosis paranoica. Después de esta experiencia fundante, la lectura de las Confesiones (1719) de Jean Jacques Rousseau, el paradigma moderno de la introspección literaria, le sirve a los psiquiatras Seriuex y Capgras como modelo de la razón paranoica, inaugurando así una larga serie de avistamientos de paranoias diversas en el discurso literario.
La sociedad de control Durante el siglo XX, desde la fabricación seriada de ciudadanos «neumáticos», descrita por Aldous Huxley en Brave New World (Un mundo feliz, 1932), hasta los detalles burocráticos del totalitarismo expresados en 1984 de George Orwell (1948), diferentes autores elucubraron complejas distopías donde la paranoia omnipresente indica el advenimiento de una nueva amenaza: la sociedad de control. Sin embargo Philip K. Dick es el escritor que exploró con más dedicación, aunque sin ninguna elegancia estilística, este imaginario. Ya en sus primeros cuentos, el reconocido autor de ciencia ficción, plasmó una amplia paleta de delirios de persecución. Desde abducciones marcianas, sustituciones por clones o entidades extraterrestres, hasta lisérgicos mundos paralelos habitados por seres mesiánicos y yonquis, estos delirios tienen lugar entre sus descosidas tramas narrativas, condicionadas por el contexto del macartismo y la invención del enemigo interior como política interna de EE UU en la Guerra Fría.
Por eso, a diferencia de las edulcoradas intrigas contemporáneas de un Dan Brown y sus archiexplotados enredos entre corporaciones internacionales y sociedades secretas, en Philip K. Dick aún nos encontramos con la candidez de un discurso contracultural, donde duermen críticas oblicuas a la real politik de la Casa Blanca durante los goldies ’50. A pesar de ello, los complots metafísicos y extraterrestres de Dick no pueden rivalizar contemporáneamente con las suculentas redes conspirativas de los tecno- thrillers de un Tom Clancy. Sin embargo, que los segundos no dejen de funcionar como fórmulas editoriales rentables, no quiere decir que la gesta bélica y las grandes conspiraciones de la historia sólo estén relacionadas con el lado oscuro de la fuerza. En tal sentido, una celebridad como Thomas Pynchon es más conocido por la famosa broma gastada al jurado del National Book Award en 1974, que por su paso voluntario por la Marina o su trabajo como redactor técnico en la aeronáutica Boeing. Una relación íntima con el ejército americano y la tecnología militar que inspirara la que quizás sea su obra cumbre hasta el momento, El Arco Iris de La Gravedad (1973). Si Pynchon tiene un carro de combate en el patio de su casa suburbana no lo sabemos.
Pero, lo que sí podemos afirmar es que, a diferencia de los longsellers del mainstream paranoico, en su obra los complots se convierten en una faraónica parodia del mundo contemporáneo. Por lo tanto, las conspiraciones entre corporaciones internacionales, sociedades secretas y grupos paramilitares devienen sátiras pantagruélicas, así como las leyes de la termodinámica, la cibernética y la teoría del caos se invisten como disparatados motores de la especulación sociológica postmoderna en sus novelas. En clave de epígono pynchoniano, debemos celebrar la traducción al castellano de Stone Junction de Jim Dodge por Alpha Decay (fue publicada en el 2007 por la misma editorial, bajo el nombre de Introitus Lapidis). Novela de aprendizaje, a la vez que hilarante road movie, en la que una sociedad secreta, la Alianza de Magos y Forajidos, inicia al protagonista en una experiencia alucinante (y alucinógena) en la que se devela el extravagante lado oculto de la realidad. Por lo tanto, desde las Confesiones de Rousseau a la autobiografía de Schreber, pasando por los delirios persecutorios de Philip K. Dick hasta llegar el maximalismo paranoico en Pynchon, la literatura no ha agotado su capacidad de escarbar en el imaginario de las conspiraciones místicas, extraterrestres o militaristas.
Sin embargo, no nos caben dudas de que todas estas ficciones son controladas por un poder oculto detrás de los grandes emporios editoriales y la industria cultural, desde donde acechan las tentaculares redes de los que saben qué estamos pensando exactamente en este momento.
Para conspirar al calor de la estufa
Recomendamos a los que esperan las señales del Más Allá, conseguirse un ejemplar de Valis (Minotauro, 2007) la epifanía autobiográfica de Dick. En cambio, a los aspirantes a pragmáticos escritores, sugerimos ingresar en Crea tu propia novela de Dan Brown, una divertida web interactiva que nos invita a personalizar una versión aleatoria de algún complot internacional. Para los curiosos pero desafectados del tema, la accesible conferencia de Ricardo Piglia, Teoría del complot (2001). Por último, prescribimos a los lectores del fan-dome, un manifiesto y una reseña apócrifa, a la vez que una advertencia inquietante acerca del uso de la fama maquinada por Rubén Martín G. en Thomas Pynchon: un escritor sin orificios (Alpha Decay, 2011) y ¡elijan su propia aventura paranoica!
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/El-enemigo-intimo-la-literatura.html