Los muertos por las acciones islamistas no se merecen los políticos que tienen. Claro, como la Unión Europea ha sido construida conforme a la metodología hermenéutica de Karl Marx -primero se levanta una estructura financiera y monetaria y luego ya veremos- los dóciles y serviles políticos han estado mirando por los intereses de sus señoritos […]
Los muertos por las acciones islamistas no se merecen los políticos que tienen. Claro, como la Unión Europea ha sido construida conforme a la metodología hermenéutica de Karl Marx -primero se levanta una estructura financiera y monetaria y luego ya veremos- los dóciles y serviles políticos han estado mirando por los intereses de sus señoritos porque se supone que son los intereses de todos y se han olvidado de la cooperación policial y de los servicios de inteligencia conjuntos al tiempo que se dejan caer en los brazos de los Estados Unidos que es de esos amigos con los que no se necesitan tener enemigos.
Son tan demócratas que logran que se identifique democracia con debilidad cuando ahora si llaman a tu puerta por la mañana ya no es el lechero sino un sujeto con una bomba en una botella, con el coco comido porque en occidente no hemos logrado ilusionarlo con un proyecto de vida y entonces desde por ahí han venido corrientes fantasiosas de pensamiento que han vencido a la Ilustración, al liberalismo y a las altas miras del neoliberalismo. Nuestra hiperdemocracia no nos permite molestar a nadie en horas de descanso, los cuerpos antiterroristas se ven obligados a actuar en una especie de horario de oficina y los yihadistas además de morirse por autobomba lo habrán hecho de risa.
Se supone que los europeos metidos a bombas o matarifes son seres enclenques que deben morir por selección natural socioeconómica -como sostiene el neoliberalismo- pero es que han decidido no morir solos tirándose a la vía de un tren o por inanición cerebral sino que lo hacen y se van con Alá acompañados de decenas de personas que estaban a su lado o cerca de ellos, en sus cosas, personas que han votado a unos políticos que forman parte de un estado para que las protejan igual que el estado debe procurar que todos tengan las mismas oportunidades en la vida y luego que cada cual llegue donde llegue pero eso de estar condenados a ser terroristas por haber nacido en una determinada zona de Londres, París, Bruselas o Madrid es una aberración que demuestra la muerte de un sistema y la necesidad de sustituirlo por otro, lo que ocurre es que no tenemos otro, ni los que dicen tenerlo lo tienen por más que hablen de cambio porque el cambio son unos impuestos a los ricos que los mismos ricos piden que se les implanten.
De manera que Bélgica se enfada con los bombazos y dice que va a bombardear a los malos pero que lo hará sobre junio, más o menos. ¿Esto qué es? ¿La guerra de Gila? «¿Oiga, es el enemigo? Que se ponga. Mire, que los llamo para decirles que los vamos a bombardear en junio, lo digo para que se escondan porque nos da pena matarlos». Hollande afirmó que estábamos en guerra y los débiles mentales le respondieron que no diga eso, que le da alas a los del Estado Islámico (el «autodenominado Estado Islámico», según afirman algunos periodistas siguiendo consignas de arriba).
Los islamistas están en guerra entre ellos y contra nosotros y nosotros estamos en una situación parecida, es una dinámica puramente humana y ancestral que se acentúa con la mundialización, una situación en la que no acaba de morir lo viejo ni nacer lo nuevo. La guerra es mundial y claro que habrá que seguir yendo cada cual a sus cosas y vida normal pero que no nos traten como a idiotas, se nota perfectamente que nuestros servicios de inteligencia y nuestra policía andan despistados o al menos no todo lo concentrados que debieran porque han perdido un tiempo precioso, total, si aquí lo que perseguimos primero es el negocio del mercado único y los que mueren, a fin de cuentas, no son los de arriba sino los ciudadanos, a esos se les consuela con palabras firmes, con más bombardeos (para acabar con alguien hay que poner pie en tierra y a por ellos, como toda la vida, por ahora, o bien sentarse a hacer política y diplomacia), con lucecitas de colores en los monumentos, con cantos patrios, con flores y velas, con concentraciones en las puertas de edificios institucionales…
Es decir, una procesión de gestos que parece -por desgracia- una burla al ciudadano por medio de un esperpento con marketing serio como esperpento es también el periodismo que nos ofrecen los informativos audiovisuales, todo el tiempo a lo Billy el Niño: que si han agarrado a uno que podría ser, que al parecer, que todo parece indicar, que el hermano de uno estaba en un lugar cuando su hermano se hallaba en otro y llamó a la familia para despedirse. Qué manera de no saber nada y tragarse todo lo que te dicen una policía y unos políticos confundidos, qué manera de no hacer un trabajo propio, para eso no hace falta que existan estudios de periodismo con los que me gano la vida y la muerte. Cuánta sensiblería en el periodismo, cuánta anécdota (el joven que se libró tres veces de la muerte, etc.) y qué poco análisis, qué escasísima formación al receptor de las raíces de todo lo que nos está afectando y aterrando.
Escribo en un domingo al que los católicos llaman de Resurrección. Pero aquí no resucita nadie, ni el que se supone que tenía que resucitar hoy, el sepulcro está cerrado a cal y canto, la enorme piedra redonda encierra dentro un cuerpo yacente y sin vida. Es como una metáfora de nuestros cerebros europeos: cerrados, confundidos, atorados, sin esperanzas tal vez. Aunque me da en la nariz que todo irá a mejor poco a poco, por otras peores hemos pasado y aquí estamos, aguantando a nuestros hijos de p… y a los otros hijos de p… que en gran parte deben su existencia a nuestros propios actos coloniales. Desde luego, este hecho es propio de la historia de los seres humanos (matar al semejante por intereses de autoconservación) pero eso no quita para que en el siglo XXI empecemos a intentar dejar de asesinarnos por un pozo de petróleo o por una fantasía religiosa. Acaso pierda el tiempo diciéndolo pero menos da una piedra.
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