La presencia iberoamericana
Plena pausa veraniega europea. A pesar de los devastadores incendios en los países mediterráneos, durante algunos días la agenda mediática le concede un lugar al mundo cultural, en particular los festivales cinematográficos.
Locarno, la principal muestra suiza de cine con proyección internacional, defiende entre el 2 y el 12 de agosto una premisa desafiante: contribuir con imágenes a una forma diferente de percibir el presente y el futuro.
Tesis que sostiene Giona Nazzaro, director artístico del Festival de Cine de Locarno, al presentar su 76ª. edición, a punto de comenzar. Nazzaro considera las películas que integran la competición internacional como “una visión posible del mundo”. Y subraya que, si bien “los sucesos recientes (en referencia a las crisis de diversos tipos y las guerras) no nos incitan a ser optimistas, el cine nos ayuda a imaginar –y poner en imágenes– otro mundo posible”.
Cine de autor y 8.000 espectadores a cielo abierto
Nazzaro explica que, aun cuando existe plena consciencia de la complejidad del momento histórico en el que se inscribe el Festival de Locarno, “buscamos y sondeamos en un presente que, a pesar de todo, se muestra rico y apasionante”. Y “nos esforzamos por capturarlo y contarlo dialogando con las películas que hemos seleccionado”. Con la apuesta siempre vigente en Locarno de priorizar el cine de autor, en el cual la concepción de su director o directora prima sobre cualquier otro valor, en particular el de la taquilla y el mero éxito comercial.
El festival es un conglomerado de varios programas en uno, que el año pasado aseguró casi 130 mil espectadores en 11 días y que espera repetir o superar esas cifras en 2023.
El segmento más popular es el que transcurre en la Piazza Grande (Plaza Grande), donde a partir de las 21.30 horas, con la última luz del día, miles de espectadores presencian una o dos películas bajo las estrellas hasta bien entrada la madrugada. La Piazza es la “sala” a cielo abierto más amplia de Europa. Cuenta con 8 mil sillas, muchas de las cuales se instalan al atardecer y se pliegan terminada la función, en una repetición cotidiana que involucra a centenares de jóvenes colaboradores.
Este año la Piazza Grande anticipa momentos importantes. Entre otros, la proyección de Anatomie d’une chute (Anatomía de una caída), de Justine Triet, que acaba de ganar la Palma de Oro en el Festival de Cannes, en Francia. Así como la presencia de un histórico amigo de Locarno, Kean Loach, quien llega con The Old Oak (El viejo roble), su último largometraje.
Prácticamente, cada velada en la Piazza comienza con la ceremonia en la cual se otorga un premio especial. La noche del cierre, el sábado 12 de agosto, se entregan los Pardos (Leopardos) de oro y plata que galardonan a los ganadores y las ganadoras de las distintas categorías (https://www.locarnofestival.ch/festival/film-sections/piazza-grande.html).
Entre ellas, la competición Cineastas del Presente, que reúne primeros o segundos largometrajes, principalmente estreno mundiales, dirigidos por talentos emergentes. Así como el concurso Leopardos de Mañana, que convoca a producciones experimentales innovadoras. Y la Competencia Internacional, reservada a los realizadores y realizadoras experimentados: la más importante y la que otorga los premios de mayor cuantía y prestigio.
A pesar de la gran diversidad geográfica de las 214 películas que se proyectarán en Locarno –entre las que sobresale el cine francés e italiano–, tanto la Piazza Grande como la Competición Internacional incluyen escasas producciones iberoamericanas en la presente edición. La portuguesa Baan, de Leonor Teles; La imatge permanente, de la realizadora catalana Laura Ferrés, así como la argentina El auge del humano 3, de Eduardo Williams, representan a Iberoamérica en la Competición Internacional. Productores portugueses participan en otras tres coproducciones de la misma sección (https://www.locarnofestival.ch/it/festival/program.html?type=inlocarno).
Específicamente, la presencia de América Latina –cine muy amado por el público helvético– se asegura a través de 36 filmes de la Retrospectiva, dedicada en esta edición al cine popular mexicano del período entre 1940 y 1960 (https://www.locarnofestival.ch/it/press/press-releases/2023/Locarno76-Retrospective.html).
Latinoamérica también centraliza la sección Open Doors (Puertas Abiertas), que prioriza regiones donde el cine independiente es particularmente desafiante con el objetivo, tal como lo definen los organizadores del festival, de construir puentes para la colaboración entre regiones, países y continentes. Este año, al igual que el año pasado y que el próximo, Open Doors enfoca su proyector hacia América Latina y el Caribe. En la actual edición proyecta 18 producciones, 7 de las cuales son largometrajes provenientes de Bolivia, Perú, Colombia, México, Venezuela y Brasil (https://www.locarnofestival.ch/pro/projects/open-doors.html).
El film Todos los incendios, del realizador mexicano Mauricio Calderón Rico, es el único representante de América Latina en la competición Cineastas del Presente, la segunda en importancia. Pássaro memória, del brasilero Leonardo Martinelli; Du bist so wunderbar, co-producción alemano-brasilera de Leandro Goddinho y Paulo Menezes, y Solo la luna comprenderá, de la realizadora costarricense Kim Torres, son los tres cortometrajes latinoamericanos que participarán en la competición Leopardos de Mañana.
Film latinoamericano disputa el Leopardo de Oro
El Auge del humano 3 es la única producción latinoamericana de las 17 películas que compiten por el máximo galardón del festival. Dirigida por Eduardo Williams, ya conocido en Locarno por haber obtenido en 2016el Leopardo de Oro en la categoría Cineastas del Presente, con su film anterior (https://rebelion.org/leopardo-de-oro-latinoamericano-en-cineastas-del-presente/).
En entrevista exclusiva, Williams explica que su nueva película “es una continuidad discontinua de mi primer film. Como el anterior, El Auge Humano 3 transcurre también en tres países (Sri Lanka, Perú y Taiwán, en este caso) y brega con las mismas preguntas que el precedente, aunque “las aborda de otras formas”.
El catálogo del Festival escribe el escenario de la obra de Williams como “diferentes grupos de amigos que deambulan en un mundo oscuro, lluvioso y ventoso. Pasan tiempo juntos, tratando de alejarse de sus trabajos deprimentes, deambulando constantemente hacia el misterio de nuevas posibilidades”. Williams explica que se trata de “una conexión de países y personas generalmente no relacionadas. Los seguimos de una manera que podría hacernos sentir humanos, máquinas y extraterrestres. La película propone diferentes preguntas y muchas dudas. ¿Y qué pueden ser las dudas?”. Williams se responde: “Modesta dinamita”.
La diversidad de países donde se filmó es la causa, en cierta manera, de la multiplicidad de coproductores, bajo la tutela de la sociedad Un Puma, de Argentina. La selección de actores y actrices locales, así como los escenarios tan variados, explican el trabajo de varios años que esconden las dos horas de este largometraje clasificado como ficción.
A la pregunta de si El Auge Humano 3 realmente pertenece al género de la ficción, Williams responde: “Una ficción no clásica … con mucho de improvisación; con actores no profesionales que tienen la libertad de inventar y de nutrirse en su vida real”. Y argumenta que, debido a la reconceptualización de los géneros cinematográficos en el presente, sus películas también se presentan en festivales de cine documental.
Si de fuertes recuerdos del proceso de filmación se trata, imposible ignorar la experiencia profesional de Williams en el Perú. “Estuvimos en Iquitos, a la entrada de la selva amazónica, y recogimos muchas imágenes del barrio de Belén, que se inunda la mitad del año. Quería filmar un lugar en el mundo donde la gente vive en el agua. Desafío para nada fácil a nivel técnico. Fue uno de los mejores momentos del rodaje”.
El agua, justamente, constituye uno de los hilos conductores de El auge humano 3. Williams lo explica con un ejemplo: “Pasamos de ese barrio semi inundado de Iquitos hasta llegar a una montaña en Taiwán, donde se encuentra un lago y se ven muchos tipos de aguas de diversos colores: negra, azul, marrón”.
Volver a Locarno, pero ahora con la única película latinoamericana de la sección más importante del festival, es algo muy especial para el realizador argentino. “Estoy muy emocionado por haber terminado el film y, además, por poder estrenarlo en Locarno. Es la primera vez que participo a este nivel de un festival grande”. Sin embargo, el hecho de que su película sea la única contribución latinoamericana en concurso por el Leopardo de Oro, para Williams es algo casi anecdótico: “Recién ahora me doy cuenta. Lo constato. Pero hubiera preferido mucha más presencia de América Latina. Amo el cine de mi continente, quiero que siempre desborde en las salas de todo el mundo, y me hubiera hecho más feliz no ser el único latinoamericano en la competición internacional de Locarno”.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.