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El escenario de la «muerte cruzada» y el debate entre la democracia formal o material

Fuentes: Wambre Medio Comunitario

“No aceptar la ‘muerte cruzada’ es antidemocrático”, dijo Guillermo Lasso, preparándose al posible escenario de activar este mecanismo, como respuesta al juicio político que la Corte Constitucional dio paso y que la Asamblea deberá tramitar. Ante este posible escenario, organizaciones sociales, como la CONAIE, se pronunciaron y advirtieron que si Lasso activa la muerte cruzada –que le permitirá gobernar seis meses sin Asamblea–  las organizaciones iniciarán movilizaciones.   

Lasso y otros afirman que esta respuesta social sería “antidemocrática”, ya que la posibilidad de disolver la Asamblea es una facultad que la Constitución otorga al presidente en el artículo 148 por lo tanto es constitucional, pero, ¿qué se entiende por antidemocrático?

Democracia formal o material

En la democracia formal lo importante son las formas. El cómo y quién puede hacer las cosas. Es administrar el poder de acuerdo con ciertas reglas, que son establecidas –como no puede ser de otra forma–  por quienes tienen el poder o lo tuvieron en determinado momento. Generalmente, esas reglas fueron creadas para favorecer a esos grupos y ayudarles a mantenerse en el poder el mayor tiempo posible.

Si nos vamos al principio de nuestra república, 1830, para tener derechos de ciudadanía –votar, elegir y ser elegido y por tanto participar en le juego del poder– necesitabas estar casado –¿quién casaba a las personas es ese tiempo?–; necesitabas, además, ser mayor de 21, tener propiedad raíz, un monto en dinero, 300 pesos, y ejercer un profesión o industria sin sujeción a otro –ser el patrón–, saber leer y escribir. Quienes redactaron la constitución la hicieron para que hombres blanco-mestizos, con propiedades, sean quienes sigan ostentando el poder.

Ahora, sin ir más lejos, algo parecido ocurrió en la Constitución de 2008. Además de una excelente parte de derechos y garantías –hay que reconocer también lo bueno–, implementó un modelo hiperpresidencialista que es difícil de explicar en un espacio editorial corto, pero se puede ejemplificar con dos instituciones. La primera es la objeción parcial por la que un presidente sin mayoría en el parlamento puede legislar libremente y la segunda es la “Muerte Cruzada” por la que el presidente puede ejercer la función ejecutiva y legislativa hasta llamar a nuevas elecciones por un lapso de tiempo que podría llegar a los seis meses.

Con la fuerza que tenía el partido hegemónico de entonces, la Constitución de 2008 podía ser utilizada para empezar a colocar a personas clave en lugares como el Consejo de Participación, el Consejo de la Judicatura –para de paso tomarse la función judicial–, la Corte Constitucional, el Consejo Nacional Electoral y las entidades de control. Y así sucedió en el gobierno de Rafael Correa. Esto garantizaba, entre otras cosas, que en casos de períodos en los que el partido hegemónico no tuviese la presidencia, pudiera ejercer poder desde otras esferas y garantizar su regreso. Ojo, esto lo han venido haciendo los políticos desde Grecia, Roma, las monarquías europeas, las democracias liberales; ese siempre ha sido el juego de la clase política: llegar al poder y mantenerse en él. Esto no se inventó en 2008 y no se terminará ahora, ni en un futuro muy cercano.

Ahora, muchas personas desde la sociedad civil criticamos el hiperpresidencialismo y cada vez que Correa lo utilizó durante su gobierno. Queridos amigos académicos y activistas a quienes respeto muchísimo decían “hay que derrotar al correísmo y en este momento Lasso es la única opción. Con Lasso tendremos la libertad de disentir, tendremos democracia”. Hoy luego de casi 2 años de gestión –sólo 22 meses para algunos–, podemos decir que Lasso no es lo que dijo que sería.

Lasso pasó de forma, por decirlo menos, sospechosa a la segunda vuelta electoral. Tuvo un empate técnico con Yaku Pérez, quien estuvo en segunda vuelta por gran parte del conteo de votos. El paso de Lasso parecía beneficiar al candidato Arauz, ya que Lasso era débil, y después de varios intentos y millones de dólares, no podía derrotar al candidato indígena que, en cambio, crecía gracias al apoyo popular que recibió la CONAIE en el Levantamiento de octubre de 2019. Para PACHATUTIK fue el mejor resultado en su historia en la carrera presidencial y en la elección de asambleístas, lo que demuestra que un sector importante de la población vio la lucha de la CONAIE no sólo como legítima sino como representativa. En el Levantamiento de octubre de 2019 el número de quiteños en las calles apoyando a la CONAIE fácilmente igualaba o superaba al número de personas de los pueblos y nacionalidades que llegaron a Quito.

En esa segunda vuelta electoral, Lasso moderó su discurso. De ser el blanco-mestizo, cristiano conservador y neoliberal, pasó a ponerle color a sus mítines, a acercarse a personas de las diversidades sexuales, a las feministas y hasta a los pueblos indígenas. “No soy Correa” era lo único que podía ofrecer. Y “no ser Correa” tenía para todas esas personas que finalmente le eligieron, un significado claro: no es autoritario, no va a abusar del poder, no va a ser corrupto, no va a criminalizar, no va a impedir el ejercicio de las libertades y los derechos. Pero hay una cosa por lo que no votó la gente: su plan económico. Lasso debió aceptar que era un presidente de transición, jugar su rol en la historia como alguien que debía administrar bien con las leyes existentes y tratar de generar espacios de acuerdo nacional para que, en las siguientes elecciones, ya no tengamos que escoger entre él o una opción peor, sino a candidatos o candidatas con un plan de país que sí quisiéramos apoyar con entusiasmo y convicción.

Pero no lo hizo. El poder tiene ese efecto en algunas personas. Entonces, ¿qué iba a hacer el hombre que ofreció restaurar la democracia? Utilizó la Constitución de 2008 cada vez que pudo para hacer las cosas para las que no fue electo. Claro, esto con la Asamblea en contra no le fue fácil; sin embargo, se las arregló para, con las atribuciones que sí tenía, implementar un modelo económico que no tenía apoyo popular. No utilizó los excedentes del petróleo para reactivar la economía, a pesar de que salíamos de la pandemia, esto, tal vez, tenga mucho que ver con el estado de inseguridad y violencia que vivimos en el país; amplió las fronteras mineras y petroleras, casualmente en territorios indígenas; cambió totalmente la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo para entorpecer el ejercicio de un derecho que las mujeres vienen reclamando por décadas; insistió en la privatización de empresas públicas y la venta del Banco del Pacífico; entre otras cosas.

Lasso llamó a la CONAIE al diálogo y la CONAIE acudió. No había acuerdos en algunos puntos, pero claro, eran puntos vitales para los pueblos y nacionalidades. En especial, los derechos humanos, el derecho a la alimentación, la salud, la educación; todos los derechos que se afectan porque la gente que trabaja en minifundios no recibe un ingreso digno por sus productos, con ganancias que se concentra en intermediarios, especuladores, industrias y distribuidores. Pero también los derechos de la naturaleza, el respeto a los territorios de los pueblos, la libre determinación, la consulta previa, la reproducción de la cultura misma. Eso es lo que estaba en juego. Un año más tarde de no recibir avances en los puntos discutidos, de que las conversaciones con el gobierno se cerraron, vino una nueva movilización nacional en junio de 2022, que fue reprimida de forma brutal, con arrestos ilegales y procesos judiciales en contra de dirigentes sociales e indígenas.

Entonces, ¿Qué es ahora ser democrático? Desde la democracia formal, utilizar los canales institucionales que prevé la Constitución y la ley. En ese sentido, si Lasso aplica la “Muerte Cruzada” mandará a sus casas a los y las asambleístas, llamará anticipadamente a elecciones y utilizará el súper poder máximo del presidente que permite concentrar los poderes ejecutivo y legislativo en uno. Lasso convertido en un dictador por algunos meses en los que tratará de implementar una agenda económica por la que nadie votó y que afectará a las personas más desposeídas del país: extractivismo, privatización y precarización laboral.

Sin embargo, la democracia material implica otra cosa. La democracia es el gobierno del pueblo, es un sistema político en donde las personas pueden participar en la administración de lo público, en donde la opinión de las personas cuenta y en la que los canales formales sólo tienen sentido si favorecen esa participación. Un presidente sin legitimidad convertido en dictador gracias a la “Muerte Cruzada” y tratando de imponernos una agenda que no sabemos a cuántas generaciones afectará, por la que no votamos y que no queremos, no parece que esté escuchando a quien tiene la soberanía: el pueblo.

¿Democracia es el imperio de la ley o el imperio del pueblo?

Creo que no hay nada más democrático que hacer escuchar nuestra voz como ciudadanos y ciudadanas, lo hacemos cuando votamos, pero hay otras formas de hacerlo. Y claro que las calles es un lugar, lo ha sido y lo será. Cuando los políticos dejan de escuchar al pueblo, las calles son el único lugar en el que las personas pueden ejercer su derecho a participar en lo político. Si Lasso aplica la “Muerte Cruzada”, será nuestro derecho y obligación hacer contrapeso en las calles, el contrapeso que debería realizar la Asamblea Nacional en una República.

Aquí, Lasso todavía podría ser el demócrata que ofreció ser. Si quiere optar por la “muerte cruzada”, que llame a la prensa, a los partidos políticos, a los gremios, a los sindicatos, a la CONAIE y que firme un compromiso de que no va a dictar ningún decreto ley, no va a tomar ninguna decisión económica que afecte la capacidad del siguiente gobierno de tomar decisiones con respaldo popular, que sólo tratará –pero en serio– de administrar el Estado hasta que llegue su reemplazo. Eso quizá nos podría dar una salida verdaderamente democrática a un problema social y político del que Guillermo Lasso es responsable.

Fuente: https://wambra.ec/muerte-cruzada-debate-entre-entre-democracia-formal-o-material/