Lo sucedido el 10 de enero en Venezuela fue la negación de lo que esperaban algunos gobiernos y sectores de la oposición, casi todos orientados desde Washington: ni hubo colapso social, ni alzamiento, ni cierre de negocios, y la hecatombe diplomática que se programaba, parece contenida con el ultimátum que les dio el gobierno venezolano […]
Lo sucedido el 10 de enero en Venezuela fue la negación de lo que esperaban algunos gobiernos y sectores de la oposición, casi todos orientados desde Washington: ni hubo colapso social, ni alzamiento, ni cierre de negocios, y la hecatombe diplomática que se programaba, parece contenida con el ultimátum que les dio el gobierno venezolano a los países del grupo de Lima.
Buena parte del mundo se sorprendió que Nicolás Maduro asumiera en total normalidad su segundo período constitucional, el 10 de enero, un día que la prensa hegemónica internacional llenó de expectativas y especulaciones como la de que la Asamblea Nacional venezolana, en manos de la oposición, elegiría un gobierno provisional e impediría la juramentación del presidente.
El problema ha sido que aquellos que inventaron una verdad virtual y tratan de imponer imaginarios colectivos mediante los medios hegemónicos cartelizados, a tuitazos o por las redes digitales, se tropezaron con la realidad-real. Y la única verdad es la realidad, decía Aristóteles, rescataba Immanuel Kant y popularizaba Juan Domingo Perón.
No hubo ninguna manifestación en las calles contra la juramentación: tampoco grandes masas se volcaron a las calles para acompañar a Maduro. La grave crisis económica y la falta de soluciones a la misma -incluyendo el rotundo fracaso del accionar opositor por casi 20 años- lograron enraizar el desapego político, la desafección institucional, la desconfianza y el extrañamiento político-partidista-electoral.
La oposición venezolana y sus financistas y guionistas de Washington y Bogotá, trataron de imponer en el imaginario colectivo la emergencia de una resistencia popular al «dictador», al «usurpador», pero la realidad real es que la primera carece de fuerza para hacer nada. ¿De dónde sacaría The Washington Post, reproducido por la agencia Reuter, que el ministro de Defensa Vladimir Padrino López había pedido la renuncia al presidente Maduro? Obviamente, tras la fake-news, no hubo ningún desmentido, rectificación o disculpas.
Y la más triste realidad es que la decisión de desconocimiento del mandato de Maduro llegó desde Washington, donde el procónsul Luis Almagro, cómodamente sentado en su sillón de la sede panamericana de Washington, felicitó a un seudopresidente que solo existe en los sueños de los jefes de estado neoconservadores de América, que siguen a pie juntillas los dictados del gobierno de EEUU.
El aún secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, saludó la «asunción» del diputado Juan Guaidó, quien preside actualmente la Asamblea Nacional (en desacato, fuera de funciones), como «Presidente interino de Venezuela», después que éste celebrara un autocalificado «cabildo abierto» frente a la sede del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (Pnud) en Caracas.
Almagro ratificó su apoyo y el de la «comunidad internacional» a Guaidó, un personaje poco conocido por la ciudadanía, quien envió un mensaje a los venezolanos llamando a una gran marcha el próximo 23 de enero (fecha de la caída del ctador Pérez Jiménex en 1958) , mientras EEUU aumentaba sus críticas contra Maduro, con un llamado explícito para la formación de un nuevo gobierno en el país (¿con sede en Washington?).
¿Comunidad internacional? En el acto de juramentación de Maduro estuvieron representantes de 94 países, entre ellos el de Rusia, que advirtió a EEUU ante cualquier amenaza militar a Venezuela, hecho que no había sucedido antes.
El vicecanciller venezolano Samuel Moncada, calificó de «insensatez jurídica» la resolución aprobada por la OEA en Washington. «Es un abuso de poder, un crimen de agresión y un golpe de Estado, todo con el propósito de promover el caos y una intervención militar extranjera que destruiría no sólo la paz en Venezuela sino en toda la región».
En la OEA votaron a favor de la propuesta de Washington los gobiernos de Argentina, Bahamas, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, EEUU, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Santa Lucia. En contra, Bolivia, Dominica, Nicaragua, San Vicente y las Granadinas, Surinam y Venezuela; y se abstuvieron Antigua y Barbuda, Barbados, Belice, El Salvador, México, St Kitts y Nevis, Trinidad y Tobago y Uruguay. Granada no participó de la reunión.
México, que había rechazado la declaración del Grupo de Lima, llamó a los miembros de la OEA y al gobierno de Venezuela a no cerrar el diálogo y continuar en la búsqueda de vías efectivas de comunicación para que la sociedad venezolana encuentre, por la vía pacífica, una solución a sus diferencias, y se ofreció como un puente de comunicación entre las 33 naciones que integran al sistema interamericano y Venezuela, para lograr dicho objetivo.
Proclamado desde Washington
Aunque el joven Guaidó no se proclamó presidente durante su discurso ante el cabildo abierto convocado el viernes 11 de enero, un día después de la juramentación de Maduro ante el Tribunal Supremo de Justicia, el comunicado oficial del Parlamento expresa que el diputado sí «asumió las competencias» del Ejecutivo, «apegándose a los artículos 333, 350 y 233 de la Constitución», «para, junto al pueblo venezolano y la Fuerza Armada Nacional , convocar un proceso de elecciones libres y transparentes que faciliten una transición pacífica y democrática en el país».
Fue apenas un show, un juego y una burla, dijo Maduro: «Allá ellos con su show, porque se burlan de su propia gente, acá nosotros con nuestro trabajo, tenemos mucho trabajo por hacer y yo seguiré cumpliendo mis funciones para las que ustedes me eligieron, con firmeza y con valentía», respondió el presidente, quien pidió unidad en las calles para evitar cualquier intento de protestas opositoras como «guarimbas» (terror callejero) de 2014 y 2017, que dejaron más de 200 muertos y ningún cambio o solución.
El Tribunal Supremo de Justicia -éste «en el exilio»- nombró a Guaidó «Presidente interino». Pero meses antes había nombrado «Presidente de la transición» a Antonio Ledezma. ¿Quiere decir eso que el golpe de Estado se lo dieron fue a Ledezma? ¿Cual Estado, por cierto? ¿Si Guaidó es interino, es interino a Ledezma? ¿Eso quiere decir que Ledezma dejo un vacío de poder? ¿Y si tenemos tres presidentes? ¿Porqué Guaidó sí salió en Wikipedia y Ledezma no? ¿Ledezma salió por Snatchap y Guaidó se autoproclamó por Twitter?, se preguntan en redes sociales
La central empresaria Fedecámaras expresó su absoluto respaldo y reconocimiento a la Asamblea Nacional como único poder electo de forma democrática, un día después de que Nicolás Maduro se juramentara ante el Tribunal Supremo de Justicia para dirigir al país por seis años más.
El Gobierno brasileño saludó que el presidente al opositor Juan Guaidó esté dispuesto a «asumir constitucionalmente» la presidencia del país ante la «ilegitimidad» de la investidura de Nicolás Maduro. «Brasil continúa comprometido a ayudar al pueblo venezolano a recuperar la libertad y la democracia, y seguirá en coordinación con los demás actores imbuidos en el mismo propósito», señaló la cancillería brasileña.
Rectifican países del Grupo de Lima
Venezuela otorgó un plazo hasta el lunes 14 a Paraguay y Canadá, del Grupo de Lima, para que manifiesten su rectificación con respecto a la posición sobre a la presunta incursión de buques sísmicos, pertenecientes a la empresa petrolera ExxonMobil en territorio marítimo venezolano.
«Vamos a dar un compás de espera. Apenas faltan dos países, Paraguay, que a pesar de las recientes informaciones consideramos que puede rectificar, y Canadá, en América del Norte que sabemos cuáles son sus características de su política exterior», señaló el canciller Jorge Arreaza, quien destacó que hasta ahora han rectificado 10 países de la coalición de gobiernos de derecha que firmaron el viernes 4 el documento del Grupo de Lima.
Ruptura o conciliación
Desde la oposición, señala la socióloga Maryclén Stelling, se impone un fatalismo que acrecienta expectativas y apuestas por un cambio, venga de donde venga. Deslegitimada en sus decisiones y acciones, lentamente emergerá un nuevo espacio oposicionista crítico, dialogante y negociador. El bolivarianismo, fortalecido en torno a la figura «legal y legítima» del recién juramentado Maduro, se debatirá entre el apoyo irrestricto versus la vigilancia crítica y la negociación.
De agudizarse la crisis económica, se agravarán los conflictos y la confrontación interna y, paralelamente recrudecerá la guerra político-mediática de relatos, narrativas que servirán para expiar las propias culpas y responsabilidades ante la crisis; asimismo para atacar al adversario, magnificar triunfos y derrotas; imaginar nuevos mundos posibles afines a las parcialidades políticas, indica. Desde los relatos transmedias, se instalará la producción de sentido que promoverá un chavismo «borracho de triunfo» y una emergente oposición en busca de su propia identidad y espacio político. Es hora de ruptura o reencuentro.
Después de no lograr ningún resultado positivo en años anteriores, los analistas políticos de derecha e izquierda, dudan que una medida radicalista, liderada por parte de la oposición pueda ayudar a solucionar la crisis política, social y económica que marca la historia venezolana, y coinciden que ésta agravaría los futuros escenarios en el país.
Algo que ha quedado claro es que la asfixiante situación económico-social que sufre el país no repercute directamente en la estabilidad del gobierno, ni en el ejercicio de la hegemonía política. Desde la oposición, Jos é Ignacio Hernández señalaba que debía «tenerse muy presente que la fecha del 10 de enero, en sí misma, no puede producir cambio alguno en Venezuela, pues nuestra crisis no es de aquellas que se solucionan con actos jurí dicos «.
Jesús Seguías, consultor político, aseveró que «En un escenario de confrontación violenta tenemos a dos actores: uno bien armado y pertrechado (…) y una oposición desarticulada que no tiene una capacidad de movilización efectiva a nivel nacional. Un fracaso más está prohibido para la oposición, eso puede conducir a una mayor frustración, a una mayor desesperanza a que cunda la ira y la rabia entre sus seguidores y que el éxodo se incremente de manera exponencial».
Otros dirigentes de la oposición instan a promover una negociación política para encontrar una salida democrática y pacífica. «No hay otro camino», expresa el presidente de DatinCorp.
El politólogo Jesús Castillo Molleda, dice que «habría que preguntarse si los sectores políticos opositores cuentan actualmente con suficiente apoyo popular para incentivar a la gente a retomar las calles; o la existencia de grupos organizados por calles, manzanas, sectores, parroquias, municipios, estados, para emprender una confrontación cuerpo a cuerpo con el Gobierno; o determinar si existe algún líder político, empresarial, estudiantil que tenga la capacidad de representar a la mayoría de la oposición política».
También habría que reflexionar si es suficiente el apoyo de la autollamda «comunidad internacional» para ejercer presiones sobre el gobierno nacional.
Legitimidad
Muchos opinadores de los medios hegemónicos, comentan sobre la legitimidad de la elección de Maduro. Algunos datos resaltan la «legitimidad» de los gobiernos que suelen utilizar ese argumento para arremeter contra Venezuela.
El presidente de EEUU Donald Trump, obtuvo el 46,09% de los votos en las elecciones presidenciales del 8 de noviembre de 2016, en las cuales hubo 44,6 por ciento de abstención. Su votación representa el 20,55% del padrón electoral. Además, obtuvo menos votos que su principal contrincante, Hillary Clinton, del partido Demócrata (62.984.825 votos contra 65.853.516 de Clinton), pero aún así fue declarado ganador por la forma como funciona el sistema electoral estadounidense .
El presidente de Argentina, Mauricio Macri, obtuvo el 51,34% de los votos en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 22 de noviembre de 2015, en la cual hubo 19,23% de abstención. En la segunda vuelta esto representó el 41,46% del total del padrón electoral. Juan Manuel Santos, presidente de Colombia entre 2010 y 2018, fue reelegido el 15 de junio de 2014 con el 50,98% de los votos en segunda vuelta, con una abstención del 52,23% (apenas el 23,7% del total del padrón electoral).
Sebastián Piñera, actual presidente de Chile, fue elegido el 19 de noviembre de 2017 con el 57,1% de los votos en la segunda vuelta, en la que hubo 51% de abstención. Los votos recibidos representaron el 26,75% del total del padrón electoral.
El presidente venezolano Nicolás Maduro obtuvo el 20 de mayo de 2018 el 67,84% de los votos, en un proceso que contó con 53,93% de abstención. Los votos recibidos por Maduro representan el 31,25% del total de los votos del padrón electoral, muy por encima de lo obtenido por Piñera, Santos y Trump, de quienes en ningún momento se ha dudado de su legitimidad.
Colofón
Mientras los presidentes de los 13 países del Cartel de Lima que firmaron la declaración contra Venezuela sueñan que invaden Caracas a la cabeza de sus aguerridos ejércitos para repartirse el país que la oposición debiera haber conquistado para entregárselos, los dirigentes de los 200 grupos de la Oposición no duermen esperando el día en el cual recibirán el poder de las manos del presidente Donald Trump en su calidad de jefe supremo de la intervención humanitaria del Comando Sur, escribe Luis Britto García.
Están nerviosos por sembrar Venezuela de bases militares una vez que los paramilitares hayan dominado a los nativos y liquidado a los bolivarianos. Los 734 mercenarios paramilitares acampados en la región colombiana de Tona esperan la orden del presidente Iván Duque para el atentado de falsa bandera que les entregue el Golfo de Venezuela, las reservas petrolíferas del Zulia, y la cordillera de los Andes, añade.
Jair Messias Bolsonaro, por su parte, espera apoderarse de la Amazonia venezolana más las centrales hidroeléctricas de El Guri y Camatagua más el Arco Minero más la franja Bituminosa del Orinoco, que les serán cedidos por los gremios empresariales, impacientes por subastar empresas básicas, eliminar estabilidad laboral y prestaciones sociales, privatizar salud, educación y seguridad social, ríos y lagunas y las aguas.
Una vez más se quedaron todos con los crespos hechos por estar esperando cada uno que el otro le haga su tarea. Ya ni en ellos mismos creen, dice Britto García. El único que falló en la estrategia de escritorio, basado en mentiras consuetudinarias en busca de generar imaginarios colectivos, fue el pueblo venezolano, lejos de cualquier alzamiento. ¿No lo convocaron para el festín injerencista?
Quien condena a Maduro debe preguntar la alternativa que se ofrece, que es la recolonización, que aplasta la soberanía del país y el futuro de varias generaciones. Piense en lo que ocurre en los países vecinos, plantea el periodista brasileño Paulo Moreira Leite. ¿Alguna duda?
Aram Aharonian: Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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