Mario Hernández.- ¿Estamos asistiendo a la peor crisis económica de la historia contemporánea del Brasil? Ricardo Antunes.- Estamos viviendo desde 2013/14 una crisis profunda que en 2017 tiene en índices oficiales 14 millones de trabajadores y trabajadoras desocupados. Sin embargo, si miramos los índices reales hay un grupo grande con trabajo precario y también otro […]
Ricardo Antunes.- Estamos viviendo desde 2013/14 una crisis profunda que en 2017 tiene en índices oficiales 14 millones de trabajadores y trabajadoras desocupados. Sin embargo, si miramos los índices reales hay un grupo grande con trabajo precario y también otro gran número que no buscan más empleo porque no se consigue, que se llama «desempleo por desaliento».
Es una situación de crisis profunda, el Producto Interno brasileño vive una retracción intensa, a esto se suma una profunda crisis social y también política que no se vive por lo menos desde Collor de Melo, para no hablar de la dictadura militar.
Mario Hernández.- Es complejo el rol que cumple la justicia en Brasil, un partido judicial que puede destruir el viejo orden pero que no puede construir uno nuevo. ¿Cuál es la función estratégica de la operación Lavajato?
Ricardo Antunes.- El poder judicial brasileño en los últimos años prácticamente después del gobierno de Lula, cambió mucho su configuración. Se creó un partido de la justicia que quiere tener una fuerza superior a la que debería ser su especificidad, el Poder judicial debería ser así como el Ejecutivo y el Legislativo, quien se encarga de hacer cumplir las leyes, pero hay una hipertrofia, un crecimiento muy intenso en el Poder judicial que resultó en un proceso que consiste en que al mismo tiempo que hay una judicialización de la política, hay también un proceso de politización de la justicia.
En un momento de una crisis profunda del Poder ejecutivo, que está involucrado en una corrupción que existe en Brasil desde que el PMDB (Partido Movimiento Democrático Brasileño), dirige el país. Hace 50 años que el PMDB participa en los gobiernos. En este momento con el gobierno de Temer que nació de un golpe parlamentario y judicial, hay un gobierno involucrado en una corrupción profunda.
La operación Lava Jato es una expresión por un lado de esta hipertrofia, de este hiper dimensionamiento de la justicia que intentaba en un primer momento alcanzar al Partido de los Trabajadores de Lula y Dilma porque había sospechas de que había un vínculo de los gobiernos del PT con los empresarios ricos de la construcción civil de Brasil y también con la más grande empresa de producción de ganado para la exportación que hoy atiende a un conjunto inmenso de actividades que es la JBS. La operación Lava Jato intentaba en un primer momento alcanzar al PT, pero naturalmente para llegar al PT tenía que exponer a una parcela de los empresarios y capitalistas que hicieron un pacto de colaboración con el partido, beneficiando al PT con recursos paralelos, al mismo tiempo que se beneficiaban con los subsidios del gobierno incentivando a producir fuera del país.
La operación Lava Jato es una especie de hiper valoración de un sistema judicial que asume la posición de un poder paralelo muy fuerte. La corrupción no fue inventada por el Partido de los Trabajadores, la corrupción viene de la historia brasileña desde hace muchos siglos, está instalada dentro del aparato de Estado. Entonces, la operación Lava Jato, más allá de su propuesta inicial de alcanzar al PT, ahora miembros del PMDB y también una franja muy rica de la burguesía brasileña están en la cárcel o haciendo un acuerdo para definir cuáles fueron los errores que se cometieron y cuáles son los políticos que se beneficiaron de eso.
Para que se den una idea, esta gran empresa brasileña que todavía funciona en EE. UU. y en varias partes del mundo financió a dos mil políticos brasileños. Esto creó una situación muy complicada porque la operación Lava Jato tiene el apoyo de la población porque comienza a atacar la corrupción más profundamente y tanto el Poder Ejecutivo como el Legislativo se unen hoy para atacar al Judicial y hay también una división muy profunda en éste; una cosa es la operación Lavajato de Curitiba donde esta su polo central, otra cosa es el Supremo Tribunal Federal donde hay personas que quieren salvar el gobierno de Temer y a los diputados y senadores involucrados en la corrupción que estamos viviendo, que son muchos.
Entonces, hay una disputa entre el Ejecutivo y Legislativo por un lado contra el Judicial y hay una crisis de éste entre aquéllos que están a favor de Temer y otros que quieren hundir tanto al PT como al PMDB; es una crisis profunda y la operación Lava Jato es una especie de estado de derecho de excepción. A partir de un determinado momento las leyes no son cumplidas creando una situación que se aproxima mucho a un Estado de derecho de excepción que es una propia contradicción en sus términos.
Mario Hernández.- ¿Podríamos decir que hemos asistido, respecto del gobierno Temer, a un golpe dentro del golpe?
Ricardo Antunes.- No. El golpe contra Dilma fue un verdadero golpe, la legislación no importó nada, lo que importó fue una condena política del centro que apoyaba a Dilma y al PT, que viró a la derecha y una parte de la derecha que apoyaba a Dilma y Lula viraron hacia Temer y le hicieron el impeachment a Dilma. Ese fue un golpe.
El segundo golpe que Temer está haciendo es otro, es hacer aprobar una contra reforma de la legislación del trabajo, una contra reforma de la previsión social para destruir todas las luchas y las conquistas de años de lucha de la clase trabajadora brasileña. Este es el segundo golpe, es un golpe de un gobierno ilegítimo que ahora, como tiene la mayoría del Parlamento quiere aprobar contrarreformas y generar una destrucción profunda de la legislación protectora del trabajo sin que este programa haya sido victorioso en las elecciones.
Hay una tensión muy profunda entre el Ejecutivo y el Legislativo contra el Poder judicial, pero no significa que sea un golpe a Temer, porque el judicial no es el responsable de la corrupción de Temer. El gobierno de Temer es profundamente corrupto, es inaceptable que Dilma haya sufrido una acusación de corrupción que ella no practicó, mientras que Temer continuó practicando durante todos estos años la misma corrupción. Entonces, es una crisis económica, social, política y también institucional.
Es imposible cualquier previsión, si Temer va a caer, acaba de decir que no va a renunciar, pero la denuncia de la Procuraduría general de la República que se presentó ayer a la noche (26/6) es muy profunda y hay muchos elementos que comprueban una intensa corrupción de Temer, sus ministros y algunos de sus principales asesores. Tendremos una huelga general el 30 de junio, es muy importante que tenga fuerza y que se desarrolle un proceso de manifestaciones en las calles y plazas públicas con centenares de miles de personas porque solo esto podrá terminar con el gobierno de Temer.
Temer es muy inteligente, su gobierno pertenece al pantano, el Parlamento es un pantano y el gobierno es parte de él, por eso hay una alianza profunda con el Congreso. Si cae Temer caen los diputados que hacen lo mismo que Temer, son corruptos, si no cae, la esperanza de los diputados es conseguir estancar el Lavajato. Es el momento más duro de la crisis brasileña. Hace tres o cuatro meses yo decía que venimos en una sucesión de crisis interminables, hoy en día hay una nueva crisis y es la más profunda de la historia brasileña, al punto que el Procurador de la República acusa al Presidente de corrupción pasiva y de ser el líder de una organización criminal que lava dinero. Es la primera vez en la historia republicana brasileña que un Procurador general de la República acusa directamente a un Presidente de la República y a un grupo de sus ministros.
En Brasil, hay lo que Gramsci llamaba una especie de equilibrio catastrófico
Mario Hernández.- Ha publicado un artículo el sociólogo y analista político argentino Atilio Borón, llamado «Temer, el abismo y después», donde señala que en Brasil se está viviendo una situación revolucionaria, «los de arriba ya no pueden seguir dominando como antes y los de abajo no quieren seguir siendo dominados». ¿Qué opinás de esta caracterización?
Ricardo Antunes.- Me gusta mucho Atilio Borón, soy amigo suyo, es un hombre muy informado de lo que sucede tanto en Brasil como en el resto de América Latina. Yo no leí este artículo, voy a responder sin conocer el contenido. Por un lado hay una situación que tiene estas características, las clases dominantes no perdieron la capacidad de gobernar, tienen el control, el problema es que no tienen otra opción que Temer, si lo deponen a Temer, y nombran a alguien por vía indirecta a través del Congreso será muy difícil que la población lo acepte, porque casi todos están muy comprometidos con la corrupción. Por otra parte si hay elecciones directas, también es complicado. Por ejemplo, en las encuestas de ayer en San Pablo, Lula aparece en primer lugar y los candidatos de la burguesía no tienen fuerza, han perdido mucho prestigio por la corrupción. Hay un candidato de derecha neoliberal, parecido probablemente a Macri, que es Joao Doria pero no tiene penetración nacional, es alcalde de San Pablo. Es un riesgo para la burguesía no tener candidatos, pero yo pienso que no se trata de una crisis revolucionaria, no veo ninguna revolución en Brasil, para mí hay lo que Gramsci llamaba una especie de equilibrio catastrófico, la burguesía no consigue dominar, las clases populares no aceptan esa dominación y no hay un movimiento revolucionario porque no tenemos movimientos sólidos, no tenemos sindicatos involucrados en un proceso revolucionario.
Se trata de un equilibrio catastrófico que no es revolucionario y no permite imaginar una ruptura del orden porque la burguesía es muy poderosa, tiene el aparato burocrático judicial, tiene completamente en sus manos el aparato represivo y también a la clase media que hace al ideario de las personas. Hay movimientos sociales importantes, como el MST, el Movimiento Sin Tierra, el Movimiento Sin Techo, hay otros movimientos de las periferias, de las comunidades indígenas, de los movimientos negros, hay muchos sindicatos de clase, hay partidos más críticos como el PSOL, el Partido Comunista Brasileño, y otros relativamente pequeños, pero no hay una orgánica revolucionaria. Por eso, respetando mucho a mi querido amigo Atilio Borón, en mi criterio hay una situación de crisis pero que dista de lo que podría definirse como una crisis revolucionaria. Hay una crisis de gobierno, pero no hay una crisis de hegemonía burguesa, hay una sólida hegemonía burguesa al punto que las clases populares quieren el fin de Temer pero no quieren un proyecto alternativo de poder de la sociedad, hay todavía muchas luchas a darse en el Brasil como para que mañana podamos pasar a un proceso más radical. No hay una situación de posibilidad de una revolución en Brasil, sí hay una posibilidad de rebeliones como las de junio de 2013. En ese momento ninguno de nosotros imaginaba que se podía desencadenar una era de rebeliones. Por lo tanto, no vivimos en una era revolucionaria, vivimos en una era de contra revolución burguesa y también en la inminencia de rebeliones y fuerte descontento popular, pero lejos de una situación revolucionaria.