SÍDNEY y KUALA LUMPUR – Con la pandemia, que ha hecho retroceder los modestos y desiguales avances del pasado, las enormes disparidades en la contención de la covid-19 y en la financiación de los esfuerzos de los gobiernos están ampliando de nuevo la brecha entre el Norte industrial y el Sur en desarrollo y otras desigualdades.
La pandemia en los países en desarrollo
Los países en desarrollo están luchando para hacer frente a la pandemia con sus sistemas sanitarios, generalmente frágil. Estos se han visto debilitados por los recortes de financiación y las políticas de privatización prescritas por las dos instituciones de Bretton Woods: el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial.
No es de extrañar que la covid se haya transformado ahora en una pandemia de los países en desarrollo.
Estos países, especialmente los de renta media-baja y los de renta baja, que no pueden permitirse las pruebas de diagnóstico, los equipos de protección personal y de otro tipo, los tratamientos médicos y las vacunas, representan ahora un porcentaje mucho mayor, y en rápido aumento, de los contagios y las muertes en el mundo.
Con una vacunación totalmente desigual, las tasas de mortalidad e infección en los países de renta alta han disminuido, mientras que las de los países de renta baja y media se han disparado. La publicación británica The Economist estima que las tasas de mortalidad en los países en desarrollo son mucho más altas de lo que sugieren los datos oficiales: 12 veces más en los de renta media-baja y 35 veces más en los de renta baja.
Mayor divergencia mundial
La pandemia de covid y las respuestas políticas han hecho retroceder aún más la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible mundial.
La Unctad (Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo) estima que la producción de los países en desarrollo cayó 2,1 % en 2020. Para empeorar las cosas, el progreso hacia la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 era pobre incluso antes de la pandemia.
El mundo se enfrenta ahora a una mayor divergencia, ya que los países en desarrollo se han quedado aún más rezagados debido a la pandemia y a las dispares respuestas a la misma. La dirección del FMI propone que 50 000 millones de dólares pueden acelerar la vacunación para acabar con la pandemia en todo el mundo, ¡con beneficios por valor de nueve billones (millones de millones) de dólares!
El FMI estima que el crecimiento medio de los países de renta baja se redujo bruscamente hasta 0,3 % en 2020, frente a más de 5 % en los tres años anteriores. También prevé que 33 países en desarrollo, incluidos 15 del África subsahariana y nueve pequeños estados insulares en desarrollo, seguirán teniendo una renta por habitante más baja en 2026 que en 2019.
Espacio fiscal limitado
La mayoría de los países en desarrollo se enfrentaban a un espacio fiscal restringido incluso antes de la pandemia. La relación media entre impuestos y PIB en 2018 era de 12 % en los países de renta baja y de 13 % en los países de renta media-baja, en comparación con 25 % en los países industrializados.
Los medios fiscales más pobres de los países en desarrollo se deben a menudo a una recaudación de ingresos más débil, a ingresos más bajos y a sectores informales mucho mayores. Además, pierden entre 49 000 y 194 000 millones de dólares anuales por transferencias ilícitas, por ejemplo, por facturación errónea de las empresas o valores de transferencia.
África pierde anualmente unos 89 000 millones de dólares, alrededor de 3,7 % de la producción africana, por la fuga ilícita de capitales. Esta pérdida de ingresos es casi equivalente a la entrada total de la ayuda oficial al desarrollo (AOD) y a la inversión extranjera directa que recibieron los países del continente durante el trienio 2013-2015.
Los países en desarrollo suelen quedar atrapados en una competencia fiscal perjudicial dentro de una carrera hacia el fondo siguiendo los consejos neoliberales del FMI, el Banco Mundial y otras instituciones. Así, los tipos de interés legales del impuesto de sociedades descendieron de 39 % en los países de renta media y de 46 % en los de renta baja que existían en 1990 al 24 % y al 29 % en 2019, respectivamente.
De la sartén al fuego
Los países en desarrollo se enfrentan desde hace tiempo a una capacidad fiscal muy limitada y un espacio para la política y la gestión fiscal igualmente reducido, lo que se agravó por décadas de condicionalidades y recetas neoliberales. Los donantes y las instituciones de Bretton Woods también han instado a los países de ingresos bajos y medios a obtener créditos en los mercados internacionales de capital en lugar de en las fuentes oficiales.
Mientras tanto, la AOD apoya cada vez más a las empresas privadas. Estos nuevos mecanismos, como la financiación combinada, prometieron convertir los miles de millones de ayuda en billones de financiación privada para la Agenda 2030. La promesa ha fracasado estrepitosamente, privando a los países que dependen de la disminución de la AOD y favoreciendo los intereses de la financiación privada.
Así, la deuda de los países de ingresos medio-bajos y bajos se disparó antes de la pandemia.
En 2019, la deuda total (pública y privada) superó 170 % del PIB de las economías de mercado emergentes y en desarrollo y 65 % del PIB de los países de renta baja. El aumento en esas economías emergentes de la deuda tuvo una proporción casi igual de la externa y la interna.
Esta mala situación ha empeorado con la disminución de los ingresos fiscales, la reducción de las exportaciones y los recortes de la AOD debido a la pandemia, ya que las necesidades de gasto de los gobiernos aumentan considerablemente.
En abril de 2020, la Unctad pidió que se aliviara la deuda de los países en desarrollo, estimada en entre 2,6 y 3,4 billones de dólares en 2020 y 2021.
Apoyo de los donantes, poco probable
Sin embargo, los países ricos, especialmente los miembros del Grupo de los 20 (G20), un club de grandes economías industriales y emergentes, han respondido frugalmente a este llamamiento, mientras que los prestamistas comerciales privados han rechazado hasta ahora todas las iniciativas de alivio de la deuda.
En los países pobres la situación se ha visto agravada por la negativa del Banco Mundial a complementar la cancelación del servicio de la deuda del FMI para los países de renta baja más vulnerables.
Mientras tanto, la AOD se ha mantenido por debajo de la mitad del compromiso de ayuda de los donantes, contraído hace medio siglo, de 0,7 % de su renta nacional bruta. La relación AOD/renta agregada cayó de 0,31 % en 2017 a 0,29 % en 2019.
El FMI estima que los países de renta baja necesitan alrededor de 200 000 millones de dólares para el alivio ante la pandemia y la recuperación hasta 2025, y otros 250 000 millones de dólares para reanudar el progreso del desarrollo.
Prevé además que otros 100 000 millones de dólares serán suficientes para cubrir los riesgos a la baja, por ejemplo, debido al retraso en la vacunación y a más medidas de cierre de las actividades económicas por nuevas olas de brotes de la covid.
Con este escenario, algunos de los principales donantes ya han recortado sus ya modestas asignaciones presupuestarias de ayuda.
Mientras tanto, ningún país rico se ha comprometido aún a transferir sus nuevos derechos especiales de giro (DEG, la unidad de cuenta) del FMI no utilizados, con el objetivo de proporcionar más financiación para la recuperación de los países en desarrollo a través de las 15 instituciones financieras multilaterales designadas que pueden utilizar los DEG.
Financiación del alivio, la recuperación y la reforma
Ya se han puesto en marcha medidas fiscales por valor de unos 16 billones de dólares en todo el mundo, de los cuales más de 80 % corresponde a los países de renta media. En cambio, por temor a las consecuencias macroeconómicas de un endeudamiento y un gasto mucho mayor, los países en desarrollo se han comprometido mucho menos.
Mientras que los países desarrollados han desplegado 28 % de sus ingresos nacionales, mucho más elevados, las proporciones son solo de 7 % para las economías emergentes, 3 % para África subsahariana y 2 % para los de bajos ingresos.
Además de contener urgentemente la pandemia y sus consecuencias, los países en desarrollo deben financiar rápida, eficaz y adecuadamente el alivio y la recuperación de las abruptas recesiones provocadas por la covid.
Deben intensificarse rápidamente los esfuerzos de cooperación para conseguir muchas más pruebas, equipos, tratamientos y vacunas. Mientras tanto, el sistema de las Naciones Unidas, incluidas las instituciones de Bretton Woods, debe ampliar urgentemente los medios de los países en desarrollo para financiar medidas que no solo faciliten el no retroceder más, sino que permitan avanzar y hacerlo mejor.
Anis Chowdhury es un exprofesor de economía de la Universidad Occidental de Sídney y ocupó altos cargos en la ONU entre 2008 y 2015 en Nueva York y Bangkok. es un exprofesor de economía y ex secretario general adjunto de la ONU para el Desarrollo Económico.
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