En la inevitable decadencia del correismo, destino fatal de todo populismo caudillista que coincide con la retirada del caudillo, las distintas fracciones que componen el movimiento A.P. se enfrentan a su futuro no solo político, sino económico e ideológico. ¿Qué hacer cuando el caudillo que los agrupaba, más allá de las no tan evidentes diferencias […]
En la inevitable decadencia del correismo, destino fatal de todo populismo caudillista que coincide con la retirada del caudillo, las distintas fracciones que componen el movimiento A.P. se enfrentan a su futuro no solo político, sino económico e ideológico. ¿Qué hacer cuando el caudillo que los agrupaba, más allá de las no tan evidentes diferencias ideológicas, realiza una muy estratégica retirada ante el inminente naufragio del proyecto político de la autodenominada «Revolución Ciudadana»?
Los grupos de PAIS que desde el inicio del proceso del progresismo correista, y más allá de la retórica demagógica de izquierda, comulgan y participan de los intereses económicos de las viejas y actuales «burguesías nacionales y transnacionales», como el denominado grupo de Guayaquil, serán los que tomen la dirección de lo que quede del proyecto, sea solos o en alianza con la vieja y nueva derecha poscorreista. Más aún, a pesar de lo que muchos quisieron, estos grupos de derecha correista desde muy temprano tomaron las decisiones fundamentales del gobierno de PAIS, claramente dirigidas a afianzar sus intereses de grupo, tanto políticos como económicos. Esta es la razón que explica porque, poco tiempo después de aprobada la Constitución del 2008, el proyecto «revolucionario» no hizo sino afianzar el capitalismo en el país y beneficiar a viejos y nuevos grupos económicos que han acumulado capital en la mayor bonanza petrolera de la historia del Ecuador.
Lo que no está claro es el futuro de la «izquierda» correista, que durante estos 9 años de gobierno de Alianza PAIS no han hecho sino servir de máscara de izquierda para la derecha correista. Ellos y ellas ex militantes de izquierda (comunista, socialista, alfaros, mires, etc.) y ex colaboradores de los movimientos sociales se dedicaron a: ¡) facilitar el discurso de transformación social a la derecha reaccionaria y conservadora del correismo para su demagogia populista; ¡¡) dar toda la información que tenía sobre la organización social y política de los pueblos, para que la derecha pueda golpear más la resistencia popular; ¡¡¡) perseguir, amenazar, dividir, chantajear a organizaciones sociales, dirigentes y comunicadores populares que antes del correismo eran sus compañeros. En definitiva, jugaron el papel más deplorable y perverso en contra de la lucha social que benefició la expansión del capitalismo extractivo y de su política más autoritaria.
Cumplida la función para la que fueron convocados a participar en el gobierno correista, ya no son necesarios para la nueva época del proyecto conservador de la Revolución Ciudadana, ni si el grupo de Guayaquil va solo a las próximas elecciones o si va en alianza con cierto sectores de la vieja derecha. El correismo ya estructuró un Estado autoritario y represor para el control de la resistencia y la lucha social y en tal motivo funcional a la demandas de la acumulación de capital en la región; ya benefició a viejos y nuevos grupos de poder económico nacional y transnacional; logró recolonizar la conciencia social con la ideología modernizante del mercado; amplió y profundizó la frontera extractiva, incluso se entregó el campo Auca a la empresa francesa Schlumberger; inició un proceso de transferencia de riqueza social a manos privadas con la llamada Alianza Público Privada; está a punto de firmar un Tratado de Libre Comercio con la Comunidad Económica Europea; endeudo nuevamente al país y lo entregó a la voracidad del capital financiero internacional; están a punto de destruir la seguridad social; llevaron al país al borde de una crisis económica que será asumida por los sectores medios y populares y en beneficio del gran capital, más que nacional transnacional. El trabajo ya está hecho, la «izquierda» correista es cada vez más innecesaria, incluso llega a ser un verdadero estorbo para aquellos que hacen los negocios.
¿Qué es lo que esta «izquierda», que dio todo por su caudillo Correa a quien consideró el gran revolucionario cuando no pasa de ser un boy scout, va a hacer ahora que su ideólogo ha dado un paso al costado? ¿Reemplazaran a su gran líder por el hombre de negocios que ocupa la vicepresidencia y lo asumirán como otro «revolucionario» de su «revolución», para ver si con esto logran su beneplácito y con él un metro de poder en el nuevo tablero político de PAIS? ¿Tratarán de reunirse y hacer un frente de «izquierda» correista ante las próximas elecciones del 17, sabiendo que realmente nunca tuvieron poder real en su movimiento? ¿Prepararán una desafiliación masiva como ahora lo hace gran parte de la militancia de PAIS en Cotopaxi? ¿Se desbandarán e individualmente buscaran cuotas de poder con el nuevo liderazgo del movimiento PAIS? O quizá algunos intenten retornar a su pasado político y buscar en la izquierda que combatieron o en los movimientos sociales a quienes persiguieron un lugar donde refugiarse, lo cual sería claramente un grosero oportunismo.
Lo cierto es que el futuro político de la «izquierda» correista es incierto, lo que medianamente se puede prever es que casi están condenados a morir políticamente como izquierda, pues el papel que cumplieron durante estos 9 años, y específicamente en los 5 últimos, es un suicidio ético-político desde la perspectiva de la transformación social. Más allá de lo que digan en defensa de su práctica política está claro que se sometieron a la voluntad del poder del capital y han sido sumisos a sus demandas, a cambio de unos miserables privilegios que siempre concede el poder a sus vasallos. Lo que hicieron estos ex militantes de izquierda y de los movimientos sociales fue un golpe a la ética de la resistencia popular, pues a nombre de la izquierda obscenamente se entregaron a las exigencias de la política y los negocios capitalistas. Traicionaron a los pueblos que les formaron y les llevaron a ocupar el poder que los envaneció y han ayudado a conducir al país a una de sus graves crisis económicas, políticas, ideológicas y éticas.
La izquierda correista traicionó a los pueblos de este país, es decir entregó el proyecto de transformación social concebido en décadas de lucha a la derecha correista, y como es obvio en toda traición lo hicieron a espaldas de los pueblos que lo construyeron. Violaron la lealtad y la ética que todo militante tiene con la lucha y con los pueblos que la protagonizan. El acto de la traición tiene una inevitable consecuencia, la condena al ostracismo social y político. Ese es el futuro de todo traidor, así, éste queda atrapado en su traición.
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