Harry Windsor, tercero en turno para heredar el botín de la casa real británica, acrecentado por años de rapacería y evasión de impuestos, se disfrazó de nazi para ir a un baile con sus amigotes. El episodio ha desatado un escándalo mayúsculo de opinión pública y la alarma de la prensa que ha destacado en […]
Harry Windsor, tercero en turno para heredar el botín de la casa real británica, acrecentado por años de rapacería y evasión de impuestos, se disfrazó de nazi para ir a un baile con sus amigotes. El episodio ha desatado un escándalo mayúsculo de opinión pública y la alarma de la prensa que ha destacado en sus principales titulares este desafío a la sensibilidad nacional. En el influyente diario Daily Telegraph escribió el articulista, Tom Utley, que la estupidez de Harry no era una estupidez estandar sino una estupidez en escala monumental. Y el periódico The Guardian, de izquierda, planteó en un editorial que Harry parecía muy interesado en asumir el papel del idiota municipal.
Un país que se desangró en una guerra atroz contra Hitler, que sufrió intensos bombardeos alemanes, que padeció privaciones y duelos no puede tolerar en silencio esta nueva gamberrada del tonto heredero que se ha distinguido por sus camorras, borracheras y desenfrenos, que ha acometido fraudes en sus exámenes estudiantiles y ha sido internado en un centro de rehabilitación para curarlo de su adicción a la marihuana.
Esa orientación reaccionaria no debiera sorprender a ninguno pues la casa de Windsor siempre ha tenido fuerte vinculación con el fascismo. Las cuatro hermanas del Príncipe Felipe, esposo de la reina Isabel II, estaban casadas con oficiales nazis. Una con un alto dirigente de los SS, otra con el jefe de la inteligencia de Goering, una tercera con un gobernador nazi y la cuarta con el príncipe de Hesse, simpatizante del nazi-fascismo. Todas vivieron en Alemania durante la guerra.
Muchos sospechan que la abdicación de Eduardo VIII, antes de asumir formalmente la corona, se debió no a su amor a la divorciada Wallis Simpson sino a sus simpatías fascistas. Cuando el Príncipe de Gales esperaba su turno para ser coronado Rey la embajada alemana envió un telegrama cifrado a su Cancillería en Berlín en el cual manifestaba que Eduardo consideraba que una alianza entre Gran Bretaña y Alemania era una «necesidad urgente».
Mientras aguardaba el desenlace de la crisis dinástica en Cannes, en el sur de Francia, la Simpson fue vigilada celosamente por detectives británicos porque existía la fuerte sospecha que tras la abdicación Eduardo y ella escaparían a residir en Alemania, lo cual efectivamente hicieron, pero fue una visita a Hitler la que realizaron, en octubre de 1937.
Wallis Simpson había sido amante de Joachim Von Ribbentrop cuando éste era embajador en Londres y esos vínculos nunca se quebraron completamente. Al separarse de ella Von Ribbentrop, quien luego sería Ministro de Exteriores de Hitler, le envió una jarra con diecisiete rosas, el número de veces que se habían acostado juntos, según aparece consignado en informes del FBI de aquella época.
El Führer los recibió en su retiro campestre de Berchtesgaden, convertidos ya en los Duques de Windsor. Allí intimaron con Rudolf Hess, Goering, Goebbels y Himmler. Luego se establecieron en París y cuando los nazis invadieron Francia viajaron a Lisboa, posiblemente presionados por el gobierno británico que temía el papel negativo que pudieran asumir en manos de los nazis. Mientras duró su estancia parisina Wallis Simpson suministró información secreta a los alemanes sobre asuntos estratégicos franceses, según ha revelado más tarde la oficial de inteligencia Louise Ellman. Hitler intentó entonces que se establecieran en España, simpatizante de la causa alemana, donde los podría manipular más convenientemente con la anuencia de Franco. El gobierno británico lo distanció nombrándolo gobernador de las Bahamas y allí transcurrió la guerra.
Durante su residencia en aquellas islas el Duque declaró en varias ocasiones que la derrota de Hitler sería una gran tragedia. También dijo que cuando los alemanes terminasen de aplastar a los americanos él volvería a Gran Bretaña como un líder nacional. Durante su estancia en Nassau el Duque fue vigilado muy de cerca por el FBI con instrucciones expresas del Presidente Roosevelt.
En Gran Bretaña el fascismo tenía fuertes raíces. Oswald Mosley fundó la Unión Británica Fascista. Estaba casado con Diana Mitford cuya hermana, Unity había sido amante de Hitler o fue, al menos, una entusiasta simpatizante de la causa nazi. En la boda de los Mosley, realizada en Berlín, Hitler fue el testigo principal. Durante la guerra Mosley y su mujer fueron encarcelados por Churchill quien les proporcionó cómodas facilidades a su reclusión. Tras la guerra los Mosley se establecieron en Francia, en una residencia cercana a los Duques de Windsor, de quienes eran íntimos.
Otro núcleo favorable al fascismo estuvo concentrado en torno a Waldorf Astor y su esposa Nancy. Reunían periódicamente en su fastuosa residencia campestre de Cliveden a un grupo de colonialistas, racistas y reaccionarios entre los cuales se encontraban algunas notabilidades como Kipling, T.E.Lawrence y Henry James. A esas citas acudían regularmente miembros de la familia Windsor.
Con estos antecedentes no es de extrañar que el joven Harry, sabiendo que su familia es esencialmente de raíz alemana y de criterios retrógrados, haya sido fiel a esos fundamentos disfrazándose de nazi para exteriorizar su verdadera conciencia.