Recomiendo:
0

El festín de los adjetivos

Fuentes: ALAI

Es fundamental entender que las divisiones restan y no solo matemáticamente sino con una proyección política exponencial. Se trata de entender que el proyecto político es más importante que las personas y si este proyecto político se va desviando, se trata de unirse para enderezarlo desde la única fuerza (aunque sea poco organizada) capaz de hacerlo, como es Alianza País.

«…mirándonos a los ojos…la crítica debe ser constructiva certera sin dañar los sentimientos de los compañeros».

Tomás Borge

En el artículo anterior hablé de la ruptura de Alianza País y de la frontal pelea entre los dirigentes que hoy influyen mayoritariamente en la ciudadanía. Jamás dije que eso podía reducirse a una pelea de compadres ni ningún otro elemento que rebaje la discusión. Es lamentable, sin embargo, el nivel al que llegan los tuiters, las «bromas» del Presidente y las respuestas que provienen de militantes de diversos grupos o chats de las redes sociales.

En julio de este año cumplí, con asombro ante la cifra, 52 años de militancia activa, en ese periodo he visto, la intransigencia, las rupturas en la izquierda de toda tonalidad, fuerza, orden y dimensión. Todas tristes y muchas trágicas.

En la década de los 60 la ruptura chino-soviética, produjo captura de locales, palazos y hasta balazos en los PC nacionales.

En los 70 e inicios de los 80, los movimientos armados, o muchos de ellos zanjaban sus diferencias con la eliminación física de los discrepantes. Muchos tenemos en la memoria el asesinato de Roque Dalton, maravilloso, extraordinario poeta y revolucionario, que se salvó dos veces de ser fusilado por la dictadura, para terminar en manos de sus propios compañeros en un asesinato ordenado por el que sería el Comandante Joaquín Villalobos del ERP, hoy asesor de Uribe y otros personajes similares.

El Frente Sandinista, dividido en las 3 tendencias: la Insurreccional, la Guerra Popular Prolongada y la Tendencia Proletaria, resolvió el triunfo de la guerra contra Somoza unificando las tres corrientes (que parecían irreconciliables a un momento) en un acuerdo donde los 9 comandantes (tres por tendencia) acordaron trabajar y compartir la lucha de manera totalmente unida. Y había recursos, combatientes y armas de por medio, no puestos de trabajo. Las discrepancias políticas y militares se superaron.

Y en política 3+3+3 no dio 9 sino cuatro millones de nicaragüenses contra Somoza. Tomás Borge y Daniel Ortega fueron artífices principales de esa Unidad. Hoy, 40 años después, el FSLN ganó 135 de 153 alcaldías en Nicaragua y sigue avanzando (todo ello bien lo conoce el compañero Ricardo Patiño).

En el sur del continente de una fracción del APRA surge el primer Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, da origen a la lucha armada en Perú, y luego se fraccionaría en decenas de grupos, prácticamente desapareciendo. El propio MIR chileno, tan orgánico, tuvo sus fuertes divisiones internas, igual que Montoneros, el PRT y otros.

Fueron las décadas de las derrotas, orquestadas por la CIA, el Plan Cóndor y otros servicios de inteligencia locales que, infiltrando y aprovechando debilidades y vanidades, lograron estas rupturas. Salvo en Nicaragua y 20 años antes en Cuba el resto fue derrota y dictadura. La Unidad así con mayúsculas es un triunfo popular, de los movimientos sociales, no surge solo de intelectuales sino de los que tienen hambre y sed de justicia y a ellos hay que remitirse.

El surgimiento de la Alianza Patria Altiva i Soberana (precioso nombre) es el resultado de los diez o más años de luchas anteriores y claro de la decisión de sus dirigentes. Otros 10 años de ejercicio del gobierno y en gran parte del poder no lograron consolidar a este movimiento con ideas frescas y renovadas sino que mantuvieron estructuras muy ligadas al gobierno, muy clientelares y antiguos vicios de partidos tradicionales de izquierda y derecha, con todo el autoritarismo a cuestas.

Hoy estamos, desafortunadamente, ante un festín de adjetivos que no dejan ver con claridad la perspectiva. Basta ya de insultar y denigrar a la Revolución Ciudadana y sus militantes. Hoy pasamos de corruptos a violadores, por favor ese festín debe detenerse y no se lo pedimos a la derecha, se lo exigimos a los compañeros que dirigen el gobierno y por quienes votamos para que den continuidad al proceso, se lo pedimos a quienes se erigen como dirigentes de AP, y quienes desde la base militamos y también insultamos. El único objetivo de la derecha es destruir el concepto de Revolución y desaparecer a la Revolución Ciudadana (el nuevo Plan Cóndor que prepara la invasión a Venezuela).

Es fundamental entender que las divisiones restan y no solo matemáticamente sino con una proyección política exponencial. Todavía es factible repensar. Todavía es posible reunir, no interesa tanto en este momento que sea uno más uno, lo que interesa es ser una sola fuerza para volver a la ofensiva alrededor del programa. No se trata de que nos demos un abracito y todo bien. Se trata de entender que el proyecto político es más importante que las personas y si este proyecto político se va desviando, se trata de unirse para enderezarlo desde la única fuerza (aunque sea poco organizada) capaz de hacerlo, como es Alianza País. La derecha continental y transnacional, con su proyecto de destrucción de las fuerzas progresistas y democráticas está avanzando sobre las cenizas que dejan los adjetivos. No habrá debate de las ideas, si no hay retroceso en los adjetivos.

Con serenidad y madurez podemos llegar a sentarnos a la mesa, debatir el tema de la consulta popular; preparar una Convención Nacional en serio, con mesas previas a nivel de cada provincia e ir a las elecciones con al menos dos listas, porque si no, no son elecciones. Dos listas inclusivas, que contengan compañeros de diversas corrientes en cada una de ellas, porque esa es la realidad del movimiento y podemos aprender a trabajar en minorías y mayorías, sin perder de vista el programa. El objetivo siguiente serán las elecciones seccionales, parroquias, cantones y provincias. Y Alianza País debe ganar mayoritariamente.

Suena ilusorio, pero con ética y madurez es posible alcanzar el objetivo. Pongo la ética en primer lugar porque nuestro talón de Aquiles (de los humanos y las humanas) es la codicia y porque la ideología dominante nos lleva al consumo y todo ello nos lleva a ver al Estado como botín, aún en su nivel más pequeño, como es la parroquia.

En el Ecuador y en el Movimiento Alianza País, aún estamos a tiempo de volver al prestigio de la década ganada. Este gobierno deberá cumplir con las promesas de campaña y sobre todo con el programa y la Constitución. La Asamblea Nacional deberá mantener su papel de trinchera de las conquistas y de avance en las nuevas propuestas y Alianza País debe trabajar para que ello ocurra. El equipo que hoy conforma la dirección debe corregir y buscar salidas de unidad junto con la Comisión de Ética y los otros dirigentes. Si no lo hacen, lo más probable que ocurra es que terminen siendo los que tienen la razón histórica, pero no la fuerza para mantener, impulsar y renovar a la Revolución Ciudadana. Y en la Revolución o lo que podamos hacer con ella, la teoría sin la práctica, no deja de ser de una belleza inútil.

Debemos recuperar El Telégrafo, los medios nacionales y al MIES. Parece imposible. Lo que lo puede hacer imposible es la guerra fratricida que le regala el triunfo al enemigo. Serenidad, firmeza, ligarse al movimiento popular. Es urgente para recuperar la iniciativa y la ofensiva. Lula volverá, es probable, aprendamos la lección. Releamos a José Mujica en su teoría y en su práctica. Avancemos en lo posible para conquistar lo imposible.

Fuente: http://www.alainet.org/es/articulo/189225