En este artículo el autor analiza la trayectoria de la derecha en Brasil y avanza que la confrontación derecha – izquierda girará entre Bolsonaro y Lula.
La derecha brasileña siempre ha controlado el poder en Brasil, desde que comenzó a imponerse a los pueblos indígenas, a oprimirlos y a explotar sus riquezas. Después, utilizando la institución económica más monstruosa de la historia mundial: la esclavitud; que junto con el colonialismo, son los dos hechos sobre los que se funda la historia brasileña.
Pasado el tiempo, esa dominación cambió de forma, adquirió un carácter nacional, pero nunca se contuvo. Más de cuatro siglos después, en 1930, la derecha brasileña fue derrotada por Vargas mediante una revolución que hizo que la derecha brasileña se volviera profundamente anti-getulista. Apoyada en el liberalismo, atacó a Vargas por su autoritarismo y por la política de «comprar» la conciencia de los trabajadores con concesiones que consideraban demagógicas, como las subidas salariales o el reconocimiento del derecho a la sindicalización.
La derecha brasileña fue sistemáticamente derrotada por Vargas, pero provocó su suicidio, al ser acusado de corrupción, pero no lo derrotó. Cuando finalmente ganó la derecha, en 1960, fue con un aventurero, Jânio Quadros, quien heredó las banderas de las acusaciones de corrupción y moralismo, pero cuya victoria apenas duró unos meses, transformándose en una nueva derrota.
La mayor victoria de la derecha no fue en tiempos de democracia, sino bajo la dictadura, que logró destruir la democracia y a gran parte de la izquierda a través de la represión más sistemática que haya conocido Brasil. Victoria de una derecha represiva que además diseñó una alternativa para el capitalismo latinoamericano en crisis: el crecimiento económico con un estado dictatorial. Fue la mayor propuesta de la derecha brasileña para el continente.
Una victoria basada en la sobreexplotación de los trabajadores y la destrucción de la democracia. Llegó a su fin porque las huelgas protagonizadas por Lula en el ABC paulista pusieron fin a la contención salarial -la joya del «milagro económico»- y el régimen no pudo más. La derecha triunfó en la transición a la democracia, impidiendo la elección directa del presidente de Brasil y reduciendo la transición a un proceso de restauración de la democracia liberal, sin otras formas de democratización –del acceso a la tierra, de los medios de comunicación, de las estructuras económicas monopolistas, del sistema educativo, entre otros.
La derecha volvió a tener una victoria pírrica con la victoria electoral de Collor en 1989 -otro aventurero, como Jânio Quadros-, frente a Lula. Su gobierno, derrotado después por la corrupción, fue rescatado en su modelo económico por FHC, que constituyó la última victoria democrática de la derecha. Tuvo una vida corta, puesto que el modelo neoliberal ha demostrado ser un concentrador de renta incapaz de recuperar el crecimiento de la economía.
Desde ese momento, la derecha ha acumulado una impresionante secuencia de derrotas, hasta ahora sin precedentes en la historia brasileña, a manos de Lula y del PT. Solo volvió a triunfar con la derrota de la democracia en 2016, cuyo golpe llevó a la elección de Bolsonaro.
En ese sentido, la derecha presentó lo único que tenía disponible para proponer a Brasil, dado lo que consideraba el riesgo del regreso del PT.
La derecha desplegó ya el repertorio completo de alternativas que le puede proponer al pueblo de Brasil: dictadura militar, neoliberalismo de FHC y Bolsonaro. La izquierda propuso y puso en práctica varias alternativas: gobiernos del PT con crecimiento económico y distribución de ingresos, con fortalecimiento social y político de la democracia.
En 2022 la derecha y la izquierda presentarán de nuevo las alternativas que tienen disponibles para que el pueblo brasileño elija la que le parezca mejor para los diferentes futuros posibles para Brasil. Será una elección entre la derecha y la izquierda, entre la democracia y el autoritarismo, entre el crecimiento económico y la especulación financiera, entre la distribución del ingreso o la concentración del ingreso. Entre Lula y Bolsonaro.