La mayor parte de los análisis sobre la viabilidad de la zona euro y los beneficios (o no) de permanecer en la moneda única se insertan, salvo contadas excepciones, en el marco de la ortodoxia neoliberal e incurren en una inflación de cifras y tecnicismos. Pero, más allá de estos análisis […]
La mayor parte de los análisis sobre la viabilidad de la zona euro y los beneficios (o no) de permanecer en la moneda única se insertan, salvo contadas excepciones, en el marco de la ortodoxia neoliberal e incurren en una inflación de cifras y tecnicismos. Pero, más allá de estos análisis funcionales al sistema, ¿Qué es el euro? «Un instrumento en manos de los poderes económicos para aplastar a la clase trabajadora», responde el economista Pedro Montes, al que avalan 36 años de trabajo en el Departamento de Estudios del Banco de España.
La burguesía europea, explica Montes, «ha basado todos sus proyectos a lo largo de una década en la creación de una moneda única; el euro ha sido para los empresarios algo maravilloso». ¿Por qué? Porque con la unión monetaria (a partir de 1999), los estados ya no contaban con la posibilidad de devaluar (o revaluar) las monedas, en el caso de las devaluaciones, para mejorar la capacidad de vender al exterior. Así pues, sólo quedaba una opción para mejorar la competitividad (el palabro tan caro al discurso neoliberal): arremeter contra los salarios y, en consecuencia, reducir los costes laborales. «Esto ha favorecido enormemente la explotación de la clase trabajadora», ha añadido el economista.
Pedro Montes ha desarrollado estas reflexiones en el primer taller de la Academia de Pensamiento Crítico, titulado «Crisis financiera y estancamiento económico: de vuelta a la economía real» y celebrado el pasado 26 de octubre en la Escuela de Ingeniería Agronómica de la Universidad Politécnica de Valencia.
«El diseño de la moneda única ha sido un disparate desde el primer momento», ha concluido el economista miembro de Socialismo 21, sobre todo, para los países de la periferia europea. Esta idea puede demostrarse con cifras: el endeudamiento exterior del estado español ha pasado de 155.000 millones de euros en 1998 (un año antes de que entrara en vigor el euro) a 964.000 millones de euros en 2009 (coincidiendo con el inicio de la crisis). En el mismo periodo, los Pasivos Exteriores de España han pasado de 540.000 millones de euros a 2,4 billones de euros. En resumen, «el neoliberalismo ha construido un monstruo disparatado, del que no hay salida posible y todos los expertos lo saben», asegura Montes.
Paul Krugman subrayó hace año y medio las dos opciones que que les quedaban a los países de la periferia europea. Una, devaluar y salirse del euro; la segunda, un fuerte ajuste para disminuir precios y salarios, de manera que se alcanzaran los mismos efectos que con la devaluación. Se optó por la segunda alternativa y, a juicio de Pedro Montes, «no se han resuelto los problemas en absoluto». «Ahora sólo queda seguir en el euro, que sería una catástrofe, y romper con la moneda única, que sería el caos», afirma Montes con un realismo irónico. Además, matiza el autor de «La integración en Europa. Del Plan de Estabilización a Maastricht» (1993) y «El desorden neoliberal» (1996), «permanecer en el euro ya no es una alternativa, ya que va a resultar imposible».
Así las cosas, el debate está abierto sobre dos posiciones: implementar las reformas necesarias (incluidas las progresistas) para salvar la unión monetaria; y, por otro lado, la alternativa a la que se apunta Montes: «que desaparezca el monstruo del euro, ya que aunque resulte una catástrofe, al menos permitiría construir una nueva Unión Europea». El economista desconfía de que «con una izquierda débil y dividida, y con la correlación de fuerzas vigente, puedan aplicarse reformas progresistas en el marco actual de la Unión Europea». «Esto ya se veía venir hace una década, aunque ningún sabio lo dijera», con una unión monetaria forjada a partir de economías distintas, fiscalidades divergentes y un raquítico presupuesto que supone sólo el 1% del PIB europeo (el de los estados nacionales representa entre el 40 y el 50% del PIB).
¿Y los ciudadanos? Se ha decidido desde las altas instancias que paguen la crisis y que asuman sin rechistar los ajustes y los recortes. Cuanta menos información, mejor. Según Pedro Montes, «hay una permanente guerra de cifras y declaraciones en la que al final te pierdes; esto nos pasa incluso a los economistas que nos dedicamos a la cuestión; lo mejor es no fiarse de nada, porque se habla constantemente de billones pero ¿Dónde están? Realmente nada está claro por la envergadura del monstruo financiero que se ha creado y que nadie puede controlar». Para ejemplos de opacidad, el término «rescate». «Esta palabra es puro veneno, no se rescata a ningún país. Lo que se hace es otorgar créditos a los países en apuros pero sin que ello los saque del endeudamiento y, por otra parte, los países centrales tampoco tienen dinero para realizar verdaderos rescates».
Lo que está ocurriendo, explica Pedro Montes, es «una gigantesca transferencia o, en otras palabras, una socialización de las perdidas de las entidades financieras, que se trasladan a instituciones públicas y ciudadanos». Esto es lo que no se cuenta. Por lo demás, la denominada crisis de las deudas soberanas «es de tal magnitud que no tiene solución, por más reuniones y eurocumbres que se convoquen». El economista de Socialismo 21 expone tres razones: el enorme déficit de los países; la acumulación de estos déficit, lo que genera una masa de deuda cada vez mayor; y el cierre del grifo del crédito, todo ello, en un contexto de grave recesión.
De lo que no cabe duda es que la coyuntura actual resulta propicia para abrir nuevos debates. Pedro Montes apunta uno de los imprescindibles: replantearse la globalización y que los estados-nación puedan recuperar parte de su potencial, por ejemplo, para el control de sus monedas o la imposición de aranceles, lo que permitiría defenderse a las economías más débiles. «Y esto no significa dejar de ser europeístas -aclara Pedro Montes-, sino apostar por una Unión Europea progresista con reparto de la riqueza y con derechos sociales».
Otro debate urgente ante esta crisis que Montes califica de «histórica», pues «cambiará profundamente la economía y las sociedades», es el que ha de afrontar la izquierda. El economista apuesta por una «ruptura» con el sistema establecido pues «en el marco vigente no hay posibilidad de reformas», insiste. Es más, «en el caso de que pudiera resolverse la crisis, esta resurgiría al día siguiente porque permanecería la raíz de los males: cómo se ha constituido la Unión Europea».
En este contexto, «Los empresarios van a por todas; tras lograr una contrarreforma de inmediato exigen otra, en fin, saben muy bien lo que quieren; en cambio, la izquierda se muestra asustada y con muchas dudas». Sin embargo, «a la izquierda tampoco le corresponde resolver una crisis que no ha generado; hemos fortalecernos para el durísimo combate que se avecina y aprovechar las oportunidades que se nos presentan y que hace un año no teníamos, cuando nadie se cuestionaba el capitalismo», ha concluido Montes dejando una ventana abierta al optimismo.
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