El presidente de Brasil se coloca al margen de la ley con dos discursos en el Día de la Independencia.
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, intentó este martes, 7 de septiembre, escenificar el primer acto de un autogolpe para acabar con las instituciones y el estado de derecho. Coincidiendo con el 199 aniversario de la Independencia, convocó a sus partidarios a apoyarlo en sus embates contra el Congreso y el Supremo Tribunal Federal (STF), provocando la repulsa generalizada de las fuerzas democráticas del país.
Los dos actos principales fueron los de la capital, Brasilia, y el de São Paulo, la capital económica, con discursos del presidente en ambos casos. Según el cálculo que hizo la Secretaría de Seguridad del estado de São Paulo, en la Avenida Paulista se congregaron unas 125.000 personas, aunque el bolsonarismo contaba con al menos dos millones.
En sus discursos, abiertamente golpistas, Bolsonaro anunció que desconocería cualquier decisión del miembro del Supremo Tribunal Federal, Alexandre de Moraes, volvió a atacar el sistema electoral, con urna electrónica, así como a gobernadores y alcaldes que tomaron medidas para combatir la pandemia.
Su principal objetivo era el supremo Alexandre de Moraes del que dijo: “O ese ministro se encuadra o pide para salir. No se puede admitir que solo una persona, solo un hombre, turbe nuestra libertad. Decir a ese ministro que todavía tiene tiempo de redimirse, tiene tiempo de archivar sus investigaciones. Vete, Alexandre de Moraes, deja de ser canalla, deja de oprimir al pueblo brasileño, deja de censurar al pueblo”.
En un reciente discurso había dicho que veía tres alternativas en su inmediato futuro: “Estar preso, estar muerto o la victoria. Pueden estar seguros de que la primera alternativa no existe”. Este martes (7) aseguró que solo muerto saldría de la presidencia. Pero no debería descartar otras opciones.
El líder de la oposición en el Senado, Randolfe Rodrigues, anunció después de los actos que pidió al STF que Bolsonaro sea investigado por los siguientes crímenes: atentado contra el orden constitucional, el estado democrático de derecho y la separación de poderes, conforme prevé la Constitución; eventual financiamiento ilegal de los actos de este martes; utilización indebida de recursos públicos (dinero, helicóptero, etc.); y por su grave amenaza contra el libre funcionamiento del Poder Judicial, para financiar lo que calificó de carnaval golpista.
Aunque hubo algunas manifestaciones contra Bolsonaro en distintas ciudades del país, se espera que la respuesta más articulada se desarrolle el próximo domingo, 12 de septiembre. Y a primera hora de la noche de este martes fueron especialmente intensos los cacerolazos contra el presidente.
El Supremo Tribunal Federal viene siendo el órgano que pone límites a los delirios autoritarios de Bolsonaro. Y el juez Alexandre de Moraes, el que tiene en sus manos el caso por el financiamiento y organización de actos contra las instituciones y la democracia, y que ya dispuso la prisión de aliados políticos del presidente. En total, Bolsonaro está siendo investigado en cinco causas en el Supremo Tribunal Federal. Además será quien presida el Supremo Tribunal Electoral coincidiendo con las elecciones del próximo año.
Bolsonaro había presentado las manifestaciones de apoyo de este martes (7), como un ultimátum contra el Supremo Tribunal Federal. Y en los días previos fue preparando el terreno con mensajes extremistas. “Si quieres la paz, prepárate para la guerra”, o “No necesitamos salir de las cuatro líneas de la Constitución, pero si alguien quiere jugar fuera de esas cuatro líneas, podemos hacerlo también”. Venía diciendo también que estaba esperando una señal del pueblo brasileño para tomar una determinación.
No hubo ningún episodio violento destacable, aunque se temía que en las manifestaciones hubiera incidentes, y que policías militares, que forman parte de la base del bolsonarismo, acudieran armados, como recomendaron algunos mensajes en redes sociales. El propio presidente viene alentando a que la población se arme: “Todo el mundo tiene que comprar un fusil. Un pueblo armado jamás será esclavizado”, dijo recientemente. Y calificó de idiotas a quienes dicen que hay que comprar frijoles antes de fusiles: “Si no quiere comprar un fusil no toque los cojones (sic) de quien quiere comprarlo”.
La idea de las manifestaciones golpistas llegó después de que el parlamento rechazara la enmienda constitucional promovida por el gobierno para volver a instaurar el voto impreso. Y de que el Supremo Tribunal Federal avanzara en dos investigaciones contra el presidente, una por la supuesta interferencia del mandatario en la Policía Federal, para poder controlar las investigaciones por corrupción relativas a sus hijos, y otra por la milicia digital que difunda noticias falsas y ataca las instituciones
“Los ataques al Poder Judicial suelen ser el primer paso de los autócratas para intentar aferrarse al poder”, dijo al diario O Estado de S.Pãulo el politólogo americano Steven Levitsky, coautor del libro Cómo mueren las democracias. Y comparó las envestidas de Bolsonaro contra las instituciones democráticas con las tácticas de otras figuras, como el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez y el actual mandatario turco Recep Tayyip Erdogan.
La jornada de este martes marca un antes y un después en la presidencia de Bolsonaro. En el Congreso le esperan más de cien pedidos de impeachment o juicio político, hasta ahora frenados por el presidente de la cámara, Arthur Lyra. Un aliado hasta ahora pero que puede dejar de serlo si percibe que los vientos cambian.
Mientras Bolsonaro usa todo su tiempo en dinamitar el andamiaje democrático del país, coqueteando con el supuesto apoyo de los militares, Brasil vive una realidad preocupante: la inflación está comenzando a descontrolarse, estando ya por encima del 8% interanual; el número de muertos por covid-19 se acerca a los 600.000; y enfrenta una crisis hídrica y energética de grandes magnitudes, que puede provocar una apagón en todo Brasil.